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miércoles, junio 01, 2016

Magia

Hans Castorp es un recién licenciado en ingeniería naval alemán de principios del siglo XX que acude a un balneario suizo, situado en lo alto de una montaña, junto a Davos, para visitar a su primo, Joachim, enfermo respiratorio crónico.

Con la cabeza llena de proyectos y la sangre caliente de su juventud, a Hans le asignan una habitación en el sanatorio para acompañar unos días a Joachim. Allí descubre todo un universo de personas sin grandes perspectivas de futuro que han conseguido ralentizar el tiempo. Conoce a gente maravillosa y mezquina de distintas nacionalidades, todos adinerados, la mayoría cultivados, que comparten desayunos, paseos por los caminos que bajan hacia el valle, baños calientes en sus saunas, discusiones políticas alrededor de café y licores, y cenas con bailes de salón, donde nadie habla de enfermedades y la muerte se presupone, pero se esquiva.

En ese balneario encuentra a Madame Chauchat, una joven rusa, maleducada de dar portazos, que lo embauca al perseguirlo con la mirada en cada encuentro.

Los días pasan y Hans Castorp, huérfano de padres, comienza a sumergirse en ese otro tiempo, narcotizado y perezoso, que adormece sus ganas de volver a la ciudad para construir la vida que se le suponía. Tanto es así, que comienza a simular toses ruidosas para, con la complicidad del médico del sanatorio, ser catalogado como enfermo pulmonar y poder entregarse sin excusas al espacio de esa Montaña Mágica.

Ése es el resumen que tengo en mi cabeza del comienzo de la grandiosa novela de Thomas Mann que me transporta, cada vez que pienso en ella, a los paisajes de un pasado que he creído vivir, a mi propio balneario. 

Llevo días retozando con historias de Proust, Gavalda y Vila-Matas, en una suerte de reencuentro con mis propios mundos en el que diseñar pócimas nuevas, enjuagues de melancolía y recetas de felicidad futura. Noches tristes y hermosas en que despierto sin sobresaltos cuando el mundo duerme para escuchar el silencio, para mirar al ser amado y poder encontrar, poco a poco, las claves para ingresar allí donde todo vuelve a cuadrar, en mi futura montaña mágica.

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