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jueves, abril 21, 2016

Voladores

Almorzaba con mi padre en la última planta del Hotel Sevilla Center, tomábamos un ajoblanco espeso delicioso, asomados al espectáculo de ver el centro de la ciudad desde tan alto, en un mediodía reciente en que él se vistió de domingo para disfrutar de una comida con su hijo como en los tiempos en que nos turnábamos para invitarnos a comer en sitios especiales.

-Me da pena pensar que me perderé los coches volando al otro lado de este ventanal -reflexionó en voz alta.

Ya hay drones que se levantan por encima de nuestros tejados filmando nuestra pequeñez, así que no dudo que antes que después esos aparatos se pilotarán y las azoteas se llenarán de zonas marcadas donde aparcar nuestros vehículos.

Es inmenso el futuro, desasosegante, inabarcable, infinito, tremendo para todo ser humano de días contados. Más alucinante aun cuando el ciclo de la vida te va llevando a los tiempos finales.

En esos mágicos momentos en que mi padre se desprende del día a día, de medicinas y crónicas cotidianas, para abarcar con una frase el destino del hombre, yo siento mis pulmones llenos y cosquilleos en la cabeza.

¿Qué será de nosotros cuando yo no pertenezca a ese nosotros del que aún soy parte?

Sé que un día, en no sé qué ciudad ni a qué altura, me encontraré tomando un vino delante de un plato de comida con alguien querido y veré un coche pasar volando al otro lado de la ventana. Sé que cruzaré la mirada con quien lo conduzca y, seguro, esa persona verá en mis ojos la mirada de mi padre.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu padre querido Salvador sigue a tu lado, ahora desde lo más alto y te susurra al oído la misma palabra: "Vive...". Debes escuchar su voz, es como un susurro leve que te alienta el corazón y te incita a avanzar y a seguir...Mira al cielo y le verás, escúchale y le oirás, mira al frente con el corazón y le sentirás. Un beso amigo mío,Almu