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lunes, julio 08, 2013

Fantasía

Un día entendí la capacidad real de creer en la ficción que representa el cine, pero cuando quise contárselo a un amigo la idea se me fue de la cabeza.

El principal problema para la gente no amante de las artes es su incapacidad para adentrarse en mundos que no les sean tangibles.

Suele coincidir, es mi percepción, con aquéllos que tienen más dificultad para empatizar con el resto del mundo, que tienen un punto de sensibilidad menos desarrollado.

La clave, que olvidé, para dejarte arrastrar por la ficción, los mundos inventados, al ver una película o disfrutar de un libro, está en pensar que esa historia se gestó en la mente de una persona real, humana y defectuosa como aquélla que disfruta con la obra.

Yo no entiendo mi vida sin ese pasado, inexistente en mí, creado a partir de imágenes robadas de creadores que quisieron situarla en mi biblioteca de recuerdos prestados.

Fantasear con la adrenalina de una situación límite en la que no te juegas la vida te ofrece la posibilidad de experimentar en un banco de pruebas inofensivo tu destreza para enfrentarte al mundo, como un piloto de vuelos comerciales se entrena continuamente, en espacios bien anclados a la tierra, ante contingencias en el cielo que, afortunadamente, casi nunca llegarán.

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