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jueves, enero 03, 2013

Clínex

Sin planteamiento previo, con el paso de los años he ido dándome cuenta de que en mis desayunos de fin de semana, donde tanta fiesta hago a un periódico de papel mientras tomos unas tostadas en casa o en alguna de mis cafeterías preferidas del centro, he ido pasando de leer dos diarios, uno sevillano y otro nacional, a quedarme con un solo ejemplar de El País.

En mi modesta opinión la prensa sevillana va a rebufo de las inquietudes más básicas de la población menos inquieta. Que la población quiere fútbol, toma fútbol. Que el pueblo quiere hermandades de Semana Santa, ración doble todo el año. Que a los sevillanos les gusta saber cuántas farolas hay rotas semanalmente, ahí tenéis vuestro informe.

Es una caricatura, sí.

Una misión que no debe olvidar el periodismo, entiendo, es la de crear opinión e incluso provocar una evolución de ésta a partir de informaciones contrastadas, complejas y tendentes a no solo informar, sino formar.

Prefiero mil veces saber cómo transcurren los acontecimientos en una Siria que se desangra o los últimos avances en investigación médica en Estados Unidos que no el parte diario de besamanos en las iglesias sevillanas.

Pero no habría que ir muy lejos para que yo volviera a caer en las redes de la prensa de mi ciudad. Bastaría con que me provocasen contándome historias de la Sevilla real con la profundidad que nos merecemos o artículos de opinión de cómo va el mundo, del que no somos ombligo, con el punto de vista de nuestro carácter andaluz.

Llevo años observando la sonrisa casi nunca correspondida de los negros que abarrotan las principales avenidas del extrarradio de la ciudad vendiendo clínex. Son personas que habitan a mi lado, que no creo que puedan vivir de esa miseria. Quiero saber quiénes los organizan, qué comen, dónde duermen, de qué países vienen, cuánto tiempo se quedan de media, cuántos se integran, cuántos regresan. Quiero saber si se casan con gente del lugar, cuáles son sus sueños, hasta qué puntos están atendidos sanitariamente, qué es de sus familias.

A cambio encuentro, más veces de lo que mi estómago es capaz de soportar, fotos de señoras aristocráticas con pelo de peluquería vendiendo muebles antiguos en rastrillos benéficos.

Periodismo de investigación, moderno, no entrevistas hechas con rejillas del siglo pasado.

Necesito riesgo, aventura, inconformismo, innovación, propuestas, provocación... pero la encuentro en otros periódicos que no son andaluces.

La pena es que sé que todo es ponerse y romper.

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