Abusamos del adjetivo íntimo cuando nos referimos a los amigos.
Hablamos de palabras mayores, de esas personas que sabes que nunca te dejarán tirado.
¿Cuántas tienes así?
Aquí se puede aplicar con claridad el viejo refrán de pedro ladrador poco mordedor.
Le escuché a un conocido con quien hablaba que tenía una íntima amiga en una determinada empresa. Como resultó que yo la conocía, le dije:
—Sí, la conozco, esa mujer que está casada con un japonés, ¿verdad?
—¡Ah! ¿Está casada con un japonés?
—Desde hace veinte años.