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viernes, julio 27, 2018

Contadores

Independientemente de dioses, integro en pensamientos subconscientes el embrujo de una justicia universal que nos arropa desde no sabemos dónde. Algún mecanismo automático o apuntador omnipresente que toma nota, hace fotos, graba conversaciones y vigila cada uno de nuestros pasos. Discos duros espirituales con trillones de trillones de datos en los que contadores individuales almacenan sonrisas como puntos verdes y gritos como rojos, desplantes que descuentan, favores que incrementan. Memorias imparciales que nada olvidan en algún lugar del infinito espacio acerca de lo que fuimos, acotando nuestras virtudes como ventajas para calificar con limpieza comportamientos que no siempre son puros, aliviando las cargas negativas a quienes arrastran dolores congénitos de cabeza o ruinas familiares de las que no fueron culpables. Dispositivos que son más benevolentes con humanos nacidos en Uganda que con aquéllos que crecieron en California, aparatos empáticos que no se censuran, ni se estropean, que no juzgan con sesgo ni evalúan los reconcomes de miedo al vivir, sino que almacenan actos, posturas, alardes, besos y empujones sin atender a pensamientos que no saben descifrar; hadas electrónicas notarias de nuestras líneas de conducta.

El subconsciente tiene esos miedos que la razón ignora, aunque sus teorías sean todo lo difusas que su condición subterránea implica.

Mi subconsciente, en duermevelas pausados de soledades, quiere pensar que en algún lugar alguien sabe cómo fuimos, cómo estamos siendo; tal vez porque mi subconsciente tenga elaborada la teoría de que si no existiera esa justicia sabelotodo la gente no tendría escrúpulos en mostrar su peor cara a escondidas de la justicia humana.

miércoles, julio 18, 2018

Triturado

Cada vez que la mañana se complica en el trabajo, me escapo a un bar cercano para abstraerme del mundo con un buen desayuno. El único problema es que cambian mucho de personal y no terminan de quedarse con mis rutinas:

-Un batido de chocolate y media con jamón serrano y tomate.

-¿En rodajas o triturado?

-Tiru... tritru... rado

Hay veces que vengo con la frase preparada.

-Un batido de chocolate y media con jamón serrano y tomate tiru... tritru... rado

Hay una puerta de la fábrica por la que he pasado miles de veces, desde hace más de veinte años. No reparo en ella hasta que me la encuentro de frente y entonces me digo... es de empujar, es de empujar... Pero no. Es de tirar.

Hay genes rebeldes en mí, que se empeñan en provocarme siempre los mismos tropiezos.

Son dos interruptores en la cocina de Conil y uno alumbra un foco agresivo de luz blanca. Cuando acerco el dedo siempre pienso... es el de la derecha... y enciendo con el izquierdo la luz maldita.

Estos días de auditoría me hacen escribir tonterías para bajar 'estreses' que no son buenos. Uno de los técnicos que nos visitan se llama Mustafá, y yo debo presentarlo a mis compañeros conforme se desarrolla la semana de trabajo. Se dan la manos todos entre sí y cuando me toca introducirlo:

-Él es Mohamed.

Mustafá se ríe y le quita importancia, pero yo trato de abstraerme para no repetir el fallo. No me conoce para evitar pensar en mofas extrañas por mi parte. Cambiamos de zona, nuevas presentaciones... No es Mohamed. Es Mustafá. No es Mustafá.

-Os presento a Mohamed.

Hay frustraciones ocultas o defectos de fábrica. Tra-tre-tri-tro-tru... Sé decirlo. Seguro.

-¿El tomate se lo corto?

-¡No!

Maldito el momento en que le cogí manía a las rodajas de tomate.

domingo, julio 08, 2018

Foto

Cuartel general de mis sueños, esta noche volví una vez más a Manhattan, en un caluroso paseo de avenidas coloridas donde, sin previo aviso, me dieron la gran noticia de la visita de mi padre. Estaban mis hermanas como organizadoras y él preguntó por su nieto, que viajó con la velocidad sideral que permiten las reglas oníricas para acompañarnos a la subida de un Empire State que siempre tuve como asignatura pendiente con mi padre desde que muchos años atrás se me quedara sin respiración subiendo la Torre Eiffel. Entrar en la última planta imponía echar 3 monedas de dólar que no teníamos y a mí se me quedó enganchada la mano tratando de manipular el dispositivo para no perder la ocasión única de mostrarle la inmensidad de la ciudad.


Me desveló la luz de amanecer y me negué a irme sin enseñarle la Estatua de la Libertad, con esa gran suerte que tengo de poder entrar en mi otro mundo con la única fuerza de mis ganas de hacerlo.


Protestó por la muchedumbre en la estación de South Ferry, sin saber que yo estaba en un duermevelas entre lo real y lo deseado, disfrutando de su voz inconfundible y su irremediable impaciencia. Le busqué un hueco en la cubierta del barco y se asomó a la barandilla, frágil, para que el viento húmedo le moviera su pelo canoso. Me organicé con un turista para que nos hiciera una foto. Agarré su cintura esquelética a través de su chaqueta y él me pasó el brazo paternal por encima de mi hombro sin saber que yo me derrumbaba de volver a sentirlo.


La muerte, terrible, te quita placeres para siempre; pero quiero esa foto, es mía, agarrados en la cubierta del ferry con la estatua majestuosa detrás. Reivindico esa foto para la mutante casa de mis sueños. Es mía.

miércoles, julio 04, 2018

Reflejo

Hay un ejercicio muy sano que trato de aplicarme desde hace media vida: no empezar las frases con un 'es que...' en conversaciones con gente que me importa.

Al practicarlo saco lo mejor de mí, porque me obliga a reflexionar unos segundos antes de hablar, me hace descartar excusas para posicionarme y, al cambiar la perspectiva de los argumentos, transmito seguridad.

Incluso para decir 'no' se pueden estructurar frases en positivo. No es lo mismo ante una invitación a una cena responder 'es que ya he quedado' que 'me apetece un montón aunque hoy no pueda'.

Va de lo más tonto a lo más profundo y no es sencillo de manejar. Es un reflejo que el ser humano lleva dentro. Defender el castillo, lo conocido, lo calentito, lo fácil, lo propio.

Es que estoy cansado, es que la gente es retorcida, es que los portugueses son tristes, es que la sanidad es un desastre, es que no va a responder, es que va a llover, es que no da tiempo, es que está muy lejos, es que se reirá de mí, es que no me hace caso, es que no tengo tiempo, es que...

Da igual el tema del que se trate, transmite mala energía. Y yo de eso no quiero para mí.

No hay placer más grande que convivir con personas que a todo responden sin excusas, y como a mí me gusta ser como la gente que me gusta, me empeño en ello. Vivir una vida coherente con tus principios no es del todo difícil a partir de cuatro reglas y una pizca de buen humor.