Suiza es un concepto tanto como un país, que podría equipararse a ciertos estratos de nuestra propia sociedad.
He tenido la suerte de visitarlo varias veces, sus lagos inmensos como pequeños mares, el paisaje verde de montañas redondeadas, las cumbres lejanas, las ciudades limpias de parterres cuidadísimos y un exquisito comportamiento ciudadano, frío y distante, desconfiado, impecable, altivo.
No es un país que viva sólo del dinero depositado en sus bancos, pero no sabemos distinguir hasta qué punto el haber llevado una política financiera opaca le permite mantener un estado del bienestar imposible de generalizar por doquier.
Sede de las Naciones Unidas sin formar parte de ella, neutral para todo lo que no sea recaudar dinero, Suiza es una forma de vivir sin querer reflexionar sobre qué bases.
Cada uno nace donde le toca y defiende su tierra por simple coherencia, pero la sociedad suiza tiene un punto de raíces podridas que acaba manifestándose a veces a partir de posturas hipócritas en forma de votos soberanos de su pueblo.
Sostenerse a partir de la falta de compromiso con ningún otro pueblo del mundo, fundamentando gran parte de su riqueza en la opacidad y el egoísmo de partes enfermas de avaricia de esos otros pueblos es una forma desleal de progreso que no puede servir de modelo a nadie.
Es una sociedad impecable en la gestión de su democracia o la defensa de los derechos humanos, pero ¿sobre qué bases?
He tenido la suerte de visitarlo varias veces, sus lagos inmensos como pequeños mares, el paisaje verde de montañas redondeadas, las cumbres lejanas, las ciudades limpias de parterres cuidadísimos y un exquisito comportamiento ciudadano, frío y distante, desconfiado, impecable, altivo.
No es un país que viva sólo del dinero depositado en sus bancos, pero no sabemos distinguir hasta qué punto el haber llevado una política financiera opaca le permite mantener un estado del bienestar imposible de generalizar por doquier.
Sede de las Naciones Unidas sin formar parte de ella, neutral para todo lo que no sea recaudar dinero, Suiza es una forma de vivir sin querer reflexionar sobre qué bases.
Cada uno nace donde le toca y defiende su tierra por simple coherencia, pero la sociedad suiza tiene un punto de raíces podridas que acaba manifestándose a veces a partir de posturas hipócritas en forma de votos soberanos de su pueblo.
Sostenerse a partir de la falta de compromiso con ningún otro pueblo del mundo, fundamentando gran parte de su riqueza en la opacidad y el egoísmo de partes enfermas de avaricia de esos otros pueblos es una forma desleal de progreso que no puede servir de modelo a nadie.
Es una sociedad impecable en la gestión de su democracia o la defensa de los derechos humanos, pero ¿sobre qué bases?