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martes, octubre 31, 2023

Marruecos

Me presentaron resultados de varias fábricas y, cuando tocó la de Casablanca, hice un comentario fuera de lugar.

Tienen unos consumos de energía muy dispersos explicaban.

Es un país más anárquico comenté.

Tal como hice el comentario, me disculpé. Lo que me salió como una gracia, no era sino una observación racista, supremacista, estúpida. Calificar la gestión de una fábrica por la supuesta desorganización de un país no es imprudente, es lamentable.

La vida también es luchar contra los prejuicios con los que se nos educan y vencerlos.

Grandeza

Nuestra grandeza se demuestra, también, en cómo acompañamos los grandes momentos de quienes nos importan.

No sentir con pasión los éxitos de los nuestros no es querer de verdad.

Es sanísimo enorgullecerse de los tuyos, tomar como propias sus victorias, presumir de lo muy buenos que son en lo que hacen.

Cuando te da coraje que a alguien le vaya tan bien, no te afanes en llamarlo amigo.

viernes, octubre 27, 2023

Casoplones

Cuando veo casoplones, siempre pienso en la inseguridad.

Será por tantas películas americanas de terror que transcurren en mansiones inmensas con jardín o por noticias de asaltos a chalets de futbolistas y cantantes, el caso es que el desasosiego podría con el bienestar si tuviera la fortuna, monetaria, de poder pagarme una casa así.

Uno nunca esté libre de sufrir la violencia de malnacidos, pero sí es cierto que la discreción atrae menos miradas ávidas de fastidiarle la vida a los demás.

Al recorrer la costa del Algarve o urbanizaciones pudientes de las afueras de Sevilla, me da por pensar en cómo babearán algunos ideando por dónde saltar la valla.

Desgraciadamente, el hombre es también así.

Tocapelotas

El trabajo me ofrece muchas enseñanzas sobre mi mundo personal.

—Es bueno que tengas gente así en tu equipo —me dijo una vez un auditor.

Por gente así hacía referencia al típico tocapelo..., pejiguera, quería decir. Ése que pone siempre el punto sobre las íes, el que si le dices A quería B, pero si le dices B se asombra de que no le hayas dicho A. El que pregunta y repregunta, y vuelve a preguntar, ante la mínima consigna que le marques. El que agacha la cabeza cuando te ve, pero que se indigna cuando tú no lo saludas.

—Son personas que te hacen crecer —me decía este auditor—, porque tienes que sacar lo mejor de ti para gestionarlos. Debes tener bien clara cada respuesta, tienes que aprender a controlar los nervios, preparas con esmero cada paso que tienes que dar.

Sí. Le doy la razón. La gente peñazo que he tenido en mis equipos me ha hecho crecer como persona, por mucho que no los quiera tener a mi lado ni en pintura.

Papá

¡Papá!

¿Cómo sabes que soy yo?

Hay instantes que uno recuerda para siempre y éste es uno de los míos. El día, hace mil años, en el que estrené mi primer móvil. Me llamaba mi padre para saber de mí y yo vi su nombre grabado en mi teléfono.

He visto tu nombre en la pantalla.

¿En qué pantalla?

En la de mi teléfono.

¿Tu teléfono tiene una pantalla?

Asumimos como normales los avances tecnológicos, como si siempre, desde que nos hacemos a ellos, hubieran existido, pero es bueno echar la vista atrás y recordar la primera vez. Siempre hay una primera vez.

Sí, papá, y tu teléfono es el primero que he grabado.

Sin sentido

Hay noches en las que un ruido me despierta y quiero volver rápido al mundo que abandoné, algo que a veces consigo, para incorporarme de nuevo al barco de 50 plantas que quiere llegar a la luna y del que soy un polizón.

Las veces que no consigo volver y pierdo el sueño, me planteo lo absurdo de la escena a la que quería regresar. No tenía ningún sentido.

Algo similar pasa con la realidad. Vamos de un sitio a otro, nos esforzamos, nos divertimos, nos agobiamos, en una aventura vital que no lleva a ninguna parte, pero que no queremos perder. Cuando una enfermedad amenaza con sacarnos de nuestro presente, nos agarramos a él con todas nuestras fuerzas.

Entender qué hacemos en este mundo no tiene explicación, pero que ningún ruido nos saque del barco de 50 plantas que quiere llegar a la luna, porque tiene todo el sentido mientras estamos en él.

domingo, octubre 22, 2023

Animal

Desde pequeño he sido un animal devorador de prensa. Ya le quitaba a mi padre el ABC para leérmelo de arriba abajo sin escatimar un solo artículo. Conforme fui teniendo uso de razón, entendí que no me gustaba como veía el mundo ese diario y me convertí a periódicos más progresistas.

Siempre he pensado que mi nivel cultural, más o menos sólido, me lo ha dado más la prensa escrita que la literatura.

Son granitos que se van sumando a diario, año tras año, durante varias décadas. Un aprendizaje sobre la naturaleza humana, la política, la sociedad, la cultura, los avances científicos, la salud que no se obtiene de ninguna forma más eficiente que a través de la gota malaya, constante, de la lectura diaria de un periódico.

Ocurre, a mi pesar, que hay épocas, recientes, en que he empezado a rehuirlos. Cuando la maldad se hace tan espantosamente presente, como en estos días, dejo a un lado las noticias, las leo de perfil, para no contaminarme de la falta de esperanza en el ser humano.

Volverán los días de sol.

viernes, octubre 20, 2023

Locura

Yo a veces entiendo más al loco que al cuerdo. Cuando me cruzo con gente que tiene todo bajo control y pocas dudas en su recorrido vital, empiezo a asustarme, porque la vida se compone de tantas incertidumbres que casa mal con lo racional. Tratar de esquematizar la existencia es como poner puertas al campo. Las circunstancias lo desbordan todo. Está más preparado para la batalla quien se enfrenta a ella con humor.

De ahí que un punto de locura, de salirse del tiesto, de carcajada sea el mejor antídoto contra la imprevisión. Para cuidar la salud mental hay que aplicarse un puntito de insensatez.

Es el extremadamente cuerdo el loco de nuestros días.

martes, octubre 17, 2023

Rabia

Me gusta consultar las opiniones de los lectores cuando leo un libro, o de los turistas cuando visito un museo, o del público cuando acudo a un concierto.

Son numerosos los comentarios que dejan traslucir rabia. Estos que son hirientes, despreciativos, ridiculizadores. Escritos con saña desde el anonimato.

A mí me apetece responderles para preguntarles qué han aportado ellos a la humanidad, qué ha nacido de su creatividad para permitirse infravalorar las propuestas de alguien que ha sabido ofrecer un trabajo más o menos acertado para el disfrute del gran público.

Hay quienes confunden la libertad de expresión con un derecho mal entendido de lanzar dardos al corazón de aquellos que no supieron emocionarle.

Intervenir

En los pocos meses que llevo en mi nueva responsabilidad laboral, participo en multitud de reuniones acordes con el puesto que estoy estrenando.

Son videoconferencias en las que participan decenas de personas de diferentes países.

Hay quien me insinúa que intervengo poco, quizás porque piensen que asociado al cargo viene el don de encontrar la palabra precisa con la que matizar, añadir o poner en cuestión los temas que se tratan.

Intervendré aclaro cuando tenga algo que aportar.

Soy muy medido con mis silencios, pero aun lo soy más con mis palabras. Mientras lo que yo vaya a decir no sea estrictamente necesario, mejor seguir aprendiendo de la sabiduría, y las meteduras de pata, de los demás.

Ya llegará mi tiempo y mis intervenciones tendrán su aquel.

Money

Soy el maestro de no ahorrar.

Tal vez por ser un privilegiado, por tener un buen sueldo, el apoyo de una familia, un círculo de amigos fuerte. Sea por lo que sea, tengo un agujero en los bolsillos.

No hace mucho me llegó un comercial de un banco, alguien que en su momento se comportó muy bien conmigo, me sentó a tomar un café y me pidió que le describiese mis ingresos y mis ganancias. 

Puso el grito en el cielo.

Eres un desastre, Salva me dijo, con cariño.

Entonces me planteó qué edad tenía, cuánto me quedaba para jubilarme, la calidad de vida que iría deteriorándose, las incertidumbres del futuro...

El caso es que me convenció para apartar cada mes algo de dinero, del maldito dinero que me quema en las manos, para construir un futuro menos incierto.

Muy de vez en cuando miro esos ahorros y me digo 'te han convertido en un hombre mayor'.

Huerta

Hay gente que nunca será la alegría de la huerta.

Les falta esa dosis de energía que da la naturalidad de la sonrisa que nace de dentro y, por mucho que se lo propongan, no está en sus genes el ver la vida de colores.

Eso se ve desde bien pequeño, al que nace con la mirada torcida, el gesto desabrido, los hombros hacia abajo en una actitud de verlas venir.

No sé es mejor o peor persona por ser gris, lo que sí es cierto es que yo hace tiempo que decidí salir de ese jardín donde le gusta entrar a quienes no les apetece pasear por un campo sin vallas.

A mí, de joven, me hipnotizaban. Me seducían para hacerme creer que yo era uno de los suyos, querían convertirme en un adicto al drama. 

Es quizás por ello, por haberme metido en ese jardín, que no quiero ver el mundo con esos ojos.

Histórica

Cuando leo novela histórica, y leo mucha, siempre hay una variable que me estremece de entre las historias personales que inundan el relato, y no es otra que la enfermedad, porque aquí sí que podemos decir eso de que cualquier tiempo pasado fue peor.

Vivir no hace mucho tiempo era territorio vedado para quienes nacían con una genética a prueba de bomba. Cualquier infección podía llevarte al cementerio, incluso a partir de una muela en mal estado.

Hace apenas unas semanas visitaba el museo del hospital público de Venecia, sobre la escuela grande de San Marco, un espacio donde se exponían los utensilios con los que trataban a los enfermos y que daban grima de solo imaginar cómo podían utilizarlos sin anestesia, sin conocimientos hoy básicos de Medicina.

Tendemos a quejarnos de los tiempos que nos ha tocado vivir, sin saber apreciar lo mucho que nuestra sanidad pública, a todos, nos protege.


lunes, octubre 16, 2023

Cous cous

¡Vaya cómo está el cous cous!

Te lo sirve de pollo o de cordero, siempre acompañado de la frase mágica. 

Lo hace mi madre la ilusión está en sus ojos.

¿Quién se resiste a una comida hecha por una mamá?

Lo conocimos en una cervecería de la Alameda e íbamos a menudo. Atento, sonriente, resuelto, ese chaval marroquí era un chute de simpatía y profesionalidad. Hasta que un día desapareció. 

Este verano Fran lo descubrió de nuevo en un local de nuestra calle. Trabajando de sol a sol para convertir un negocio cutre en un pequeño restaurante marroquí con alma.

Ahora lo tenemos a cien metros de casa.

¿Tienes hoy cous cous de pollo? —le pregunto.

Justo me queda uno para ti.

Querido

Yo me siento una persona muy querida, sea verdad o no, lo que me da una gran estabilidad emocional.

No es cuestión de autoengañarme, las cosas no funcionan así, sino de mirarme con afecto. Sé, en el fondo de mi corazón, que son muchos los que me aprecian, muchos los que se interesan por mí, muchos a quienes les importo. 

Será más o menos intenso el cariño que sienten por mí, pero lo importante es lo que mi corazón percibe.

Sentirse amado es el escenario perfecto para vivir en paz.

sábado, octubre 14, 2023

Extremismos

Para entender la carga venenosa de los extremismos, hay que observar con atención los lejanos a nosotros.

Es fácil asustarse cuando vemos tradiciones, religiones y costumbres de otras culturas, que defienden a sangre y fuego sus formas de actuar. Esos musulmanes dándose golpes en la cabeza, esos hindúes lavándose por cientos en un río, esas danzas tribales africanas, los cantos judíos de hombres con tirabuzones.

Criticamos que son pueblos talibanes, enardecidos por sus propias verdades.

Afortunadamente nuestras democracias occidentales nos protegen de tener que comulgar con ruedas de molino y yo puedo ser perfectamente ateo en mi país sin que nadie me obligue a nada que tenga que ver con creencias religiosas. Pero vienen pisando fuerte los que quieren volver a los tiempos de los comportamientos que se deben adecuar a lo que Dios manda. Claro, el Dios bueno, el de los cristianos de piel blanca.

miércoles, octubre 11, 2023

París

El día en el que pisé por primera vez París había un concierto de Madonna en la ciudad. 

Bajamos en la Gare de Austerlitz y comenzamos a caminar en la dirección opuesta al centro, hasta llegar a una desangelada Place d'Italie. No queríamos mirar mapas que nos orientasen, porque con menos de veinte años y una mochila a la espalda los tres amigos no teníamos prisa por conocer monumentos. Caminábamos extasiados, en una mañana fría, tras maldormir en un vagón de segunda clase que tomamos en Burdeos la noche anterior.

No imaginé por entonces que esa ciudad fuese a suponer tanto para mí, que acabaría trabajando en una empresa francesa y que viviría cuatro maravillosos años en un piso coqueto del Barrio Latino.

Reconozco el olor de las estaciones de metro, de las boulangeries, el frío otoñal de las Tullerías, los tremendos atascos en torno al Arco del Triunfo. Están impregnados para siempre en mí.

Uno llega a una edad en la que sabe que ya no habrá oportunidades como aquéllas, en las que decir que sí a hacerme parisino, en un período glorioso, golfo, en carne viva de mi juventud que ya nadie me podrá quitar.

martes, octubre 10, 2023

Yo tenía un jefe, al que apreciaba un montón, que siempre empezaba las respuestas por un 'no'. Fuese lo que fuese:

—No, Salva.

Bastaba luego con cruzar dos frases para llegar a un acuerdo.

Era divertido, porque una vez que le descubrías ese vicio, podías jugar con él (sin que se diera cuenta). Así, yo construía las preguntas en un sentido y en el inverso para explotar sus contradicciones.

Un día, en una comida de empresa, con dos cervezas de más, se lo dije.

Siempre comienzas las respuestas con un 'no'.

Estuvo a punto de decirme que no, pero se contuvo, para no caer en su propia trampa. Me dejó que le expusiera mis argumentos, con varios ejemplos, y acabó por medio admitir que podía ser verdad.

Hay veces en las que deberíamos analizarnos a nosotros mismos, incluso, por qué no, con ayuda de los amigos, para encontrar esos tics que nos hacen peores, sin ser malas personas.

Porque sí, empezar cada frase con un 'no' es una mala manera de conversar.

Sabelotodos

Considerándome un tipo culto, sin excesos, tengo tirria a los tipos cultos con excesos. Esos sabelotodo que adoctrinan sobre lo que sí o lo que no.

En el mundo literario en el que yo me muevo los hay a patadas y son un coñazo, porque el salto de culto a cultureta es un camino de no retorno. Aquellos a los que les encanta escucharse, que sermonean sobre lo que sí y lo que no.

Son los que se ven con el derecho a poner etiquetas para clasificar quién tiene el visto bueno.

La cultura, en su base, se debe de caracterizar por justo lo contrario, por la apertura de miras y la humildad para dar oportunidad a todo aquel que quiera contarte una historia, crear un paisaje, componer una melodía que nadie nunca haya conocido.

Infarto

Hay gente a la que le dices que acabas de sufrir un infarto y no te preguntan cómo estás, sino que te enumeran la de personas que conocen que han pasado por lo mismo.

Sí, es un tema recurrente en mis textos, la falta de empatía. Sí, me obsesiona, me desanima, me desespera esa incapacidad endémica del ser humano por ponerse en la piel del otro.

Lo cierto es que todo el mundo me da la razón cuando lo comento y que nadie parece entender esa falta de solidaridad íntima con el prójimo. Tal vez yo sea el primero en caer en mis contradicciones.

Deberíamos introducir esos valores en casa, en el colegio, desde la infancia. Sacar a un chaval, voluntario, a la pizarra y pedirle que nos hable de él, de su familia, de sus miedos, de sus proyectos y hacer que sus compañeros aprendan a preguntar, de corazón, acerca de ese mundo del que les habla.

Conflicto

Desde que mi memoria alcanza, y recuerdo episodios muy atrás en mi niñez, me ha angustiado el conflicto entre Israel y Palestina.

Es el pecado original de nuestra generación, el eterno combate con el que nacimos y con el que, muy probablemente, moriremos, sin que una posibilidad de esperanza atisbe en el horizonte.

Cuanto más leo sobre el tema, que me apasiona y me atormenta, menos clara tengo mi posición.

Reflejo del alma humana, en el que las dos partes tienen sus razones y sus culpas, desenredar esa madeja se convierte en una misión imposible. Cuanto más nudos deshacemos, más se vuelve a enmarañar el resto.

¿Dónde está la sensatez?, nos preguntamos. Si dos pueblos quieren vivir en paz, ¿por qué no se sientan a dialogar?

Hay tanto odio, tantos muertos, tantos agravios acumulados que no hay quien sepa encontrar la vía de la concordia. 

La creación del estado de Israel es tan justa como injusta y ahí radica el problema. Intentamos resolver un dilema que no tiene una solución digna, porque parte de una ecuación mal planteada de base.

lunes, octubre 09, 2023

Muerte

Cada mañana, al despertarte, puedes pensar en que vas a morirte o en las muchas cosas que tienes por hacer en el día. Y las dos realidades son verdad. Está en cada uno el saber a cual engancharse.

Este finde le preguntaba a un amigo si no había ninguna mañana en la que, yendo al trabajo, sintiera un ataque de felicidad al pensar lo bien que le trata la vida.

Jamás, Salva.

En cambio, yo sí. Yo tengo la fortuna de padecer esas explosiones internas de bienestar, aunque duren apenas lo que tardo en arrancar el coche.

Mi gran pregunta es ¿cuánto hay de nosotros mismos en ese pensamiento que surge cada vez que suena el despertador?

¿Hasta qué punto se nace con las ganas de vivir? 

Me asustaría pensar que nacemos destinados a observar la realidad con un filtro determinado.

domingo, octubre 08, 2023

Maldad

Hay días en los que agudo el oído y veo maldad por todos lados. La frase de que 'el hombre es un lobo para el hombre' se materializa y pierdo la esperanza, no solo en nuestro futuro colectivo, sino en el sentido mismo de nuestra existencia.

Esos momentos, afortunadamente, pasan, para volver a reconciliarme con el optimista que hay en mí. Me basta poco. Un mensaje cariñoso en el móvil, una entrevista ingeniosa en una revista, la sonrisa de un crío en un supermercado.

Lo que no adivino a descifrar es cuánto de ancho es ese subsuelo donde reside lo negro, hasta qué punto crece o disminuye, cómo de a salvo estamos de enredarnos por él, que un día pisemos mal y ese alquitrán nos agarre por las piernas para llevarnos a ese lugar que lo destruye todo.

¿Quién está a salvo?

Cáceres

Qué bonita es la ciudad de Cáceres. 

Los sevillanos tenemos la suerte de tenerla en el camino hacia el Norte, de ahí que haya tenido varias oportunidades de visitarla y recrearme en ella. Su centro medieval, desde cuyo interior es difícil comprobar en qué época de la historia te encuentras, es un compendio de palacios y leyendas.

Tras un par de tours guiados en los últimos años, me siento capaz de reconocerla incluso en una foto desde el aire. Sé qué pasó en la construcción de esa iglesia, por qué mandó elevar un muro el obispo o quién mandó desmochar sus torres.

Lo sé porque fui varias veces y escuché lo que me contaron de ella. 

Los conocimientos no se adquieren por ciencia infusa, sino a base de insistir.

No hay mejor profesor que la experiencia, ni mejor método que la insistencia. La fortuna es que, a veces, el aprendizaje va acompañado del placer.

Cremitas

—¡Cremitas!

Tirado en la cama, con la cabeza en los pies del colchón, lanzó el primer grito de guerra. Fran se hace el loco.

—¡Cremitas!

Tengo la suerte de tener una cuñada que es toda una eminencia en cuidados de la piel, y ese mujer, Desi, la hermana pequeña de Fran, le surte de todo tipo de cremas, lociones, mascarillas, serums... y, además, le explica como aplicarlos.

No hay cosa que me guste más que me mimen, que me toquen, que me masajeen. Así que, cuando el estrés me sube por las piernas, me tiro en la cama bocarriba.

—¡Cremitas!

Ya llegan entonces las risas de Fran, asumiendo que no tiene escapatoria. Ya escucho el ruido de choque entre botes de plástico y cristal que viene desde el baño. Entonces cierro los ojos a la espera de que me dé un beso en la frente y empiece la ceremonia del masaje facial de amor.

Déficit

Tengo que formarme en trastornos psicológicos para no tener problemas con gente a la que quiero, porque no estoy por la labor de echar por la borda relaciones hermosas que se ven afectadas por comportamientos que, pienso, son involuntarios por parte de quienes lo practican.

Quiero estudiar acerca del déficit de atención.

Hay personas en mi círculo más íntimo, alguno puede que incluso lea este texto, que son incapaces de mantener una conversación serena sin romperla cada dos por tres con interrupciones que no vienen a cuento. 

Estoy escuchando, con verdadera atención, una historia que me interesa de alguien a quien quiero y el de la silla de al lado, tan querido como el que habla, me empieza a contar algo que no viene a cuento.

Es muy incómodo llamar la atención en reuniones desenfadadas.

Son personas que te preguntan, de corazón, cómo estás y que, en cuanto empiezas a responderle, te interrumpen para decirte que se han comprado unos pantalones amarillos.

Creo, con total sinceridad, que no hay maldad, ni egocentrismo, sino un trastorno de déficit de atención que deben tratar para no acabar por dejar de ser invitados a cenas donde todos nos queremos escuchar.

Derecha

¡Era a la derecha! me gritan, más de una vez, cuando giro hacia el lugar equivocado.

¿No era hacia esta derecha? pregunto, con sorna, tras haber dado el volantazo a la izquierda.

Sí, a mi edad, aún me cuesta diferenciar de forma intuitiva las direcciones. 

Cuando escucho al hombre del tiempo decir que va a llover por el oeste, tengo que llevar a mi mente a las películas de vaqueros y recordar hacia dónde iban atacando a los indios. Si hablan de la zona oriental de la región de Murcia, tengo que pensar en Japón para saber por dónde queda el oriente.

Es otro de mis defectos de fábrica, no tener el instinto de saber hacia dónde salir corriendo cuando lo griten desde un altavoz.

Moriré sin saber dónde tengo mi mano derecha.

lunes, octubre 02, 2023

Delfines

El restaurante se llamaba Delfines, en francés, o algo parecido. Lo había buscado en Google mientras llegábamos en ferry a Tánger para trabajar.

Había mucha faena en la fábrica que visitábamos, así que fuimos tres compañeros del equipo de Calidad desde Sevilla: Rafa, cerca de cumplir los sesenta, yo, en los cuarenta, y Migue, el yogurcín.

Tras una paliza de jornada, les propuse ir al Delfines a cenar. Anochecía.

Tánger es una ciudad amable, en la que siempre me moví con tranquilidad, pero la zona donde nos marcaba el GPS se salía de los barrios que yo controlaba.

Así que preguntamos a un transeúnte, que nos miró con cara rara. 

¿Allí queréis ir? —Preguntó, con expresión de espanto. Los tres dijimos que sí. ¡Pero ya mismo va a ser de noche! —Nos asustamos! Y tenéis que atravesar ese descampado —el descampado nos produjo terror—, y subir esa escalera... —¡altísima!

Nos infundió tal pánico que salimos los tres corriendo como alma que lleva el diablo. Migue llegó a lo alto de los escalones cuando yo no había llegado al primero y Rafael, asfixiado, corría tras de mí, maldiciéndonos y tocándose el corazón.

—Me va a dar un infarto —protestaba, sin resuello.

¡Qué contagioso es el miedo!


Quoi

Hasta el más culto de los franceses termina, de vez en cuando, alguna frase en 'quoi', una coletilla que no viene a decir nada y que todos reniegan pronunciar.

Pronúnciese 'kuá'.

Sería el equivalente a un ¿sabes? en español, pero en plan cutre.

He llegado a escuchárselo, más de una vez, al refinado Macron.

Cuando les hago ver que lo utilizan, me dicen que ellos no, que eso es "bajuno'. Entonces saco mi parte mala y me concentro en escucharlos.

¡Lo dijiste!

¡¡¡No!!!

Pero si acabas de pronunciarlo....

No es cuestión de ser francés, nadie quiere admitir como propias las debilidades que critica en los demás. 

Catetos

Desde el momento en el que tú no admitas que otras ciudades sean más bellas que la tuya, otras personas más inteligentes que tú, otros paisajes más hermosos que los de tu infancia, tú eres un cateto.

Con mayúsculas.

Otro tema es amar lo que se tiene, extasiarse ante lo conocido, refugiarte en la hermosura de tus recuerdos de infancia.

Creer que lo propio es lo mejor es la semilla del más rancio de los nacionalismos. 

Y no hay nacionalismo bueno. 

Envidia

Tengo entre mis 'amigos' de Facebook a una chica sevillana, profesora, de mi generación, que lee todos los días, junto a su marido, al desayunar, una hoja del diario de un escritor inglés del siglo XVIII.

Él escribió su vida, cada día, sin imaginar que siglos después, en el sur de Europa, un matrimonio lo invitara cada día a tomar café con ellos.

Imagino esa lectura, corta, diaria. Transmutarse en otro que ya no es para entender una época, un país, pero, sobre todo, entender una vida entera. Sus ilusiones, sus hijos, sus derrotas, sus padres, el enamoramiento, la enfermedad, día a día.

Siento una enorme envidia de que no se me haya ocurrido a mí, porque yo soy de los fatigas que lo quieren vivir todo.

Levantarse cada mañana con tu vida a cuestas, con el secreto placer entre mermeladas de saber qué le va a pasar a ese hombre doscientos años atrás.