Lo observo desde hace tanto tiempo que lo he visto envejecer.
Es un tío apuesto, delgado, deportista, que pasea a su perro, enorme, por los alrededores de casa.
No sé dónde vive, a qué se dedica ni si tiene familia. Solo sé que tiene perro.
Se lleva horas con él, en cualquier momento del día, calmado, mirando una ventana o una loseta.
Pagaría por tener esa tranquilidad de espíritu, ese sano cuajo para tirarme los ratos así, sin más que la compañía de un perro, en medio de la ciudad, observando una farola.
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