Cada vez que aparco en el garaje de mi bloque, justo al hacer la complicada maniobra que me lleva a tener arañazos en el coche por no medir bien los espacios, me enfrento a la pegatina de un vecino que, marcando espacio como un perro cuando mea el árbol, se define como españolíssimo, así, con dos eses y banderas de España a cada lado del título que él mismo se ha otorgado. El resto de los convecinos seremos, a lo más, españoles, sin superlativos ni dobles eses.
Cuando leo la prensa a diario, en que un país como el nuestro se desangra en recortes sociales, miseria, falta de futuro, familias desahuciadas y desasosiego ante lo que se nos viene encima, un político que no tiene ni idea de cómo gestionar sus obligaciones, que se llama Artur Mas, incendia con un vocabulario fácil, a base de medias verdades, con un llamamiento a las tripas de sus compatriotas y odio a todo lo español el panorama ya de por sí terrible.
Para él el término solidaridad no existe, ni el de respeto por el que lo está pasando mal, ni ganas que tiene de enterarse. Para él, Artur Mas, lo importante es la patria y la nación.
Yo, que no quiero entrar en disquisiciones absurdas de plantear cuestiones de banderas, me rebelo ante tanta hipocresía. Rechazo entrar en la estrategia en que determinados políticos nos quieren meter para que acabemos tirándonos platos a la cabeza.
A mí con la patria no.
Tenemos que ser más inteligentes que ellos. Me niego a rechazar a nadie por pensar distinto, a creer que en Barcelona viven los demonios, a pelearme por quien siente más los colores de la nación.
Mi nación son mis amigos y mi creencia última en la sociedad se basa en la democracia.
Tengo mil argumentos para rebatir fanatismos, que no debo utilizar porque no quiero que se me ponga ninguna bandera como barrera o sambenito.
Las mayores desgracias de la humanidad han venido dadas por mesías que se creían en posesión de la verdad del pueblo, que se describían como portavoces de desencantos imaginarios provocados por ellos mismos para tapar sus vergüenzas.
No hay nada más tóxico que un nacionalista.
Y sí, Artur Mas me parece un individuo perverso, rencoroso y destructor.
Mi aprecio, sincero, por Catalunya.