Hay quien confunde amabilidad con falta de carácter.
Es algo que se da mucho en el mundo laboral.
Ocurre que, si escuchas sin interrumpir, si sonríes al saludar o utilizas un tono calmado al explicar un tema, piensan que te pueden comer con patatas, como si la razón la dieran el volumen de voz y el número de interrupciones por minuto.
El otro día un compañero me decía.
—Salva, ¿sabes una de las cosas que más admiro de ti?
—Miedo me das —respondí.
—Tu capacidad para hacer que nadie se te suba a las barbas sin perder las formas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario