Muerto de miedo, hice por asustarla, pero se metió otra justo cuando ya tenía controlada a la primera. Luego saltó una tercera por encima de mí. Empezaron a entrar pájaros y ratones que se me escurrían por entre las piernas.
—¡Borete! —me despertó Fran. Y me abrazó.
No quiero imaginar la que tenía yo montada en la cama ahuyentando a toda esa fauna.
Hay períodos de tanto estrés laboral, como el que actualmente vivo, que hasta me invaden cabras en mis sueños, un territorio en el que suelo ser feliz.
Esta mañana Fran me llamaba, preocupado por lo que vio anoche y, sobre todo, por mi ansiedad en el trabajo. Entonces le expliqué la pesadilla.
—La gente sueña más bien con ovejas —bromeó.
Serían ovejas estresadas disfrazadas de cabras, pensé.
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