—¿Todo bien?
Hombre vitalista como era, guardaba un terror escondidísimo a todo lo inesperado. Si llegabas tarde a casa, se ponía en lo peor; si venías triste del colegio, imaginaba una desgracia. Se asomaba a nuestras habitaciones si llevábamos un rato sin salir.
—¿Te pasa algo?
A mí, cuando me llama gente que no suele hacerlo, se me pone el corazón en la garganta y me monto un drama.
Tanto es así que, cuando nos telefoneamos entre hermanos, tenemos que empezar diciendo.
—Tranqui, que no pasa nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario