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salvador-navarro.com

viernes, enero 29, 2010

La Ética

Es una de mis palabras preferidas por todo el significado que contiene.

Sus formas austeras corresponden con su esencia. Su pronunciación, metálica, sonora, marmórea, le concede majestuosidad. Y acompañada de su artículo, La Ética, resulta definitiva.

Ética contra nada, sino a favor del hombre.

Biblia laica de personas valientes.

Lo leí a una escritora irlandesa, Julia O'Faolain, 'cuando la religión te abandona, la ética funciona bastante bien'.

La mayor parte de los seres humanos tienen un sentido de transcendencia en su sentir personal, sean creyentes o no. La espiritualidad puede ser perfectamente asumida por un agnóstico si definimos ésta como la capacidad de expresar sentimientos, de comunicar emociones, de proyectar ilusiones.

Independientemente de la creencia en un ser superior o no, el hecho innegable es que los seres humanos existimos, que convivimos, nos relacionamos, tenemos que compenetrarnos para evitar el caos que sería no tenernos en cuenta los unos a los otros.

¿Cuál sería entonces la Regla Suprema para moderar estas conexiones entre humanos, sujetas por hilos que siempre rozan, cuando no entran de lleno, en el conflicto?

¿Qué es lo que nos debe guiar a la hora de definir una buena práctica, para considerar quién tiene razón?, ¿cuál es el mejor comportamiento?

¿En qué Principios morales apoyarse cuando te enfrentas a situaciones injustas, cuando la desesperación se apodera de ti, en esos momentos en que todo pierde sentido?

¿Bajo qué prisma valorar al otro?, ¿cómo valorar y valorarse?

Yo encuentro todas las respuestas en La Ética, a la que, independientemente de lo que diga la Real Academia de la Lengua, yo la definiría de una forma sencilla.

Es la forma más correcta de actuar, entendiendo por correcto todo lo que emana de la bondad.

La Ética es actuar pensando en el otro como si estuvieses pensando en ti.

Ir de frente, evitar las medias verdades, boicotear al mal, entendido como aquello que hace daño, que denigra, que embrutece, que estropea, que saca de nosotros la persona que viviría feliz en el caos.

sábado, enero 23, 2010

Limpiadora

Mi último viaje de trabajo a Eslovenia me ha servido para charlar largo y tendido con un compañero de empresa acerca de las expectativas profesionales de cada uno. No concretamente de las nuestras, sino de cómo cada cuál se establece fronteras más o menos rígidas a la hora de plantearse su carrera profesional.

Afortunadamente, los seres humanos están influenciados por tantos factores internos, carácter, salud, nivel intelectual, vitalidad, fuerza de voluntad, pragmatismo, como externos, situación familiar, entorno educativo, valores recibidos o lugar de residencia, que no hay dos personas que se puedan definir con el mismo patrón en ese difícil equilibrio que supone compensar una vida personal satisfactoria con una proyección en el trabajo que le haga sentirse realizado.

En mis momentos de mayor estrés en el trabajo, le contaba, yo envidiaba a una limpiadora que llegaba todas las mañanas a mi despacho, con una sonrisa de oreja a oreja y tarareando coplas. Me echaba tres piropos mientras me limpiaba el teclado del ordenador, sin importarle si estuviese encendido, apagado; recogía la bolsa de la papelera, limpiaba los cristales y se iba.

Yo quería esa vida tan sana para mí, porque quizás hubo una época en que veía que mi día a día se estaba volviendo insano.

Me planteaba que no tenía grandes pretensiones económicas, que me apetecía tener mucho tiempo libre, para leer y escribir, para estar con los amigos, pasear, hacer deporte, dormir, aprender a cocinar, viajar, leerme el periódico con calma cada día, que no quería morir de un infarto con 40 años.

Cierto es que asumí hace tiempo que no quiero esa vida de rutinas aparentemente felices. Veía a esa mujer cinco minutos cada mañana, pero no el resto de su día ni sus posibles miserias familiares.

Con el tiempo a mí las cosas se me complicaron en lo económico: hipotecas, préstamos, negocios familiares, al tiempo que me fui sintiendo satisfecho con el trabajo que hacía, por muy distante que esté la ingeniería del automóvil de mi primigenia vocación humanista de escribir.

¿Uno se plantea dónde están sus límites?

A veces la vida no te da demasiada opción a elegir con frialdad.

Este compañero con el que estuve en Eslovenia es feliz trabajando a tope sus ocho horas, jugando al futbito los jueves y teniendo todo el resto del tiempo para disfrutarlo él, sin condicionantes.

¿Cuáles son las claves del equilibrio laboral-emocional?

Las que nosotros sepamos ponernos (y el dinero, venenoso, siempre estará ahí para influirnos).

La infelicidad viene cuando esos condicionantes nos vienen, en un porcentaje insoportable, dados.

Pero sobre todo viene cuando no hay trabajo del que hablar.

martes, enero 19, 2010

Rompecristales

Antes de mi época parisina, cuando tenía mi clío blanco, vivía ya en mi piso del centro de Sevilla y no tenía garaje, me enfrentaba cada día a una búsqueda imposible de aparcamiento cada vez que volvía del trabajo, del gimnasio, de la playa o de casa de mis amigos, de mi padre, del cine o de cualquier sarao.

En la calle Santa Clara, donde vivía y sigo viviendo, se instaló un 'gorrilla' que se hizo dueño de la calle. Pasé por todas las fases con él. Pagarle, ser amable, traté de explicarle que no podía darle dinero todos los días varias veces... hasta que un día me enfrenté sin remedio. Me chuleó cuando yo decidí aparcar para subir a mi casa cinco minutos a recoger un teléfono olvidado. Me maldijo y amenazó con rajarme el coche.

Yo, invadido de ira, le grité que si me rajaba el coche yo le rajaría a él.

Desde ese momento, una vez cada mes o dos meses, mi coche aparecía con las lunas rotas, o la rueda pinchada, o el retrovisor destrozado. Yo sabía que era él. Él se reía de mí.

Mi jefe de por entonces en el trabajo, viéndome entrar en cólera cada poco tiempo, me recomendaba hablar con él, 'negociar'.

Yo me negaba.

Un día, saliendo de casa, vi lo inimaginable. Le habían robado las ruedas al coche. Se apoyaba sobre los cubos en unas cuantas piedras. Llamé a la grúa y admití mi derrota.

Cuando volví de París a instalarme de nuevo en mi casa, me compré otro coche y busqué desesperadamente una plaza cercana de garaje, que encontré.

Sigo cruzándome con este individuo a diario.

Él sabe quién soy yo y sé quién es él.

Pero yo comprendí la lección.

Él me busca la mirada, deseando verme un día aparcar en la calle y dejarle a la víctima a su alcance. Una víctima que ya tiene heridas de chapa por todos lados.

Pero yo no me dejo embaucar. Paso a su lado cada día, dirijo mi mirada al infinito en busca de mi guarida.

Quien no tiene más argumento que el odio siempre saldrá derrotado con los que miramos mucho más allá. Perderemos batallas, pero la vida es nuestra.

viernes, enero 15, 2010

Conflictos eternos

Hay una serie de situaciones en la vida que exigen posicionamiento. Te puede tocar cerca o lejos, pero se suele tener opinión.

¿Quién no ha discutido sobre el enfrentamiento israelo-palestino?, ¿cómo poder quedar indiferentes?

Cuando hay argumentos sólidos por ambos lados, cada cual abraza una causa en función de su ética, sus compromisos morales o religiosos, su desgana, su pasión, su pesimismo o sus ganas de vivir.

Precisamente uno de estos puntos mayores de la complejidad humana es el tema del aborto. Y parece que los que defendemos sin ruborizarnos el derecho de la mujer a abortar no tengamos ganas de vivir, o queramos hacer la puñeta a una criatura, tengamos instinto asesino, seamos muerte, oscura y sangrienta muerte.

Yo tengo razones sobradas para defender el derecho a la mujer a abortar.

Hay quien opina que lo que hay que fomentar es la educación sexual. Estoy al cien por cien de acuerdo. Pero es ingenuo pensar que por mucho que uno eduque no llegarán embarazos indeseados.

Habría que enseñar a beber, pero siempre habrá alcohólicos. Habría que enseñar a comer, pero siempre existirá la obesidad incontrolada. Habría que enseñar a utilizar preservativos, pero puede fallar, olvidarse, dejarse uno llevar, equivocarse. Y una equivocación no puede costar tan cara.

Ante estos embarazos sobrevenidos hay quien implora piedad por el futuro niño, enviarlo a una casa de acogida o darlo a la familia. Es un argumento fuerte, pero tiene sus connotaciones morales. Basan su razonamiento en dos principios: la vida es sagrada y el feto es una persona.

Efectivamente, el feto es vida. Pero no es ni de lejos una persona.

Y el feto de una mujer que no quiere tener a su hijo es un proyecto de vida desgraciada.

Claro que sí, que si se le da la oportunidad de nacer puede ser una persona maravillosa. Ese feto puede llegar a ser un futuro Obama, un Vicente Ferrer, un gran investigador... o una persona sin más.

Pero si se aborta no se mata a nadie. Se mata un sueño, tal vez. La ilusión de una nueva criatura, seguro. Pero no se asesina a nadie.

Porque si llevamos el razonamiento al extremo estaríamos matando niños cada vez que nos ponemos un preservativo, cada vez que decidimos no hacer el amor una noche.

Abortar tiene que ser un plato difícil de tragar para la mujer que se ve obligada a abrir sus piernas para quitar un trozo de futura vida. Un drama para ella, sin duda.

Para mi modesto entender, apoyar la penalización del aborto es jugar con populismo. Es cantar a la vida con argumentos equívocos y, más veces de las deseadas, mezquinos.

Atacar el derecho a abortar me parece cobarde, taparse los ojos a la realidad de la existencia humana.

Con cada aborto se mata un proyecto de persona que nunca existirá, se termina una ilusión, seguro. Pero no se asesina a nadie. Nadie existe.

Fomentemos una educación sexual sana, y ante los errores o la ignorancia, demos los medios como sociedad civilizada que somos. Primero la pastilla del día después, y si es tarde, una ley de plazos bien estructurada y respetuosa con el alma humana.

Sí, creo profundamente en una ley de plazos, que despenalice el aborto, respetuosa con el alma humana.

El aborto no es historia de asesinatos, el aborto es un drama personal.

miércoles, enero 06, 2010

Entre nosotros

Llevaba poco tiempo en la fábrica donde he desarrollado, hasta ahora, casi toda mi vida laboral. Tendría ventitantos años, cerca de la treintena. Yo trabajaba en Mantenimiento y, como tal, tenía contacto a pie de taller con multitud de técnicos, operarios, especialistas y mandos de la empresa. Estaba inmerso en el duro ciclo de trabajar a tres turnos (mañana, tarde y noche).

En uno de estos turnos había un hombretón, apocado, especialista en una zona de máquinas que se dedican a dar el mecanizado final a las piezas que luego van montadas en la caja de cambio.

Este hombre era servicial, con escaso bagaje formativo, pero con una gran experiencia. Él se dedicaba a realizar los reglajes a las máquinas, cambiar herramientas, prepararlas para pasar a otro tipo de pieza... mientras mi tarea consistía en reparar las averías de dichas máquinas y, fundamentalmente, intervenir antes de que éstas se produjeran.

No puedo olvidar un turno de noche, yo estaba ya bastante cansado y llevaba varias horas trabajando codo a codo con él.

Entonces, sin más trato conmigo que el puramente profesional, me comentó que en cuanto llegase a su casa iba a coger a su mujer y se la iba a follar como se merecía, y que si a ella no le apetecía a él le daría igual, que más le valía que no se resistiera si no quisiese llevarse una paliza.

'Las mujeres no se enteran para lo que sirven, Salvador'.

Ese hombre ya se jubiló y yo siempre me arrepentiré de haberme quedado petrificado, inerte.

domingo, enero 03, 2010

Zapatero

Reconozco especial simpatía por este hombre, vilipendiado en tantos medios de comunicación, tachado de incompetente, indeciso, integrista, ingenuo, voluntarista sin más, chaquetero, improvisador... 

Desde mi propio campo, muy cercano al suyo, son muchos los errores que identifico en su trayectoria, los cuáles los resumiría en haber sido poco claro en sus estrategias políticas (a nivel de aliados, especialmente hablando de los grupos nacionalistas, cuyo único ideal es el terruño), en haber dado imagen de improvisación en cuestiones económicas (no me parece muy socialista ese beneficio de 400 euros en el IRPF o la ayuda universal de 2500 euros por nacimiento, debería de haberse hecho en función del nivel económico del interesado). Creo que ha errado en cuestiones internacionales, al menos no veo una línea clara, en que se moje en asuntos trascendentes (Cuba, Marruecos, Venezuela, la Unión Europea, Afganistán). 

No se puede estar a bien con todo el mundo, sobre todo cuando el mundo es tan terriblemente injusto. 

Creo que a Zapatero le ha faltado más contacto con la realidad de la calle, un impulso realmente fuerte en los terrenos de la investigación y la innovación científica, más valor a la hora de redactar la Ley Antitabaco. Creo que fue un error por su parte nombrar a Bermejo como ministro de Justicia, o a César Molina como Ministro de Cultura. Me hubiera gustado que durante esta terrible crisis que le ha tocado padecer se hubiese rodeado de un equipo técnico-economista de primer nivel. Se pueden mantener principios de izquierda pero coger el timón con las dos manos, el país se juega mucho. Y el timón no se puede coger si no se tienen todos los conocimientos necesarios. 

Dicho esto, considero que Zapatero es una gran persona y un político con aún muchas cosas que aportar. En su haber está la valiente reforma de la ley del aborto, la ley de Dependencia, pensando en los que más sufren, la ley del matrimonio homosexual, dando dignidad a los que siempre estuvieron marginados. Siempre ha luchado por mantener los derechos de los trabajadores, en una época en que hubiera sido fácil apoyar políticas más agresivas contra éstos, porque en época de grandes crisis vale todo. Es una persona con principios, por mucho que se le quiera tratar de apocado. Es un hombre bueno que sueña con una sociedad que funcione bajo principios más humanos. Poco a poco se acerca su final político en esta su etapa como Presidente del Gobierno de mi país. Dijo en su primer discurso, que yo escuché emocionado desde Francia días después del atentado del 11-M, que no nos fallaría. Ha fallado como fallan todos los humanos, pero yo no tengo ningún reproche que hacerle a su persona. Me parece un hombre digno, que enaltece la política, que se mueve exclusivamente por sus ideales y que siempre lo hará así. Sería una gran alegría para mí que consiguiese frenar, reflexionar, tomar las medidas oportunas para los que tanta esperanza pusimos en él volvamos a creer que es posible construir un mundo más justo a base de buenas políticas. Estos días celebramos menos muertos que nunca en carretera, menos mujeres muertas a manos de sus maridos que nunca. La muerte de ETA está más próxima que jamás lo ha estado. Algo han tenido que ver sus ministerios en todo esto y leyes aprobadas durante su mandato. Deseo que estos años que queden hasta las próximas elecciones haga lo que esté en su mano para que, los que creemos en él, sigamos criticándolo con energía pero orgullosos de su quehacer como Presidente. Mucho ánimo