x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

viernes, enero 29, 2016

Antiguo

Toreando una vaquilla con su hija de 5 meses y publicándolo en las redes sociales con orgullo. Así de antiguo y de casposo.

Tal vez no esperase la reacción de un país cada vez más cansado de palmear a figuras de papel maché construidas a base de vacíos y falsas carreras por estaciones, haciendo que evitan preguntas de medios que les dan de comer a base de airear sus vacuas miserias.

Afortunadamente en nuestra querida España van quedando cada vez más fuera de onda estas actitudes chulescas que se vanaglorian de estar en el centro del mundo, que tratan de arrastrar con ellos la forma de ser de un pueblo, que se encierran en plazoletas de albero como si eso tuviera algo que ver con nosotros, sin saber que están a un tramo de pasar al ridículo más espantoso con sus vidas supuestamente envidiables.

Yo veo la imagen y me doy cuenta de la evolución imparable de este país hacia fronteras sin marcha atrás en que estos personajes vestidos con chaquetilla, con pantalones marcando paquete y un trozo de tela llevando de un lado a otro a una endeble vaquilla están rozando el punto de lo grotesco.

Seguro que esa niña verá esa foto de aquí a treinta años y se le subirá un calor enorme a las mejillas pensando ¡qué ridículo más espantoso!

lunes, enero 25, 2016

Asumir

Asumir es un verbo que suena mal, pero aún chirría más en los oídos cuando se conjuga en la primera persona del singular, por cuanto nos lleva a enfrentar de cara la parte de la vida que nos desagrada y sobre la que no tenemos dominio.

Es un buen principio para desentumecer los complejos el aprender a ejercitarse en el arte de la asunción.

Todos nacemos con incapacidades.

Yo hubiera querido ser un portento como deportista, tener más pelo, medir diez centímetros más, saber cantar, ser más frívolo o tener a mi madre a mi lado.

La parte más compleja de este juego es establecer la frontera entre aquello sobre lo que sí o no tenemos capacidad de interferir para hacernos más grandes como personas. Una vez que la criba está hecha, lo demás debe quedar en el campo de lo que debemos integrar como parte nuestra.

Hay condicionantes físicos, de nuestro entorno o emocionales que están con nosotros para quedarse. Siempre. La mejor forma de convivir con aspectos de nosotros que no nos gustan es aprender a apreciarlos, saber que nuestras pequeñas taras corporales o las limitaciones de nuestro círculo más cercano no deben ser óbice para no potenciar todo lo que de nosotros sí es brillante y capaz de crecer.

Asumir lo que no hubiésemos elegido no tiene por qué saber a derrota, ya que eliminar obstáculos que nos hacen ir más lentos debe convertirse en nuestra mejor victoria.

lunes, enero 18, 2016

Sutileza

A veces idealizamos el pasado como época de plena felicidad, con todo el reguero de olvidos que eso implica de unos años de pubertad, adolescencia o juventud que suelen ser caldo de frustraciones, complejos y ansiedades a las que desde la distancia ya no damos importancia.

Uno descubre la muerte en esos años, el sexo entre personas queridas o la irrealidad de los amores de Hadas en la familia, y todo eso cae como un mazazo para chavales que años atrás entendían el mundo como una sintonía perfecta. Con el tiempo se va asumiendo la muerte, se va disfrutando del sexo y se enreda uno en cuestiones de amores que ya no le dejarán tiempo para pensar en pasteleos.

Cuando uno es adolescente se plantea por qué venimos al mundo con dos brazos y dos piernas, cuando uno atraviesa determinadas franjas de la madurez se plantea preguntas más sutiles propias de quienes ya conocen las terribles, y maravillosas, claves de la vida.

Siempre me he visto más a gusto conmigo mismo conforme he ido traspasando etapas, por muy contradictorio que pueda suponer el convivir con un cuerpo en decadencia física que sabes que no va a parar de hacerse menos fuerte.

La clave está en la sabiduría. Nada más provechoso que saber, conocerse, anticiparse, disfrutar, priorizar, elegir, reflexionar, contenerse... verbos difícilmente conjugables en edades tempranas.

viernes, enero 15, 2016

Claxon

Llegar a mi calle Santa Clara desde Torneo es fácil si conoces un atajo que te saca por una parte de dirección inesperada en Lumbreras, giro por Mendigorría a la derecha y te introduces por Álvaro de Bazán a la izquierda, una pequeña calle empedrada donde nació ese bailarín llamado Antonio cuyo mausoleo tiene copada media entrada del cementerio de Sevilla.

Mi espíritu agonía por apurar los tiempos me hace llegar más de una vez con prisas a casa, y este callejón es un lugar del mundo donde los tiempos se detienen. El hecho de ser una calle poco transitada parece dar derecho a sus vecinos para bloquearlo con sus coches y charlar, descargar o esperar a un familiar, como si fuese el peaje a pagar por aquéllos que lo profanamos.

Soy impaciente, defecto grave, pero evito mostrarlo en el coche. Mis años de conducción entre los atascos infumables de París me enseñó a ser educado, y flemático, al volante. Basta con que me hagan un gesto de disculpa para ponerme a jugar con las emisoras en el coche, organizar la guantera o trastear un rato las noticias en el móvil.

Es suficiente un guiño, una sonrisa, una mano levantada, una subida de hombros, un moverse de prisa...

Si no hay nada, ni un gramo insignificante de disculpa por hacerme pagar el peaje, entonces toco el claxon.

domingo, enero 10, 2016

Favor

Desde hace años tengo claro que ante la pregunta de cualquier persona cercana pidiéndome un favor mi respuesta siempre es sí, incluso antes de escuchar la propuesta.

No es cuestión de bondad, sino de coherencia.

Quien me pide un favor, me conoce, luego debe saber que está en mi mano intentarlo. Y si me conoce, además, valorará si le merece la pena meterme en un embrollo complejo que me perjudique.

Decepciones llevo muchas en la vida, pero imagino que no más que la media de los humanos. Con el tiempo, eso sí, voy dejando atrás a gente tóxica y aferrándome a aquéllos que me proporcionan bienestar mental y me hacen crecer como persona.

Es un simple razonamiento matemático. Mi mundo social está cada vez más limpio, lleno de gente valiosa, luego el riesgo de equivocarme con ellos disminuye progresivamente con los años. A este círculo, querido, ni me apetece ni me conviene negarle lo que me pidan; porque sé que lo que soliciten de mí estará justificado y lo harán con la mesura adecuada.

Tengo claro que las oportunidades de entregarse son limitadas en el tiempo y un regalo que no se puede desdeñar.

Como dice el proverbio chino: 'Todo lo que no se da... se pierde'.

lunes, enero 04, 2016

Baltasar

Hoy he vuelto al trabajo tras un período corto de vacaciones navideñas; un espacio temporal sanísimo que sirve para desconectar del ritmo disparatado al que nos somete la empresa privada.

A toda compañía le mueve el beneficio, porque es el beneficio el que contenta a sus accionistas, a fin de cuentas quienes dan o quitan, quienes tienen el poder. Para dar beneficio hay que competir bien. Tener el mejor producto, en calidad e imagen, al mejor precio. Es decir, fabricar más barato que el vecino aquello que está dispuesto a pagar el cliente. Una buena empresa, y la mía lo es, pone por encima de todo al cliente. Siempre que no lo ha puesto se ha equivocado. Nuestro trabajo no tiene sentido sin imaginar que todo se hace por la satisfacción del comprador de un coche Renault.

Todo eso nos lleva a una presión importante, porque hay dos formas básicamente de ser más competitivo: gastar menos o producir más (con lo mismo). Sí, nos pagan para ser cada vez más eficientes. Para repartir las tareas de la forma más lógica quitando toda operación, manipulación o tarea que no aporte nada al cliente final. Eso hace que juguemos al máximo las cartas de nuestro personal, al que mimamos especialmente cuando es brillante, trabajador, solidario, responsable y promotor de nuevas, y buenas, ideas. Cada vez se necesita gente más preparada y autónoma para que la empresa rule de forma fluida en el mejor ambiente posible.

La pasada noche soñé que un compañero se llevaba a su departamento a uno de mis colaboradores más destacados, y yo me removía en la cama, sudando, haciendo cuentas para ver cómo iba a poder reemplazar todas las tareas que este hombre hacía con el equipo que me quedaba.

Desperté de la pesadilla y me quedé con el nombre de ese técnico en los labios: Baltasar Gracián.

Ya con el café y el periódico delante, me volvió el nombre a la mente: Baltasar Gracián. Tan seguro estaba de que no tenía a nadie así llamado en mi departamento, como de que la ansiedad de ese mal sueño me volvía a atacar en esa penúltima mañana de vacaciones.

Lo comenté almorzando en casa y Fran me lo aclaró:

'Baltasar Gracián es el vino que te ventilaste anoche en El Gallinero de Sandra, cenando'.

Un tinto riquísimo, de Calatayud.

sábado, enero 02, 2016

Regenerar

No se puede vivir sin sueños, aunque sean compartidos o incluso de otros, cuando la edad te cierra horizontes lejanos y no te queda sino proyectar tus ilusiones en las de los tuyos.

No es saludable apagar el despertador cada mañana sin tener motivaciones para levantarte de la cama. Estén relacionadas con lo que lo estén.

Los proyectos, eso sí, deben ir regenerándose. Hay que actualizarlos. La madurez consiste en eso, en encontrar palancas que accionar para ir acoplando nuevos retos cuando los desafíos pasados se hicieron realidad o se desinflaron.

Yo sueño con mi nuevo año en Renault, con objetivos más ambiciosos que nunca por poner nuestra fábrica al primer nivel; sueño con el negocio de Fran y el cosquilleo que producen los nuevos envites; con mi novela aún por aparecer y con mi novela aún por escribir; con la película que, esta vez sí, está próxima a estrenar; con los cinco kilos que sé que voy a perder, con la semana santa en Florencia de la que ya tengo los billetes, con la adolescencia desconocida de mi sobrino Iván, con la carrera profesional de mis hermanas como monitoras de pilates, con los cursos de quiromasaje de mi hermano David, ¡vaya familia sana! Sueño con todos los viajes y cenas por compartir con mis amigos de verdad, para que me hagan partícipe de sus éxitos y confíen en mí en sus pequeñas derrotas; sueño con la recuperación total a una nueva vida de mi querida Montse.

Sueño con que el amor siga siendo mi faro, algo que necesita de un trabajo diario, constante, leal, que estoy dispuesto a reforzar.

Sueño con una España cada vez más civilizada, solidaria y unida, dispuesta a entenderse sin coacciones, por el bien exclusivo de la ciudadanía. Un país que deje atrás lo soez y abrace la cultura, que haga penar a los corruptos y motive a la juventud, que no se deje llevar por populismos ni por mesías y refuerce la educación. Un país cosmopolita y abierto que no olvide nunca a los más débiles y no se deje gobernar por gente casposa que hace tiempo que dejó de representarnos.

Un mundo donde el fanatismo quede acorralado por las armas de la razón y el respeto a la naturaleza.

Y sueño con los mejores días para mi padre, con hacerle partícipe de nuestros proyectos para que cada mañana en que le despierte la luz de un día nuevo, encuentre en los que lo queremos un motivo de sonrisa. Que siga por mucho tiempo con sus lecturas de historia, sus diagramas con los reyes de España, sus paseos entre amigos por Heliópolis y su coqueteo adolescente con las mujeres que lo adoran.