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viernes, marzo 31, 2023

Escritora

Hacía tiempo en la Casa del Libro esperando a Fran.

Se me pueden pasar las horas de estantería en estantería, tocando, leyendo, oliendo.

—Perdona —se me acercó una joven alta, maquillada, hermosa, con una sonrisa que yo entendí forzada—. Estoy segura que este libro es el que estás buscando. —Me mostró la portada de un libro que entendí como de autoayuda.

—Lo siento —respondí—. No me gusta ese tipo de literatura.

Me resultó violento. Por ella, por mí. Seguí a lo mío. 

Tenía ganas de leer la sinopsis de la nueva novela de Juan Manuel Gil.

Entonces la escuché de nuevo. Con otro cliente. Puse el oído.

—Sí, yo soy la autora.

¡Dios!, pensé—. Qué agresivo he sido.

¿A esto hemos llegado? ¿Dar vueltas con nuestro libro para convencer a clientes desconocidos de que lo que escribimos es lo que ellos buscan?

Sentí una profunda ternura, pero me dio apuro ir a comprarle un libro que ella sabía que no me iba a gustar.

Terremoto

Nos lo pasamos en grande en la noche tokiota.

Dimos tumbos, bebimos mucho, conocimos gente, bailamos, buscamos taxis, tomamos metros, llegamos reventados al hotel.

Al día siguiente, resacosos, salimos a una plaza a pasear. Había un mercadillo de artesanía. Yo sentí el suelo temblar. Corrí como pude hacia un extremo de la plaza y me apoyé en un muro. Mi amigo Pablo seguía a su bola, los objetos de los tenderetes no se movían, las hojas de los árboles tampoco.

—Salva, estás blanco.

¿Hubo un terremoto en Tokio o el terremoto estaba en mí?

Qué mal sienta el afamado whisky japonés.

Iniciativa

Es difícil de admitir sin provocar rechazo, pero hay gente que nace sin iniciativa para las relaciones humanas.

Yo les ponía la cruz, tras darle varias oportunidades. Lo tomaba como un feo hacia mí.

Con el tiempo he aprendido que no es necesariamente así. Tienen esa naturaleza.

Hay personas que desaparecerían de mi vida si no fuese porque las llamo de vez en cuando, porque las invitamos a cenar a casa, porque las animamos a venirse de excursión.

Casi siempre dicen que sí.

Sin embargo, nunca llaman.

Yo he aprendido a aceptar que dejan la responsabilidad en mí. La prueba de que me quieren es que siempre dicen que sí.

Nacieron con poca gasolina en el depósito, qué se le va a hacer.

Pollo

No había comida a la que hiciera más fiesta mi padre que a unas alitas de pollo.

Esos atardeceres de primavera en los que iba a visitarlo y me lo encontraba con su vaso de cerveza lleno de huellas pringosas de estarse ventilando el pollo a manos llenas.

Hay imágenes que quedan en la retina para siempre, tan nítidas en la cabeza que no hace falta esforzarse en sacarlas a la luz.

Paseábamos por Triana el domingo por la noche y entramos en uno de los pocos bares que tenía un hueco en la barra. Somos de barra. Tras pedir un par de tapas que ya estaban agotadas, 'hemos tenido un mediodía de infarto y se nos ha acabado casi todo', decidí que la chica me aconsejara qué tomar.

—Nuestra especialidad son las alitas de pollo.

De pronto mi padre se instalaba en mí. Yo me retiraba de allí para dejarle su sitio, le daba mis manos, que manchaban el vaso, y  le animaba a rebañar los huesecillos como un ratón. 

Hay una parte de mi cuerpo que es suya y le dejo, cada vez que se tercia, que disfrute de mí.

Mentirijillas

Soy experto en mentirijillas que tienen mucho de verdad.

Traduzco sentimientos que veo en frases que no se dijeron, pero que ayudan a destensar relaciones. Ataco inseguridades de otros fingiendo que no veo determinadas cosas. Exagero indignaciones que no me afectan tanto como a otra gente que quiero. Insinúo situaciones que no se han dado, pero que son posibles.

Hay veces, muchas, en las que conviene dar un empujoncillo para atravesar el último metro.

Al decirle a alguien querido que lo ves mejor, sin verlo, le ayudas a que dé un paso adelante. 

Si confiesas que tienes a alguien en tu pensamiento más de lo que realmente lo está, puedes hacerle mucho bien, porque no hay persona que no quiera ser querida.

No pasa nada si alguien no me habla mal de ti y yo te digo que está encantado contigo. Así el día que os veáis habrá un buen rollo de partida.

jueves, marzo 30, 2023

Pejigueras

Los pejigueras en cuestiones de derechos son los que hacen avanzar a la sociedad.

Situaciones que nos molestan en nuestro día a día, y que somos perezosos en denunciar, van desapareciendo gracias a que hay quien se empecina en protestar, manifestarse y reclamar.

Si no fuese por la testadurez de quien se siente maltratado, aunque sea en temas menores, no se acabaría legislando en favor del ciudadano.

Son ellos, los que llaman a la policía por que alguien está fumando en un local, por los decibelios de una obra en el bloque, por la falta de personal en una estación de tren, por la rampa que no existe para discapacitados, por la dificultad en realizar un papeleo.

La mayoría nos encendemos por dentro y pasamos a otra cosa. Los pejigueras, tal vez pensando sólo en ellos mismos, nos van liberando de piedras el camino.

miércoles, marzo 29, 2023

Alfombra

Fue la primera vez que visitaba Marruecos.

Se nos ocurrió sobre la marcha y, al no tener los pasaportes con nosotros, la única forma de entrar era mediante un tour organizado de un día completo, que incluía paseo en camello y comida en la medina de Tánger.

¡Qué bien nos lo pasamos!

Veíamos Tarifa desde la Alcazaba de la ciudad, donde jóvenes con chilaba se colocaban serpientes alrededor del cuello, y nos planteábamos cómo podía haber tal salto cultural a tan pocos kilómetros de distancia.

La ruta, en autobús, incluía paradas en el zoco, en tiendas compinchadas con la compañía turística que organizaba la visita. Entramos en una farmacia bereber, en un mercado de especias y en una tienda de alfombras. A pesar de la explosión de colores, y olores, de estos lugares, yo quería que nos sacaran de allí. ¡Había tantas cosas por ver!

Nos tratan como a rebaño protesté—, y todo para sacarle los cuartos al turista tonto que se acabará comprando una alfombra —insistí.

Entonces me saludó el de la tienda.

El único que iba con una alfombra a los hombros, en el ferry de vuelta a España, era yo.

martes, marzo 28, 2023

Gruñones

Hay a quien le toca nacer en una casa a oscuras con padres gruñones y rituales estúpidos para comer.

¿Qué se le puede echar en cara a ese niño si sale huraño?

Tengo conocidos tan miserables que no me extraña luego ver que sus hijos no levantan la mirada cuando les das un beso.

¿Dónde quedan las fronteras a partir de la cual se transfiere toda la responsabilidad al hijo? ¿Cuándo se termina uno de quitar de encima tanta basura?

Seguramente, nunca.

No podemos imaginar cuánto hay de imitación en la naturaleza de los humanos, que se llevan años preciosos al cobijo de personas que son su modelo de vida.

Supongo que los que han crecido en un hogar tremebundo sentirán, algún día, un clic, un fogonazo, tras el que dirán, ¡qué diantres han hecho de mí!

Afecto

Con alegría, leí este fin de semana el resultado de un estudio universitario acerca de la felicidad.

Una universidad americana había trabajado con decenas de miles de personas durante 70 años para analizar cuáles eran los principales motivos que a estos individuos les provocaban bienestar.

Era curioso porque las poblaciones más jóvenes marcaban el dinero como uno de los principales factores, pero esa misma generación, cuando ya se hacía madura, consideraba clave para su felicidad el no tener deudas. 

En cambio, había un elemento que unía de alguna manera u otra a todos a la hora de explicar el porqué su vida iba por buen camino y no era otro que el de tener un importante colchón afectivo. Una red importante de amigos y familia.

70 años de investigación. Miles de personas observadas. Una verdad simple, la vida la mueve el amor.

Moraleja

El gran reto del artista es evitar la moraleja.

Que no se tenga que explicar lo que se quiso decir, lo que se pintó, lo que se filmó.

Uno de los factores que dan el marchamo de calidad a un libro o a una fotografía es lo que te remueve por dentro sin que tú lo controles. Atravesar esa barrera de lo tangible para golpearte en las emociones.

A mí me gusta que las propuestas culturales me consideren inteligente, como receptor de lo que se me ofrece, no quiero que me lo den masticado, sino que me dejen participar.

Ésa es la clave del arte, que el que observe se sienta interpelado. Partícipe. Importante.

Que crezca.

Muchas veces despreciamos la cultura como algo superfluo, que no da de comer. Los gobiernos prescinden de ella a la primera ocasión en la que tienen que hacer recortes.

Quizás porque saben que un buen libro no da de comer, pero sí hace pensar y empodera a quien lo lee.

Inglés

Un truco tonto para vivir más ilusionado es proponerse el aprendizaje de temas concretos.

A mí me hace feliz el inglés.

Lo utilizo a diario en el trabajo, veo películas en versión original, investigo las letras de las canciones que me gustan y siempre hay algo que se me escapa. No hay reunión, película o canción que no presente un reto, en la que no tenga una expresión nueva que consultar o una pronunciación que corregir.

Es un aprendizaje infinito porque es imposible llegar a la perfección en un idioma que no has mamado desde pequeño. Puedes utilizarlo de forma brillante y, aun así, siempre faltará la precisión que dan las tripas, lo que no se piensa, lo que se ha escuchado de siempre y no te has parado a analizar.

Quien dice inglés dice Photoshop o repostería, lo importante es ese reto continuo de querer saber más y mejor acerca de un universo concreto. Navegar por él. Maravillarte en su salsa.

A veces voy por la calle y suelto un palabro en inglés que acabo de ver en algún cartel, para memorizarlo y estudiarlo más tarde. Fran me oye sin entender:

¿Qué has dicho?

Nada, nada...

jueves, marzo 23, 2023

Evasión

A veces pienso que falta algo fundamental por inventar.

Lo malo es que no sé lo que es, sólo intuyo por dónde irían los tiros.

Tendría que ver con la evasión, un territorio que vaya más allá del cine, de un balneario, de un crucero por el Mediterráneo.

Creo que ese invento se inventará, quizás ayude la electrónica, la informática y el progreso. Porque el invento con el que sueño tiene que ver con la desaparición voluntaria durante un tiempo determinado de nuestro yo.

¡Sería tan sano!

Conseguir un artilugio que nos saque de nosotros mismos y nos permita volar sin las ataduras de nuestros condicionantes de cada día. Un invento que no se esnife ni se tome en pastillas, sino una puerta que se atraviese para olvidarnos por un tiempo de nuestra propia unicidad, poder ver el universo sin ser nosotros mismos, sin aprioris, con la ingenuidad de un niño que no existe.

Algún día se inaugurará, no sé qué forma tendrá, y entrarán primero los valientes. Atravesarán la puerta dispuestos a sumergirse en una aventura deliciosa de desprenderse del propio cuerpo, porque confiarán en que haya alguien que les devolverá enteros a la puerta de salida.

Salir y decir 'he sabido por fin ser alguien que no soy yo'.

Futuro

Cuando pensemos mucho en el futuro lejano, estará en nuestras manos reorientarlo al futuro más presente.

Es sanador saber reconducir la mente, ejercitar esa gimnasia emocional de enfocar la mirada donde menos daño hace, a aquellos paisajes que nos hacen sanar más que sufrir.

De nada sirve volver una y otra vez a la imagen de cómo seremos cuando estemos desvalidos o a imaginar qué será de nosotros si se nos va la cabeza. Lo que tenga que llegar, llegará y seguro que sabremos afrontarlo. Somos más fuertes de lo que pensamos.

Sin embargo, muchas veces es mejor quitar la luz larga para centrarnos en lo que sí está a tocar con la punta de nuestros dedos. Desplazar hacia un terreno más cercano la mirada hacia lo que vendrá, porque a veces de tanto otear el horizonte se nos escapa la piedra contra la que tropezamos.

Al otro lado

Siempre queremos estar al otro lado.

Si hace calor echamos de menos el frío, si es invierno soñamos con el verano. Si salimos mucho, querríamos estar holgazaneando en casa, si, por fin, estamos tirados en el sofá añoramos no estar de tapas.

Nos llevamos media vida suspirando por lo que no tenemos sin regocijarnos en lo que está en nuestras manos.

A mí me gusta provocar la alabanza del aquí y del ahora. Verbalizarlo. Mucho. Por cualquier motivo.

Cantar al aire lo bonita que está la ciudad, la noche tan espléndida que hace, lo divertida que es esta película, lo buenísimas que están las alcachofas que me acabas de hacer. 

Lo bien que me lo paso contigo. 

Lo feliz que estoy aquí, conmigo.

Simpatizar

Se suele decir que no estamos vivos para satisfacer a los demás, pero a mí me produce mucho placer caer bien a la gente.

No es que mis actos los encamine a obtener el aprobado de los que me rodean, sería de tontos, lo que sí es cierto es que hago un esfuerzo para provocar buen rollo hacia los demás.

Pese a que se pueda pensar lo contrario, es una estrategia de triunfadores. Cuando te ganas la simpatía de los demás, estás labrando un futuro mucho más sano que de no hacerlo, y es que suele ocurrir que la gente responde bien a quienes un día les hicieron pasar un buen rato.

Despreciar el qué dirán queda bien sobre el papel, decir que me importa un pimiento lo que piensen de mí parece un atributo de alguien con carácter, afirmar que uno no está condicionado por la imagen que se hagan de él podría ser el colmo de la personalidad.

Yo opino lo contrario. A mí no se me caen prendas por decir que me gusta gustar, que me vean como alguien cercano, que me relacionen con emociones positivas.

El gran secreto de todo esto es que en el fondo no lo hago solo por los demás. Lo hago, fundamentalmente, por mí.

Me siento bien en mi piel cuando ofrezco lo mejor que tengo.

miércoles, marzo 22, 2023

Supuesto

Dar por supuesto el cariño es de torpes.

A mí no me vale eso de que no hace falta ofrecer muestras de amor, porque el amor va por dentro.

El amor hay que sacarlo, porque dentro se acartona, se pudre, se olvida de para qué sirve y se aborrega.

Soy muy partidario de materializar los ataques de cariño en un mensaje de móvil o una caricia, porque ese instante de conexión con la persona a la que quieres se pierde en la nada si no lo compartes.

Sé que hace mucho bien disfrutar nuestros afectos con nosotros mismos, pero mucho más bien hace el decírselo a quienes ocupan nuestros pensamientos.

De repente me acuerdo de ti, de esas carcajadas en la azotea, y te mando un corazón. No pido otro de tu parte, tan sólo te ofrezco el mío.

Así sabrás que, aunque ahora no me necesites, me tienes ahí.

martes, marzo 21, 2023

Indonesios

Llegamos a la fábrica tras pasar un fin de semana pletórico en la costa surfera del sur de Java.

Tras horas caóticas de carretera desde Yakarta, entramos a la hora prevista en la fábrica indonesia de Nissan. Un recinto pequeño, para lo que estábamos acostumbrados, rodeado de verde. Inmensas palmeras, árboles gigantes, una naturaleza desparramada que incluso atravesaba los muros de la factoría.

Hicimos una reunión donde nos presentaron al personal, simpatiquísimo, extrañados quizás por recibir la visita de dos ingenieros europeos de grandes narices, habituados como estaban a que los únicos extranjeros que aparecían por allí eran los grandes jefes japoneses.

Cuando nos dejaron ya libertad para recorrer las instalaciones, Pablo y yo sacamos la misma conclusión. Parecía que iban bailando. Como si el traje gris de Nissan no fuese otra cosa que un disfraz y viéramos, como con rayos X, el cuerpo de esos hombres con un collar de flores y una falda roja hasta los muslos por debajo del mono de operario.

El capitalismo se instala allí donde hace falta mano de obra barata y crea una realidad paralela para los indígenas del lugar. Les montan una fábrica en un lugar paradisíaco y los visten para la ocasión.

Afortunadamente, aún no han perdido la sonrisa ni ese bailecito interior que ese día supimos ver.

Hay esperanza.

viernes, marzo 17, 2023

Triunfitos

Miedo me dan los triunfadores que critican a quienes no llegan.

Esos que piensan que hay una relación directa entre querer y poder, los que no admiten la fuerza de lo casual, ni las debilidades ajenas, ni los condicionantes que hacen de mucha gente personas desdichadas.

Es precisamente cuando estás en lo alto de la ola cuando debes mirar con mayor humildad al mundo, porque de la ola uno siempre se cae, antes o después, y entonces entenderás, cuando vuelvas donde los mortales, que muchos no supieron subir ahí arriba por más que lo intentaron.

Nuestra sociedad se llena de discursos de odio porque está llena de egos. Si a mí me va bien es por mí, si me va mal la culpa es de los demás. 

De ahí que cuando uno triunfa no quiere saber nada del resto del mundo.

Pero el resto del mundo está ahí, siempre lo estuvo, buscando el camino para progresar, aunque sean dos pasos, por mucho que vean la ola a kilómetros de distancia. Hay quienes nacieron lejísimos de donde se permite triunfar, de ese lugar donde los poderosos dan zapatazos a los que pretenden llegar.

Despreciar al débil, al pobre, al fracasado, al torpe es despreciarnos a nosotros mismos antes o después.

Verse

Hay veces en las que no me veo hasta que no me ve alguien.

Entonces confirmo en sus ojos que está observando a alguien serio y fuerzo una sonrisa, no para quien me mira sino para mí, porque no soy consciente de lo huraño que puedo parecer hasta que no me siento reflejado en la mirada de quien me presta atención.

Sonrío, y al sonreír me doy cuenta de que puedo ser mucho más atractivo que con la cara de cuerno que traigo de serie, ésa que no refleja todo lo bien que me siento, habitualmente, con mi propio cuerpo.

Dicen que cuando sacas esa sonrisa, aunque sea falsa y presumida, tu cuerpo reajusta los huesos de puro placer, porque no sabe distinguir cuándo es real y cuánto fingida. 

El caso es que al forzarla, porque no quiero mostrarme tan seco, el propio gesto me hace sonreír por dentro, se me produce un cosquilleo en la barriga y, entonces sí, sale la expresión verdadera de mi felicidad.

Fuerzo la mueca y el cuerpo entiende que hay fiesta interior.

jueves, marzo 16, 2023

Único

Los chavales de mi generación nacíamos con el regalo de tener hermanos, los de hoy en día se han especializado en no tenerlos.

A mí me cuesta encontrar entre mis amigos quien no los tenga, pero abundan los que solo tienen un hijo.

Todos los argumentos para llegar aquí son entendibles, e incluso es lógico que hayamos llegado a este punto en el que lo que antes era una rareza, ser hijo único, se haya convertido en habitual.

Salvo excepciones, que de todo hay, tener hermanos supone una protección inconsciente, proporciona un bienestar emocional que nunca nos paramos a cuantificar, por muy distintos que sean a ti. Ahí están. Habrá situaciones fuertes. Allí estarán.

Nacer sin esa compañía seguro que te hace más avispado, facilitará el ahondar en tus amistades para encontrar el calorcito de gente querida que todos necesitamos, tanto como que te dificulta el tener con quien hablar de la familia propia, ésa que no ha vivido más que él.

Cuidar de los padres, avistar el futuro, no tener ese abrazo de amor animal que se dan los que han salido de la misma barriga es algo que les define.

Ser hijo único es nacer con un regalo menos.

Hay que cuidar de ellos.

miércoles, marzo 15, 2023

Albatros

Me conocía todos los pájaros que comenzaban por la A y el que más me impresionaba era el albatros. No sé muy bien cuál era la técnica que utilizaba, el caso es que conseguía hacer un calco de la foto que aparecía en la enciclopedia y traspasarlo a mi cuaderno.

Así iba montando mi libro de pájaros, a partir de la enorme enciclopedia de Espasa, de varios tomos, que teníamos en el salón de casa de mis padres.

Al lado de cada foto, una explicación. En qué región del mundo vivían, hacia dónde emigraban, qué comían, cuánto medían... Me esmeraba con la letra.

También era experto en los emperadores romanos que comenzaban por A, con especial fascinación por mi paisano Adriano, un sevillano que ya hace dos mil años llegó a lo más alto del poder en el mayor de los imperios.

Y montaba mi cuaderno de emperadores.

Me hice también especialista en ciudades que empezasen por A, ¡cuánto aprendí de Adis-Abeba!, y de escritores, como Vicente Aleixandre, o ríos, me encantaba dibujar los ríos en los mapas, como el Amazonas.

A veces llegaba a la D, otras me quedaba en la B, raramente alcanzaba la M.

Mientras los niños de mi edad jugaban al fútbol en el descampado, yo me sumergía en la Espasa para inventar un nuevo cuaderno, comenzar un nuevo estudio, investigar algo que me impresionara.

Entrar allí, en esos tomos, era salir de casa, soñar en grande, descubrir la vida. La curiosidad no me dejaba terminar de aprender acerca de los desiertos para empezar con el mágico mundo de las estrellas.

¿Dónde irían a parar esas libretas infantiles sin terminar? 

¿Dónde van a parar los sueños que desaparecen?

martes, marzo 14, 2023

Sólo

Soy de los que pienso, como amante de la lengua española, que la Real Academia metió bien la pata al suprimir las tildes en determinadas palabras, como 'solo'.

Cuando las normas no están claras se provoca inseguridad, porque a fin de cuentas las reglas se las da el hombre para vivir más tranquilo.

Si nos educaran con el mensaje de que en los semáforos en rojo solo te tienes que parar si ves que algún otro coche se puede cruzar, entonces tendríamos las ciudades llenas de heridos.

O uno se para o uno no se para.

No vale decir que los productos caducados se pueden consumir, en determinadas condiciones, una semana después de la fecha límite.

Todos sabemos que hay situaciones en las que podrías saltarte el semáforo o comerte el yogur caducado, sin problemas, pero ni nos lo saltamos ni nos lo comemos.

Yo quiero que la palabra 'solo' lleve tilde como adverbio y que 'este' la lleve como pronombre. 

Imaginaos la frase sin los entrecomillados.

'Yo quiero que la palabra solo lleve tilde como adverbio y que este la lleve como pronombre'. 

Sería una frase inentendible, absurda.

No me valen que me digan que coloque las tildes en el caso de que el significado sea ambiguo. 

Ambiguo es no saber legislar con criterio y a los que nos apasiona leer, y escribir, nos gusta que se cuide la lengua para no convertirla en un terreno con semáforos apagados y yogures fuera de la nevera.

Streetxo

La última vez que estuvimos en Londres nos encantó ese local, así que decidimos que nos pegaríamos un buen homenaje el día en el que volvimos.

Apenas tenían un hueco en la barra del restaurante y allí nos acomodamos, con el cosquilleo que produce el volver a sitios en los que has sido feliz.

Nos atendió una chica muy maja, que volvió a explicarnos, como entonces, las reglas del menú. Era divertido ver cómo cocinaban, justo al otro lado de la barra, cocineros disfrazados con camisas de fuerza.

¿No es mucha comida? Pregunté, a lo que la joven me respondió con una negativa rotunda.

Cuando ya íbamos por el tercer plato no podíamos más y quedaban otros tres, que quisimos anular y no pudimos.

No es mejor profesional quien consigue hacer mucha caja una noche, sino el que te anima a volver una y otra vez a tu local.

A nosotros nos perdieron para siempre.

Susto

—¡Qué te pasa! —Gritó Fran.

Yo venía de hacer unas compras, más feliz que una perdiz.

Ya había caído la tarde y me extrañó ver, desde el patio, la luz del salón apagada. Él estaba en un sillón en el que no se suele sentar y yo susurré su nombre al abrir la puerta. Por lo que fuese, él se asustó. Y con su susto, me asustó a mí.

—¿Estás bien? —Volvió a preguntar.

Tenía la cara desencajada. Me insistió varias veces.

—Estoy como una rosa —insistí.

Se me agarró y me dio un largo abrazo. Tal vez el sonido de mi voz al susurrar su nombre, o algún movimiento que hice al entrar cargado con las bolsas, quizás una perspectiva rara desde ese sillón, hubo algo que le inquietó.

Encendí las luces y le pregunté qué podíamos hacernos de cenar, mientras razonaba, para mí mismo, que acabábamos de improvisar, sin quererlo, un ensayo general de amor del bueno.

Y qué bien que nos salió.

domingo, marzo 12, 2023

Exposición

Hace muchos años, cuando fiché por una gran editorial, indagué en el mundo de la promoción literaria.

Ya tenía lo fundamental con lo que todo escritor sueña, una novela en el mercado, pero me faltaba algo aún más importante, lectores que le dieran una oportunidad.

Así que fiché a un experto en marketing, un tipo muy preparado.

Lo primero que me dijo fue.

Exponte, Salvador.

Sí. Tenía que salir de mi madriguera. En mis publicaciones no había nada de mí, todo eran referencias a otros, comentarios de novelas, fotos de ciudades, artículos de prensa.

Tienes que salir tú —me insistía. La gente necesita un enganche emocional. Habla de ti en tus textos, aparece tú en las fotos.

Así me fui abriendo, la persona oculta que era yo, para quien no estuviera en mi círculo, fue mostrando su perfil y desnudando su interior. Luché contra mis pudores por la causa de la escritura, mi gran pasión. Me sabía afortunado por haber logrado llegar ahí, consciente de que no todo el mundo puede desarrollar la vocación con la que nace.

Entonces me di cuenta de que a la gente podía interesarle alguien como yo, que mis historias personales activaban en ellos resortes que hacían fluir emociones, sensaciones, recuerdos.

Con el tiempo me di cuenta de que el primer beneficiado era yo, no solo porque comenzase a fidelizar lectores a mis novelas, que era mi principal objetivo, el de consolidarme como escritor, sino porque las reacciones que recibía del otro lado del espejo me hacían crecer, no ya como narrador, que también, sino como persona.

Tantos años después, aquí sigo, contándote cómo veo la vida, sin barreras, para así lograr el mejor regalo, el retorno de esa mirada limpia que me ofreces tú.

Estrelli

En mis primeros años en la fábrica de Renault tenía un compañero con el que me tocaba hacer los turnos de noche. Por su edad, podría haber sido mi padre. Enorme físicamente, hablador y dormilón a partes iguales, aprovechaba los descansos entre avería y avería para contarme historias.

En casi todas había una protagonista.

Yo a la Estrelli la quiero mucho.

La Estrelli, su mujer, era el suspiro de una golosina. No la conocí en persona, pero él me la retrataba como extremadamente delgada y con un carácter fortísimo.

Recién casados, cuando sonaba el despertador para ir a trabajar, mi Estrelli se agarraba a mí y me decía 'no te vayas, mi amor', 'quédate aquí conmigo'.

Imaginaba la escena y me moría de la risa. Esa mujer no tendría brazos para abarcar a tanto hombre. 

Pero el tiempo pasó, ya él no hablaba más que de la jubilación y de la realidad de las cosas.

Ahora, cuando suena el despertador, Estrelli me pega dos codazos y me dice, 'andando, que es gerundio'.

sábado, marzo 11, 2023

Radical

—Hay que huir de los radicalismos.

Esa era la conclusión de nuestras reuniones en la cafetería de la universidad. Cada uno pensábamos diferente, pero sabíamos escucharnos. Nos sentábamos durante horas a arreglar el mundo con veinte años. Éramos tres amigos inseparables que compartíamos aula en la escuela de Ingenieros de Sevilla.

Yo, por entonces, estaba en plena ebullición. Tras estudiar en un colegio de curas hasta los dieciocho, entrar en la universidad me abrió las puertas a un mundo inmenso donde todo era posible. Una vez pasada la peor parte del duelo por la muerte de mi madre, yo solo quería vivir, encontrar mi sitio, descubrirlo todo.

Ellos dos estaban ennoviados, lo que no evitaba que saliésemos los tres de cervezas cuando acababa la semana. Con poco más de veinte años, trabajaba en mi interior la manera de hacerles partícipe de algo que necesitaba compartir. Decirles que era homosexual.

Sin embargo, una noche, cuando paseábamos cerca de un bar de ambiente gay en Sevilla, uno de ellos dijo, señalando el local:

—Contra eso sí que hay que ser radical.

A mí se me heló la sangre. 

Retrocedí en un segundo varios años hacia atrás en la aceptación de mi homosexualidad. Me metí para dentro, integré que nadie nunca sabría nada, rechacé mi naturaleza como algo sucio. Tardaría casi una década en confesar a alguien de mi entorno mi condición.

Esa amistad se desvaneció al terminar la universidad, pero veinte años después el destino volvió a unirnos. Asistió a la presentación de una de mis novelas en su ciudad. Tras el acto, se acercó a mí, emocionado. Yo ya no escondía mi amor por Fran.

—Salva, siento mucho haber dicho barbaridades en el pasado.

Yo acepté las disculpas. No quise decirle cómo de inmenso fue el dolor que me provocó en su momento y los años de juventud que perdí por personas como él, como las que en su día fue él.

A día de hoy ese hombre tiene una hija lesbiana, nacida en esos nuestros años de universidad, de la que no se puede sentir más orgulloso. Como no puede ser de otra manera.

viernes, marzo 10, 2023

Soportar

A ese sitio ya no vamos porque a Salva no le cae bien el dueño explicó Fran a su hermana, cuando le preguntó por qué habíamos dejado de ir a un restaurante.

A mí ese tío no me cae mal protesté. Lo que ocurre es que no lo soporto.

Desi soltó una carcajada de incomprensión.

Sí, hay gente insoportable que me cae bien. Personas de buen fondo, divertidas al contar las cosas, amables, serviciales, con una vida coherente, nobles incluso, puede que hasta luminosas, pero que a mí me ponen de los nervios.

Con el tiempo uno se vuelve más arisco con las compañías que no provocan bienestar. No hay necesidad de congeniar con quien vibra en distinta onda que la tuya, personas a las que me hace realmente ilusión saludar cuando me las encuentro, pero a las que nunca diré a ver cuándo quedamos.

jueves, marzo 09, 2023

Badajoz

La manipulación es un arma peligrosísima que está a la orden del día.

Leí hace un tiempo un reportaje sobre las ciudades con mayor y menor calidad de vida en España, un asunto espinoso, ya que siempre es subjetivo establecer cuáles son los parámetros para medir el bienestar de una población. ¿Cuánto cuenta la falta de ruidos? ¿Cuánto los días soleados? ¿Cómo puntúa la simpatía de los habitantes? ¿Cómo se mide? ¿Qué valor tiene la cantidad de parques? ¿Y el número de camas de hospital?

Demos por bueno que el periodista se basó en unos datos bien documentados y estableció unas bases. El salario medio puntuará tanto, el número de parados esto otro, las plazas de guardería por habitante otro poco más... hasta definir la ciudad ideal y aquella de la que más vale salir corriendo.

Pues el artículo se ilustraba con fotos de las dos ciudades, la buena y la mala. De la primera, por supuesto del Norte, aparecían maravillosas fotos en color, de parques, calles sin tráfico y gente sonriente. De la segunda, sin duda del Sur, las fotos eran en blanco y negro, de escombreras, atascos de coches y graffitis en la pared.

Qué poco elegante es retorcer el mensaje para llevarnos allá donde el manipulador quiere llegar.

Ésa es la historia de estos nuestros tiempos, en los que hay que estar ojo avizor, sin dejarse llevar por titulares que te explican evidencias que no lo son.

miércoles, marzo 08, 2023

Discriminación

Para entender la discriminación de la mujer no hace falta más que haber vivido.

No importa en qué familia, en qué barrio o en qué país. 

Por supuesto que hay grados, claro que hay avances. Muchos. No tengo más que echar la vista atrás para imaginar ese mundo de hace cincuenta años, cuando no existían mujeres en la mayoría de oficios, cuando era raro en el cole tener un compañero con los padres divorciados, porque en el matrimonio se aguantaban carros y carretas, tiempos en los que las niñas no tenían referentes en los que proyectarse si querían ser científicas, empresarias o deportistas.

Claro que como sociedad hemos conseguido avanzar para facilitar las cosas a la mitad de la población. Ese cincuenta por ciento que asume en gran parte el cuidado de los hijos, de los viejos, de los enfermos, que se preocupa de la casa, de la comida, de la ropa. 

Sí, claro que hay hombres que contribuyen. El problema es ese, que contribuyen. Como si determinadas facetas del vivir recayeran de forma natural en la mujer y el hombre hiciera un favor por echar un cable.

Recuerdo el enfado de mi amiga Irene cuando su chico le decía, tras comer:

Ya te he lavado los platos.

¿Me has lavado los platos? ¿Qué tengo yo, platos colgados de las orejas o me salen platos de la barriga?

Muchos hombres tienen aún el cerebro programado para pensar que al hacer tareas domésticas están haciendo un favor.

Es más fácil ser brillante cuando tu única preocupación eres tú.

martes, marzo 07, 2023

Organizados

Prefiero a la gente que intenta ser organizada que la que lo tiene todo bajo control o, también, que aquella que es un desastre.

Los que son muy organizados, y lo llevan todo para delante, me asustan. Suelen ser personas rígidas, acostumbradas a que si es martes y son las nueve tenemos que estar cenando alcachofas. 

Las que son un desastre me hacen gracia, pero me agotan. Su imprevisibilidad y dejadez acaban por agujerear la confianza.

En cambio, la gente que pretende estructurar las cosas y no lo consigue se convierte en la más atractiva para mí. No se dejan ir, suelen saber dónde van y son los que mejor se adaptan al día a día, porque no santifican los planes, especialistas como son en hacer lo contrario de lo previsto sin el mínimo síntoma de ahogo.

Son los que tienen la pechuga en la nevera para la cena de esta noche, pero que prefieren dejarla para mañana cuando te los cruzas y les invitas a una cerveza.

Nariz

Hay cosas de mi físico que no me gustan nada y con las que he aprendido a convivir, sin dejar por ello de ser presumido.

No me gusta mi nariz ni tener tan poco pelo, pero ya pasó el tiempo en el que me incomodaba la imagen que pudiese dar, cuando evitaba colocarme de perfil en las fotos o sentarme en las primeras filas de una sala de cine. 

Integré, con los años, que hay características de nosotros que son como son y no debe importarnos cómo nos vean los demás, porque, además, a la gente les importa bastante menos de lo que podamos temer. 

En el momento que atraviesas esa frontera, te quitas una mochila de complejos que no lleva a ningún lado, ganas en seguridad y tu sonrisa se hace más abierta, con lo que ganas en atractivo personal, que es la belleza que de verdad importa.

lunes, marzo 06, 2023

Escuchar

Teníamos ganas de conocerla porque Elisa nos había hablado maravillas de ella:

Es mi mejor amiga de mi época manchega.

Y su época manchega ha sido media vida para Elisa. Así que nos citamos el pasado viernes a comer con las dos, ella y Montse.

Son esos ratos divinos en los que se para el mundo, ocasiones en las que se te ofrece una ventana para conocer a alguien nuevo, otra vida, una nueva forma de mirar las cosas. Una delicia en el caso de Montse, una mujer comprometida con lo social, asertiva, empática.

Cuando estábamos en los postres y Elisa fue al baño, ella nos soltó el mejor piropo que se nos puede soltar, a Fran y a mí.

Sois grandes escuchadores.

viernes, marzo 03, 2023

Aragón

¿Tomamos por Aragón o por Litoral?

—Por Aragón —respondió Fran, sin un atisbo de duda.

Íbamos dirección Plaza de España y yo lo miré con ojos de sorpresa. Ninguno de los dos conocemos Palma de Mallorca lo suficiente como para saber por dónde nos convenía que tomara el taxi.

Su respuesta gestual hacia mí, la de Fran, lo decía todo. Si dudamos, me hacía ver, tirará por el camino más largo. Suele ser la táctica de algunos taxistas para saber cómo de bien conocen el terreno sus clientes, hacer una pregunta de tanteo.

Me divierte la seguridad con la que Fran se maneja.

Así que tomamos por Aragón. La ciudad estaba llena de vida. Es precioso cuando viajas por lugares que apenas conoces, porque todo sorprende, a todo prestas atención, los carteles con conciertos, las viejas paseando, los chavales en sus patinetes, los puestos de flores.

—¿Dónde les dejo? —Nos preguntó.

—En la Plaza de España —respondió Fran, contundente.

El taxista frenó y se giró hacia nosotros, descubiertos en el último momento del trayecto. Comprendió que no teníamos ni idea de dónde estábamos ni por dónde veníamos.

—Esto es la Plaza de España, señores. Les pregunto que en qué zona les dejo…


miércoles, marzo 01, 2023

Vejiga

Estábamos seis amigos pasando unos días en el Algarve, en uno de esos viajes grupales en los que la convivencia desde el desayuno a la cena no hace sino afianzar relaciones, ya muy sólidas, que apenas se mantienen con cenas esporádicas en la ciudad.

Tras un largo paseo por la playa de Albandeira y el mercado de Armaçao, con cervezas al sol incluidas, volvíamos a casa. Fran llevaba un coche, yo iba en el otro. Ya en el ascensor pregunté si alguien tenía que ir al servicio, las cervezas tenían mi vejiga al límite.

En cuanto entré en casa, donde ya estaba Fran organizando comidas, me escabullí. Fue cerrar el pestillo del baño y llegarme su voz desde la cocina:

¿Y mi marido?

Escuchar esa pregunta desde el otro lado de la casa, comprobar que alguien está siempre pendiente de ti, produce un cosquilleo en el estómago que no hay dinero que compre.