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salvador-navarro.com

lunes, octubre 31, 2011

Menos tres

No hay reglas universales en cuestiones de amor.

La experiencia, sin embargo, nos da pistas acerca de los buenos planteamientos en cuanto a las relaciones afectivas se refiere.

Yo mantengo la teoría del 'menos tres'.

Cuando alguien aparece por tu vida y crees haber sentido mariposas en el estómago, en el mismo momento en que se establezca la primera conexión hay que poner el contador a cero.

Que te envía un mensaje: ya estás en 'más uno'.

Que tú le respondes: de nuevo en 'cero'.

Que le llamas: 'menos uno', que te llama: otra vez 'cero'.

Los comienzos son tan hermosos como frágiles y las malas interpretaciones dan al traste con muchas relaciones bellísimas en potencia que nunca llegan a materializarse.

No valen las excusas de 'estoy muy liado o liada', 'apenas miro el móvil', 'creí que te había contestado'.

Cuando se llama tres veces a la puerta, en los inicios de las historias de amor, y la puerta no se abre, ya has llegado al límite del 'menos tres'.

Conozco personas que están en el 'menos doscientos treinta y dos', y así les va.

viernes, octubre 28, 2011

Pendiente

No sé cómo nos lo montamos los humanos para ir dejando siempre de lado obligaciones que se acumulan y nos hacen menos felices.

Tareas ingratas que se pretenden borrar de manera poco inteligente con el olvido.

Creo, honestamente, que una de las maneras de asegurarse una porción grande de estabilidad personal es la de afrontar cuanto antes aquello que nos incomoda, bien sea una conversación pendiente o una llamada al seguro del coche.

Los obstáculos hay que ir sorteándolos mientras los veamos venir, pero más a menudo de lo que quisiéramos nos damos de bruces contra ellos, y lo mejor es desembarazarse cuanto antes de las trazas que éstos van dejando para no acumular demasiados daños.

Esconder las malas emociones debajo de la alfombra es una práctica torpe, a la vida hay que cogerla por los cuernos.

Debemos coger el teléfono que no queremos, abrir los sobres con malas noticias, confesar los errores antes que nos los echen en cara de mala manera, aceptar que la existencia es jodida para así enfrentarla con mejor cara.

Yo querría no tener cosas pendientes en mi bolsa de basura particular, o al menos que la carga sea liviana.

lunes, octubre 24, 2011

Una vida

Si uno debe tardar tiempo en reconocerlo de sí mismo, más difícil aún es para un amigo descubrir en el otro un proceso depresivo.

No he pasado nunca por ese trance, pero la depresión debe suponer un desafío casi irresoluble para aquél que la padece.

Cuando uno se arrastra de la cama para ir al trabajo y no ve hermosura en nada, la espiral se va cerrando casi siempre hacia dentro, hacia lo oscuro, lo negro.

Quien está cerca a veces tiene pistas y a veces no, porque la persona que está contra el mundo también lo está de algún modo contra ti, a pesar de que las apariencias dicten amistades que no existen cuando uno no puede ver más allá de su congoja.

Son varias las veces que he tenido gente querida al lado sumida en procesos de hundimiento y me reconozco torpe para investigar, tener la habilidad para comprender que no hay agresividad hacia mí, sino un torrente de desasosiego que se canaliza en todas direcciones.

Deberíamos recibir lecciones de psicología básica para saber si a un ser humano que se hunde le resulta contraproducente o no que tú le digas que sólo se vive una vez, que el daño producido tiene como gran perjudicado al mismo que lo provoca y que sumirse en la negrura del no ver sentido a nada lleva a cerrar las ventanas a cualquier escapatoria.

Se me cae el alma viendo a un ser querido así.

El tiempo pasa deprisa, la vida es una, sin borrador ni local de ensayo; pero para ver eso se necesitan luces, focos, al menos una rendija.

Me gustaría tener las claves para encontrar esas rendijas que me lleven a aportar luz, y aire, a aquél que se queda encerrado en su propia trampa.

viernes, octubre 21, 2011

Paz

La memoria suele ser frágil, pero hoy nadie nos puede quitar la alegría de saber que ETA deja de matar.

En los momentos más sanguinarios de la banda, durante decenios, todos hemos soñado con una portada de periódico como la que encontramos hoy en los kioscos, y si algunos no valoran con euforia este comunicado de ETA es porque nuestra democracia ha ido acabando con ellos de forma paulatina hasta casi ningunearlos.

Sé que, en momentos históricos como los que estamos viviendo, se impone la altitud de miras y la llamada a la concordia. No puede ser de otro modo. Como sociedad civilizada y señorial que somos, nuestra meta debe ser la defensa de este Estado democrático en el que cabemos todos, defendiendo con fuerza la posibilidad de que quienes no quieran estar con nosotros así lo expresen de forma rotunda a través del voto.

Nuestra memoria, sin embargo, no se puede resetear.

ETA nació al mismo tiempo que yo, y he pasado toda una vida oyendo acerca de sus fechorías, su bajeza y los tiros en la nuca. Una mirada a la infancia me lleva a paseos camino del colegio de la mano de mi madre en que yo le preguntaba el porqué de tanto odio y crueldad.

Ahora se van como payasos, con la cara tapada y una boina, sin la gallardía de pedir perdón.

Me alegro profundamente de que el pueblo vasco vuelva a estar libre de llevar esa pesada carga y el resto de los españoles, junto con ellos, podamos, por primera vez en nuestra historia, presumir de una democracia en paz.

¡Ha sido tanto el dolor!

domingo, octubre 16, 2011

Miserables

Hace unos años capturaron a un joven treintañero, parisino, de aspecto impecable, que trabajaba en la Défense, el barrio financiero de la capital francesa, lleno de rascacielos acristalados, desde el que se ve el mundo con otros ojos, vestido con traje de chaqueta de marca y con la cartera llena de tarjetas profesionales en las que tan importante como el cargo que se ocupa es el tono del color o la exclusividad de las fuentes de las letras.

Este chaval, avejentado por corbatas y una vida social que sólo se puede ganar con verdaderos años de esfuerzo, había estafado a su empresa, la enorme entidad bancaria Société Générale, más de 5.000 millones de euros.

El caso es que no lo había hecho para beneficio propio, sino que había conseguido burlar todas las seguridades informáticas, si es que éstas existían, para invertir y desinvertir a un ritmo febril en busca de ganancias rápidas, impactantes, que le hicieran subir como la espuma en su meteórica carrera hacia algún puesto en el consejo de dirección de su empresa.

A este chaval lo denunciaron, pero cuántos más como éste no habrá en la Défense, la City londinense, Wall Street, Shangai o en cualquier despacho de fondos de inversión de nuestro propio país.

Gente que juega a hacer dinero a base de toquetear un teclado de ordenador, para que clientes que están tomando el sol en las Bahamas se encuentren con la alegría de tener varios millones de dólares más en su cuenta a final de cada semana.

Paranoia financiera que nos está hundiendo.

Hemos asumido con naturalidad sueldos imponentes de presidentes de cajas de ahorro o entidades bancarias que nos cobran el céntimo por cada transferencia o movimiento en nuestras cuentas. Y a esas personas sin escrúpulos, y aquí soy intransigente, les están salvando el pellejo un día sí y otro no nuestros gobiernos.

¿Gobiernos de quién?

Gobiernos amedrentados porque la política parece haber dejado paso a la finanza. A la más maquiavélica de las actividades humanas.

Somos muchos los que nos levantamos antes de que amanezca para ir a trabajar. Y son muchos otros, gente cercana, a la que queremos, con nombres y apellidos, los que querrían hacerlo. A ellos y a nosotros nos toman por el pito de un sereno ésos que se dedican a jugar con nuestro dinero, sinónimo de esfuerzo, sin importarles las empresas que se destruyen o las miserias humanas que hay detrás de cada embargo.

Estoy convencido que a esos miserables se les puede regular por ley. Hay que querer.

viernes, octubre 14, 2011

Herencia

Cuenta mi padre que, montado en el autobús, se levantó del asiento para dejárselo a un anciano que apenas podía andar. Éste, orgulloso, le rechazó el ofrecimiento:

-¡Pero si usted es más viejo que yo!

El otro día, probándome una camisa, comenté:

-No me pongo esto ni muerto. Parezco un señor de 40 años.

Y tengo 44...

martes, octubre 11, 2011

Volumen

No dejar hablar levantando la voz es un fenómeno muy hispánico que suele venir potenciado por el estrés y, en muchos casos, por la mala educación.

No somos conscientes de hasta qué punto es incómodo y despreciativo el subir el volumen de tu voz cuando tu interlocutor intenta preguntar, aportar alguna idea o rebatir.

Los franceses, cuando se sienten interrumpidos de forma abrupta te dicen con calma y con la sequedad que les caracteriza: 'déjame terminar'.

Tendríamos que hacer un ejercicio de diagnóstico interior en nuestras relaciones con los demás, porque hay veces en que da la sensación de que no escuchamos cuando dialogamos sino que nos comportamos como monolitos que sólo saben meter baza y subir el volumen como argumento.

Si alguien nos habla, no está de más respetar sus tiempos, escuchar sin dedicarnos en exclusiva a buscar razonamientos que defiendan nuestras posiciones.

No tengo la fórmula mágica para hacer que mi interlocutor no levante la voz como estrategia, a no ser el hecho de no hacer lo mismo y, tras aguardar a que baje de las cimas de lo extemporáneo, decirle con todo el afecto: 'permíteme hablar'.

Aunque no está científicamente probado, creo que en ocasiones la buena educación es contagiosa.

sábado, octubre 08, 2011

Pas sur toi

Hay una hermosa canción de Zazie, compositora e intérprete de canciones llenas de contenido, en que habla y medita acerca de lo que ella no refleja en sus temas musicales.

Quienes escribimos solemos hacerlo acerca de lo que nos preocupa, nos inquieta, el mundo que quisiéramos cambiar, las incertidumbres que nos esperan, los desengaños vividos o los recuerdos de otros tiempos.

Y, como ella dice en su canción, 'je n'écris pas sur tout ce qui va bien, je n'écris pas sur toi'.

No escribimos que todo nos va bien, que somos felices, que la vida se comporta con nosotros de forma magistral.

En mi caso, además y por encima de todo, no escribo sobre la persona que me hace feliz, aunque ella lo sepa. No canto a los cuatro vientos mi amor porque siento equivocadamente que no es necesario cantar al amor, a lo evidente.

La fortaleza en mí desde hace ocho años está en ti, mis éxitos, mi capacidad de lucha y mis sueños agarrados. Las ilusiones, los mensajes que siempre llegan, los besos de buenos días, las historias compartidas, los amigos en común, los proyectos de viajes y los viajes ya vividos.

Contigo las risas y las escasas lágrimas de esta vida ya madura en que un día tuve la suerte de encontrarte. Contigo que me adoras y me haces sentir querido como nadie se puede sentir más.

Si no escribo sobre ti es por torpeza, porque llenas espacios que hacen dejar a un lado las preocupaciones y me introducen en un esquema vital en que se da por supuesto el amor.

Pero el amor hay que cantarlo a diario.

Te quiero.

miércoles, octubre 05, 2011

Cómicos

No olvidaré el vacío que sentí en el estómago cuando, en plena vorágine del rodaje de la primera escena de nuestra película, vi el abrazo entre Carmen Tamayo y Rubén Carballés justo antes de interpretar un momento especialmente complicado.

En un rincón de la casa, apartados, se abrazaban para meterse en la piel de Gloria y El Pirata, escondidos, antes de presentarse delante de veinte personas, tres cámaras, dos grandes micrófonos y una ilusión colectiva enorme.

Este mes de rodaje me ha servido para ponerme a prueba en muchos sentidos, pero sobre todo para aprender.

Un oficio tan viejo como el propio hombre, en esa necesidad de contarnos de forma creíble lo que habita en nuestra interior: risas, desgracias y cotidianeidad.

Estoy deseando ver en la gran pantalla el ataque de histeria que le entra a Gloria cuando prueba un trozo de pastel de hachís, o la violencia en la cara de Yann cuando Lola le ningunea, el desasosiego de Roberto cuando imagina a su mujer secuestrada, la dulzura de Marga al confesar a su madre todos sus miedos...

Son los actores personas con un oficio tan hermoso como duro. No tener, salvo excepciones, una nómina a fin de mes ni un proyecto de vida claro porque no saben dónde estarán al terminar la próxima obra, la siguiente película o serie de televisión.

Consiguen hacernos cómplices observadores de otras vidas y nos abstraen de nuestras rutinas.

Nos excitan, nos hacen reír, provocan dudas en nuestros comportamientos, nos emocionan, se desnudan para mostrar la naturaleza humana en situaciones extremas y, con ello, nos hacen practicar una de las terapias más reconfortantes que puedan existir: eliminar por algún rato nuestra unicidad y permitirnos volar con ellos hacia otros espacios que no son los nuestros.

Nos dejan sus miradas, los instintos y sus miserias para hacernos entender mejor el alma humana.

domingo, octubre 02, 2011

Penas

La inteligencia emocional es uno de los grandes avances en la investigación del ser humano de los últimos decenios. Al menos, así nos lo han vendido. Definida como la capacidad del hombre para entender al otro, ponerse en su piel, manejar sus propios sentimientos y entender los de las personas que tiene alrededor.

Cada vez más valorado a nivel laboral, soy consciente de su importancia en las relaciones nuestras del día a día.

¡Hay tanta gente analfabeta en ese sentido! Personas que tienen cualidades tremendas a nivel intelectual, o bien situadas socialmente o con grandes dotes para actividades específicas y apreciadas que, sin embargo, se hunden ante una mirada o no saben acercarse al círculo social que les rodea sin meter la pata.

Uno de los mayores fallos que yo observo a ese nivel emocional en lo que respecta a las relaciones sociales, o de amistad, es el querer utilizar la pena como argumento. Pretender, enmascarado en una proyección de compasión, llegar a la fibra sensible del amigo a través de la desgracia.

Todos tenemos nuestra dosis de dolor. Sí, cierto que algunos parecen haber nacido estrellados, pero son pocos. Recrearnos en nuestras miserias para retener a gente querida es una estrategia perversa.

De inteligentes, emocionalmente hablando, es dar lo mejor de nosotros mismos en nuestro contacto con la sociedad. Primero por una cuestión de generosidad, segundo por sentido común y tercero, por egoísmo. Egoísmo porque, siendo una persona que transmite buen rollo, estamos lanzando boomerangs de buen rollo hacia nosotros.

La gente no quiere más problemas de los que ya tiene y no debemos, nunca, abusar de las penas.

Cuando éstas vengan, que vendrán, tendremos todo un ejército de amigos que estarán ahí, pendientes de nosotros, para confortarnos sin tener que explicarles nada.