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domingo, abril 30, 2023

Vómito

A la primera persona de mi entorno a la que confesé mi homosexualidad, tras un proceso doloroso que me carcomió por dentro, fue a mi hermana Mónica.

Era un viernes noche, estábamos en un bar de la Alameda, entre amigos, y mis hermanas comenzaron a hacer comentarios de lo bien que me iban las cosas. Hablaban de mí, de un veinteañero que no podía sufrir más su soledad bajo la capa de joven ingeniero, deportista, conversador, juerguista, viajero.

Esa noche di un grito de desesperación y salí del bar.

Mónica vino tras de mí, extrañada por mi reacción. Y volvió con la cantinela de lo bien que me trababa la vida, que no tenía derecho a quejarme, que cómo se me ocurría pegar ese grito...

Yo me monté en mi Clío y ella se puso delante, para bloquearme la salida. Me hizo bajar las ventanillas.

—¿A ti qué te pasa?

—Mónica, soy homosexual. —No tenía pensado decírselo, fue mi cuerpo quien expulsó la frase, no yo, cansado de tanta mentira.

A mi hermana se le cortó el cuerpo, la senté en el asiento del copiloto y vomitó. 

—Con las hermanas tan modernas que tienes —me decía, compungida.

Para mí hay un antes y un después de ese día. En esos meses hablé con mi padre, con mi hermano, con mis mejores amigos. Fue una terapia de liberación de una magnitud imprevisible para mí.

El otro día, casi un cuarto de siglo después, lo recordaba con Mónica. Ella guardaba una imagen mucho más dulce de ese momento. No recordaba mi grito, ni cómo me hizo frenar, ni el vómito que le provocó la noticia.

Es curioso cómo los humanos organizamos la biblioteca de nuestros recuerdos.


Raro

Cuando empecé el bachillerato comprendí que mi futuro era complejo.

En edades tan tempranas ya hay que tomar decisiones que marcan. ¿Ciencias o Letras?

Mi vida es un constante sentimiento de ser un intruso. Elegí Ciencias porque me gustaban las Matemáticas, la Física, porque mis amigos la elegían y por esa presión soterrada de desprecio a lo humanístico. 'Con lo buen estudiante que eres', me decían. Eso sí, no terminaban la frase...

Mi dilema era que, por encima de todo, disfrutaba con la Literatura, el Arte, la Lengua, la Filosofía. Ganaba concursos de relatos, leía como si me fuera la vida en ello. Así que decidí hacer Ciencias, manteniendo la asignatura de Literatura.

¡Se podía!

Lo que ocurrió es que sólo yo eligió esa opción.

Yo era el bicho raro. El que decidió no hacer la confirmación en un colegio de curas, el que destrozó los horarios pidiendo Literatura en Ciencias.

Al llegar esas clases yo tenía que cambiar de aula. Me iba con los de Letras. Era como entrar en casa. Sus preocupaciones eran las mías, nos prestábamos libros, analizábamos el futuro. Yo me sentía más de allí.

Mis propias decisiones, las de un joven desnortado, me llevaron a estudiar Ingeniería, lo que me ha posibilitado una vida laboral exitosa y una estabilidad en lo económico.

Sin embargo, al volver del trabajo, no leo revistas de automóviles ni veo programas de televisión sobre avances tecnológicos.

Cuando llego a casa me dedico, rodeado de libros, a escribir textos tan inocentes como éste, para decirme a mí mismo que nunca me traicioné.

sábado, abril 29, 2023

Desorden

Bajaba en tren hacia Sevilla, cuando aún no existía el AVE.

Tenía 20 años, había recorrido media Europa con mi amigo Francis, que se quedó en Madrid, y regresaba a casa con los pulmones llenos de la alegría que da conocer el mundo.

Estaba absorto en una novela hermosa de Millás, 'El desorden de tu nombre'.

—¿Qué lees? —Me preguntó un chico mayor que yo, de acento mexicano.

Le pasé el libro y, entusiasmado, le expliqué de qué iba, mientras me escuchaba con los cinco sentidos.

Él, sentado frente a mí, me explicó entonces que viajaba asustado. Su familia, bien situada, lo había enviado desde México a un retiro en una finca de Córdoba, para desengancharse de las drogas. A mí esa historia me marcó en carne viva. 

¡Qué historias se aprendían viajando!

Me enseñó unos botecitos de plástico con un líquido transparente, que tomaba para soportar el síndrome de abstinencia. ¡Estaba tan solo!

Yo quise irme con él. Dejar mi vida de estudiante a un lado e irme con él. A desengancharme también de drogas que no tomaba.

Le regalé mi novela sin terminar, donde le dejé unas palabras, mi dirección y el teléfono de casa de mis padres. Me temblaba la mano al escribir.

—Si necesitas cualquier cosa, llámame.

Nos despedimos con un abrazo desgarrador en la estación de Córdoba.

Yo, un pipiolo de 20 años, metido en mi coraza, sentí la fuerza del enamoramiento por primera vez.

¿Llamaría alguna vez a casa de mis padres?

Cachivaches

Hay casas llenas de cachivaches.

Algunas tan exageradas que dan que pensar acerca de la complejidad mental de quien la habita.

Yo una vez hice terapia. Más por ganas de conocerme que por tener un problema en concreto. Todos tenemos nuestras taras. Me apetecía enfrentarme a un desconocido que tuviera herramientas para analizar mi conducta, la forma en la que veo las cosas, los miedos que me atenazan, las ilusiones que me alientan al despertarme cada mañana.

Yo al terapeuta lo llevaría a la casa del paciente. Que se sentara en el sillón que este le propusiera y se dejara llevar por el entorno. Seguro que encontraría pistas más que suficientes para enfocar la conversación.

¿Qué hay en la cabeza de una persona que vive sin un espacio vacío en paredes llenas de cuadros, fotos, jarrones y reliquias? ¿Qué hay en la de quien tiene los muros blancos?


Irracional

Estaba soñando y me dije, esto va para uno de mis textos de las cinco de la tarde.

Venía a cuento, porque estaba pensando en la fuerza de lo irracional. En el poder de lo que no tiene lógica. Vivía una escena absurda y decidí que tenía que escribirla, escribir cuántas veces nos mueve lo que no tiene sentido.

Y ¿qué más absurdo que en mi sueño me diga a mí mismo que escriba un post?

Hay una película de Di Caprio, Origen, que me maravilló, acerca de las distintas capas de nuestros sueños. Cómo podemos llegar a analizar esa vida subconsciente estando dentro de ella.

Esta noche me desperté varias veces, angustiado, porque el portátil de empresa se me había estropeado. Todo me llevaba al trabajo, a antiguos compañeros, a tareas sin terminar, a objetivos sin conseguir.

De golpe, apareció un elefante, sonriente, y se me sentó a mi lado. Los dos mirábamos el ordenador roto y  nos reíamos. El elefante quiso echarme la pierna por el hombro, tal vez para consolarme, y casi me aplasta en el intento.

Fue entonces cuando me dije, Bore, esto tienes que meterlo en un texto.

El elefante se fue, el ordenador desapareció y yo me desperté con la idea de escribirme acerca del poder de lo irracional.

¡Qué no habrá en nuestras cabezas!

jueves, abril 27, 2023

Los barrios

Hay quien piensa que en España todos tenemos las mismas oportunidades.

Hay quienes pensamos que no.

Que todo chaval puede llegar a obtener la licenciatura que quiera, si tiene capacidad para ello, es cierto. Nuestro sistema de becas lo permite.

Pero no podemos pararnos ahí. Lo fácil es decir que quien quiere, llega, y olvidarnos de que existen barrios marginales, abundantes, en los que a muchas familias les resulta imposible tener a sus hijos en la universidad hasta los 22 o 23 años; donde no hay un entorno propicio para el aprendizaje, porque lo que se necesita son manos para sacar adelante la maltrecha economía de la casa.

Es duro de admitir, pero a mí me resulta difícil encontrar un compañero ingeniero industrial que no venga de clase media, media-alta. Me encantaría que llegasen de zonas degradadas de la ciudad, pero no es así., salvo excepciones muy contadas, que yo no conozco.

No es que a mí nadie me haya regalado nada para llegar donde estoy, es que a otros muchos no se les dieron las herramientas para poder hacerlo. No reconocer que fui un privilegiado frente al que nació en las Tres Mil Viviendas es no estar en el mundo.

Teníamos dos padres cultos, en una casa llena de libros, viajábamos, había ambiente de estudio, podíamos permitirnos dedicarnos sólo a preparar nuestro futuro.

El discurso de que todos tenemos las mismas oportunidades es peligroso, porque no contempla la desventaja que comporta haber nacido con menos recursos, incluso en condiciones miserables a veces. Sí, miserables. Sí, en nuestra propia ciudad.

Y problema que no se ve, problema que no existe. Problema que no existe, no requiere solución.

Un país no puede ser sano si no admite que hay que invertir en quienes salen con quinientos metros de desventaja al sonar el silbato.

A un recién nacido no se le puede decir que escogió el hogar equivocado.

Llamadas

No hace tantos años, recuerdo las tardes tontas en las que hacía llamadas largas, de apagar luces, tumbarme en la cama y concentrarme en una charla sin prisas con gente que me importaba.

A día de hoy, esas personas me siguen importando, mucho, pero las charlas se han sustituido por frases cortas llenas de emoticonos en las que nos ponemos al día de dos o tres cosas fundamentales cada cierto tiempo.

Casi molesta que suene el teléfono si no te avisan antes de que te van a llamar, lo que no es negativo ni positivo. Hemos reinventado la forma de comunicarnos para privilegiar el mensaje a la llamada y así dominar nuestros tiempos. Te escribo cuando me place, a cambio dejo que me respondas cuando encuentres un hueco para mí.

El mensaje es más frío que la conversación, no hay duda. La charla arropa más que un par de corazones rojos. Somos cada vez más prácticos, sí, pero, ¿a cambio de qué? Ganamos en libertad. Perdemos en calidez. 

¿Cuál es el resultado de esa cuenta?

Cada vez hay más días en los que gente que vive sola, mucha, no abre la boca desde que se despierta hasta que se va a dormir. 


miércoles, abril 26, 2023

Caseta

—¿Sabe usted dónde está la caseta del partido político X? —Me preguntó un hombre muy mayor, bien trajeado, que caminaba solo por una Feria abarrotada.

—Ni lo sé ni quiero saberlo —le respondí, a esa hora en que cae la noche y uno ya lleva más rebujitos en el cuerpo de los que se podría beber en un año.

El señor no conectó con mi sentido del humor y me sentí mal.

—Espere un momento. —Tomé el móvil y busqué en Google, la caseta no estaba lejos de dónde yo andaba—. Está aquí al lado, señor. ¿Me permite que le acompañe?

Allí lo dejé, más contento que unas castañuelas al ver a los amigos con los que había quedado. Yo me dije que nunca entraría ahí, pero luego, de vuelta, me pregunté qué habría pasado si ese hombre me hubiera invitado a entrar para tomar un rebujito. 

Hubiera dicho que sí, sin duda.

Hay que quitar dramatismo.

(Tengo que quitar dramatismo)

Cirugía

—Quiero elegir Cirugía pediátrica.

La Feria te da la oportunidad de conocer a gente nueva y la inexistencia de horarios permite hablar largo y tendido con quienes te ofrecen una sonrisa.

—¿Es por tradición familiar? —Le pregunté.

Guapísima en su traje de gitana, la joven madrileña, novia del hijo de unos amigos de Pamplona, me decía que no, que ni siquiera había médicos en su familia. Sin embargo tenía claro, de siempre, cuál iba a ser su especialidad en caso de sacar nota suficiente. Me explicó las operaciones a las que ha asistido en el hospital de la Paz con tal emoción que pareciese que me hablase de una experiencia lúdica.

A alguien con una pasión tan definida no le puede ir mal. Sí, que en el brillo de sus ojillos también habría algo de rebujito, pero su determinación la transmitía con todo el cuerpo. 

Qué ventaja nacer con vocación.

Hay quien llega a la jubilación sin saber, aún, a qué se hubiese querido dedicar.


jueves, abril 20, 2023

Rodolfo

A mí todos los Rodolfos me caen mal.

Es una frase que puede ser estrictamente cierta, porque a los dos Rodolfos que conozcas no los soportes, pero es perversa de raíz. Porque se eleva a la categoría de verdad absoluta lo que es una verdad particular.

Ésa es la base del populismo.

Conoces a dos catalanes engreídos y ya elevas a un axioma que todos son así, te encuentras con un asturiano desagradable y ya no los puedes ni ver. De ahí que haya quien aproveche la nacionalidad de un atracador, el nivel social de un maltratador o la orientación sexual de un energúmeno para difundir mensajes que malmeten contra colectivos completos.

Nos bombardean con historias disparatadas para hacernos creer en mil complots retorcidos, con el único objetivo de que perdamos la fé en la humanidad y tiremos por la borda todos los derechos adquiridos.

¿A quién le interesa que eso ocurra?, te puedes preguntar.

A quienes ya tienen el poder y los privilegios. Ésos nos quieren asustados, desconfiados e insolidarios para que a nadie se le antoje comerse su pastel.

Guerra

Cada mañana, al levantarme a horas que deberían estar prohibidas, veo un vídeo de youtube sobre la guerra de Ucrania. Dura cinco minutos, es el parte del día anterior, muy crudo en su contenido, habla de los avances, las explosiones, los muertos.

No lo hago por morbo ni por recrearme en el drama, sino por pura limpieza emocional.

Es un momento de instrospección, cuando aún no ha amanecido, en el que me pongo en la piel de esos chavales aterrorizados por la suerte que les ha tocado vivir. De uno y otro lado. Ucranianos y rusos son víctimas del más detestable de los impulsos humanos, la guerra.

Mientras un sátrapa duerme en colchones mullidos, sin saber cómo salir del atolladero en el que ha metido a su país, hombres que no se conocen, ni se odian, matan por no ser muertos.

Cuántos cientos de miles de vidas destrozadas por el capricho de un viejo demonio que no tendrá perdón jamás. 

No puede haber olvido.


miércoles, abril 19, 2023

Cremas

Cuando era un joven imberbe y atormentado, no le veía sentido a las cremas antiarrugas.

Esa época en la que uno nace al mundo de los adultos con las hormonas revolucionadas, tras abandonar el paraíso de la infancia. Los años en los que comienzas a entender que los padres envejecen, que los abuelos mueren, que habrá un tiempo en el que tendrás que ganarte la vida sin red de protección.

Idealizamos la juventud, pero yo recuerdo con pánico la adolescencia.

En esos tiempos yo veía los anuncios de cremas hidratantes y me planteaba, dramático, para qué. ¿Qué sentido tenía echarse potingues si antes o después la piel se iba a caer a trozos?

Los años, con paciencia, te dan la sabiduría del presente. ¡Claro que viene bien una crema antiarrugas! Porque la única verdad es la de ahora. La única piel que existe es la de hoy. Cuanto más mayor te haces más te das cuenta de que ese futuro terrorífico que nos iba a comer no existe. No está en ningún lado.

Habrá otros presentes en los que seremos otras personas con diferentes ganas de vivir.

Hoy, en cambio, quiero verme guapo. Quiero verme bien. 

Discapacitado

Iba con prisa. No sé qué tenía qué hacer, pero se retrasaban al traerme la cuenta y quería pagar rápido.

Entonces me di cuenta de que el camarero tenía algún tipo de discapacidad. Desmontaba la mesa de al lado con cierta dificultad, lo que le obligaba a dar varios viajes para terminar de recogerla, limpiarla y volver a vestirla.

De pronto se me fueron los agobios. No había nada tan importante que no pudiese esperar unos minutos. Me asomé a la ventana del bar y respiré hondo, entregado al placer de ver a los peatones caminar. Apenas quedaba gente en el local, por lo que ese chaval no tardaría en venir, como así fue.

―¿Qué tal estaba todo? ―Me preguntó.

―Riquísimo ―Saqué mi cartera, pagué y le sonreí.

Algo estaremos haciendo bien.

martes, abril 18, 2023

Soportar

La fuerza de voluntad es una virtud que compensa a la brillantez a la hora de conseguir tus logros.

La brillantez, por sí sola, se queda demasiadas veces en nada. 

Tengo la suerte de haber nacido con una gran dosis de determinación, tanta que los días se me hacen cortos para todas las cosas que se me pasan por la cabeza y me hacen disfrutar. Que haya una parte de mí que se dedique al proceso creativo es un privilegio del que soy consciente, de ahí que me exija la mejora continua, el aprendizaje, experimentar, proponer, formarme, analizar lo que hace el otro, contemplar el mundo con los ojos de quien quiere encontrar la belleza, el sentido, la emoción.

De ahí que encadene mi trabajo en la empresa con cursos de edición, horas de escritura, actualización de contenidos, planificación de tareas, esquemas de proyectos nuevos.

A Fran lo tengo frito, porque convivir con una persona como yo casi que le obliga a estar alerta. Él, con negocio propio y amante de la decoración, llega a casa algunos días reventado. Me ve con mis cosas y me pregunta. Yo le explico lo que tengo previsto hacer antes y después de cenar y él me mira mal.

No te soporto.

Si me lo dice con el morro demasiado fruncido, me lo llevo de cervezas.

lunes, abril 17, 2023

Congreso

Gracias a mi querido José de la Rosa, asistí la semana pasada a un congreso internacional de escritores independientes, traído a Sevilla desde Estados Unidos.

Qué nervios.

Los organizadores habían alquilado un espacio inmenso en un centro comercial, con varias salas de cine reservadas para las conferencias, algunas en inglés, otras en español, donde eminencias venidas de medio mundo nos iban a poner al día de todo lo que se cuece a nivel de métodos, marketing, tendencias...

Mi sensación era ambivalente, feliz en todo caso, porque se juntaba mi yo escritor con ese otro Salva que se ve como un intruso.

Ya en la recepción, mientras nos tomábamos el café, cientos de escritores, íbamos presentándonos de manera informal.

—Yo soy de novela romántica —me decía una, mientras me daba su tarjeta.

—Yo soy de novela criminal —me decía otro y me indicaba su instagram.

—Yo de histórica.

—Yo de ciencia ficción.

Dios mío, pensaba, y yo ¿de qué soy? ¿Qué escribo yo? 

¿Qué hago yo aquí?

Prefería sonreír y no dar muchas explicaciones. La gente estaba tan motivada que tampoco me iban a prestar mucha atención. Así que, según me venía a la cabeza iba inventándome el género.

Escribo novela social, lo mío es narrativa contemporánea, mi fuerte es la literatura psicológica, es escritura cinematográfica, humanista, urbana.

Cuando a mí me hubiera gustado decir que yo siempre he querido escribir como Patricia Highsmith, como Paul Auster, como John Irving. Que me gusta construir historias donde el ser humano y sus preocupaciones estén en el centro, novelas entretenidas con mucho corazón, que pueden ocurrir a cualquier tipo de persona en cualquier sitio.

Me venía a la cabeza la canción de los 'No me pises, que llevo chanclas'.

¡Y tú, de quién eres!

¡De Fulanita!

Venía otro con la tarjeta y yo tragaba saliva.

¿De quién soy yo?

Os quiero

Hay reuniones de trabajo con fábricas lejanas en las que, en contadas ocasiones, la tensión sube a la estratosfera. El hecho de estar a miles de kilómetros de distancia, en esas situaciones, aumenta la desconfianza. Les presento resultados con los que no están de acuerdo, con lo que el tono de voz empieza a descontrolarse, unos hablan por encima de otros, me interrumpen al hablar, se monta la de San Quintín.

Entonces, en esas contadísimas ocasiones, yo les digo.

Os quiero.

Y los dejo planchados. Les hago partícipes de alguna anécdota del pasado en común para confirmarles el aprecio que les tengo, a ellos, a sus equipos, a sus fábricas.

Estoy de vuestro lado les insisto, porque, además, es verdad.

Es ahí cuando las aguas vuelven a su cauce, empezamos a escucharnos de nuevo con respeto y tratamos de llegar a una solución.

No hay un solo objetivo empresarial que merezca que se pierdan los modales.

jueves, abril 13, 2023

Corte Inglés

¡Acelera! Gritó Fran.

Sin poner en duda la orden, le di caña al coche. 

He visto un hombre caído en la calle Crédito, cargado con unas bolsas de El Corte Inglés.

Había que dar un enorme rodeo por Lumbreras, Guadalquivir, Torneo y Calatrava para llegar de nuevo a ese cruce de la calle Crédito con Lumbreras.

Di un frenazo y nos asomamos. Ya había gente alrededor del chaval, con la cara blanca de haber sufrido una especie de síncope. Ya habían llamado a una ambulancia.

Qué de alegrías juntas. 

Que ese joven se recuperase, que la gente hubiese reaccionado en su ayuda, que mi marido me gritase para acelerar el paso.

Hay tardes preciosas.

Humanista

Está mal vista la reflexión profunda. El pensamiento humanista. Preguntarnos a nosotros mismos qué somos, por qué hemos llegado hasta aquí, qué tenemos, con qué contamos, dónde queremos ir.

Da pereza la gente así, nos decimos, la que se come la cabeza con inquietudes transcendentales.

Asustan.

Tal vez porque quienes así actúan nos ponen frente al espejo de nuestra superficialidad.

'Ya está Salva comiéndome la cabeza', pensarás.

Sí. Ya estoy aquí de nuevo. El Salva que disfruta con cuestiones que no llevan a ningún lado. 

Es más fácil desviarse a la sencillez de asomarse a Instagram para ver vídeos de gatos. 

Nos da miedo pensar, apagar la luz, hacer balance, poner la música flojita, quitarla incluso.

Da miedo quedarse solo, a oscuras, sin nadie más que uno mismo. Repasar qué es lo que no me gusta de mí, qué es lo que no cambiaría por nada del mundo. Buscar al chaval que fui, al ingeniero en el que me convertí, al viajero impertérrito, al escritor intruso, al filósofo frustrado, al hermano, al hijo, al amante, al amigo que soy, que fui, que seré.

Vamos corriendo, espantando moscas, pensando comidas, planeando compras, haciendo cuentas. Buscamos distraer la mente, que no nos ataquen los monstruos. ¡Pon la tele! No queremos admitir que existen, nos tapamos los oídos por dentro, cerramos los ojos de dentro, de ese interior al que no puedes acceder más que tú.

Por evitar los monstruos, no nos asomamos a la grandeza de lo que somos, ni practicamos la gimnasia de mirarnos lentamente, con cariño, para decirnos lo bien que lo hemos hecho hasta llegar a ser la persona que somos.

Por no querer ver nuestros monstruos, perdemos la oportunidad de disfrutar del ángel que hay en nosotros.

miércoles, abril 12, 2023

Brasil

Me gusta la gente que no duda un segundo cuando le haces una pregunta de cualquier tipo.

La cuestión es que también me gusta la gente que se queda bloqueada mientras busca la respuesta.

Yo soy de los dos equipos.

Ahora sí, las preguntas que tienen que ver con mis gustos culturales tienen respuesta inmediata en mí.

Si te interesas por saber qué libro, qué cuadro, que canción, qué poema... tengo clara las respuestas.

Si me cuestionas por la película de mi vida, te diré 'Estación Central de Brasil'.

La vi en el cine Avenida, con mi amiga La Polemique, en versión original. 

Acaba tan de golpe, tan en carne viva, que no pude retener la llantina al terminar. No sabía dejar de llorar. Quería que apagasen las luces del cine.

Una señora mayor escribe cartas a analfabetos en la estación central de Río de Janeiro. 

Una mujer muere atropellada tras dictarle una al padre de su hijo, un crío al que lleva de la mano. La escribidora de cartas, que presencia el accidente de la madre a la que acaba de atender, se apiada del niño, abandonado en medio de la estación, y usa la dirección que acababa de anotar en el sobre, nunca enviado, para atravesar todo Brasil, con el chaval, con el único objetivo de dejarlo en manos de su padre.

Sin apenas dinero, van de un autobús a un coche, de un coche a un autobús, a merced de quien los quiera transportar. 

Un camionero se apiada de ellos. La señora, arrebatada en su impotencia, cae rendida ante él. 

Hacen una parada en una venta perdida en medio de la nada y este hombre les invita a algo de comer, al verlos desfallecidos. Entusiasmada por la humanidad del hombre, entra en el baño para pintarse los labios, se atusa el pelo, se sonríe al espejo, loca por ese tipo que ha puesto sus ojos en ella, una mujer perdida desde siempre, que se siente transparente y sola. 

Cuando sale del baño, el camionero se ha escapado, aterrorizado por tal carga emocional. El niño, consciente de la escena, acude a consolarla, mientras ella llora con la frente en el cristal.

Nada más que esa escena, todo un tratado de vida, llenaba la película en sí.

Llegaron a su destino, vieja y niño. Encontraron al padre. Ella, sabedora de que la misión había terminado, se marcha cuando todos duermen y escribe una carta ya en el autobús, al chaval, que corre por las calles gritando su nombre.

Entonces se encendieron las luces de la sala de cine.

martes, abril 11, 2023

Caricias

Justo antes de dormir, Fran busca mis pies con los suyos, para que se los acaricie. 

Es un coscón.

Yo, que tardo en coger el sueño algo más, me esmero en hacer círculos con mi dedo gordo en la planta de sus pies. Esos momentos en los que voy perdiendo poco a poco la conciencia, que tan útiles son para un escritor, cuando descubro por qué esa escena aún no estaba redonda.

En cuanto cae rendido, Fran se convierte en un conejillo que da patadas hacia todos lados. A mí, hay veces que me despierta, otras no me doy cuenta y sigo a lo mío.

Con el masajillo del dedo gordo.

Entonces veo a Fran de frente y me pregunto, ¿a qué pie es al que le estoy haciendo cosquillas?

Resulta que es el mío, que en mi modorra nocturna comienzo a acariciarme a mí mismo. Mi pie derecho empieza un romance con el izquierdo, que se hace pasar por el de Fran, y no sé cuál de los dos pies disfruta más.

Qué gustazo es tener un rato para cuidar de nosotros mismos, aunque sea sin saberlo.

lunes, abril 10, 2023

Salud

Soy un analfabeto respecto a mi propio cuerpo.

Tengo la sensación de haber aprendido, lo poco que sé, a partir de enfermedades propias y ajenas. No tengo claro de qué tengo que estar pendiente, cómo interpretar los síntomas o cuántas veces trato mal a mi físico sin saberlo.

La única formación sanitaria que recibimos queda en los años del colegio y consistía en memorizar los nombres de las partes de los intestinos, la composición de la sangre y poco más. Lo más cercano que estábamos de tocar un cuerpo era un esqueleto de plástico lleno de polvo al que ya le faltaban tres vértebras.

Vivimos a diario con él, deberíamos ser especialistas en cuidarlo. Soy un huésped descuidado con mi propio caparazón, lo que me vuelve hipocondríaco por desconocimiento. Al no saber, siempre temo lo peor.

Hubiera sido precioso que me enseñaran a tocarme, a saber dónde están mis tendones, para qué sirve mi vesícula, que puede ser que me pase cuando me duele un costado, cómo se forman los gases, qué alimentos son buenos para mi corazón.

Seríamos una sociedad más sana, en lo físico y en lo mental, si la salud fuera una rama troncal de nuestros estudios. De poco sirve ser un genio en física cuántica o filosofía contemporánea si no vives seguro, y confiado, en tu propio cuerpo.

domingo, abril 09, 2023

Anonimato

El anonimato es el arma de los cobardes, de ahí que nuestros tiempos, plagados de sitios donde esconderse, sean su época dorada. 

La época de los miserables que se escudan en espacios que no se inventaron para ellos, sino para la creación, el libre pensamiento, el diálogo, la propuesta.

Aprovechan cualquier resquicio para escupir, arrojar piedras y esconder la mano. Personas con la piel muy fina cuando les contestas, aunque estés respondiendo a un nombre inventado con una foto sacada de una película de hadas.

Están por todos lados, agazapados, amargados, ávidos de carne, para pisotear a todo aquel que se mueve con libertad, a pecho descubierto y desnuda sus verdades, que serán ciertas o no, pero son las suyas. Disparan contra lo vivo, lo que se mueve, se ensañan contra el que ríe, insultan desde las tripas.

No soportan la felicidad de los otros.

No soportan, ni siquiera, la tristeza de los otros.

Son personajes con una característica común: la envidia. Esa serpiente que les corroe por dentro por no tener el valor de ser ellos mismos, ese veneno que les impulsa a destruir a aquellos que representan lo que un día quisieron ser y no pudieron.

Quieren arrasar con todo lo que esté vivo y arroje luz, para así habitar sin remordimientos en sus catacumbas de mediocridad.

Triunfo

Muchas veces los logros no se alcanzan porque olvidamos que los triunfos se consiguen poco a poco.

Por muy brillante que uno sea, o crea serlo, el camino hay que currárselo. Son pocos los que han pasado a ocupar portadas de periódico al día siguiente de ser desconocidos.

El enemigo es la prisa, creerse por encima del bien y el mal, que no merecemos sacrificio.

Yo creo en la constancia cuando algo te apasiona. Esa terquedad que nace del propio convencimiento, de saber que sabes, de creer en ti. Soy un convencido del conquistar a cachitos, de tardar meses en dar un salto de calidad, de llevarse años para conseguir un halago, de no desviar el camino pese a la indiferencia de los demás.

Veo a alguien con su pequeño negocio impecable, con su exposición de cuadros originalísimos, con la página web más cuidada de todo internet y me pongo a sus pies.

sábado, abril 08, 2023

Memoria

Tengo algo muy a mi favor, y es que tengo poca memoria.

Quizás por eso escriba, porque cuando aparece el fogonazo de la imagen. ya la quiero pintar con letras.

Así voy poniendo luz a la oscuridad del olvido. Leo lo que escribí hace veinte años y me sonrío, ya que no solo disfruto de lo que narraba, sino del personaje que era yo al redactarlo.

Hay temas sobre los que me repito, soy consciente, pero no me censuro, es más, disfruto leyendo la misma anécdota contada por mí con diez años de distancia. La esencia es la misma, los ojos son otros, el corazón está ya hecho a emociones diferentes.

De hecho, al releerme hay veces en las que me riño, por haber perdido la ingenuidad de entonces, tanto como que hay otras en las que me felicito, por ser un tipo más sabio que cuando creía conocer el mundo.

No tener memoria es tener más capacidad de sorprenderse, poder disfrutar mil veces por vez primera de una misma sensación.

Crisis

Los tacos tienen tal fuerza, que mejor decirlos en tu propio idioma.

Mi amigo Miguel nos había recomendado tomar una copa en el Marie's Crisis de Nueva York, tras alguna de nuestras cenas por Manhattan.

Así que allí nos plantamos mi hermana Raquel, Fran y yo, tras disfrutar en un mexicano fabuloso de comida muy picante y música a todo trapo que triunfaba en el subsuelo de la ciudad.

Mientras Fran se acercaba al baño, nos pedimos dos gintónics. El bar era famoso porque los cantantes de Broadway solían ir allí tras las actuaciones para cantar alrededor del piano. 

Saqué la tarjeta para pagar y el camarero, un señor bien mayor con cara de malas pulgas, nos gritó:

Cash!!!

Le expliqué que no teníamos dinero en metálico y él, en un gesto que no había visto en mi vida, le quitó la copa de las manos a Raquel y la vació en el fregadero.

Fue tal mi indignación que grité, cabreadísimo, lo primero que se me vino a la cabeza.

Fuck you!

Ese hombre se encendió como la cabeza de una cerilla y levantó la parte móvil de la barra para salir. Mi hermana y yo nos miramos y decidimos salir corriendo. Fran bajaba del baño y nos alertó. El hombre venía detrás con las manos en alto para agredirnos.

Tuvieron que separarnos, no sé cómo salimos de allí.

Ya en la calle, vimos un cajero justo en la puerta del bar. Con lo fácil que hubiera sido decírnoslo a la hora de pagar. 'No admito tarjetas, pero podéis sacar dinero justo a dos metros de la entrada'.

Cuando me cabreo mucho, digo para mis adentros, 'fuck you', y se monta la de dios en mi cabeza.

viernes, abril 07, 2023

Excursión

Soy de evitar los días iguales. 

Cuando mi padre planteaba una excursión, mi curiosidad siempre podía con mi pereza.

¿Y si ocurre algo y me lo pierdo?

Era, soy, una mezcla de aventurero, cotilla y peliculero.

Sabía que encerrado en mi habitación poca cosa iba a ocurrirme, tanto como que cada vez que salía por ahí venía con mil sensaciones en la cabeza y cosas que contar.

Ésa es la razón, desde entonces, por la que me ocurren tantas anécdotas. Me gusta meterme en todos los charcos. Acudo donde me invitan, me asomo donde hay jaleo, visito lo que me recomiendan, hago por conocer a aquel del que hablan bien.

Es más arriesgado vivir así, ¡claro! Se lleva uno muchos chascos, te topas con más impresentables de los previstos, llegas a sitios donde nunca hubieses querido estar.

Pero gana lo bueno. Gana la vida. 

Es mucha la gente que me dice, 'lo que no te pase a ti, Salva'.

Me pasa porque estuve allí, porque dije que sí, porque apagué la tele, me coloqué un jersey y me largué.

martes, abril 04, 2023

Veracruz

No soy creyente, pero ayer por la tarde, al terminar de trabajar, bajé a pasearme por las calles de Sevilla al encuentro de mi espiritualidad.

Vivir en el centro de esta bellísima ciudad es un regalo que no se debe despreciar, así que tiré de recuerdos para elegir un lugar donde apostarme y así disfrutar, de lleno, de alguna procesión.

Decidí ir a las puertas de la capilla de la Veracruz.

Sin prisas, porque no las tenía, esperé media hora a que se abriese la iglesia, instante en el que el silencio se apoderó de la calle. Ya la cruz de guía era un reclamo, 'Coge tu cruz y sígueme'. Un coro a capella, entre campanas, anunciaba la salida.

Con una austeridad sobrecogedora vi pasar a cientos de penitentes de riguroso negro, la mayoría descalzos, sosteniendo sus cruces. Sólo se ven las miradas, y manos de viejos, manos de mujer, manos de jóvenes, manos curtidas y manos aristocráticas agarrando la madera. Todos la agarran igual.

Con enseñas antiquísimas iba abriéndose cada tramo de nazarenos hasta aparecer el paso de madera, imponente, con cuatro hachones verdes.

Una saeta femenina, desgarrada, le daba la bienvenida al Señor, desde un balcón engalanado, a su recorrido por las calles de la ciudad. En cuanto acabó el quejío, una agrupación coral de voces masculinas emprendió la marcha, acompañando al crucificado más antiguo de Sevilla, pequeño, retorcido, venido desde los tiempos en los que la ciudad era puerto de América.

El silencio a su paso era estremecedor.

Silencio heredado de siglos.

Tras la representación colorida de nazarenos de las múltiples hermandades de Veracruz que existen por doquier, llegó el cortejo de la Virgen, a la que precedía una cruz de plata que todo el mundo quería besar, decenas de chavalillos repeinados vestidos de monaguillos repartiendo caramelos y un trío de músicos de cámara, con instrumentos de viento, anunciando la llegada del palio.

Al ver la imagen recordé a mi amigo Eduardo, el Conejo, al que no he vuelto a ver desde la etapa del colegio. Sí, también las procesiones nos llevan a la infancia.

El manto negro de la Virgen se fue alejando, lento, para dar por cerrada una procesión de puro clasicismo, elegancia, misticismo, armonía, majestuosidad. Todo estaba allí, nada sobraba. Cada cual tenía su función. Yo también.

Sí. No soy creyente. Pero ayer no fui a ver una escultura del siglo XVI ni a escuchar música de cámara. Ayer tarde fui a darle emoción al alma. Reivindico la espiritualidad de aquéllos que no creemos en Dios, la capacidad de sentir la pasión de la gente penitente, la emoción de quienes acompañan a su Cristo pidiendo por los que se fueron, el palpitar del corazón ante la grandeza de lo que ha creado el hombre en su búsqueda de la inmortalidad.

Claro que no bajé ayer a la calle como quien va a ver una exposición.

Bajé a sentir lo que siente el pueblo.

El pueblo del que soy yo.

lunes, abril 03, 2023

Tepesa

Tardé en empezar la mili lo que se me alargó terminar la carrera de Ingeniería. 

Podía haber optado por la objeción de conciencia, pero quería que ese capítulo de mi vida pasara lo antes posible, así que me enfundé en el traje de soldadito español en cuanto aprobé el último examen.

Fue una experiencia surrealista. Sacaba varios años a los reclutas, debido a mis prórrogas de estudio, lo que me dejaba aún más fuera de contexto.

Que me trataran como a un bulto con ojos me repateaba. Me gustaría decir que era diferente, pero no. Estuve allí y puedo opinar. En ese mundo era habitual la colleja al desfilar, el grito chusco al despertarte, el comentario de desprecio al que no llegaba. 

Cuando terminé la instrucción, y ya por fin podía dormir en casa, me programaba el despertador a las seis de la mañana para estar en estado de revista para la izada de bandera.

Iba en mi vespa. 

Justo antes de llegar al portón de entrada, había una indicación de tráfico que señalaba una fábrica de aceite, de la empresa Tepesa, que se encontraba a las espaldas del cuartel.

Todos los días, cuando aún la ciudad no se había despertado, veía ese cartel.

Tepesa. 

Y todos los días gritaba al viento.

¡Muchísimo!