—Me ha destratado, Salva.
Se refería a la camarera y a mí la frase se me quedó grabada. No hablaba de maltrato, sino de destrato, una palabra que no existe en la RAE pero que ejemplifica con sonoridad uno de las peores maneras de comportarse con alguien: el ninguneo.
Esa mujer que traía las copas era María Emilia, una uruguaya que se llevó un trozo de mi corazón cuando se fue a vivir a Montevideo.
Cada vez que paso por ese lugar donde nos conocimos, ese bar donde la destrataron, me acuerdo de sus pelos rojos y su manera divertidísima de relatar lo mundano de nuestras vidas.
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