De esos que llegan a los tobillos.
Feliz de haber encontrado la forma de pasearme por la ciudad sin sentir congelados los muslos, llegué una tarde a un club de lectura en Madrid. Tomé el AVE en Pucela y llegué justo a tiempo para compartir las impresiones de mi última novela con 'Un ratito para leer', un grupo de lectoras, y un lector muy especial, que me cuidan desde hace años.
El centro cultural estaba preparado, habían colocados sillas en círculo para empezar a charlar sobre la historia.
Hasta que crucé las piernas y aparecieron los calzoncillos por debajo de los tobillos.
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