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domingo, junio 27, 2021

Cumpleaños

Es triste felicitar por teléfono el cumpleaños a alguien querido y que te responda con un mensaje preparado, impersonal y anónimo.

Sé que estamos muy liados, pero no cumplimos años todos los días ni tenemos diez mil amigos. Llegamos a un punto de frialdad en las relaciones en que parece que todo se puede programar.

Quizás llegue el momento, o tal vez ya ha llegado para algunos, en que saludes a la gente conocida por medio de mensajes enlatados, para que no te olviden, pero sin comerse uno mucho la cabeza. Hoy es día 23, pues hoy salen los saludos a Marisa, si es lunes, toca preguntarle a mi hermana por mi sobrino. 

Ya ocurre en Navidad, en que recibes felicitaciones huecas, textos cursis a los que no le han dedicado más que el tiempo de reenviar. No hay nada más frío que te digan que disfrutes con tus seres queridos. Suena a alcanfor.

Reenviar, reenviar, reenviar. Te paso la patata, que no tengo tiempo. Pero que veas que sigo aquí.

Nos da miedo quedarnos solos, pero nos curramos poco el evitarlo.

Si alguien se acuerda de ti en un día especial, respóndele al menos por su nombre.

Incaico

Llevábamos tiempo organizando esa cita. Joaquín nos había hablado maravillas del restaurante Noor de Córdoba, un dos estrellas Michelín, en el que no sólo se come bien, nos decía, sino que te tratan con una suerte de coreografía del buen servir con los ojos puestos en el pasado califal de la ciudad.

Allí nos plantamos este sábado, con la ilusión que proporcionan los sueños trabajados.

Tras lavarnos con agua de rosas las manos, nos llevaron a la mesa. Nos explicaron el concepto del menú, elaborado con productos de la época, mucho antes que nos trajésemos patatas, tomates o cacao de América. Nos tenían preparados para la inmersión.

Quien nos explicaba esto era un chaval de orejas desabrochadas que delataba, por sus ojos y por su acento, que él sí venía de ese continente desconocido por entonces. Con una exquisita profesionalidad, ejercía de maestro de sala y daba las instrucciones al resto de personal para ir sirviendo cada plato.

A mí me sigue produciendo un cosquilleo de satisfacción comprobar que aquéllos que un día debieron dejar su tierra, para hacerse con una vida mejor, consiguen triunfar en su desempeño profesional.

Él nos condujo por ese viaje culinario a épocas musulmanas en las que su tierra hablaba inca, quechua o aymará. 

Es maravilloso reencontrarse en igualdad.

viernes, junio 25, 2021

Proponer

Hay que saber elegir a quién propones algo, aunque lo desees, porque los rechazos duelen, por muy deportista que uno tenga el espíritu.

Con el tiempo debemos aprender a manejar con destreza el arte de la contención, en lo que a las relaciones humanas se refiere, aunque resulte doloroso admitir que se necesiten estrategias con la gente cercana.

Son muchas las ocasiones en que me acuerdo de alguien para un viaje, para una cena, para un café, para una charla. Hace años no me lo pensaba, tal como surgía la idea pegaba un telefonazo. Con el tiempo he aprendido a respetar los espacios, las desganas, los tiempos en los demás, de modo que trato de encontrar el momento exacto en que creo que voy a obtener un sí.

Normalmente acierto.

Las negativas, las excusas, los enredos a la hora de contestar acaban entretejiéndose en tus días futuros y llega la ocasión en que esa persona que normalmente dio largas termina por desaparecer de tus planes.

Soy afortunado al tener a mucha gente con quien compartir encuentros luminosos que nos ofrece el tiempo que sólo es nuestro, así que me puedo permitir el no malgastar oportunidades escuchando negativas de gente a la que quiero.

Ellos saben que estoy aquí.

jueves, junio 24, 2021

Fiesta

Es un gustazo convivir con una persona que consigue hacer de cualquier cena entre semana una celebración de la vida.

No es una actitud ligada a la frivolidad ni existe una ingenuidad larvada en él, sino una visión clarividente de lo que significa el presente. Un territorio donde no se esconden las cartas porque todo se juega en el ahora.

Sé que encontré la horma de mi zapato al cruzarme con Fran, porque no hace falta más que una mirada para entender que no hay excusas para festejar que estamos vivos, que somos afortunados. Que tenemos mucho que compartir. 

No regateamos nunca para posponer lo que podemos disfrutar hoy.

Orgulloso de cómo hace frente a los problemas de salud en su familia, siempre atento a echar un cable a sus amigos, experto en escuchar a quienes acuden a él en busca de su sonrisa, la fuerza en él es la vida en mí.

No hay día, en los últimos dieciocho años, en que no me haya lanzado un piropo de amor.

Manualidades

Soy un entusiasta de las manualidades como tratamiento para la ansiedad.

A mí me divierte montar vídeos simplones, colorear imágenes con Photoshop, recortar etiquetas para los corchos de mis novelas, construirme gráficos para analizar cualquier hecho histórico, dibujar ciudades inexistentes con el detalle del picaporte de cada ventana.

Nunca es una pérdida de tiempo ejercer el sano ejercicio de concentrarte en hacer una chuminada, porque esa actividad seguro que desalinea a todas las neuronas del cerebro para despejarlas de cosas mundanas y enviarlas por un rato al recreo. A que no piensen con transcendencia, a darles el gustirrinín de sentirse libres de atender conversaciones, de interpretar lecturas complicadas, de pensar qué, cuándo y por qué.

Es la antítesis de la pereza, pero también del drama.

Cuando uno se esmera en construir algo con las manos está disfrutando de un mundo propio sin invasores, donde no existen interferencias y todo se limpia. Estás concentrado en rellenar esa esquina de naranja, en la que pones todos tus sentidos, mientras por tu cabeza navegan imágenes de ti para irse colocando a su bola en las estanterías de tus deseos e inquietudes, en una suerte de inventario donde tú haces la vista gorda al continuo martilleo de lo cotidiano.

miércoles, junio 23, 2021

Estupidez

Hay personas con abundantes valores personales que, sin embargo, basan su fuerza en la estupidez.

Van de estúpidos por la vida.

Con esa aureola, que ellos pretenden atractiva, de mostrarse inaccesibles a aquéllos con quienes se relacionan, abusando de sus cualidades para intentar crear el mito.

Suelen ser personas inteligentes, muy preparadas, repletas de capacidades. De no ser así, no se podrían permitir esa chulería. Si los ves en las redes sociales siempre tienen cara de mosqueo, con miradas perdonavidas y frases inapelables. Son los que no responden a los mensajes, los que no ponen me gusta en las redes, los que hacen que no te ven por la calle, los despegados. Los incapaces de piropear.

Son individuos que entendieron mal lo de 'hay que quererse a uno mismo' y lo transformaron en un ego descontrolado. 

No están tan lejos, a mí se me vienen a la cabeza personas muy concretas, algunas que me leen a diario, con las que trato de vez en cuando. Ésas que parece que te van a cobrar por escucharte, que no regalan una sonrisa, que no preguntan cuando le cuentas algo; porque todo eso implicaría demostrar un interés que ellos no tienen por ti. Por nadie.

Incapaces de decirte lo que les gusta de ti, observan el mundo desde su muralla.

A ellos todo les aburre, salvo que seas alguien más estúpido que ellos o tu apellido se escriba en ruso. Entonces pierden el culo.

Y, de pronto, un día, te dicen que le caes muy bien, que eres un encanto, te guiñan un ojo para demostrarte que, como un regalo inesperado, mereces un hueco, pequeño, eso sí, en su corazón. Te hacen ver, por una vez, que existes.

Lo jodido es que, muchas veces, nos camelan y te tomas su sonrisa como un premio.


martes, junio 22, 2021

Terraza

Hay veces en que el exceso de confianza invisibiliza a quien la da.

Me habían confiado una misión a México de cuatro meses. Una serie de eventos mal gestionados llevaron a una gran empresa proveedora de Renault a estar en el punto de mira. Habíamos perdido la confianza en su forma de trabajar y me designaron a mí para asegurar que la situación se enderezaba.

Era un reto complicado. Allí me trataron de forma impecable, cosa lógica, y sufrí escenas delicadas en el despacho de un director de fábrica que se derrumbaba ante mí.

—No cuentes eso que has visto —me rogaba, cuando le informaba de errores garrafales que observaba en la línea de producción—. Te doy mi palabra de que no volverá a ocurrir.

Responsabilizado por la situación, cada día intentaba ayudar a esa gente noble, que trataba de no volver a repetir errores, porque le iba la supervivencia en ello, y al mismo tiempo enviaba un informe diaria a todos mis jefes en Francia para ponerles al tanto de los avances en las acciones acometidas.

En las primeras semanas, a cada correo que escribía (cuando ya era madrugada en París) le seguían múltiples de vuelta con sugerencias, preguntas, solicitudes o tareas a realizar. Yo me desayunaba con ellos y les respondía diligentemente a cada uno.

Hasta que dejé de recibir respuestas. Confiaban, entendía yo, plenamente en mí.

Cuando llevaba varios meses de trabajo decidí inventarme un informe en el que relataba que, en un descuido, me había caído por la ventana de mi hotel y estaba hospitalizado de gravedad.

Nadie, nunca, respondió.

lunes, junio 21, 2021

Catalán

Una de mis barcelonesas favoritas se llama Ángels.

Un día enamoró a uno de mis mejores amigos y se lo llevó a su ciudad, pero a cambio se introdujo en mi vida una mujer que es todo dulzura.

De padres andaluces, como tantos catalanes, ella es la pequeña de dos chicas. 

Castellanoparlantes en casa, su hermana Ana, mayor que Ángels, en su rol de protectora llegó a un acuerdo secreto con ella. Sólo se hablarían en catalán. 

Todo lo que Ana aprendía en el cole lo practicaba con su hermana, con todo el amor de quienes se quieren de corazón.

Uña y carne, imagino las conversaciones íntimas de las dos hablando de ese chaval ecijano que conoció un día por internet.

-Ana, crec que m'he enamorat d'un andalús.

domingo, junio 20, 2021

Reencuentro

Comíamos solos en un restaurante de comida casera que nos encanta, cuando llegó una familia amplia, en dos tandas, para revolucionarlo todo.

Pude intuir que se trataba un reencuentro tras mucho tiempo, había nervios. Algunos de ellos acababan de llegar desde Barcelona. En un extremo de la mesa una mujer de mediana edad, muy delgada, tomaba la mano a su hijo adolescente, grandote, el más excitado de todos.

Pronto comprendí que ese chaval tenía alguna minusvalía mental. Su madre le explicaba quién era cada cuál en la mesa, él se levantó, muy alterado. Quería irse.

La madre se levantó, lo abrazó, apoyó su mejilla contra la de su hijo y le acarició la nuca. No sé qué le diría para calmarlo, pero lo hizo. 

Su niño no vio que yo vi las lágrimas emocionadas de su madre. Por fin se sentaron. Ella sonrió al resto y dio un sorbo a su cerveza, al tiempo que yo se la daba, emocionado, a la mía.

Fallar

La grandeza de una empresa con sus empleados se mide en su capacidad para asumir sus errores, en tener un conocimiento cercano del trabajador para saber cuándo es falta de voluntad y cuándo es imposibilidad de acometer una faena, en estar al tanto de cómo les trata la vida para saber hasta qué punto es momento de exigir un sobreesfuerzo.

No creo que ninguna empresa sea una asociación de hermanos de la caridad, están creadas para ser rentables. Si no dan beneficios económicos de forma regular se convierten en organizaciones destinadas a morir y a dejar en la calle a sus empleados antes o después.

Es por ello que su viabilidad se la juega, no sólo vendiendo un buen producto o servicio, manteniendo a sus trabajadores motivados. Sea grande o pequeña, debe establecer una red de conocimiento lo suficientemente tupida para saber motivar y comprender a quienes dedican media vida a ella.

Un empleado desmotivado puede serlo por muchos motivos, uno de ellos es su mala sangre, su pereza o sus ganas de enredar. En todo grupo de personas existen los garbanzos negros y hay que establecer reglas muy claras para que no se salgan con la suya. 

La mayoría de las veces, sin embargo, la desmotivación tiene su origen en un problema personal de calado. Es ahí donde se la juega la compañía. 

Cuando sientes que tu empresa se interesa por ti, de verdad, ya te tiene ganado para la causa.


sábado, junio 19, 2021

Nutrición

Salir a comer con mi hermana Mónica es divertidísimo, porque se unen sus pasionales explicaciones sobre la alimentación con su incontrolable expresividad cómica.

Hay veces en que, al pedir un plato, no hay que verle más que sus ojos bien abiertos para saber que estás metiendo la pata.

—¡¿Ahora vas a darle un sorbo al agua?! —le gritó el otro día a Fran, que se quedó con el vaso en la boca—. Aguanta unos minutos sin beber o vas a revolucionar tus jugos gástricos.

Te explica con gestos exagerados lo que no hay que mezclar, lo que nunca debes comer, de lo que no hay que abusar. Te invita con devoción a que pruebes nuevas alternativas, a construirte nuevos hábitos.

—Pero sin obsesiones —se dice ella en voz alta.

Lo cierto es que nos ha educado a comer bien, a pesar de que cuando miramos la carta en los restaurantes no pedimos nada sin mirarla de reojo.

—Vas a vivir eterna —le dice mi hermana Raquel.

Como Sofía Loren, a la que una vez le preguntaron cuál era su truco para conservarse tan bien a su edad.

—Sólo hay uno —respondía, con rotundidad, la italiana—. No comer berenjenas por la noche.

Ministro

Mi sobrino Iván, con su mayoría de edad recién estrenada, ya tiene la agenda de un ministro.

Atrás quedan los años en que recorría con nosotros todos los pueblos de Cádiz en verano o los días que se venía a dormir a casa.

La ruptura vino de forma natural, cuando se echó novia, ese período maravilloso en que ya te ves un ser independiente en que crees poder con todo. Aunque el noviazgo ya quedó atrás, su vida comenzó a integrar a sus amigos como seres imprescindibles. Habla mucho y bien de ellos, lo que me confirma su nobleza.

Así que para organizar un fin de semana con él tenemos casi que rellenar un formulario con semanas de antelación y siempre abriendo la puerta, gustosos, a que se una cualquiera de sus amigos.

La semana pasada se vino unos días a Portugal con su inseparable Ale, una de esas personas con las que sueñas que esté a su lado toda su vida, porque es un joven tremendamente bueno.

Se pasan las horas juntos sin dejar de charlar.

—¿De qué hablarán? —se pregunta siempre su madre—. No se les acaban los temas de conversación.

Fran aún no conocía personalmente a Ale, así que le preguntó, mientras almorzábamos en un chiringuito del Algarve:

—¿Tú tienes hermanos, Ale?

Él es hijo único, como Iván, así que negó con la cabeza, mientras Iván se adelantaba en la respuesta.

—Sí. Su hermano soy yo.

viernes, junio 18, 2021

Tabarra

A mí no me gusta dar la tabarra, por eso me gusta cuidarme.

Soy consciente de que si las cosas me fueran mal, en lo anímico o en lo físico, tendría gente a mi lado para ocuparse de mí. No tengo la más mínima duda, pero tampoco necesito ponerlos a prueba. 

Hacer lo posible por no preocupar a los demás es también una forma de amarlos, de ahí que yo haga por llevar una vida sana, sin obsesiones. 

Cuando uno se deja ir, va entrando en una rampa cada vez más pronunciada de la que es difícil escapar, sin valorar muchas veces que en esa caída progresiva uno se va agarrando a los que le rodean, por mucho que uno no pida ayuda ni quiera molestar. 

Yo quiero ser lo más joven posible con mis años, los de ahora y los que tendré, porque me apetece tener el control de mi vida el mayor tiempo posible.

Llevar mala vida, a sabiendas, no es sino una forma más de egoísmo, porque nadie vive solo en el mundo.


miércoles, junio 16, 2021

Nudos

Me esmero en desanudar los malos sueños al despertar, cuando suena la alarma, para evitar mañanas injustificadas de bloqueos y así salvar el placer de la ducha matutina sin corazones encogidos.

Tengo la suertuda capacidad de saber desandar el itinerario hacia mis pesadillas sin equivocarme, para poder desactivar la dinamita que algún personaje de caras cambiantes me ha colocado mientras dormía.

No es tarea sencilla encontrar el camino de vuelta al otro lado del espejo. Exige concentración, una dosis de fortuna y un buen puñado de sugestión, pero una vez que se atraviesa aparezco de nuevo en escenarios en los que me he sentido desvalido, entre amigos que se han reído de mí, en situaciones laborales donde me han encomendado tareas imposibles, en paisajes con acantilados de vértigo a los que un gracioso me ha empujado con maldad.

Entonces, cuando me veo en calzoncillos en medio de una reunión, al descubrir al torturador de dientes negros que me obligaba a comer cien hamburguesas, tras escuchar las risas de quien manejaba el botón de los calambres, después de poner cara de piedra al que me gritaba que yo era de arena, justo al confirmar que quien me derretía las ruedas de la bici era de papel, entonces me giro de nuevo, alargo la mano y, ahora sí, miro a qué hora empieza ese nuevo día por inventar.

domingo, junio 13, 2021

Amor propio

Nacer con amor propio es nacer con ventaja.

A mí, ya desde que era un renacuajo, en edades en que los comportamientos no se razonan, no se me reñía dos veces por nada de importancia. Bastaba con una reprimenda para que yo me ocupase de que no volviese a ocurrir.

Con el tiempo se fue volviendo una regla, de tal forma que en cuestiones profesionales es suficiente que alguien se queje, con razón, de algo que yo haya podido hacer mal, para que no se repita de nuevo.

No sé de dónde sale ese orgullo primario, pero me consta que estaba en mí desde muy pequeño, por lo que entiendo que nací con esa cualidad de quererme mucho.

He conocido gente que se ha rebajado tanto siempre, amigos a los que les da igual que le pongan la cara colorada una y mil veces, porque siempre encuentran excusas, compañeros de trabajo a los que les importa un pito que critiquen su faena, que valoro como fundamental mi amor propio como uno de los pilares que me ha conformado como una persona fuerte, como alguien que se hace respetar.

No es cuestión de obsesionarse por agradar, sino de aceptar las críticas como una oportunidad de crecimiento personal.

Vivir en sociedad implica estar atento a tu papel en el mundo. Si metes la pata, y alguien te lo hace ver, tienes dos opciones: justificarte o mejorar.

miércoles, junio 09, 2021

Ofendiditos

Ocurra lo que ocurra siempre hay un grupo de personas que se sienten ofendidas.

Es entendible frente a los problemas del día a día, pero llama la atención cuando se trata de buenas noticias, sea un avance científico, una mejora en la economía, un acuerdo entre países o una amistad recuperada.

A todo le encuentran una pega, con la particularidad de que también la pondrían si ocurriese todo lo contrario. Con esta gente, siempre te coge el toro.

Yo trato de evitarlos, pero hay veces que están demasiado cerca y les tengo cariño.

Hay un método para identificarlos. Cada vez que les propongas algo, le hagas una pregunta o incluso lances una reflexión al aire, ellos siempre dicen:

No.

Primero va el no, y luego ya piensan el argumento para defenderlo.

Son los ofendiditos.

Google

Hace una eternidad, cuando las redes aún estaban en pañales, reté a mi padre.

Papá, dime lo que quieras encontrar en Internet, que lo coloco en el buscador y aparecerá.

Él, incesante estudioso de la historia universal, aceptó el reto:

—Busca la llegada del emperador Maximiliano de México al Puerto de Veracruz.

Yo escribí la frase y me dio '0 resultados'.

—No ves, donde haya un buen libro...

Con el tiempo conseguí meterle el gusanillo en el cuerpo y de vez en cuando se pasaba por mi habitación para buscar información, hasta que le propuse darle unas pequeñas clases.

La primera vez que cogió el ratón, empezó a moverlo en el aire haciendo 'eses'.

—Papá, tienes que apoyarlo en la mesa para que funcione.

Cuando reuní dinero para comprarme un ordenador nuevo, le regalé a él el que abandonaba. Mi padre le hizo mucha fiesta y, ni corto ni perezoso, se plantó en El Corte Inglés.

—Señorita, yo busco un libro que me explique desde cero cómo usar un ordenador. Desde el primer botón que haya que pulsar.

—Caballero, ¿qué sistema operativo tiene usted? ¿Es de Microsoft o de Apple?

—Si usted sigue hablándome así, cojo la puerta y me voy.

lunes, junio 07, 2021

300 hilos

Fran llegó a casa un día con una bolsa, su energía de siempre, la sonrisa de oreja a oreja y una noticia:

¡Ya tenemos una sábana de 300 hilos!

Lo decía con tanta ilusión que me planteé qué había sido de nosotros antes de ese momento, asombrado de no habernos hecho antes con una sábana así.

Entonces él me explicó que eran telas con mucha más densidad, que provocaban un efecto sedoso y que con ellas dormiríamos en la gloria.

Yo soy pura sugestión, así que esa noche de estreno con la sábana recién comprada fue una auténtica fiesta para los sentidos. El tacto con la piel era suavísimo. Y, de no haberlo sido, mi mente lo habría provocado.

De vez en cuando me acuerdo, y le pregunto qué sábana tenemos puesta.

La de 300 hilos.

En ese momento ya sólo quiero dormir a su lado.

(Y si tuviese menos hilos, también)

domingo, junio 06, 2021

Mujer

Recuerdo el sitio exacto y la sonrisa que me deslumbró.

Estudiaba COU, tenía las hormonas revolucionadas, un panorama complicado en casa con mi madre débil, una sexualidad diferente y un futuro por construir. Un cacao monumental en la cabeza de un chaval tímido y delgaducho.

Fue ese día el que hablé con Montse Manzano a la salida de clase. 

No sé de qué hablamos, sólo sé que ella me sonrió con esos hoyuelos que se formaban en las mejillas, que me miró con sus grandes ojos descarados y que el mundo se paró.

De golpe, había descubierto toda la fuerza de lo que significaba una mujer. En mayúsculas. 

Andaba tan aturdido con mis miedos que las chicas eran para mí una suerte de enemigas, porque en esa época tenía la sensación de que todo lo dominaba el sexo, de que yo debía corresponder y en el maremagnum de esas contradicciones yo huía de las adolescentes de mi edad.

Pero, de pronto, Montse me soltó una sonrisa sin más intención que sonreírme y yo me derrumbé ante la potencia de lo que representó, a partir de ese instante, la palabra mujer. 

Comprendí que no podía ser enemiga, sino cómplice.

Desagradable

Aunque siempre hay quien es más culpable de querer romperlo todo, nuestros políticos están bien esmerados en la construcción de un país desagradable.

Todo es hiperbólico, todo es traición. Todos somos fascistas o bolcheviques. Todos se arrogan el derecho de hablar en nombre de todos.

Pero en mi nombre, no.

Yo no quiero una sociedad en la que sus dirigentes no sean capaces de ponerse de acuerdo en asuntos básicos, que insulten al otro con pretendidas superioridades morales, que piensen que cada iniciativa en el que no eres tú es el final de todo.

Todo está radicalizado, nadie se escucha. Venga banderas, venga proclamas, venga exclusiones de quien posee la verdad. Se echan en falta debates sosegados donde lo que impere sea el argumento intelectual, no la testosterona. Es maravilloso asistir a una charla en la que dos oponentes exponen sus ideas y escuchan las del otro.

La verdad no la posee nadie. Deberíamos empezar por ahí. No sólo los políticos, tampoco los medios de comunicación y los ciudadanos que retwitean proclamas excluyentes.

A un país se le quiere cuando se quiere la felicidad común, no cuando se ondean banderas de intolerancia. 

Querer un país en el que todos piensen como tú es no entender nada.

No quiero vivir en un país desagradable.

Romano

Íbamos a celebrar una despedida de soltero, hacía una noche espléndida y estábamos citados en un chalé a las afueras de Sevilla. Piscina, césped, música, buena comida, cócteles. Un plan ideal.

Salvo que había que ir vestido de romano. Odio los disfraces.

Tengo tal sentido del pudor que suelo rechazar acudir a ese tipo de fiestas, así que dudé hasta el último momento antes de decidir plantarme allí.

Pero tenía apenas una hora para encontrar un disfraz de romano. Tomé unas sandalias de cuero que tenía de tiempos de la polka y una sábana del armario. Encontré una cuerda con la que me pude medio atar el supuesto traje.

Allí aparecí y me lo pasé en grande, hasta que una chica se sentó a mi lado, al borde de la piscina.

—Se te está enrollando el traje —me dijo al oído.

Qué horror, con tanta cerveza no me había dado cuenta de que estaba medio en pelotas. El hombre pudoroso.

Agarró un trozo de mi vestido romano y me enseñó una de las esquinas, con el elástico haciendo de las suyas. 

—Podías haber cogido una sábana que no fuese la bajera.

sábado, junio 05, 2021

Malmeter

Malmeter es un verbo atropellado, que suena tan mal como lo que representa.

Aunque siempre ha existido, vivimos en tiempos en que el anonimato de Internet facilita que muchos se pongan la máscara para, envalentonados por su cobardía, azucen a los demás a partir de relatos inventados. 

¿Qué demonio habitará en la gente que se parapeta tras su ordenador para incendiar las redes?

Escupen sacos y culebras, falsifican vídeos, deforman informaciones, inventan realidades paralelas para acusar al inmigrante, a la mujer, al negro, al científico, al periodista. Todo vale. 

Son pirómanos que se recrean en su maldad viendo arder el bosque y se ufanan para sus adentros de guardar el mechero en su cajón.

Desde siempre el hombre ha debido convivir con la maldad, a la que ha tenido que acorralar legislando límites asumibles entre el bien y el mal. Las hienas, sin embargo, van buscando recovecos por dónde meterse, con el corazón acelerado, para ver dónde es posible hacer daño, quién está desprotegido, de quién se van a reír esta vez.

Destrozan la palabra libertad.

jueves, junio 03, 2021

Equipo

En mi oficio de ingeniero yo no soy especialmente bueno en nada, salvo en ilusión.

Mi elección profesional vino determinada por mis notas. Un chaval con esas calificaciones no podía sino estudiar una ingeniería. Yo, que estaba como un trapo en esos años en que se decide el futuro, con mi homosexualidad escondida y mi madre gravemente enferma, opté por lo que se esperaba de mí. Quizás por lo que yo mismo también esperaba de mí.

Presumir de que eres ingeniero es una forma absurda de fardar, pero decirlo cuando no es tu vocación es una simple definición de tu oficio.

Siempre he tenido la sensación de nadar contra corriente, tanto en mi vida personal como laboral, y eso te proporciona una musculatura emocional a prueba de bombas.

Así que llevo media vida supliendo mi falta de vocación con grandes dosis de interpretación y buena voluntad. Tengo los conocimientos, sé trabajar en equipo y observo cómo funciona la industria del automóvil. Lo tengo todo para triunfar. Al menos, para hacerlo bien.

Trabajar para Renault es un orgullo. Me ha permitido, y me sigue permitiendo, llevar una vida más que digna; me ha hecho conocer mundo; me ha demostrado que sé desenvolverme en situaciones de alta tensión. He sabido sacar adelante proyectos usando el estandarte de la motivación, porque aprendí a ver mi trabajo como un juego.

Mi verdadero oficio es escribir, pero tengo un rombo en mi corazón.

miércoles, junio 02, 2021

Rey

Eran otros tiempos.

Mi padre había alquilado un apartamento, en nuestra playa de siempre, el verano siguiente a la muerte de mi madre. Mis hermanas ya hacían vida independiente, así que allí compartimos esos meses los tres hombres de la casa, aunque entre semana mi padre se fuese a trabajar a Sevilla y sólo estuviésemos mi hermano David y yo.

Yo, con 19 años, estudiaba las dos asignaturas que había suspendido en mi primer año en la universidad. Mi hermano, con 16, estaba todo el día en la playa con su pandilla.

Una noche, mientras veía la tele tirado en el sofá, llamó un amigo de mi hermano a la puerta.

Los tienen en el cuartelillo.

De puro gamberreo, los chavales habían roto unos cristales en una obra abandonada y pedían que algún adulto fuera a recogerlos. Allí me presenté yo, sin querer llamar a mi padre ni asustarme yo mismo.

Tras reñir a mi hermano y pedir explicaciones por la forma en que les hablaban, uno de los policías se me encaró como si yo fuera un delincuente. Cuando me di cuenta se había abalanzado sobre mí y me había roto la camiseta.

David, con todo el amor fraterno, apartó a ese hombre con furia con una fuerza que no sé de dónde sacó.

¡A mi hermano no lo toca ni el Rey!

Nunca nadie me defendió mejor.

Pequeñito

Lo grande que es el mundo se comprende cuando tu mundo se para.

Mientras estás bien en tu piel, tu caminar transcurre paralelo al de los demás. Estás en el sistema. Con más o menos armonía, todo fluye. Eres un individuo más del grupo y eso te hace sentir, sin tú saberlo, calentito.

Cuando llegan mal dadas es cuando te das cuenta de tu pequeñez, porque todo continúa girando como si no pasara nada. La gente sigue preocupándose por llegar a tiempo al trabajo, por recoger al crío del colegio, por preparar la comida, por terminar de ver una serie de Netflix. Por esos kilos de más.

Es un terror que se une al que te dejó paralizado. Acabas de perder a alguien, te acaban de informar de una enfermedad grave, te has quedado sin empleo o se ha terminado tu historia de amor.

A la tragedia personal se une la asunción amarga de lo chiquitillo que eres, de cómo la rueda sigue, siempre, girando.

Es por eso que es bueno parar las máquinas de vez en cuando. Desconectar. Ejercitar el sano ejercicio de sentirte solo con tus propios vacíos. Hacerlo cuando estás bien, sudar esa soledad, sentir ese frío, tensar los músculos y aprender a respirar en la oscuridad. Tener el cuerpo preparado.

La vida nos pondrá a prueba, ejercitemos el escudo frente al terror. Sabremos, entonces, encontrar la salida.

martes, junio 01, 2021

Puerto Real

Puerto Real, a mí, me lo mostró una salmantina a quien nunca conocí personalmente.

Le pedí el Opel Kadett a mi padre en una época en que no existían GPS y enfilé la autopista de Cádiz con un plano fotocopiado de la ciudad en el bolsillo. Mi objetivo era la calle Amargura.

Poco importaba cómo fuera la calle, sino encontrarme con ese lugar donde una psicóloga se refugió para vivir la vida que eligió, lejos de normas establecidas. 

Paseé un Puerto Real que olía al fango de las mareas bajas esa tarde ventosa de invierno, hasta que llegué a ese café desde el que esa mujer se escribía cartas con una amiga madrileña que apostó por otro futuro más conservador cuando ambas eran jóvenes universitarias.

El riesgo se escribía con la certeza. La aventura frente a la calma. ¿Dónde estaba la verdad?

Respiré el aire limpio de la Bahía de Cádiz en ese viaje interior en el que traté de atravesar el muro incierto de la ficción.

Carmen Martín Gaite había escrito una novela redonda, 'Nubosidad variable', y yo acudí a Puerto Real para homenajearla, para pasearme esa ciudad obrera que seguramente ella disfrutase tiempo atrás para componer la historia de amistad entre dos mujeres que eligieron dos caminos diferentes, sin perder nunca el hilo que las conectaba, para así poder imaginar qué habría podido ser de ellas de haber escogido la puerta de enfrente. Quizás cada una, con gran parte de su vida atrás, pensaran que fue la otra quien acertó.

Nadie acierta nunca del todo. Nadie fracasa del todo.

Me gusta soñar que, a veces, podemos atravesar el espejo.