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viernes, diciembre 31, 2021

Destino

No creo en el destino individual de cada persona, son demasiadas las circunstancias que nos atenazan como para poder deducir qué será de nosotros al final de nuestros días.

Sí tiendo a creer, en cambio, en el destino de la humanidad. En lo concreto. No hablo de países ni de períodos, sino de un concepto más global de destino.

Mucho antes de que se inventara la rueda, el hombre estaba predestinado a descubrirla. Hace siglos nadie podría imaginar el motor de gasolina, los móviles, los rayos X. No existían pero estaban en el futuro cierto, nadie los intuía pero teníamos que pasar por ahí. Era cuestión de tiempo.

Ese futuro certero que desconocemos también está ya definido para nuestras generaciones. Mucho más de lo que imaginamos. Es seguro que el hombre, en su tremenda capacidad de progresar, tonteará con la inmortalidad, creará pasadizos atemporales, se atreverá a fabricar personas a medida.

Todo está allí, en el futuro, y no podrá ser de otra manera, aunque hoy no lo alcancemos ni a imaginar.

Quizás por eso me embelesa la ciencia ficción. 

Vida

Ni el modo de ver la vida del más sabio de entre los sabios sería el apropiado para aplicárselo uno mismo, porque hasta ese gran conocedor admitiría que no hay reglas universales que se puedan aplicar a cada individuo. 

No hay fórmulas mágicas ni genéricas, sino un aprendizaje continuo que se debe adaptar a cada experiencia vivida.

No cabe dar lecciones de amor a quien no ha subido al cielo por alguien y se ha caído de bruces contra el suelo, no se le puede exigir a nadie que sepa manejar un duelo por la persona amada si no sabe lo que es perderla.  

La vida hay que aprenderla también de los demás. ¡Claro que sí! Hay referentes que nos pueden ayudar a desbrozar el camino, que nos colocarán faroles de guía, que nos silbarán a lo lejos. 

Para ello hay que estar predispuestos a aprender, a observar a quienes son buenos, a leer mucho para crecer, a tomar modelos que nos acompañen.

Pero en el centro de tu vida estás tú, la última decisión es siempre tuya y nadie más la tomará por ti.

Cuando llegue ese cruce de caminos, mira siempre hacia donde haya más luz, porque si miras hacia donde se está más cómodo irás haciéndote cada vez más pequeñito.

Arriesga.

domingo, diciembre 26, 2021

Odiadores

Hay gente que ha nacido con el gen de odiar.

Que contornean todos los precipicios, olfatean cada lugar, se aproximan a los que vivimos sin esa tara, nos observan, se hacen ver, intentan camelarnos, ofrecen sus mejores galas y se mimetizan contigo hasta que te sueltan el escupitajo mortal.

Personas sin principios que se permiten insultar y esconder la mano, que juzgan, sentencian y fusilan sin dar derecho a réplica, que se llenan la boca de basura para decirte lo inconsistente de todo lo que hay en ti, lo poco de fiar, lo falso, lo blandengue, lo gusano que tú eres, porque ven en ti todos los defectos que hay en ellos.

A mí, lo reconozco, me comen la moral.

Dicen que es bueno tener esos odiadores en las redes sociales, es síntoma de prestigio. Si te odian es porque aportas luz, distinción, calidad humana.

Pero cada cierto tiempo aparece alguien que me viene a decir, con maldad y por privado, que todo en mí es falso y me entran ganas de cerrar el chiringuito.

La tele

Hay días en que me apetece escribir de mis padres y llorar.

Ese llanto sano de homenaje en el que pones letra a tantos recuerdos almacenados, que pululan en un bucle continuo, para aparecer en instantes inesperados.

Escribir de ellos es escribir del universo, porque fueron ellos, y su decisión de ser padres, los que me pusieron aquí. Sin preguntar. Son ellos los culpables de que los añore, porque existo gracias a su voluntad. De tenerme y de quererme.

Yo moriré sin dar vida, hay una cadena que acaba en mí. Nadie podrá reprocharme haberle metido en este lío del vivir, como nadie podrá agradecerme haberlo hecho.

Soy un cachito de ellos, soy su memoria, sus genes, su amor. La magia de la existencia humana. 

Algunas noches sueño con seguir acostándome en la parte alta de mi litera, en la habitación del fondo, junto a la cocina, donde cierro los ojos y hago, entonces, que escucho la tele de fondo, que suena lejana desde el salón. Se acaba la película y viene el silencio. Ya noto los pasos. Entran en la habitación de mis hermanas, van apagando luces. Me hago el dormido, intento que no se note que trago saliva, hasta que llega el beso de mi madre, que me tapa y me acurruca.

sábado, diciembre 25, 2021

Orgullo

Si se sintieran orgullosos de mí dos personas, el chaval que fui y el viejo que seré, me daría por satisfecho.

Ahí se condensaría toda una vida coherente, sana, lúcida, rica.

En esas dos personas inventadas, y tan reales, están todas las asignaturas aprobadas, los besos dados, las confidencias recibidas, el amor entregado, los proyectos cumplidos, el mundo recorrido, la familia amada, lo que quise ser y lo que realmente fui. 

Ellos, y nadie más, juzgarán cómo lo hice. A pocas personas como a ellas podré defraudar si me dejo ir, abandonado al fluir de un caminar sin rumbo.

Me debo a ellos, a ese chavalito que creía que no superaría esa montaña de ser diferente, a ese viejo que suspirará, satisfecho, porque habrá merecido la pena el largo paseo lleno de gente buena que tanto lo cuidaron, a las que tanto habrá querido y permanecerán, para siempre, entre sus mejores recuerdos.

Un viejo que pueda mirar a los ojos a cualquiera.

viernes, diciembre 24, 2021

Zapatos

Nos lo explicó con tanta pasión que no tuve más remedio que comprarme unos zapatos.

Es un almacén automático único en Sevilla decía el joven empresario, mientras pulsaba un botón y todo un enorme engranaje iba a seleccionar el calzado de tu talla. Tuvimos que hacer una obra compleja para adaptarlo a este local antiguo.

Instalada en una de las zonas más alternativas de la ciudad, a mí me provocaba una sensación mezcla de admiración y ternura por cómo hablaba de su proyecto.

Siempre que pasaba por allí, me asomaba por el escaparate a ver funcionar el invento buscazapatos. 

La otra noche iba con prisas, llovía. Había quedado con mi amigo Guillaume, recién aterrizado de París, y pasé justo por la puerta de la zapatería, totalmente desmantelada. Frené en seco, pegué mi frente al cristal y confirmé que una nueva ilusión se desvanecía.

Qué rabia dan los sueños rotos.

jueves, diciembre 23, 2021

Confianza

Hace cinco años una persona, muy querida por entonces, comenzó a huir de mí.

Cuando la invitaba a casa tenía un viaje, si salíamos por su barrio, ya había quedado, cuando organizaba un evento respondía una vez que éste se había celebrado. Todo parecía natural porque siempre llevó una vida muy intensa.

Sin embargo, el tiempo pasaba y algo no cuadraba. ¿Por qué me rehuía?

Los años de confinamiento le impedían decirme que andaba fuera de Sevilla. Así que insistí durante esos meses, hasta que quedamos para tomar un café.

-No me pagaste un billete de avión -me dijo, ante mi estupor.

Yo volví cinco años atrás, recordaba el viaje. Busqué en mi cuentas bancarias, sus emails, los wasaps. Cierto. No le hice la transferencia. Insistía en que me lo había escrito varias veces, pero todo estaba registrado. Me pasó el número de cuenta y a mí se me pasó. Nunca volvió a recordármelo. Por esos días mi padre estaba gravemente enfermo y se me pasó.

Se me pasó. No puedo fustigarme ni maldecirme. Se me pasó.

Inmediatamente le pagué el dinero del billete, pero lamenté amargamente que hubiera tenido ese concepto de mí durante tanto tiempo. De un tacaño aprovechado. Me acusó y sentenció sin darme la oportunidad del olvido. Frustró una amistad de diez años por no decirme, 'Salva, no me hiciste la transferencia'.

La deuda está saldada, pero ya no puedo confiar en quien desconfía tan gravemente de mí.

Montse

Se cierra el año de Montse.

Para mí.

Para ti puede ser que se esté cerrando el año de tu jubilación, o el de tu primer empleo, o el de tu superación del covid, o el de Blas, María, tu segundo nieto, el de tu madre, el de tu licenciatura, o el de haber encontrado el amor, o tu nuevo piso, o el de renacer tras un cáncer.

Mi año 2021 es el de Montse. Una chica que rozó con la punta de los dedos sus cincuenta años. Que nos tenía ya a todos enredados para celebrarlo. Una estudiante aventajada de Navalmoral de la Mata que estudió una ingeniería en Sevilla para orgullo de su familia. Una mujer que no sabía no reír. Que tocaba, estrujaba, achuchaba sin pudores. Que empatizaba con tus lágrimas si las había. Una flamenca que idolatraba a Morente, y las danzas tribales. Que se recorría África dando su ayuda a causas que serían imposibles sin alguien como ella. Una triunfadora profesional, excelente compañera de equipo, solidaria.

No olvido el día en el que, frente al Reina Sofía, me dijo que iba a ser madre. ¡Ese abrazo!

O aquél en el que me confirmó que dejaba Sevilla para irse a Madrid. ¡Ese llanto!

La gran pena es que se enamorase de quien no la quiso, cuando ella daba amor a borbotones. De tener sus hijos con un miserable que no dudó en meterla en juicios para sacarle aún más dinero, incluso cuando ella estaba en las peores fases de su enfermedad. La tragedia es que a ese sol se le cruzó ese agujero negro, inservible, desalmado, egoísta y vejador. 

Este es el año de Montse. Y todos los que vendrán. Porque somos legión los que la queremos y le daremos vida, para siempre, en nuestro corazón.

Está viva en mí. Y no es una frase hecha.

miércoles, diciembre 22, 2021

Leal

Leal es una palabra que suena tan hermosa como su significado.

Dicen que es una cualidad en vías de extinción, pero yo no lo creo. Siempre existirá quien de la cara por ti, siempre tendremos a quienes nunca fallaremos.

La lealtad no es exclusiva de grandes guerreros, sino que se encuentra hasta en los más sutiles comportamientos, ésos que definen la calidad humana de una persona. Los que hacen que, en décimas de segundo, sepas dónde no hay que mirar, qué no hay que decir, cuándo tienes que llamar, cómo tienes que reaccionar.

Ser piña con esa persona a la que adoramos, aunque meta la pata, incluso cuando se venga abajo o esté enfadada con nosotros.

Yo sé que mucha gente daría la cara por mí. Les pongo cara, los tengo cerca, sé que me quieren.

Duermo feliz.

Palmera

Hay una confitería en Sevilla que, afortunadamente, está lejos de casa.

Ha habido días, confieso, en que me he pegado un buen paseo para hacerme con una de sus palmeras de chocolate.

Me cuido, me cuido mucho. Tengo, además, a la mejor nutricionista en la propia familia, mi hermana Mónica.

Toma más gelatina, no abuses de los hidratos, no cenes tanto...

Pero, de higos a brevas, me paso por Triana a por mi palmera de chocolate. 

Como las que me comía cada tarde al salir del cole. Ese momento de felicidad suprema de sentarme frente al televisor en la mesa-camilla y abrir el papel para hincarle el diente. Mis hermanos me lo recuerdan con cierto coraje. Ese momento en que yo venía de la panadería con mi pastel y me lo tomaba delante de ellos. ¡Con tantas ganas que se me salían los ojos!

Tanto tiempo después me gusta jugar a ser ese niño. Me pego la caminata y guardo la palmera a buen recaudo para el desayuno del día siguiente.

Esa noche duermo como un angelito. Me abrazo a la almohada y miro de reojo el reloj, sin poder aguantar a que llegue el amanecer.

A veces es bueno cuidar al niño que hay en ti.

martes, diciembre 21, 2021

Carrete

No pienso que ningún tiempo pasado fuese mejor.

Hay situaciones, sin embargo, que me llevan a añorar otras formas de vivir menos aceleradas.

Las nuevas tecnologías nos llevan a una esclavitud silenciosa, en la que estamos mucho más controlados, menos relajados. Recibes un wasap y ya tienes la presión de contestar, de encontrar un hueco, de devolver la llamada.

Miras, por pura adicción, diecisiete veces los correos, las redes sociales, las noticias que acabas de leer cinco minutos antes.

Antes ibas con un carrete y hacías fotos de los viajes un poco a ciegas. Luego venía la ceremonia de llevarlas a revelar y compartir con los tuyos los lugares recorridos como si lo hicieses por segunda vez. Ahora se fotografía todo para no volverlo a ver jamás.

En otros tiempos yo traía regalos a la familia desde cualquier lugar del mundo, pero hoy en día es difícil encontrar algo en ningún rincón del planeta que no te traigan al día siguiente por internet.

El progreso sigue, imparable, para crearnos bienestares inimaginables que tendremos que disfrutar a toda prisa.

Foto

Japón era nuestra segunda etapa y nos habíamos comprometido a ir informando de nuestro viaje de trabajo, así que cuando terminamos, tras varias jornadas con nuestros colegas nipones, les propuse:

Vamos a hacernos una foto de equipo para el informe final.

Ellos me miraron con una sonrisa.

No se pueden hacer fotos.

Yo miré alrededor de nosotros. Estábamos en un despacho de paredes blancas. No había gráficos ni piezas ni nada que pudiese ponerse en peligro de ser descubierto. Así que aclaré.

No, veréis. Es una foto de nosotros, simplemente, para la publicación semanal de nuestra fábrica.

Los japoneses sonreían.

Fotos no.

Yo les decía que las hicieran ellos, que nos pegaríamos a la pared. Ellos con su chaquetilla Nissan, nosotros con las de Renault. Que ya nos las enviarían.

Fotos no.

Hay culturas brillantísimas a las que no les sobra el sentido común.

lunes, diciembre 20, 2021

Nochebuena

Llegábamos por paquetes a casa de mi abuela. 

Los Navarro, Los Funes, Los Mora, Los Villanueva... Cada familia con su estilo personal, porque ya desde pequeño se nos va diferenciando. Y nos soltaban ahí, tras darle besos a la abuela, a los tíos y explicar cómo nos iba en el colegio a cada uno.

Nos uníamos más o menos por edades, aunque todos éramos tan pequeños que las distancias, vistas desde hoy, se antojan invisibles. Nos repartíamos por las habitaciones, sorteábamos la timidez primera de niños que no se veían a menudo y el más avispado preparaba juegos, organizaba teatrillos o ideaba trastadas. Yo me limitaba a no destacar.

El jolgorio se acallaba un poco cuando alguien gritaba:

¡El discurso del Rey!

Los niños seguíamos a lo nuestro y en cuanto nos descuidábamos ya los padres andaban contentos de alcohol y comenzaban los achuchones, los chistes y las bromas hacia la gran jefa.

Qué cortito está esto de comer, abuela.

Se reían, atiborrados de jamón y langostinos. 

Yo recuerdo esconderme entre las cortinas. Había un pasadizo estrecho entre los grandes ventanales y el salón, en el que yo me metía cuando ya no tenía ganas de fiesta. Era chulo escuchar desde allí las risas de los mayores, que se veían tan raros y lejanos. Me sorprendían los temas de los que hablaban, algunos me asustaban, otros los intentaba memorizar para luego preguntar a mi madre... 

Y me planteaba, con cierto vértigo, qué sería de mí cuando yo fuera como ellos.


domingo, diciembre 19, 2021

Agoreros

Que yo sea optimista no quiere decir que sea tonto.

Tratar de exprimir la vida al máximo no es estar ciego a los dolores del mundo, ni a los propios. 

Me cansan los agoreros que están en las trampillas de nuestros suelos para asomar la cabeza a cada festejo y gritarnos ¡te caerás!

Claro que me caeré, me daré batacazos tremendos, habrá días en los que no querré vivir, como ya conocí en el pasado. Maldeciré mi suerte, me daré chocazos con la pared. Seguro.

Mientras tanto me dedicaré a cerrar con buena silicona las alcantarillas desde las que se asoman esos que nacieron para recordarte, con maldad, lo frágiles que somos.

Eso ya lo sé yo.

sábado, diciembre 18, 2021

Hostelería

Yo no podría trabajar en la hostelería nada más que por no aguantar a tanto amargado.

A sabiendas de que la mayoría de la gente sale a tomar una tapa por pasar un buen rato, hay unos pocos, siempre, que rozan la falta de respeto al camarero, recepcionista o empleado de turno.

A mí me da vergüenza ajena la falta de tacto de aquéllos que aún creen en los tiempos de la servidumbre, que no saben mirar a los ojos a quien te atiende ni se preocupan por mostrarse agradables en el trato.

Es cierto que amor con amor se paga. Se suele pagar. Que hay determinados profesionales de una brillantez tan extrema que incluso el aguafiestas se las tiene que ver para ponerles una pega o hacerles un mal gesto.

Pero también hay que respetar a quien no es un dechado de simpatía, al que tiene el día malo, a quien no llega a todos sitios, al que es normalito en todo.

Trabajan para hacernos más amables nuestros tiempos de liberación. Sólo por eso, deberíamos tratarlos con toda la delicadeza que se merecen.

Reflejos

Me divierte enredar a Fran.

Es un hombre tan en conexión con el planeta Tierra que es incapaz de no darse cuenta de dónde está cada cosa.

Cuando está medio dormido, pulso el botón de la calefacción, que hace un pequeño ¡bip!

¡No hace frío! protesta.

Cuando va escaleras abajo, tiro detrás de él sin cerrar la puerta.

¡Has dejado el piso abierto!

Si me acuesto tras él, dejo la luz del baño encendida.

¡El baño, Borete!

Al escuchar mi risa, se cabrea. No sabe cómo de feliz me hace saber que cuida de mí.

Fea

¿Quieres que te quitemos a este peñazo de chica de encima?

No olvidaré ese momento.

Esta chica es mi amiga respondí. Y no me moví de su lado.

Yo era adolescente y fue la primera reacción de valentía que recuerdo en mí. Defendía a una amiga rara, en cuanto a diferente, con muchos complejos físicos y una sensibilidad extrema. 

A mí, que por entonces era 'normal', venían a rescatarme de las malas influencias de una persona que molestaba.

¡Es tan cruel hacerle el vacío a una persona! Tan denigrante apartar a alguien del grupo por ser feo, tartamudo, afeminado, gordo, tímido, por andar con pasos cortos, por tener voz de pito, por no beber lo que los demás, por no reír las gracias del líder.

Muchas veces me viene esa escena a la cabeza y me da por pensar que mi respuesta me sirvió para saber qué es lo que nunca querría ser en mi vida.

lunes, diciembre 13, 2021

Presente

En el presente hemos de ser valientes, para garantizarnos un futuro sin reproches hacia el pasado.

Yo, al menos, me lo aplico desde hace tiempo. Y me va muy bien.

Me enfrento al ahora con el coraje de quien no cree en las segundas oportunidades, porque nunca vienen iguales si alguna vez llegan. Así que cuando la ocasión se da, la ocasión la cojo. Por el pescuezo. Sin soltarla. Me llevo muy mal con el 'voy a pensarlo'.

Es aquí y ahora. 

No voy a lamentarme mucho de los retos que no acepté, porque entendí que la vida es eso. Decir que sí. Tomar el mando. Seguir de frente. Quererlo todo. 

No esperar nunca a que te vengan a recoger.

Malhumor

La furgoneta, cruzada, me impedía entrar en mi garaje.

Tras un día agotador, sólo deseaba llegar a casa, quitarme los zapatos y tirarme en el sofá. 

Aguanté un rato, y otro rato más. Pité. Me esperé y volví a pitar. Nada. Respiré. Hice sonar el claxon de nuevo.

De un portal cercano salió un chaval con gritos y lindezas que yo no llegaba a escuchar con la música de mi coche. Abrí la ventanilla.

¡Que estoy trabajando, coj...! me recriminó.

¿Y de dónde te crees que vengo yo? le respondí.

Su actitud era muy agresiva, pero yo no me corté. Se mantuvo desafiante hasta que otros coches llegaron y no tuvo sino que largarse.

Ya en casa, calmado, pensé en cómo esta sociedad que hemos creado nos empuja como a bestias para que luchemos entre nosotros con tal de que el sistema funcione, hasta convertirnos en víctimas de nuestro propio bienestar.

domingo, diciembre 12, 2021

Música

Hay momentos en los que estoy tan a gusto con mis amigos, que les bajo el volumen, me da igual de lo que estén hablando, y les pongo algo de música, en mi cabeza, para decirme 'cuánto quiero a esta gente'.

Me ocurre a menudo y no sé si es un superpoder con el que he nacido. La capacidad de controlar la banda sonora de mi vida. Esos instantes en los que estás feliz y consigues evadirte del lugar, sin escapar, como un ángel que revolotea la escena.

Así de disfrutón soy. 

Los observo reírse, hablar apasionadamente, tirarse pildorazos, darse achuchones y no hay nada más en el mundo que no sea ese momentazo. 

Normalmente les subo el volumen con el tiempo justo de no delatarme, pero alguna vez se me va...

¡Salva! 

Sí, perdona, ¿qué decías?

Entonces Fran les explica que yo estaba en mi mundo.


viernes, diciembre 10, 2021

Bienqueda

Los bienqueda hay que mantenerlos a distancia.

Son personas falsamente positivas que nunca cumplen su palabra. Conozco a alguno que llega a rozar los límites de lo ridículo.

Allí estaré, Salva.

Nunca aparece. Ni siquiera se preocupa en excusarse.

Son los que prometen que van a ayudarte con esto y con lo otro, los que programan viajes a sitios 'que te van a encantar', los que aseguran que solucionarán esto y aquello.

Para mí la palabra dada no hay que firmarla con sangre, cuando se da, se da.

Si digo que voy a ir, voy, o explico por qué no iré.

Si me comprometo a echarte un cable, te lo hecho, mal que me pese.

Son los que, un día te das cuenta, han venido 27 veces a tu casa y no han ofrecido, de corazón, nunca la suya.

—La próxima vez, en la mía —te dicen, con la boca pequeña.

Tal vez nacieron programados para alegrar los oídos y se ufanan de ir por la vida repartiendo sonrisas falsas. Son los que, en el fondo, chupan tu energía para conseguir lo que quieren ofreciendo a cambio promesas que saben que nunca cumplirán.

Alcachofas

Si alguien te está explicando cómo cocina las alcachofas, no le interrumpas para contarle cómo las cocinas tú, sino escúchale. Déjale terminar, interésate por ese truquillo, pregúntale qué otro plato le sale rico, dile que te dé ideas, dale su sitio.

Todos tenemos tendencia a no escuchar del todo, mientras rumiamos por dentro qué podemos decir para mostrar que sabemos mucho del tema, que lo hemos vivido, que lo dominamos, que si tú dos, yo tres.

Yo impulsaría en la formación obligatoria asignaturas de comportamiento social, ésas que acaban practicándose en másters carísimos con grupos de ejecutivos que tienen que ser encerrados para aprender a dirigir personas.

Sacaría a dos chavales al estrado y le diría a uno, habla, y al otro, escucha.

Que lo hicieran y el resto de alumnos expusiera al final del ejercicio qué han visto bien y qué han visto mal. Así una vez tras otra, una nueva pareja, un ensayo más, hasta que ellos mismos acaben diagnosticando las cuatro claves de respeto hacia el que expone un tema.

Escuchar no implica estar callado, implica concentrarse en lo que la otra persona quiere compartir contigo. Olvidar tu mundo para entrar en el del otro, no intentar invadir su territorio antes de saber cómo lo tiene organizado. 

Cuando se escucha de veras, no hay miedo a sentirse apartado, porque ya te llegará el momento de exponer tu posición. 

Si escuchas, de verdad, ganas en estima, credibilidad y autoridad moral.

jueves, diciembre 09, 2021

Envejecer

El cuerpo no te pregunta cómo quieres envejecer, el muy puñetero.

Él va a su bola.

Te hincha por aquí, te descuelga por allí, te asomas al espejo y te ves una arruga en un sitio imposible, pasas junto a un escaparate y ves reflejado a alguien distinto a quien tú quisieras ser.

Año tras año, sin darte apenas cuenta, te acostumbras a vivir, casi siempre con desgana, en esa percha en la que te has convertido.

Haces por cuidarlo, temes por él, que se desmadre, que se tuerza, buscas consejos, abres las orejas cuando escuchas lo bueno que es tomar eso por las mañanas, dormir en aquella postura, echarse ese potingue.

Hay que guiñarse el ojo al espejo, tenemos que llevarnos bien con ese tipo, ese bulto con ojos que nos observa, porque no nos queda más remedio que vivir con él, empatizar con esas formas, reírse de esos gestos forzados para parecer que no somos tan envejecibles como los demás.

Porque creemos que somos nosotros quienes cuidamos de nuestro cuerpo, cuando es él quien nos mantiene en pie.

Papeles

Qué mal visto está perder los papeles y qué sano es.

Que se nos vaya un poco la olla, que saquemos los pies del tiesto, que se rían un ratillo a nuestra costa.

Vivimos en la rigidez de lo correcto, pero confundimos correcto con previsible, cuando lo realmente sensato es no serlo siempre. No a todas horas.

Romper una reunión de trabajo con una payasada, hablar de sexo sin vergüenzas, organizar una batalla de migas de pan hasta poner la casa perdida.

Qué sano es que te hagan cosquillas, que te peguen sustos, que te escondan las cosas, que te preparen cenas sorpresa, que te digan, venga Salva, cuenta otra vez el chiste de los disléxicos.

A mí, serio por inercia, me agotan las cosas como Dios manda, los semblantes cerrados y la formalidad protocolaria.

No soporto la apariencia de quien se siente importante. 

Los estirados no son de mi equipo, yo juego con los de enfrente.


martes, diciembre 07, 2021

Paloma

Me voy a hacer un pequeño Félix Rodríguez de la Fuente.

Tengo una paloma que me distrae y me interesa por igual. Se coloca al otro lado del gran ventanal de mi salón, en un pequeño saliente que le permite caminar de un lado a otro.

Es muy cotilla. Se pasa las horas asomada a mi salón a través del cristal. Es muy estúpida, porque no deja que sus compañeras ocupen ni un centímetro cuadrado de su espacio. Es, además, escandalosa, porque hace unos ruidos que yo no imaginé que un animalillo así pudiera hacer, una especie de mugido de toro, apagado pero insistente. Es maniática, porque cada cierto tiempo esconde una de las patas bajo el plumaje. Y se hincha cada dos por tres. Como un pavo real. Quizás porque es la más coqueta de entre todas las que se asoman a mi ventana. Tiene un plumaje azul y unos ojos verdes que encandilan.

Hasta hace poco no sabía si siempre era la misma, pero le he encontrado una mancha, un punto negro en la barriga, que la delata.

A mí me gustaría saber qué le pasa, si tiene algún dolor, si se protege de algo, si está tramando alguna venganza o si le gusta el suelo de mi casa, porque no deja de mirarlo.

Yo me siento a teletrabajar, con toda mi concentración puesta en el informe que tengo que realizar para una fábrica en la India y, de golpe, me veo con los ojos grabados en mi amiga, con el pecho hinchado, la pata en alto y dando picotazos a mi ventana.

¡Qué querrá de mí!


Pesquis

Me gusta la gente con pesquis.

Ésa que se cosca de todo con tan solo echar una mirada. Los que te ven venir. Esas personas avispadas a las que no se les escapa una.

Yo vivo con un tío con pesquis.

Fran, cuando me ve, antes de que yo abra la boca, ya sabe cómo estoy, qué me preocupa y si tengo ganas de dar un paseo o de tirarme a ver una peli. Él sabe si he salido a la calle porque ve el abrigo donde no estaba, si he desayunado porque ve de reojo el fregadero, si he estado leyendo porque ve el cojín en la cabecera del sofá.

A mí, sin embargo, me pone un letrero tamaño camión con letras doradas el día de mi cumpleaños en medio del salón para desearme ¡felicidades! y yo me llevo dos horas andando por la casa sin verlo.

Hasta que pego un salto de alegría.

Hubo una época en la que, cuando me escapaba de vez en cuando de la fábrica para escapar del estrés, él siempre me descubría. 

-He visto que has venido a desayunar esta mañana -me decía, mientras almorzábamos.

-Sí. Tenía una ansiedad de caballo -le respondía yo.

Yo hacía que no me importaba, pero quería saber a toda costa cómo él lo sabía. Y él estaba deseando que yo le preguntara cuál era el truco. Yo dejaba todo impoluto. Cada cosa en su sitio. Ni una sola prueba que me delatase.

-Hoy has estado en casa también.

Hasta que un día descubrí su truco, cuando vi que cerraba la puerta con dos giros completos de llave. Yo no sabía que la cerradura diera tanto de sí. Desde entonces puedo salir y entrar, que el superpesquis no se cosca de nada.

O me lo hace creer.

domingo, diciembre 05, 2021

Miradas

Me encantan las miradas cruzadas en los restaurantes.

Girar la cabeza y cazar a alguien que te observa. Observar a alguien y ser cazado en tu espionaje acerca de esa mujer que habla apasionadamente, de ese chaval que toma las manos de su novia, de esa señora que se emociona con algo que no alcanzo a escuchar.

Cuando se cruzan dos miradas se produce una reacción preciosa de comunicación inesperada entre desconocidos. Son décimas de segundo de un flirteo que poco tiene que ver con lo sexual.

Sí, hubo tiempos en que las miradas las lideraban las hormonas, cuando las células revoloteaban anárquicas por nuestro cuerpo en busca de fiesta.

La calma de los días reposados, sin embargo, dan oportunidad a ese abrirse al otro, al que se come el tiramisú, a la que pasea al perro, al que está concentrado en su periódico, al que... ¡me pilló!

Me has atrapado mirándote.

Tocayo

Hay personas que aparecen para reconciliarte con el género humano.

Mi tocayo hacía comentarios muy juiciosos a mis textos. Pronto descubrí que era sevillano, y remero, y que ronda mi edad, por lo que teníamos mucho en común.

Escribe unos microrrelatos, además, que llegan al corazón.

Una tarde de hace unos meses nos reglamos un café en la Alameda para hablar de la felicidad que nos provoca el contar historias.

Tocayo le pregunté, días después, tengo un alto directivo de Renault que viene desde Francia y querría remar en el Guadalquivir.

No sólo lo organizó, sino que preparó un bote de cuatro donde, junto a sus dos hijos y nuestro invitado, pasaron una tarde en el río.

Cuando se enteró de que estrenaba novela, se ofreció para organizar la presentación en el Ateneo de Sevilla, templo de las letras, y este próximo viernes será el día.

—¿Y te interesaría una entrevista en Canal Sur Televisión? Verás, tengo una buena amiga allí que...

Este miércoles me la hacen.

Aparece un día, te hace un comentario y se convierte, sin tú merecerlo, en un ángel de la guarda.

Sí, el mundo está poblado de gente con luz. 

sábado, diciembre 04, 2021

Abrazo

No hubo ni habrá otro abrazo igual.

Ya había pasado las pruebas psicotécnicas, de idiomas y varias entrevistas. Sólo quedaba que sonara el teléfono.

La carrera había sido larguísima, sobre todo en sus comienzos. Mi primer día de clase fue a la semana siguiente de enterrar a mi madre y todas mis buenas calificaciones en el bachillerato se diluían por mi incapacidad de concentrarme en los estudios.

Conseguí recomponerme y obtener mi licenciatura como ingeniero industrial años después. 

Fue al primer empleo que opté justo tras entregar el proyecto final. Toda una multinacional como Renault, en mi propia ciudad, y el mundo entero por delante.

El teléfono sonó y lo cogió mi padre.

—Creo que son ellos —me dijo, mientras me pasaba la llamada.

Quedó, de pie, a mi lado.

Me citan para el reconocimiento médico, papá.

Fue entonces cuando se agarró a mí, con todo el amor de un padre orgulloso, como nunca me había abrazado hasta entonces. Me emocionó su emoción. En ese abrazo había un relevo, me daba la vez, me transfería la responsabilidad, me confirmaba como el hombre que apenas había empezado a ser.

A veces la épica no hay que buscarla en lejanos campos de batalla, sino en la vida que supimos construir.

miércoles, diciembre 01, 2021

Frío

Estas tardes que estoy pasando junto a Antonio, el hombre de quien estoy escribiendo una historia de vida, son duras para mí. Lleva tres semanas metido en la cama sin querer salir.

No tengo ganas de nada, Salva.

En una casa pequeña y fría, con la única compañía de una radio y de paquetes de galletas, yo me siento a su lado y le propongo cosas.

¿Te traigo la tele del salón? ¿Quieres que te busque un edredón?

Me da frío tan sólo de verlo. Un frío que se me mete dentro.

No quiere hablar de su vida, porque no tiene ganas de vivir.

Estoy hecho una basura.

Yo le dejo quejarse, que tire por dónde quiera con su conversación e intento orientarle hacia una risa, hacia una confesión, hacia un recuerdo desde el que tirar, pero siento la maldita impotencia de no saber cómo convencerle de que se levante y dé de comer a sus pajaritos.

De eso se encarga la muchacha que viene por las mañanas.

Nos dedicamos a mirarnos. Él observa al escritor que hay en mí, yo al viejo que un día seré. Cada dos frases me dice gracias.

Vete ya, que hace mucho frío aquí.

No paro de pensar en él.

Amor

Lo que da sentido a la vida es el amor.

No hay más.

Porque detrás de cada gesto bondadoso, de cada pequeño crecimiento personal, de cada momento de ilusión, de cada risa está el amor.

Así de cursi y así de grande.

Tardar en entenderlo es malgastar la propia existencia. Creer que estamos aquí para otra cosa es torpe.

No. No hemos venido para trabajar mucho, para ganar dinero, para tener ese coche, para deslumbrar con nuestra conversación, para colgarnos medallas. Todo eso no son sino fuegos artificiales, la única llama que dura es la de querer de verdad, la de ponerte en lugar del otro, la de observar la vida con el corazón. 

La de amar y amarte.

Para ello puede que sea necesario trabajar mucho o ganar dinero, porque el amor llama a nuestra puerta de muchas maneras, nos exige sacrificios, nos pone a prueba, se muestra de mil maneras.

Cuando uno llega al final de sus días, salvo que sea un borrico, no pensará en cómo está la cuenta bancaria, sino en todo el amor que ha recibido y en todas las personas que ha amado de verdad.

Cara

Hay una fina línea que delimita el terreno de la confianza en otro.

Fina e invisible y que situamos a ciegas en un espacio a nuestro alrededor. Fina, invisible y móvil con el tiempo, con tendencia a achicarse.

Dentro de ella están aquellos que sabemos que no van a delatarnos cuando nos equivoquemos. Los que en ningún caso se van a alegrar por nuestras derrotas, por ridículas que sean. Son los que saben que nunca les fallaremos.

Yo sí me preocupo por que esa línea no aminore, que quepa gente, a la que quiero ver calentita en ese territorio compartido. Saber que lo saben, que aunque las cosas no se hablen baste con una mirada para entender que daremos la cara el uno por el otro cuando haga falta, por encima de cualquier crisis pasajera, produce un bienestar brutal.

Hay días de teletrabajo en los que, mientras expongo algún tema, sé que muchos de los que me escuchan pueden entrar a destrozarlo todo por lucirse en cualquier momento; pero también sé quién se esperará a que yo termine mi presentación para decirme, a solas, en qué me equivoqué.


martes, noviembre 30, 2021

Timidez

La timidez y los complejos los eliminé de modo racional.

El cerebro, bien usado, es el arma más potente que poseemos, con permiso del corazón.

La cuestión es no dejar pasar la vida hasta encontrar los mecanismos que nos defiendan de debilidades que no hay motivos para tener.

Sí, hay situaciones que nos superan, acaloramientos, sonrojos, sudores, miradas que nos delatan. Ante eso, racionalidad. ¿Qué me hace a mí menos que al de enfrente? ¿En qué me gana a mí nadie?

Yo pasé gran parte de mi juventud analizando mis disfuncionamientos, que eran numerosos y no me gustaban. Comprendí, con cierta dificultad, que todo estaba en mi cabeza. Luego la solución también debía estar ahí. En mi cabeza.

Si yo sufría, sufría yo. Si yo me arrugaba, me arrugaba yo. Si me achicaba, no eran los demás que engrandecieran, era yo quien los hacía grandes a mis ojos.

Aprendí el valor que había en mí. En mi sonrisa. En opinar, en levantar la mano, en tomar el control.

Sabía hacerlo tan bien como los demás.

viernes, noviembre 26, 2021

Maragato

Fran y yo somos tan peliculeros que todo lo queremos probar.

Era Navidad, en una taberna cercana a casa, nos dijeron que tenían cocido maragato como plato del día. No dudamos un momento, mientras yo le explicaba a Fran dónde estaba la Maragatería. Me encanta hablar de Geografía.

Entusiasmados por los tres platos que nos zampamos y teniendo a los dos días un viaje previsto por el Norte, buscamos en León el mejor restaurante para repetir plato.

El sitio era chulísimo, en plena Plaza Mayor. Nos trajeron una tapa con un aperitivo.

Lengua de vaca.

Fran y yo nos miramos horrorizados. 

Cuando el camarero vino a tomar nota y vio el plato sin estrenar, le expliqué.

Verá, es que somos andaluces, y estas cosas nos dan un poco de grima.

Ese prejuicio es puramente mental afirmó, rotundo.

Así que cerré los ojos y me comí la lengua de vaca. Exquisita, si ponía la mente en blanco. Fran no movió un dedo.

Entonces llegó el cocido.

Con 17 tipos de carne. Tiene oreja, pata, pezuña, morro...

¡Pare usted, por favor!

Nuestra capacidad de poner la mente en blanco es limitada.

lunes, noviembre 22, 2021

Segundas

Yo siempre me he alegrado de dar segundas oportunidades, a pesar de la mala fama que tienen.

Hacer la cruz es humano, a personas, a lugares y a eventos con los que decides que no te merece la pena ya relacionarte, bien porque te hayan hecho daño, porque te aburran o tan sólo porque quieres evolucionar.

Dejar atrás aquello que no te aporta es de personas inteligentes, y así me considero yo.

La cuestión es cuándo debemos considerar que tenemos que dar ese portazo definitivo.

En los últimos años me he ocupado de buscar ese terreno de reconciliación en el que comprobar si realmente hice bien en cortar por lo sano relaciones que en su momento me parecieron imprescindibles y me ha resultado muy placentera la experiencia. Llamar a ese amigo que tenía en Alemania para decirle que me llamase en su siguiente visita a Sevilla, acudir a esa cena que se te hacía pesadísima años atrás, volver a interesarte por aquella pareja que me prometí no volver a ver.

Son segundas oportunidades que, deparando alguna sorpresa positiva, me confirman que hice bien en su momento, pero que me reconfortan el alma al cerrar la puerta dando un beso y deseando de corazón que le vaya bonito a quien se despide de ti al otro lado.

Nos merecíamos ese beso.

domingo, noviembre 21, 2021

Infancia

Dicen que quien ha tenido una infancia feliz tiende a ser buena persona.

No creo en las frases tan rotundas, pero sí en el espíritu que las inspira, porque es cierto que el ser humano está condicionado, más de lo que quisiera, por circunstancias que no dependen de él.

Y la infancia es una de ellas. 

Se nos puede pedir explicaciones por muchos de nuestros actos, pero no por la niñez que tuvimos. Entre todas las especies animales no hay criatura más indefensa que un pequeño chaval.

Es en ese período donde recibes multitud de estímulos inentendibles en el presente, pero determinantes para tu formación como futuro adulto.

Haber recibido cariño se convierte en esencial, de ahí la importancia de que en la lotería de la vida te toque nacer en un hogar estructurado, donde las risas, la luz y el amor sean el ambiente cotidiano.

Yo tuve la fortuna de nacer en una familia en la que siempre me sentí querido.

Es jugar con ventaja en el ruedo de la vida.

Regañás

Que llamara a la puerta el panadero era la antesala del festín.

Esos veranos eternos en la casa de mi abuela donde aprovechábamos un pilón como si fuera una piscina olímpica y desde el que nos asomábamos a la cocina para ver a las madres cocinar.

Tortillas de patatas, ensaladillas, filetes empanados, gazpacho. Manjares para unos niños que vivíamos en bañador de la mañana a la noche.

A mí me gustaba atravesar la casa para ir a pagar al panadero y elegir cuántas 'regañás' le íbamos a comprar.

Llenas el ojo antes que la barriga me decía mi madre, mientras nos peleábamos por ver quién se comía los picos de los bollos.

Es mi magdalena de Proust particular. Cuando, de higos a brevas, en alguna taberna perdida de Andalucía, me ofrecen una de esas enormes tostas finas de pan, yo me lanzo a por ellas, para romperlas y saborearlas, con el ruido infantil de los gritos en el pilón en la cabeza.

viernes, noviembre 19, 2021

Pose

Hace poco tiempo una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme:

¿Realmente lo que escribes es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?

Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.

Los mundos que comparto son los míos, tanto como los recuerdos que permanecen en mi cabeza y reinterpreto al darles forma, las inquietudes que me atenazan al observar la sociedad en la que me ha tocado vivir, las ilusiones que me provoca el género humano, las frustraciones de comprobar la maldad, el desasosiego y la emoción del paso del tiempo; las victorias diarias, el amor a los míos, la solidaridad, mi pasión por la literatura, la belleza de las cosas, los sitios que visito, mis ansias de vivir.

No construyo ningún personaje artificial para venderme como un producto de mercadotecnia.

Todo lo que transmito es todo lo que siento.

Manzana

Cada mañana de mis días de trabajo me levanto como un zombi, a horas inhumanas, y tiro para la nevera.

Busco mi buche de zumo de manzana. Desde hace años. Media vida.

La casa está a oscuras y es la sensación más animal de todo el día, como el niño que busca la teta de la madre. Siento el líquido, frío, bajar garganta abajo y una sensación de placer primitivo, infantil, potente, de transición hacia la vida tras el sueño.

Le doy un sorbo corto, de una sola vez, porque ya un agorero me dijo que no era bueno un atracón de zumo nada más levantarse. 

Siempre hay quien te recuerda que la vida no es poesía.

Hay noches en las que en mis sueños más rocambolescos, cuando subo por un precipicio con un coche de ruedas en el techo y el lagarto que llevo de copiloto se ha cansado de hacerme cosquillas, pienso en el dulce sabor de la manzana y conecto, de golpe, los dos mundos en los que vivo.

miércoles, noviembre 17, 2021

Posicionamiento

Si mañana me posicionara políticamente con uno de mis textos, perdería a buena parte de mis lectores.

El juego de la gestión pública se ha enfangado tanto que se ha perdido la libertad para expresarse sin que te señalen. En ese terreno todos los insultos están permitidos, todos los odios, prejuicios y rencores.

Contrastar formas de ver cómo la sociedad tiene que gobernarse debería ser un ejercicio bonito de participación, donde cada cual pudiese expresar su manera de comprender el mundo y, al mismo tiempo, escuchase cómo el otro lo haría.

Porque la política, en sí, es preciosa. Es la ciencia que analiza la organización de la sociedad. Cuáles son los pros y los contras de optar por una determinada opción respecto a todos los aspectos de la vida. 

A mí me hubiese gustado que posicionarse no implicase colocarse en un búnker, sino defender unos principios que no tienen por qué ser los certeros, porque estoy convencido de que no hay verdades absolutas en la política, salvo las básicas que todo demócrata debe defender: los derechos humanos, la libertad de expresión y el voto igualitario.

Yo querría saber cómo piensas tú, no para confirmar si estás en mi tribu, sino para conocerte mejor.

domingo, noviembre 14, 2021

Altruismo

Altruismo es una palabra que suena rara, tal vez, como metáfora de lo raro que es dar con ella en la realidad del día a día.

Casi siempre que he creído que me ofrecían algo de forma altruista, me he llevado una decepción. El juego tiene truco.

Es el día a día de nuestro mundo, el favor interesado. 

Por eso valoro tanto el encontrar personas que amen sin esperar nada a cambio, que se vayan a un banco de alimentos a echar horas, que se apunten a acompañar a personas desvalidas, que participen como voluntarios en plantas oncológicas de hospitales, que se acerquen a preguntar a un mendigo.

—¿Cómo estás?

Tal vez tampoco haya un altruismo puro en esas acciones, porque sí se busca algo a cambio. El bienestar propio, el sentirse útil, el saberse humano.

Lo aprendí de una voluntaria que va a pasar todos los viernes a la cárcel de Sevilla para animar a los presos a adentrarse en la lectura.

—Envidio lo que haces —le dije.

—¿Por quién crees que hago esto, Salva? —me preguntó.

Yo la miré, imaginando su respuesta.

—Yo esto lo hago por mí.

Carne viva

Tengo un amigo al que quiero mucho y un mediodía, con delicadeza, Fran me adelantó que su matrimonio estaba roto. 

Yo no sé yo, pero mi cuerpo entero empezó a llorar. Llevaban tantos años juntos, los quería tanto a los dos, que no supe librarme de ese gran sofocón. 

Finalmente, con el transcurso de los días, volvieron a darse una oportunidad y ahora son especialmente felices.

El día en el que yo le conté mi llanto, él se emocionó, y a mí me quedó la duda, mientras observaba su reacción, de hasta qué punto no soy frágil. 

Quienes me quieren me cuentan las cosas graves con delicadeza, porque lo tomo todo en carne viva. 

Y eso no es bueno.

Hace unos meses una amiga, compinchada con su pareja, me gastó una broma.

Vamos a ser papás. 

Mi reacción fue tan efusiva que les dio verdadero apuro decirme que era mentira. 

Me gustaría, por mi salud, sentir con menos intensidad

sábado, noviembre 13, 2021

Euro

La semana en la que pasamos de la peseta al euro yo me fui a vivir a París.

No tuve que hacerme al franco, sino que aprendí mucho más rápido que el resto el sentido del dinero en la nueva moneda, porque no tenía instintivamente con qué comparar.

En la máquina del café, en el trabajo, compartía charlas con compañeros venidos de diferentes países y yo, cuando recibía la calderilla tras pagar, guardaba los euros para luego jugar con ellos, investigando de qué país procedía cada uno.

Era un abrirse al mundo que iba en paralelo con mis ansias de ser un ciudadano universal.

Sí, seguro que se encarecieron los productos, pero al mismo tiempo era meter a España en la modernidad, en un espacio donde estaríamos más calentitos, más protegidos.

Haber construido esta Europa comunitaria, a pesar de los pesares de todas sus equivocaciones, ha sido una de las mejores decisiones que ha tomado nuestra sociedad. Es la mayor garantía de que no haya más guerras en este viejo suelo tan acostumbrado a tenerlas, es la seguridad de que no se permitirán desvaríos de gobiernos indeseables contra colectivos desfavorecidos.

Yo quiero más Europa, menos fronteras.

Siempre me sonó horrorosa la palabra extranjero.

viernes, noviembre 12, 2021

Coraje

Nos han educado para que la felicidad ajena dé coraje.

Para buscar el defecto en la sonrisa, el mollete en los abdominales, la incoherencia en el discurso.

Hemos crecido en la crítica ridiculizadora hacia el que se siente cómodo en su piel, porque esa persona seguro que tiene una vida gris detrás de su gesto amable. O no está bien de la cabeza. O muestra lo estupendo que le va todo para restregarnos lo mediocres que somos. 

'Pobrecito, no se entera de la misa la media. La vida es otra cosa'.

No. La vida no es otra cosa. La vida es aquello que queramos construir.

La sociedad nos ha inoculado el virus de la incredulidad hacia el que triunfa. Somos especialistas en compadecer a aquel a quien le va mal, pero digerimos mal a quien la vida le sonríe.

Estamos capados para disfrutar de las carcajadas del otro, con lo frustrante que es no saber contagiarse de ella.

Debemos exigirnos escapar de esa venenosa espiral que consiste en recelar del merecido disfrute de quien vive a pleno pulmón. Más que nada porque en nosotros está el abrirlos en grande para respirar nuestras propias victorias de cada día. Que las tenemos. Todos.

El otro día una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme: 

¿Realmente lo que escribes sobre ti es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?

Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.

Todo lo que transmito es todo lo que siento. 


lunes, noviembre 08, 2021

Presente

Todo es presente y, a veces, pesa. 

Despiertas en medio de la noche, haces un movimiento brusco sin querer, y te encuentras con la mirada somnolienta de tu amor. Y quieres parar el mundo. Decir ya está. No quiero más. No quiero salir de aquí. No puedo ser más feliz, ¿a qué más puedo aspirar? No quiero que la vida se me complique, ni nos haga daño, ni que haya peleas, nunca. Quiero verte así, feliz, siempre, como ahora. 

El instante, en cambio, se hace minúsculo. A él se le cierran los ojos, a ti también, que te has agarrado a él para seguir durmiendo.

Vivir es, también, soñar con imposibles.

Soñar con un botón que, al menos, lo pare todo un rato, que nos deje disfrutar más de los momentazos cuando llegan, que los ralentice, que nos deje allí flotando.

La vida siempre pide más, que bajemos de la nube, que montemos al carro de un minuto más, de una jornada más, de otro reto más por salvar. Y encima debemos estar agradecidos por estar vivos, en una ruleta que no descansa.

Sí. Es infantil. Es inmaduro. Es hasta cursi querer amar así, buscar botones propios de dibujos animados. Pero reivindico mi derecho a construir sueños imposibles.

Ofrecimiento

Cuando alguien cercano te responde mal, con desgana o sin interés ante cualquier ofrecimiento tuyo, lo más torpe es pensar en devolverle la pelota en el futuro cuando se dé la circunstancia.

Porque ése no eres tú.

Es mucho más elegante mantener una actitud coherente contigo mismo, que es a fin de cuentas con la persona con la que convives a diario, y ser especialmente correcto cuando esa persona acuda a ti antes que después.

Seguramente no se dé ni cuenta, porque la gente que responde mal, con desgana o sin interés lo hace en la mayoría de los casos sin pretenderlo, por lo que no va ni a recordar que en su momento tuvo un detalle feo contigo.

En todo caso tú, siendo elegante, le darás una pequeña lección de vida que el subconsciente de la otra persona almacenará en el apartado de su cerebro que se dedica a corregir acciones futuras.

Y si esa persona no tiene ese apartado en su cerebro, porque vino con ese defecto de fábrica, lo que es seguro es que tú no recibirás ningún chisporroteo de incoherencia en el apartado del tuyo que se dedica a mantenerte siempre fiel a ti mismo.

jueves, noviembre 04, 2021

Locura

A veces pienso que la locura quiere decir 'basta ya'.

Al menos un tipo de locura, el de gente hipersensible al que la vida ha arrastrado por caminos imprevistos.

Gente que se ha encontrado, por dar más de dos tropiezos seguidos, perdida en su laberinto. 

Hay mucho paseante de nuestras ciudades con la mirada rota, con apenas una manta en su mochila para dormir en cualquier cajero, que podrías ser tú de haberte golpeado el destino con arreones de injusticia.

La pérdida de alguien amado puede llevar a la depresión, y ésta a la pérdida de un trabajo, y ésta a la imposibilidad de pagar tu casa, y ésta a perder la salud y las fuerzas para tirar para delante.

Es entonces cuando el cuerpo te dice 'basta ya', yo quiero mi cama de siempre, los besos de buenas noches al dormir, la tele encendida, las risas de mis hermanos, quiero que suene un despertador para decirme que soy útil, quiero que alguien me escuche. No tener que pedirle a un extraño si tiene un bocadillo para mí.

Que me muero de hambre.

Dura

De pronto te das cuenta de que la vida es dura y te dices ¡no!

No es esa la mía, la mía trascurre fluida, está llena de luz y de gente cercana. 

Ves el nubarrón, muy negro, aproximarse. Sabes que te va a caer lo más grande, que no hay escapatoria, pero miras hacia el otro lado y observas el paisaje verde, luminoso, donde sabes que la temperatura es perfecta.

Es complejo el ejercicio de confirmarse a uno mismo que esos paisajes de ensueño existen cuando estás en mitad de la tormenta, en esos espacios en que no encuentras una escalera para subir y otear a lo lejos nada hermoso.

Cuando la tormenta golpea, cuando graniza en tu cabeza, hay que apretar los dientes y recordar que esos campos de amapolas siempre estarán ahí. Y sabrás, entonces, cuando estés allí tirado y el sol caliente tus días de plenitud, que las tormentas existen y existirán, y que siempre habrá quien esté atrapado en el ojo del huracán. 

Vacío

El sábado fui al teatro y me lo encontré medio vacío.

Sufro con un teatro vacío. O con un restaurante. O con una tienda de muebles.

Empatizo tanto con los negocios que no funcionan que suelo comprarles algo como muestra de solidaridad.

Hace unos años estuvimos en un barecillo de la Alameda en el que el chaval, muy joven, nos contó la ilusión con la que lo había montado.

Le he pedido un préstamo a mi padre.

Fuimos alguna que otra vez más y casi siempre estaba sin nadie.

El otro día nos acordamos y fuimos a comer allí. Vacío. Nos sentamos en la terraza y lo vimos a él a través de las cristaleras. Tenía a una chica empleada que tardó una eternidad en darnos los buenos días. Cuando fuimos a pagar, no podíamos hacerlo con tarjeta, ni con Bizum. Fran salió a la búsqueda de un cajero y yo observé como una familia con niños pequeños se sentaba en la mesa de al lado.

¿Cuál es la especialidad de la casa? preguntaron.

Aquí está todo bueno, en caso contrario no lo pondríamos en la carta les respondió él.

Ellos se quedaron de piedra, yo también.

Preguntaron si tenían algo de pasta para los niños.

¿Han visto que haya algo de pasta en la carta? Si no está en la carta, es que no tenemos.

Yo aluciné tanto que no entendí como la familia no se levantó de la mesa. Fran llegó con el dinero y yo le terminé de explicar por qué, a veces, hay sitios siempre vacíos.

Mezquita

Tuve la suerte de poder visitar una mezquita en Teherán acompañado de un anfitrión iraní.

De hecho, él quiso que yo me integrara como uno más en el rezo. 

Ese día nevaba, él me pidió que le imitase, así que me quité los zapatos y los calcetines en el patio ¡a cielo descubierto! Me limpié los pies con agua helada de la fuente. Y las manos. Y la cara. Hice lo que hizo él.

Nosotros seguimos el rito chiíta, por lo que no apoyamos la cabeza en la alfombra.

Me entregó una especie de pastilla de jabón, de madera, que colocaban en el suelo, de forma que al inclinarse hacia delante ese artilugio impidiese que la frente tocase con la moqueta.

Una vez dentro, me coloqué a su lado, entre tantos otros, y lo observé rezar. Fueron minutos mágicos.

Yo, agnóstico convencido, cerré los ojos y vi las lágrimas de mi madre viendo pasar la Macarena, sentí el olor a incienso de la iglesia católica, los fieles santiguándose, los cantos del cura.

El poder de lo inmaterial. 

Estaba a miles de kilómetros de mi ciudad, arrodillado en una mezquita y me sentía en plena armonía con la indescifrable creencia del ser humano en alguien que cuida de nosotros.

miércoles, noviembre 03, 2021

Conocimiento

A pesar de todas las críticas, justificadas, que se puedan hacer a Internet, hay una realidad clara. Nos ha facilitado el acceso a la información.

La información es conocimiento y el conocimiento, sabiduría.

Por muy sesgados que puedan ser los buscadores, por muy interesados que sean los algoritmos, la realidad es que cualquier persona, ante una duda, pregunta a la red y obtiene una respuesta.

Acerca de lo que se quiera. No hay tabúes. Ni fronteras. 

Que no nos cuenten milongas, que sabemos cómo contrastar.

Es una realidad que nos empodera, sobre todo a aquéllos que desde siempre han estado postergados, por vivir en un lugar recóndito, por carecer de estudios, por no tener forma de acceder a la cultura.

Basta un móvil y ganas de conocer. Desde la pregunta más peregrina a la más profunda. Siempre a alguien se le había ocurrido antes que a ti saber si hay nutrias en el Nilo, o qué consecuencias tiene la ablación para la mujer, o por qué es tan famoso el Hamlet de Shakespeare, o cuál es la ciudad donde se consume más queso gruyere, o cuánta gente sin hogar hay en tu ciudad, o cómo puedo hacer para ganar en concentración.

Conocer. Saber. Aprender.

Verbos que suenan a crecer como persona. 

Asakusa

No se puede visitar Tokio sin pasear por Asakusa.

La capital japonesa es una megalópolis hecha a trozos, tan inmensa que se pierde en el horizonte cuando subes a un rascacielos para observarla. Una ciudad que apenas guarda restos de lo que fue hace siglos por culpa de la Segunda Guerra Mundial y cuyo principal atractivo es precisamente su modernidad, las pintas de la gente por la calle, los edificios de formas imposibles, sus escaparates, los mercadillos, las callejuelas donde, de golpe, te encuentras un restaurante diminuto donde sabes que te van a dar de comer bien.

Para los guiris está Asakusa. Un templo budista rojo que conforma una pequeña ciudad dentro de la ciudad.

Si siete veces he ido a Tokio, siete veces he visitado Asakusa. Haces fotos de ensueño en su jardín, con su pequeño riachuelo, los puentes, las geishas que lo pasean. Una estampa del país que esperas encontrar.

La penúltima vez que estuve en Japón casi se me escapa, así que convencí a Pablo, mi compañero de viaje, para ir a cenar por la zona, con idea de darnos un paseo por sus calles antes de que cayese la noche.

Con el templo ya casi vacío, un matrimonio japonés de ancianos se acercó a mí y me hicieron gesto, cámara en mano, de que querían alguien que les retratara. Les hice una reverencia y les pedí la cámara.

—No —me dijeron, por medio de signos—. Y se la dieron a mi amigo Pablo.

A mí me pidieron que me colocara en medio de los dos para aparecer en la foto.

Yo me quedé de piedra, entre halagado y avergonzado, pero me coloqué entre ellos.

Tuve la suerte de que la mujer hablaba algo de inglés, así que, tras posar varias veces con mi mejor sonrisa, les pregunté por el sentido de la foto.

—Es que usted tiene una nariz muy grande.

Tener

Cuanto más se tiene, más se teme perder.

De ahí que aquéllos que viven en la opulencia, que tienen pisos aquí y allá, mandos con luces de colores para abrir cualquier mueble-bar y la cuenta corriente a rebosar, vean el precipicio mucho más alto que el resto de los mortales. Porque han llegado a creer que están en posesión de su destino, narcotizados por su propio poder.

Vivir es asumir una porción de miedo. Todos lo sufrimos. A que enferme alguien querido, a un accidente de tráfico, a perder el empleo, a que te detecten algo. En mayor o menor grado, a todos se nos puede encontrar la vulnerabilidad sin buscar muy profundo.

Está ahí precisamente la clave de la estabilidad emocional. Entender que la vida es frágil, que en cualquier momento se nos puede caer el mundo encima. Cuando lo comprendes, el objetivo máximo se convierte en estar bien contigo mismo y con los demás, asumir el regalo de vivir en paz, de no tener cuentas pendientes, de no mantener peleas absurdas, de no haber pospuesto planes que puedas hacer hoy. 

A determinadas edades y con cierto estatus social, uno se cree inmortal. Cuando uno se da cuenta, ya avanzada una edad, que la mayor y única posesión es la vida propia, tiene dos maneras de afrontarlo. De frente o dando la espalda. 

Con serenidad o con miedo.

Yo no quiero lamentarme de no haber querido bien.



martes, noviembre 02, 2021

Descalificativos

Me molestan los descalificativos categóricos que atacan a gente que no conozco.

"No es de fiar, es un pervertido, habla mal a tus espaldas, es un chupasangre..."

Muchas veces la fama está bien merecida, soy consciente. Es raro que se hable muy mal de gente buena. Lo que no quita para que yo quiera formar mi opinión por mí mismo, no estar condicionado por las experiencias de otros, para así poder decidir a quién sí y a quién no.

Es en mi propio círculo de amigos donde compruebo relaciones muy tensas entre gente a la que quiero. Cuando quedo con alguno de ellos a solas, y les pregunto, me trazan retratos del otro que yo no sé ver.

Yo no tengo esa sensación que tienes tú.

A todo el mundo le chafa que un amigo no le dé la razón, más cuando hay pasión en sus argumentos, pero soy partidario de enfriar las emociones, sobre todo si son negativas, a base de preguntar por los verdaderos motivos. A veces, cuando preguntas y vuelves a preguntar, no es tanto que el otro no sea de fiar, ni sea pervertido, ni hable mal a tus espaldas, ni sea un chupasangre. Es tan sencillo como que cuesta admitir que vea el mundo al revés que tú, porque el mundo que uno ve es el mejor de los posibles.

—Ese tío tiene mandanga.

—Deja que lo averigüe yo.

lunes, noviembre 01, 2021

Trato

A mí me ha salvado el trato.

Porque no soy especialmente brillante en mi trabajo, ni soy un enamorado de mi profesión.

Sin embargo, me ha ido bien. He tenido, tengo, una carrera profesional interesante, he tocado muchos palos, he vivido en varios sitios, me han asignado fuertes responsabilidades, he dirigido equipos, me he codeado con gente de mucho nivel.

Estoy convencido de que la clave de mi éxito está en el trato. Hacia los demás, hacia mí mismo. Saber ponerme en mi lugar con una sonrisa, saber escuchar al otro sin importar su jerarquía.

A los años de entrar en Renault, en el salón de actos de mi fábrica, el director dio una charla a todos los mandos de la empresa sobre la gestión de los recursos humanos. En ella defendió lo que él definió como la técnica de las 3 haches.

Humanidad, humildad y sentido del humor.

Fue ése uno de los momentos clave de mi vida, porque entonces añadió:

El mejor ejemplo de quien lo sabe poner en práctica es Salvador Navarro.

Entonces todo el mundo se giró hacia mí y yo subí al cielo del anfiteatro. Fue una lección de vida. Nunca olvidaré esas palabras, que han sido una guía constante para mí.

Días después, al salir del trabajo, fui a comer con mi padre, que estaba en su ronda diaria de tapeo con los amigos. Al saludarlos, él, achispado y orgulloso de mí, comentó en voz alta.

Borete, les he contado a mis amigos lo de tus 3 efes, pero con las cervezas no me acuerdo de ninguna.

—Eran haches, papá.


Jefa

Llegamos a la fábrica de Renault en Casablanca bien temprano.

Nos recibieron los jefes a la entrada y nos explicaron cuál era la situación de la producción, al tiempo que nos invitaron a entrar en los talleres. Tras haberla visitado varias veces, recorrimos acompañados de nuestros anfitriones las líneas de fabricación. Es allí que nos presentaron a la mujer que se ocupaba del análisis de los problemas técnicos en los motores.

Bonjour, messieurs nos saludó, con el velo cubriendo su cabello.

Nos llevó a su zona de trabajo y nos explicó con todo lujo de detalles la razón de nuestra visita. Con palabras claras e impecables argumentos técnicos. Sus compañeros danzaban alrededor pero era ella, la de menor rango en el escalafón, quien llevaba la voz cantante. 'Tú, trae esto', 'tú, busca el plano', 'tú, enséñales la pieza', 'tú, acompáñales a la máquina donde tenemos el problema'.

La resolución hecha mujer.

Nos despidieron, a la salida de la fábrica, todos los jefes. Todos hombres.

Felicidad

La felicidad se potencia diciéndotela.

Hay mañanas en las que ni el mundo se ha despertado y ya estoy haciéndome un café para preparar reuniones que sé que van a ser desagradables. Con la cafetera delante me planteo que estoy hasta los mismísimos de esos horarios cansinos, de toda una vida escuchando un despertador a horas inhumanas. 

Entonces miro mi casa y me digo, ¡qué chula! Y pienso en quien duerme a mi lado y me digo, ¡qué suerte! Hago un repaso de la gente que vamos a ver durante la semana y saco una sonrisa. Me acuerdo de mi novela a punto de salir, de la buena salud que tengo, de la que tiene mi familia, de lo emocionado que está Fran con su negocio, mis hermanas con el Pilates, mi sobrino con sus estudios de Informática, mi Betis con sus partidazos; los maravillosos amigos que tengo, la alegría de la ciudad en la que vivo, la buena vida que me proporciona mi empresa, los viajes programados, la dorada que nos comeremos esa noche, los paseos que nos daremos por los escaparates de París en Navidad...

La felicidad hay que contársela a uno mismo, porque a veces se nos olvida.

sábado, octubre 30, 2021

Agostini

Yo aprendí francés con Planeta-Agostini.

Era un chaval y bajaba cada semana a comprar un fascículo. ¡Hasta 96! Y me los estudiaba todos. Con un casete. 'Écoutez-Répétez'. Yo escuchaba y repetía las veces que hiciera falta.

Lo fui mejorando leyendo a Anna Gavalda, Amélie Nothomb, Françoise Sagan... o escuchando a Zazie. Siempre las mujeres para facilitarme el camino.

Así que cuando me fui a vivir a París con treinta y tantos años, mi francés era muy académico.

Mi amigo David, en cambio, se encontró con el idioma de sopetón. Renault lo contrató y lo envió a Francia, donde nos conocimos, sin saber ni papa de francés. De modo que lo aprendió en la calle, en charlas de café, en bares de copas.

Cuando nuestra 'mamá francesa' Brigitte nos invitaba a su casa a comer, casi a diario, nos decía que parecía tener sentados en la mesa a un pijo de clase alta y a un antisistema del extrarradio.

¡David! —interrumpía ella.

Le corregía a cada momento por los tacos, las expresiones malsonantes y las barbaridades que decía, sin él ser consciente. Se limitaba a repetir lo que escuchaba.

En París conocimos una noche a una francesita divertidísima, que hablaba el español tal como David hablaba el francés. Estaba enamorada de España. Tanto es así que encontró trabajo en Valencia. En la última entrevista antes de contratarla, le preguntaron:

Estamos interesados en ficharte, pero tenemos dos posibles puestos y nos gustaría saber cuál es el que preferirías.

A lo que ella respondió, en su español callejero:

A mí me la trae floja.

Y se fue a Valencia.

jueves, octubre 28, 2021

Cancela

¿Tú puedes cocinar? —le pregunté.

Entonces me contó que, desde hace años, un matrimonio que vive frente a él le acerca la comida a diario.

Ésa es la cocina, Salvador me dijo desde su silla de ruedas, mientras yo visitaba las habitaciones con su permiso.

Vi el plato de puchero sin terminar en el fregadero y no me atreví a preguntar si tenía algo en la nevera.

Salvo la comida, yo puedo cuidar de mí —me explicó—. Incluso me ducho yo solo, ¿sabes? Pero no me ducho mucho, para que no se me caiga el pelo que me queda.

Los servicios sociales le envían una chica todos los días a su casa.

—Marina está aquí una hora y veinte. Ni un minuto más ni un minuto menos.

Para Antonio, el tiempo es un elemento constante en su discurso.

¿Tú vas a venir dos horas cada semana, Salvador?

Vendré las veces que sea necesario, Antonio, hasta que termine de escribir el relato de tu vida.

Ayer estuvimos de tanteo. Me puso a prueba con frases directas, para ver mi reacción. Se emocionó, me miró de reojo, me contó chistes verdes y recitó poemas. 

—Otro día que vengas, te canto una copla.

Me explicó quién era cada cual entre las fotos de su casa.

Ya todos están muertos.

miércoles, octubre 27, 2021

Universo

Cuando una persona nos deja, un Universo se desvanece.

El de sus miedos, sus ilusiones, sus historias de amor, sus mediocridades, todo el aprendizaje que le llevó a ser quien era, sus ganas de vivir, ¿dónde se va todo eso?

Este pasado lunes, a la salida de una tertulia literaria, uno de los ponentes me animó a tomar una cerveza. Me presentó a varios amigos, una de ellas iba con sus padres. Sentados en una mesa de la Alameda, con la noche recién caída, el padre de esta chica comenzó a contarnos una historia familiar. Cómo su familia en la posguerra se trasladó desde Cazalla a Sevilla a partir de un pálpito de su madre. Estaba contando una parte nuclear de su vida, pero todos habíamos quedado en pocos minutos para continuar la nuestra. El hombre enlazaba con fluidez su relato, que nos maravillaba, pero no dejábamos de mirar el reloj.

-Perdone, tenemos que irnos.

Yo, recién llegado al lugar de la cena donde estaba citado, me quedé con el runrún de ese hombre mayor y su historia de juventud sin terminar.

Esta tarde, a las cinco y media, tengo mi primera cita con un señor de ochenta y tantos años al que una ONG ha seleccionado, por su pasado, sus condiciones de vida y su soledad, para publicarle una historia de vida. Sé que se llama Antonio y vive por la calle San Luis. Poco más. Es mi responsabilidad escucharle, saber preguntarle, quedar las tardes que sean necesarias con él, para introducir su historia en una esfera de cristal, que no deje escapar los aromas, el tiempo necesario para convertirla en un relato en papel.

Sé que está ilusionado, como lo estaba ese hombre hablando de cómo un día su familia cogió todos sus bártulos y dejaron su vida fácil en Cazalla para jugarse el futuro en Sevilla. Ese futuro ya es casi pasado y no tuvimos tiempo para escucharlo.

¿Dónde se van tantas historias?

Quizás, ojalá, se integren en el subconsciente de la gente que las escucha.

martes, octubre 26, 2021

Pegas

Si es cuestión de poner pegas, no se salva ni el Tato.

Ni nosotros mismos, muchas veces, nos aguantamos, ¿qué sentido tiene ser exigente con las perfecciones de los demás?

Cierto es que los años nos van arrimando a personas con las que tenemos más afinidades, tanto como que con ese paso del tiempo son más y más los que se meten en sus cuevas, refugio de sus soledades. La vida apalea y no todos están dispuestos a librar batallas innecesarias, así que van renunciando a todo lo que no sea vivir en su agujero, en muchas ocasiones tras convertir en apestados a todos aquellos que alguna vez, aunque sea en su percepción tremenda de las cosas, les fallaron.

No hay nadie cercano, nadie, que no me haya fallado una, dos y tres veces. No soy partidario de poner cruces, porque pocas cosas son tan graves, porque yo soy el primero que en multitud de ocasiones no estuve a la altura.

Porque sé distinguir el error del desprecio.

Soy un fiel defensor del perdón de despistes, malas caras y gruñidos varios de la gente a la que quiero.

Se les dice 'esto no me gusta de ti' porque 'me gusta ser tu amigo'.