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viernes, junio 30, 2023

Sabio

Una persona es sabia cuando puede explicar lo más complejo a un niño.

Si no sabe traducir al lenguaje de los profanos sus conocimientos, será alguien brillante en lo suyo, pero le faltará el halo mágico que da la sabiduría.

Yo muero cuando alguien me aclara con cuatro frases la más compleja de las teorías.

La sabiduría, entendida en su acepción más autentica, tiene un componente ético que se alimenta de la bondad, del querer compartir, del enseñar.

Recuerdo a dos profesores, uno de Filosofía en COU, otro de Regulación Automática en Ingenieros, que me provocaban un orgasmo cerebral al desbrozar sus lecciones, me llevaban a momentos de un profundo placer al comprender, aunque fuera por décimas de segundo, la grandeza del pensamiento humano.


Liverpool

Desde que me señalaron la mesa ya supe que iba a hablar con ella, porque me sonrió.

La noche de ayer estaba perfecta, en la azotea del Unuk, el día había sido intenso para los dos. Queríamos regalarnos una cena fuera del mundo. Yo, estrenando camisa, y Fran, tan guapo como siempre.

¿De dónde sois? 

El matrimonio, en la sesentena, tomando un vino blanco en la mesa de al lado, respondió al unísono.

De Liverpool.

Venían de recorrer media España y nos hablaban con entusiasmo de su visita al Alcázar y la Catedral. Nos enseñaban fotos para pedir aclaraciones acerca de lo que habían visto, mientras yo les animaba a que me hablaran de Liverpool, del Brexit, de sus viajes.

Ahora nos vamos a Lanzarote nos dijo ella. Tenemos casa allí.

¡Qué vida más maravillosa! exclamé.

Sí, pero tras toda una vida de duro trabajo.

Lo repitieron muchas veces. Una vida de duro trabajo. Se interesaron por nosotros, insistiendo en que no querían molestar, que cenáramos tranquilos. Se pidieron unas copas más para alargar la velada.

Yo estoy en la gloria hablando con ustedes les aseguré, de corazón—. Admiro vuestras ganas de vivir les dije.

Entonces, ella me mencionó a John Lenon, uno de esos Beatles nacidos en su ciudad.

—'La vida no es un ensayo', decía él.

Le brillaban los ojos. Sí. Esa es la clave. Y vi que la tenía guardada en su interior en cuando me ofrecieron la mesa para sentarme y vi su sonrisa. 

La vida está aquí, ahora, ya.

Hablar con el corazón con gente que nunca más volverás a ver es un ejercicio sanísimo.

miércoles, junio 28, 2023

Reñir

No me gusta que me riñan. Nada. Nunca. Desde pequeñito. Así que cuando lo hacían, ya me esmeraba yo en que no volviera a ocurrir.

Ese nivel de autoexigencia, con el que nací y que he alimentado con los años, es una de las claves para que la vida me haya tratado bien. Estoy convencido.

Está claro que es más estresante manejarse en ese escenario que implica no fallar, tanto como cierto es que los proyectos no se materializan si no se trabajan.

No sé hasta qué punto esa manera de actuar venía grabada en el espermatozoide o el óvulo que  se convirtieron en mí, pero sé que yo he alimentado esa forma de entender mi mundo.

La dignidad es, para mí, una palabra sagrada. El amor propio.

Cuando mi madre, un profesor, un jefe o un entrenador de remo me cantaban los cuarenta por haber hecho las cosas como no debía yo me encerraba en mi habitación, refunfuñando para dentro, para establecer un plan que garantizaría que no volvería a ocurrir.

Sí. Soy apretado.

martes, junio 27, 2023

Panchito

Me da pereza ser la voz de la conciencia de todo aquel que dice barbaridades.

No siempre tengo la confianza suficiente para poner la cara colorada a alguien que apenas conozco, lo que ocurre es que al no hacerlo se me hace bola el mal rollo en el estómago.

—Me trajo la comida a casa un panchito —decía el otro día un chaval al que aprecio.

¿Un panchito? A las alturas del siglo XXI en que vivimos, nombrar así a un sudamericano por tener rasgos indígenas es lo más paleto, rancio y estúpido que se puede escuchar.

Es degradante, supremacista, descorazonador. 

Pero es que se escucha. Mucho. Los moritos, los negratas, los machu-pichu. 

Trato de buscar la fórmula para levantar la mano y protestar ante estos comentarios, sin alterarme demasiado, con tono didáctico, con la idea de 'evangelizar' la mínima educación que se le supone a un ser humano.

El caso es que no me sale. Cuando protesto, me altero. Me indigno. Mucho.

lunes, junio 26, 2023

Isa

Eran cuatro amigos inseparables, una pequeña pandilla formada por dos matrimonios.

Pedro e Isa más conservadores, mis padres más liberales, en épocas en las que la religión o la política no desunían como ahora, nos veíamos las dos familias todos los domingos desde que yo tengo recuerdo.

Fueron teniendo los hijos de forma acompasada. Así, cada una de sus cuatro hijas tenía su equivalente en edad en alguno de nosotros cuatro. Ellas, las niñas, tenían una denominación que las abarcaba, 'las amigas'. Aun hoy en día, cuando entre mis hermanos decimos 'las amigas' sabemos que hablamos de las hijas de Pedro e Isa.

De orígenes catalanes, ya en las fotos en blanco y negro, de estudiantes, aparecen juntos. Las películas de super-8 de nuestra infancia están llenas de ellos. De bautizos, primeras comuniones y cervezas en el bar Avelino.

La muerte tan temprana de mi madre dejó cojo al cuarteto cuando aún eran muy jóvenes, pero mi padre mantuvo toda su vida los domingos al lado del matrimonio. Tras largas enfermedades, pero con una vida bien disfrutada, se fueron ellos dos, los amigos, con pocos años de diferencia.

Ayer, nada más aparcar el coche tras mi fin de semana en Mijas, me encontré con un mensaje de Belén, la pequeña:

'Hola Borete, mamá ha fallecido esta tarde. No ha sufrido nada, dormía la siesta'.

Un golpetazo de tristeza me sacudió.

Con Isa, cariñosa, se nos van los arroces del fin de semana, sus achuchones, los domingos en su casa viendo la Casa de la Pradera, la infancia imborrable de mediodías azules.

Ya se fueron los cuatro amigos...

jueves, junio 22, 2023

Final

No me acuerdo de los finales de las novelas que más he disfrutado.

Tiene que ver con mis despistes, pero quizás también con mi forma de apreciar la literatura, porque lo que a mí me embriaga de una historia tiene mucho más que ver con la atmósfera que con el desenlace.

La vida no se articula en tres actos, es más bien un caudal que corre desordenado hacia adelante, donde no hay una meta definida por alcanzar. Lo que a mí me gusta disfrutar es de la inmersión en ese río de emociones y dejarme llevar.

No hace mucho escribía acerca de mi novela fetiche, La Montaña Mágica, y los lectores en sus comentarios hacían mención a su impactante final.

¡Yo no lo recuerdo! No sé qué pasó con Hans Castorp. Incluso puedo invertarme un final para mí. No sé si murió su primo, ni dónde quedó Settembrini, ni si llegó a besarse con Madame Chauchat. ¡Me da igual!

Me gusta visitar ese balneario cada cierto tiempo, sin pensar en qué terminó todo. Los prefiero vivos, con sus paseos y sus charlas, para mí.

Hay quien dice que le gustan los finales abiertos, aunque la mayoría de los lectores prefiere que las novelas cierren bien todas las tramas y subtramas.

Yo soy novelista de desenlaces bien estructurados, pese a que, para mí, lo importante, es que aceptes mi invitación para sumergirte en el mundo que he creado para ti.

Mi triunfo sería que, tomando un café, te acordases, de vez en cuando, de la mesa de cocina de Lara.

Machuca

Tiene un rincón para los libros en su farmacia y un corazón grande para escuchar a todo el que acude a su local, porque entiende que su oficio no es solo recortar el trozo de cartón de la caja recetada de medicamentos.

Tanto es así, que lleva media vida como voluntario en las Tres Mil Viviendas, para ofrecerse como farmacéutico de barrio a quienes no tienen los conocimientos ni los recursos.

Así, en una de estas charlas con mujeres de la tercera edad, las más habituales en su negocio, a Manuel se le apareció Paula, una señora con enormes piernas con varices a la que no se quiso limitar a recomendarle una crema.

Ella entonces le contó, durante diez intensos minutos, que tuvo ocho hijos, pero que uno se lo robaron.

—Nadie me creyó —se lamentaba—. Ni siquiera mis niños.

Niños que consiguió criar sola, a base de limpiar escaleras y cuidar ancianos, niños que hoy son hombres y mujeres, alguno incluso profesor universitario.

Esta semana ha salido por fin a la luz 'Demasiada gente', la esperadísima novela de mi querido Manuel Machuca, donde nos cuenta la vida de esa mujer que un día se presentó en su farmacia para calmar sus dolores.

Mi miedo era terminar de ponerle voz a su historia y que ella no viviese para leerla.

Afortunadamente, pudo acercarse a su casa para entregarle el libro, en el que Paula se convierte en Fernanda y nos narra su lucha.

Hubo 300.000 niños robados en época de Franco.

Hoy, un ángel como Manuel, empático, humilde, solidario y generoso, pone voz a tanto dolor vergonzante.

miércoles, junio 21, 2023

Basura

Soy basura.

Para una parte importante de la población de mi pais soy basura y merezco ser tirado a un contenedor.

Un partido político ha instalado una lona en pleno centro de Madrid en la que una mano con una pulsera con la banderita de España, de la que se apropian, arroja a una papelera a toda la comunidad homosexual, entre otros colectivos.

Esos que presumen, en su mayoría, de ser ultracatólicos. ¿Olvidaron el mensaje de Cristo?

No hace mucho publiqué un texto criticando a esa extrema derecha que quiere llevarnos de nuevo a la España cañí de blanco y negro, la de las palizas a la mujer de las que no se entera nadie, intrafamiliar es el eufemismo; la de los que contratan a sudamericanos para que cuiden a sus viejos y los quieren expulsar; la que pone el grito contra el aborto pero se paga los viajes a Londres para abortar. 

Ese mismo día en que lo publiqué perdí a decenas de seguidores. Bien perdidos. Que se vayan. Prefiero no tener entre mis lectores a gente que me quiera tirar a la basura. Mejor quedarse a solas.

Nunca jamás podré ser amigo de quien vota a Vox, de quien me quiere tirar a la basura. Si votas a Vox, por favor, deja de seguirme.

Estos reaccionarios no imaginan el dolor de perder una juventud por nacer en una sociedad que nos ridiculizaba, en la que tuvimos que camuflarnos para no ser vistos. No se les pasa por la cabeza el daño que se nos hizo para siempre.

¿Queremos hacer ese daño a las generaciones venideras?

No somos conscientes de la gravedad del desafío.

A mí no va a tirarme nadie a la papelera. Conmigo no podrán.

martes, junio 20, 2023

Abuela

Yo a mi abuela solo la vi fuera de su casa cuando iba a la catedral.

Ocurría muy de tarde en tarde y no sé cuál era la razón, pero ese día se preparaba con todas sus joyas y los mejores vestidos para acudir a misa en el inmenso templo sevillano.

Era una señora que venía con paisaje incorporado, que no era otro que su casa, su barrio, la iglesia de San Bernardo y el mercado de la Puerta de la Carne. Bueno, eso decía, porque yo nunca llegué a verla fuera del piso que tenía junto a la estación de autobuses.

De hecho, no sé si es un mito eso de que visitaba la catedral un par de veces al año. Tal vez lo decía para convencernos de que era capaz de salir de allí, de ese piso grande que llevaba pegado a la espalda. Quizás yo nunca la vi y construí una imagen ficticia de ella, bien maqueada, en los asientos de la catedral.

Recurrente en mi imaginario personal, mi abuela no es sino una mujer graciosísima dando vueltas por una casa de la que nos quería hacer creer que algún día podría escapar.


Pena

Hay gente que me produce mucha pena y es un sentimiento que quiero desterrar de mí.

La pena es degradante, para el que la siente y para aquel que la provoca. Es fea, incluso, la palabra, donde se encierran, con nada que destapemos, la prepotencia del que la siente, un tufillo desagradable que nos envenena, el estigma de quien es mirado con compasión.

La pena hay que transformarla, en cuanto se nos aparece, en comprensión, es mucho más sano, en empatía, porque nadie está a salvo de ser mañana objeto de ese misma reacción por parte de otros.

¿Quiénes somos para pensar que el otro es más infeliz?

Por fin

Por fin, fuimos al Jamaica.

Dejamos a Iván en su casa tras volver de Córdoba y le propuse a Fran tapear allí. Hacía años que no lo pisábamos.

Lo encontré triste, descuidado, eché en falta las vitrinas esplendorosas con los aliños y ensaladillas, aunque seguro que lo destartalado no estaba solo en el bar, sino en unos recuerdos idealizados.

Seguía la misma camarera de entonces, malhumorada y desaliñada como en esa época, más canosa. Fran fue al baño, yo me senté en la barra y ella me reconoció. No sabía que pudiese sacar una sonrisa tras ese gesto malencarado.

La última vez que estuve allí, con mi padre, a muy pocos días de su final, ella se acercó a él y le dio un beso en la frente, una escena que me emocionó en lo más profundo y que no vino a mi cabeza hasta que no la escuché preguntarme qué quería tomar.

—Ponme la cerveza más fresquita que tengas —le pedí.

—Claro que sí.

viernes, junio 16, 2023

Estar quieto

Mirar al infinito se ha convertido en una actividad excepcional.

Apenas nos queda la almohada, la luz apagada y el silencio para otear, si no el infinito, al menos nuestro interior.

Es la enfermedad y el gran avance de esta generación que nos ha tocado vivir. La sobreestimulación. El chaparrón de información. 

Viajar en metro es no cruzar ya la mirada con nadie, porque todos están asomados a esas ventanas para ver mundos lejanos a ese túnel por el que cruzan, más atentos al baile de una niña en Pekín que de la sonrisa tonta de la señora del asiento de enfrente.

Cuántas veces no tomamos el móvil sin saber qué queremos encontrar. Buceamos allí, al otro lado de la pantalla, para evitar bucear en nosotros mismos.

Bien, hoy lo dejo en casa. Pero, no podré contar los pasos, ¿y si me llaman? ¿Y si veo algo a lo que quiero hacer una foto? ¿Y si me pierdo y no sé volver? ¿Y si quiero recordar como se llamaba esa actriz? ¿Y si me da por buscar los ingredientes de una fideuá en el supermercado? ¿Y si quiero ver cómo va la guerra de Ucrania?

Y si... 

Vivimos esclavos de un dulce narcótico mental.

lunes, junio 12, 2023

Ego

Llevaba años siguiéndome en Instagram y poniendo corazones a todas mis publicaciones.

Hace poco, me envió un mensaje y se lo agradecí.

Un placer que te gusten mis textos.

¿Qué textos? me respondió. Pensé que eras pintor.

Se me vino el ánimo abajo. Tantos años de 'me gustas' y ni siquiera sabía que tras cada una de esas pinturas había una reflexión. 

Sorprendido por mi pequeña decepción, se comprometió a leer alguna de mis novelas.

Así tendré distracción en el hospital me dijo.

¿Qué hospital? Pregunté.

Se ve que tú tampoco me lees a mí.


sábado, junio 10, 2023

Asturias

Tengo en Asturias tantos y tan fieles buenos lectores, que estoy seguro que me acogerían en sus pueblos como a un hermano si un día los visitase. 

No voy a hacerlo, porque soy muy de querer y muy poco de molestar, pero el hecho en sí de saberlo me provoca tremendo bienestar, que diría un cubano.

De entre los grandes regalos que nos han ofrecido las redes sociales está en un lugar privilegiado el de romper fronteras. Esa íntima sensación de tener tanta gente tan cerca, pese a los kilómetros de más. 

Hemos aprendido a romper prejuicios, a apreciar a gentes de otras tierras, a comprobar lo muy iguales que somos en lo esencial. 

Descubrirnos esa verdad tan evidente ya es motivo más que válido para dar un aprobado a esta nueva forma de comunicación. 

Humildad

La humildad comienza por uno mismo.

No vale ir de persona enrollada por la vida si te crees el rey del mambo.

Ser humilde con uno mismo no es falta de amor propio, es exceso. Porque me quiero tanto, no busco excusas para justificar mis malos pasos dados.

Así, cuando se nos vaya la olla, actuemos mal, dejemos cosas a medio terminar o despotriquemos de alguien, tenemos que hacérnoslo mirar.

Críticar al otro es fácil, aunque sea de pensamiento; hacer cuentas con nosotros, en cambio, siempre da pereza.

Calma

Siempre que hago las cosas con calma, me salen mejor.

No tiene por qué ser una novela o un texto, puede ser una tortilla de aguacates.

Queremos abarcar tanto que, a veces, olvidamos lo que tenemos entre manos, cuando lo que nos ocupa debe ser lo más importante siempre.

No sé cómo se llamará esa corriente filosófica o vital, que seguro que existe, pero no hay nada como poner todos los sentidos en lo que te traes entre manos. Disfrutarlo. Ralentizarlo. Regodearte en ello.

Cuántos paseos por la playa no habremos desperdiciado mirando el móvil. 

Potenciar

Todos tenemos algo bueno.

Sin excepciones.

Afortunado aquel que ha tenido quien se lo haya hecho ver cuando aún era inmaduro. Unos padres, un profesor, un hermano o unos amigos que le dijeran, en su momento, qué bien lo haces, tira por ahí.

Somos producto de muchos azares, entre otros, el de aquellos que nos acompañan desde nuestra más tierna infancia. Personas clave en nuestro desarrollo emocional. 

A un niño al que le potencias sus aptitudes le estás abriendo las puertas de par en par hacia una vida completa en la que sentirse fuerte.

No podemos ser grandes en todo, lo que sí es cierto es que hay cualidades en las que todos somos campeones. 

Aunque sea en saber mirar y sonreír. 

viernes, junio 09, 2023

La Caoba

Estábamos en una barbacoa dominguera, a rebosar de gente, y yo lo tuve clarísimo al tenerla de frente.

—Ayer te vi en el cine.

Ella me puso cara rara.

—Imposible, ayer no fui al cine.

Me hizo gracia su salida, así que le dije la película que vi.

—Tú estabas al otro lado de la pantalla. Me encantó tu interpretación.

—¿Cómo dices que se llamaba el personaje?

En ese preciso momento me di cuenta de que ella no era actriz. Traté de salir del paso con unas risas, pero no había salida posible.

—Esta semana iré a verla —me dijo.

Yo no sabía donde meterme, porque supe desde ese momento que me maldeciría cuando comprobase con quién la confundí.

jueves, junio 08, 2023

Rumano

Cuando era muy jovencillo y estaba soltero, en uno de mis viajes de trabajo,.quedé, en una cita a ciegas, con un tipo en Bucarest.

Fui a la estación de metro que él me indicó y allí apareció un guayabo de metro noventa, con cuerpo de atleta, bellísimo, en el sentido artístico de la palabra.

Sé que, al verme tan poca cosa, quiso deshacerse pronto de mí.

Propuso un paseo por el gran Bulevar de la Unión. Consciente de la situación, me crecí, era cuestión de que me concediera minutos, de que se alargara el paseo.

Obnubilado por su belleza, saqué toda la belleza que había en mí. Mi atractivo estaba en mi palabra, en la forma de contarle qué hacía allí, en la habilidad para hacerle preguntas que le tocaran el corazón, en el desparpajo para mostrarle, sin decirlo, que yo era consciente de su rechazo inicial, en la habilidad para provocarle curiosidad hacia mi visión de su país, en la simpatía precisa para convencerle de que mi vida iba mucho más allá de ese paseo por Bucarest.

Esa noche durmió en mi cama.

Dépayser

A veces el lugar es lo de menos.

Hay un verbo francés que describe con precisión, en una palabra, esa sensación de alejarse de todo.

Dépayser.

En el interior la palabra 'pays'. País. El prefijo 'dé' viene a negarlo.

Vendría a ser un 'despaisarse', quitarse el país de en medio, entendido como el terruño, el espacio natural en el que nos solemos mover, 

Esa es la potencia de viajar, aunque sea a un lugar perdido a pocos kilómetros de distancia, incluso a un barrio de la otra punta de la ciudad que no conocemos. 

Salirse del cascarón.

En no pocas ocasiones, la gente más cerrada de mollera es aquella que nunca se movió de su pequeño país, que apenas salió de su barrio, que no quiso alejarse del calor de lo conocido.

Mi amigo Guillaume me contaba que una tía suya, que no había salido en su vida de un pequeño pueblo en Normandía, votaba al Frente Nacional para 'defenderse' de los negros.

Pero si no te has cruzado con ninguno en tu vida le recriminaba él.

Cuando uno no sale de su agujero, todos los monstruos están fuera.

Encontrar paisajes nuevos descomprime el corazón.

martes, junio 06, 2023

Ascensor

Era el hotel más lujoso de la ciudad y había una mujer en el ascensor.

Una mujer perenne, allí, en una silla, con una revista en un revistero, con pelo teñido de un color imposible, ni rosa, ni caoba, peinado alto de pura laca, como la madre de los Simpson, horroroso, una mujer cercana a la jubilación, cansada, de sonrisa estudiada, movimientos automáticos y saludos en rumano.

Yo levantaba tres dedos y ella le daba al botón del tercer piso. Me acordaba entonces de que no sabía decir hola en su idioma. El silencio era eterno. Ella en posición marcial y yo pensando que ella pensaba que estaba hasta el gorro de tipos como yo. Harta de pulsar un botón que todos sabíamos pulsar, cansada de saber que los demás sabíamos que su trabajo era ridículo.

El ascensor era pequeño, apenas su silla ocupaba la cuarta parte. La silla, la mujer del pelo de laca, un huequillo de nada y yo. Las paredes de terciopelo rojo. Un escenario de comedia.

Cada tarde llegaba, reventado de trabajar, y dudaba si subir por la escalera, por evitar la tensión de ese paseo militar hasta el tercero.

Hace un cuarto de siglo, en la ciudad rumana de Pitesti, el mundo era también así.

Cosquilla

El miedo sería perder esa cosquilla en el estómago al verlo enredar con sus cosas por casa.

Que tomando unas cervezas no me entrasen ganas de meterle mano a sus rodillas por debajo de la mesa.

Que no esperase cada mañana su mensaje de buenos días, que no pusiera su cara sobre mi tripa al ver una peli para dormir.

El pánico vendría de no tener ganas de ir con él a la playa, de no apetecerme hacerle de desayunar, de imaginar que un día no me dé un abrazo al entrar.

El terror sería un día no sentir nada.

Montaña

Cuando me preguntan por mi novela preferida, respondo de inmediato 'La montaña mágica'.

Cuando, al ver mi convencimiento, se prestan a comprarla, advierto de su dificultad.

No tanto porque sea compleja su lectura, es una historia lineal en el tiempo en la que te sumerges con placer, ni por tener una trama enrevesada, a fin de cuentas es la historia de los miedos de un joven militar.

Su dificultad proviene de su lentitud, porque en los tiempos que corren todo lo lento es incómodo y tendemos a abandonar.

La montaña mágica es un balneario suizo para enfermos pulmonares millonarios de media Europa. Allí está ingresado el primo hermano que nuestro protagonista va a visitar. Un tipo de fuertes desarraigos familiares que encuentra entre los enfermos una rutina de horarios, comidas, paseos y charlas que le hacen alargar cada vez un poco más su estancia, hasta decidir forzar su propia enfermedad para que no le expulsen de ese lugar mágico.

Es igual que te cuenten la trama, lo maravilloso es entrar allí, escuchar esas charlas, sin prisas, pasear con los personajes por los bosques cercanos, entender las miradas entre ellos, esperar ver entrar a Madame Chauchat en el comedor.

Con esa novela me ocurre algo similar que al protagonista. No quiero salir de allí.

La leí hace media vida y ahí sigo, narcotizado entre baños termales y curas de vapor.

domingo, junio 04, 2023

Marrón

Siempre encuentras a la persona a quien cuentas un problema y ella te confiesa uno mayor.

Ni siquiera disimula con alguna pregunta, aunque sea falsa, para saber cómo te encuentras, sino que enlaza tu marrón con el suyo, para demostrarte todo lo que lleva para delante.

He tenido un problema grave de salud le dices, tras meses sin veros.

Pues mis padres están fatal.

No hace ni el esfuerzo por preguntar qué problema de salud has podido tener, ni en qué estado te encuentras actualmente. Eso sí, sus padres están fatal. 

No sé hasta qué punto es un desvarío de esta generación el no saber escuchar de mucha gente, o si es una característica del alma humana desde el principio de los tiempos, pero qué incómodo es no saberse escuchado. Qué frustrante.

Quizás la frustración venga porque a mí no se me pasa por la cabeza que alguien me diga que lo han despedido del trabajo y yo le responda que estoy amargado con mi jefe.

¿Dónde se enseña la empatía?

viernes, junio 02, 2023

Isa

Me llamó una amiga de la infancia para saber de mí. 

Nos pusimos al día con cuatro datos fundamentales acerca de nosotros, las familias, nuestros trabajos, con el cosquilleo que produce escuchar voces que te meten en la máquina del tiempo.

Se ve que paseaba con su madre, ya muy mayor y sin la claridad mental de aquellos tiempos en que cuidaba de nosotros. Sin pedirle opinión, le zampó el teléfono a la señora para que hablase conmigo.

Es Borete, mamá.

La mujer, cohibida después de media vida sin tener noticias de mí, no sabía sino mandarme besos y recordar tiempos pasados. 

Entonces su hija le explicó, a las bravas, que yo era homosexual. Tragué saliva.

Está casado con un hombre, mamá.

Se hizo un silencio al otro lado, hasta que su madre, incómoda, reaccionó.

Vaya... Pero, a pesar de todo, Borete siempre ha sido muy bueno.

Al menos no me lanzó a la hoguera.

Contradicciones

La vida es entender contradicciones, contradicciones que empiezan por uno mismo.

La vida debería ser resolverlas, para evitar decir una cosa y hacer la contraria.

A todos nos pasa. Asumir esa debilidad, la de nuestra falta de coherencia, también forma parte del recorrido.

Asumir que somos débiles, e incoherentes, no es excusa para no querer luchar contra nuestras contradicciones, porque somos más grandes cuanto más pequeñas las hacemos.

Es de los mayores piropos que me pueden hacer. 

-Eres coherente.

Al instalarse uno en el terreno de lo fiable, crece por dentro. No me valen las proclamas si no van acompañadas de actos que las confirmen. 

Choca que una persona tacaña pueda dar lecciones de solidaridad, que a alguien antipático se le llene la boca con la palabra bondad, que un tipo clasista presuma de pagar cuotas a ONG's, que quien no paga impuestos se queje de la Sanidad, que quien no sabe escuchar presuma de empatía.

No vale decir que soy lo que nunca he sabido ser.

jueves, junio 01, 2023

Publicidad

La publicidad, más veces de las que debiera, está basada en el engaño.

O en la exageración.

En la era de Internet empieza a estar unida a la manipulación y la mala praxis.

Cuántas veces no aparece un anuncio que no te interesa y esconden la cruz con la que poder cerrarlo, o te hacen pulsar donde no quieres al hacerte una pregunta, o utilizan tus gustos para avasallarte con propuestas que acabas detestando, o te ocultan el precio real hasta que no das al último clic de una compra.

El noble arte de anunciar un producto olvida, en manos de la avaricia, que no todo vale.

No todo se puede legislar, es más, no todo se puede vigilar, sin embargo, se echa de menos una red de protección al cliente, algún mecanismo sencillo que te permita denunciar lo que no es cierto, desactivar lo que molesta, ocultar para siempre lo que no quieres ver.

Estamos en manos de un progreso que de aquí a poco te traerá a un tipo con una hamburguesa recién hecha,que te parará por la calle en el momento que te vean mirar, un anuncio de McDonald's.

Toma, cómetela, acabamos de hacerla para ti. 

Descartes

La escritura es una actividad de pura soledad.

Que a veces, muchas veces, queda ahí, sin que nadie destape el tarro de las palabras vertidas en el papel.

Somos pocos los privilegiados que podemos disfrutar del retorno que ese trabajo personal provoca en los demás, sentir así las emociones en el otro a través de dos juegos de soledades, del que se aísla para construir, del que se concentra para descifrar.

Como todo ejercicio realizado sin otra compañía que uno mismo, el escritor es vulnerable a la crítica, o a la falta de crítica. Cuando uno deposita sus textos en otras manos está dando el alma para ser juzgada, lo que no siempre es fácil de llevar.

Yo he tenido la suerte de haber conseguido construir bumeráns muy amables conmigo, repletos de emociones provocadas en quienes los reciben que retornan para decirme 'me llegas al corazón'.

Eso no impide que haya días en los que reina el desconcierto en mi yo escritor, días en los que se hace fuerte la parte insegura de mí para reprocharme mi vanidad, mis propuestas, ese monstruo que todos tenemos dentro que me vapulea, que me dice te repites, no llegas a la altura, no tienes nada que contar, que me acusa de perder el tiempo.

Cuando eso ocurre, recurro a Descartes, a su indestructible 'pienso, luego existo', de modo que me digo a mí mismo 'me emociono con mis escritos, luego valgo'.

Fresito

Parezco el Fresito.

Como esa concursante del Gran Hermano en sus inicios, una galleguita rubia que veía la vida color de rosa.

Estoy un poco así, y no me preocupa. Bueno, estoy bastante así y estoy encantado. Llevo meses en los que no para de salir de mi boca la expresión 'qué feliz estoy', 'qué contento estoy'.

El caso es que no me pasa nada especial, no me ha bajado ningún ángel del cielo, ni he ganado en este tiempo ningún premio de literatura, ni me han ascendido en el trabajo.

Será que con los años, si uno tiene suerte y se la trabaja, consigue dejar atrás tonterías que no llevan a ningún lado y se centra en lo que de verdad importa.

Yo estoy en esas.

Es seguro que llegarán momentos amargos, estoy en el mundo para saber de todas las injusticias del planeta, me consta que no tengo edad para vivir en modo frívolo, hago por estar ahí con quien me necesita.

Pero estoy feliz. Y solo el decirlo y el pensarlo me hace más feliz aún.