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domingo, enero 29, 2012

Presos

Celebré, como el año anterior, la nochevieja en San Sebastián, en casa de mis amigos T. y P.. Como siempre, inolvidable. Por su generosidad, por la belleza de la ciudad, por la calidad de la gastronomía vasca. Un placer.

Llegamos en coche la tarde-noche del viernes y, del tirón, nos fuimos a la Parte Vieja a tomar pinchos. Paseando junto a la Plaza de la Constitución nos encontramos con cierto revuelo. Allí en la plaza estaban concentrados, como todos los viernes noche, los familiares de los presos de ETA manifestando su rabia, su descontento, sus reivindicaciones.

A pesar de la incomodidad de mis anfitriones, yo me quise acercar. Me coloqué entre ellos y observé la gran pantalla gigante donde iban pasando las fotos, una a una y en un ambiente de solemnidad, de cada uno de los familiares presos. Parecía tratarse de una liturgia, con música clásica de fondo y aplausos cerrados ante cada nueva foto, en una suerte de elevación a los altares, de beatificación múltiple, de éxtasis colectivo.

Yo le pregunté a T., indignado:

¿Y a los muertos no los sacan en imágenes?

Él me intentó explicar sus teorías, pero resulta duro para cualquier persona civilizada que haya vivido los años de hierro y plomo del grupo terrorista no sentir las entrañas doloridas con semejante acto.

Aún así, pienso que la grandeza de la democracia debe ser tratar con humanidad a quienes no la tuvieron, ser generosos con los que secuestraron, amenazaron, asesinaron y pusieron coches bomba, con aquéllos que se hicieron dueños mafiosos de las calles vascas durante las últimas décadas.

La España democrática debe dar el paso de acercar los presos a su tierra, a sus familiares. Tienen que producirse gestos de distensión para evitar el victimismo de quienes no son sino verdugos.

Yo nunca olvidaré, pero tengo capacidad para admitir que los pasos que se den en el camino de la generosidad siempre serán prueba de grandeza, jamás de humillación.

sábado, enero 28, 2012

Desmentir

En mi condición de niño repelente y sabiondo con que llegué al mundo, una de las primeras cuestiones en que me educó mi padre fue en la de no llevar la contraria en público por detalles de escasa importancia.

Es muy desagradable que tú estés contando una historia que para ti supone algo sentido, que te duele, te afecta o te apasiona y haya quien esté cortando tu exposición para corregir cifras:

'No es verdad, había 17 personas, no 20'.

'No fue así, ibas en el coche de tu padre, no en el tuyo'.

Al haber tenido la suerte de ser educado así, soy especialmente sensible a la poca elegancia que lleva en sí el hecho de desmentir, por desmentir, en público.

Apasionado que soy en mis relatos acerca de lo divino y lo humano, o apasionado al escuchar a otros contar historias íntimas o divertidísimas, me desespero con quien por llamar la atención interrumpe constantemente al narrador para desmentir por tonterías, hacer perder el pie, poner en situación incómoda, tratar de enrojecer.

No hay nada más hermoso que oír, preguntar, aclarar, conversar, retener, dialogar sin tener que tener a 'pepitos grillo' improductivos poniendo continuamente los puntos sobre las íes.

Hay quien nace desde pequeño sin mano izquierda.

Si realmente alguien miente, ¡desmiente!.

Si alguien se adorna, exagera, introduce pasión o rapidez en las historias, en el interlocutor está saber entenderlo y luego, en un aparte, hacerle ver sus despistes más o menos rebuscados.

miércoles, enero 25, 2012

Lordós

Mi cuerpo y mi mente no se llevan bien con el ombliguismo, patriotismo o nacionalismo, sinónimo para mi de catetismo.

Dicho esto, soy sensible a todo ataque a la tierra donde vivo. No por creer que sea mejor o peor que otra, sino por ser la que comparto con gran parte de la gente que quiero.

Hay un tema que especialmente me mosquea, y es la ridiculización de lo andaluz. Y, más en concreto, cuando esa mofa se aplica a nuestro habla.

La riqueza de una lengua la dan sus acentos, los giros exóticos, las expresiones cuya sutileza es entendida con diferente prisma según vengan del norte o del sur, de un lado u otro del Atlántico.

He de reconocer, sin embargo, que hay una forma de pronunciar que me saca de quicio. A veces, cuando la explico, la gente dice no haber nunca prestado atención, pero una vez que lo haces es insufrible:

'Lordós'.

Una forma muy cañí, y madrileña, de decir 'los dos'. No sé a qué punto puede llegar el 'finolismo' o el 'madrileñismo' para convertir una 's' en una 'r' al hablar.

'A lordós les gustan lordonuts de chocolate'.

También tenemos la versión Jesús Gil o José Bono, consistente en hacer las 's' unas 'j'.

'Lej dije que no'.

Casi peor que eso es oírles decir croquetas a lo Belén Estaban, 'jroquetas'.

Y si a todo ello le unes el horripilante laísmo, te puedes encontrar en una parada del metro con alguien que vaya contando a su amigo:

'A lordós lej gustan las jroquetas que las da su madre'.

Un beso a mi querida Madrid, que también se merece un coponcillo de vez en cuando.






domingo, enero 22, 2012

Equidistancia

Leía el otro día unas declaraciones de Rafa Nadal críticas con su amigo Roger Federer.

No profundicé acerca del fondo de la polémica, pero sí sobre el argumento del debate. Nadal criticaba a Federer su falta de posicionamiento respecto a la organización de los grandes torneos de tenis. El resumen sería el siguiente:

'Es más cómodo no mojarse, pero es mucho menos ético'.

Critico la equidistancia, el hecho de no tomar partido para no sufrir las consecuencias, por el miedo al conflicto.

No me parece una actitud a valorizar en aras del buen rollo.

Si yo asisto a una disputa entre amigos y veo claramente quién tiene razón, mi obligación es hacerles partícipe de mi postura.

La equidistancia es una buena herramienta para el corto plazo; demoledora para la convivencia futura, con los demás y con uno mismo.

Si se ríen las gracias al machista por no ofender, o se sigue la corriente al prepotente por no complicarse uno la vida, si no opinas acerca de los asuntos que te afectan por no llevarte a mal con nadie, tus principios se resienten.

Ser amigo no es sólo estar ahí.

Yo, a mis amigos, les pido que se entrometan en mi vida, que me corrijan, que me valoren, que me respeten, que me hagan ver dónde tengo o no razón, que sean honestos conmigo, que lo seamos de forma recíproca.

No me gusta la gente equidistante, la que no se pronuncia, la que no se moja, la que rehuye el debate o el consejo.

La gente que no se moja va haciéndoseme transparente con el tiempo.

miércoles, enero 18, 2012

Punto Cero

Íbamos de paseo una tarde tonta de lunes, de ésas en que aún tienes el ritmo del fin de semana y apetece escapar de casa.

Llegamos al Corte Inglés para rebuscar en la parte de electrónica algún DVD de rebaja, sin saber si aún existen los DVD y no tendríamos que comprarnos un blu-ray, un reproductor de 3D o algún otro aparato más complejo.

Entrando por la puerta, una mujer de vigilancia de los grandes almacenes, vestida de pantalones negros y chaqueta roja, con un walkie casi más grande que su cabeza en la mano, pegado a la oreja, a menos de dos metros de la entrada principal, llena de gente entrando y saliendo, gritaba 'confidencialmente' a un compañero:

-¡Está entrando 'Punto cero', está entrando 'Punto cero'!

Todos los que estábamos por esa zona comenzamos a mirarnos.

¿Quién de nosotros sería 'Punto cero'?

La mujer de rojo no se dio cuenta de las caras de guasa del personal y seguía observando las puertas automáticas, con cara de rottweiller, pegada a su walkie.

Uno se explica que en este país triunfen las películas de Torrente.

sábado, enero 14, 2012

Juegos

La vida no es tanto lo que es en sí, sino lo que queremos ver de ella.

Observada con ojos analíticos, destripando sus entrañas, se nos puede aparecer como un monstruo donde, al fin y al cabo, todo es finito, no somos propietarios en última instancia de nuestro destino; la vida es grande, indomable, arrolladora, imprevisible. Cruel.

Si nos dedicamos a atesorar situaciones injustas, a memorizarlas y detallarlas, cargando nuestra mochila de resentimientos, perdemos la capacidad de volver a creer en ella, tendiendo de forma gradual a volvernos suspicaces, revenidos, insensibles; como consecuencia y como prevención.

Por todo ello considero que es bueno afrontar la vida con armas específicas que ella misma no espera: No tomándola en serio.

Es cierto que es un arma que no siempre tiene el cargador lleno y, a veces, suelta balas de fogeo, aunque cuando conseguimos establecer esa distancia en que las cosas se ven bajo la barrera protectora de la relatividad, todo se hace más fácil.

No es cuestión de cobardía, sino de inteligencia, el entender la vida como un juego.

Se obtienen resultados inmediatos en el terreno de la felicidad, que también quizás sea un punto ficticia, pero al menos te llegan esos largos momentos de cosquilleo cerebral al saber quitar hierro a situaciones para muchos transcendentes.

Es un arma aplicable en todos los terrenos: las relaciones humanas, laborales, económicas, personales.

Hay varias normas, flexibles, para jugar así:

No hay que buscar una explicación a todo, porque no todo la tiene. Hay que evitar la gente gris, porque coartan tu capacidad de distanciarte de lo negro y es necesario rodearte de gente fuerte, a la que ganarse en ese juego, egoísta tal vez, de querer ser feliz. Se deben establecer mecanismos de abstracción en momentos clave.

Veamos algún ejemplo.

Reunión de trabajo: Ha ocurrido un incidente en tu empresa y la gente acude asustada a una reunión con los grandes jefes. Las claves en ese caso: quitar transcendencia al incidente y ver su solución, positivamente, como un reto a alcanzar. Te imaginas el equipo y vas, en tu cabeza, asignando los roles: como en un juego de mesa. Con quién te asocias, a quién hay que camelar, quién es el verdadero conocedor del tema, con cuántas fuerzas contamos en nuestro bando, quiénes están en el otro, si otro bando hubiera.

Reunión familiar. Ha habido un marrón entre tus hermanos. Han dejado de hablarse. Cada uno te cuenta sus versiones y tú, metido en tu caperuza de jugador vital, buscas las armas para desbaratar los argumentos de cada uno. ¿Cómo? Alabando al otro, haciéndole ver a cada uno los valores del otro para bajar sus defensas. El juego no siempre es fácil, requiere sutileza, buenas informaciones y habilidad para utilizarlas, pero el desafío, en sí, es de lo más interesante.

Enfermedad. Aquí, dependiendo de la gravedad, hay varias posibilidades abiertas. Hay que descartar de inmediato el victimismo, porque enfermos nos ponemos todos, hay que eliminar la autocompasión, porque no ayuda a sanar. Hay que jugar, en estos casos, a analizar la reacción de los demás. Puede ser divertido. Viendo cómo los demás se ofrecen consigues conocer cómo te quieren o te ignoran. Digamos que la enfermedad es una estrategia del juego hacia ti, una pausa, en la que la vida se sirve de tu debilidad para ponerte en tu sitio y tú tienes que ser perspicaz para saber observar en qué sitio estás dentro de tu mundo de afectos.

Problemas económicos. Es éste uno de los puntos donde más fácil es aplicar el juego. Recuerdo a mi amigo Paolo cuando me contaba: 'Tengo dos euritos para toda la semana hasta que cobre mi último trabajo. Ni te imaginas, Salva, lo que me voy a reír.' Enfrentar el tema económico con angustia es la mejor forma de que el agujero se haga cada vez más negro. Por eso es importante, durante el transcurso del juego en que uno está a salvo de problemas monetarios, ser muy generoso, aunque sea por egoísmo, porque no hay placer mayor -y ésta es una regla básica del gran juego de la vida al que yo en su día me apunté- que dar. Dar. Ni siquiera pensando en estrategias. Siempre que tú tengas, da. Porque, haciéndolo de corazón, difícilmente te quitará el sueño en el futuro el dinero.

No dramatizar, tomar distancia, plantear estrategias casi infantiles, buscar gente fuerte en tu equipo, rehuir a los personajes grises, mostrar a los otros los puntos buenos de los contrarios, no buscar sentido a todo, apuntarte en un cuaderno con letras grandes las sonrisas y tener mala memoria con los insultos.

(Lo sé, no es fácil)

martes, enero 10, 2012

Castañas

Me contaban mis hermanas hace unos días uno más de los despistes de mi padre. Como desde hace tantos años, que parece que no pasara el tiempo, había llegado a casa con una pequeña bolsa de castañas. A él le gusta colocarlas al fuego de la cocina a media tarde, para comérselas luego mientras se entretiene con sus libros de historia y su eterno aprendizaje.

Raquel llegó a casa y se encontró a mi padre dormido y las castañas achicharradas con el fuego aún encendido. Lo apagó y le colocó un post-it a en su regazo: 'Papá: ¡las castañas!'

A mí no se me queman las castañas porque no las como, pero en cada detalle que observo de mi padre me veo a mí de mayor.

El vértigo de la genética.

Cuando digo una frase larga y me quedo sin aire al final, con mi impaciencia ante una cola en la caja del supermercado, con las horas pasadas delante de un periódico los domingos, mi nariz, el amor por las cervezas entre amigos, mi poco pelo, la pasión crítica por mi ciudad, las meteduras de pata y los despistes. Presumidos y desastres por igual con nuestra vestimenta, creyéndonos siempre más jóvenes de lo que somos y rodeados de amigos fieles.

Conforme veo a mi padre envejecer me veo a mí haciéndolo.

Y veo un futuro feliz.

sábado, enero 07, 2012

Obama

Siendo un gran orador y una persona con principios, humano, educado e inteligente, Obama me cautivó por su llamada a combatir el desánimo, las burocracias y poner en el centro del referente político al ciudadano, al ser humano.

Llegaba como un soplo de aire fresco tras ocho años de penosa era Bush, un tipo con el nivel intelectual de un abejorro que fue Presidente del país más poderoso del mundo por ser hijo de su padre, por la fuerza de los lobbies económicos y, todo hay que decirlo, por unas fraudulentas elecciones en Florida.

Como losa, Obama aterrizaba en la Casa Blanca con Wall Street derrumbándose y medio mundo asistiendo impávido a la caída de un modelo de economía que, aún hoy, sigue sin saberse hacia dónde se encamina.

Ahora que se elige el candidato republicano entre un grupo de extremistas con discursos trasnochados donde la exaltación de la religión, el odio al inmigrante o las políticas ultraliberales se hacen presentes en sus discursos, yo siento una gran desazón ante lo que pudo haber hecho Obama y no hizo.

Es el sino de todo ser humano o proyecto. Llegar al momento de ponerlo en pie, cuando ya las palabras no bastan.

Entiendo que la política americana es compleja, con un equilibrio de poderes tan rebuscado que se hace difícil avanzar con acciones de ruptura.

Quedó en prácticamente nada su gran promesa de una sanidad universal en un país con 50 millones de personas sin seguro social.

Y a partir de ahí, prácticamente nada. No ha conseguido instaurar controles a las operaciones financieras, no ha avanzado en cuestiones sociales de no ser por el simple hecho de ser el primer negro en presidir su país, no retenemos una sola medida importante de avance hacia una democracia más real que la ya existente.

Sigo deseando que Obama continúe al frente de esa gran nación, pero el escepticismo en mí creció conforme se alejaban sus grandes proclamas en el tiempo del olvido.

¿Dónde se quedaron sus buenas intenciones?, ¿dónde se quedan las promesas que el ser humano se hace para mejorar y dejar atrás tiempos oscuros?

viernes, enero 06, 2012

Regalos

El mejor regalo es aquel que te hace recordar a la persona que te lo ofreció.

Tengo en casa, por ejemplo, una pintura de acuarela de la cocina de mi pequeño apartamento parisino que me regaló Javi 'Ligre'. La tengo justo a mi lado cuando me pongo a cocinar y no sólo me retrotrae a otros tiempos en que era tan feliz como ahora sino que me hace pensar en Javi y Cristina.

En aquella época parisina a mi amigo Paolo le dio por comenzar a pintar. Cuadros abstractos con colores muy fuertes en grandes lienzos. Vivía en un estudio de 15 metros cuadrados y tenía cuadros por todos lados, casi no cabía para dormir. Él me mostraba cada uno de ellos y me explicaba el motivo de cada composición, con la pasión que Paolo ponía en todo aquello que realizaba. Un día quedé para tomar unos vinos con él y me trajo un cuadro amarillo yema con trazos circulares azules, rosas, blancos en su interior que, una vez llegado a Sevilla, coloqué en lugar preferente en el salón. Eso me hace que cada día tenga un momento de recuerdo hacia mi amigo italiano.

David me regaló un abrecorchos automático que me hace pensar en él cada vez que tomo vinos, a Mariángeles la tengo presente continuamente en forma de libros inolvidables, o a Isaac y los sofás blancos comprados a Mango, o los maravillosos anillos de Txema y Paula.

La gran vela roja que nunca se acaba que nos regalaron mis hermanas o el jarrón blanco que nos trajo Mamen.

Te hacen un regalo para introducirse elegantemente en tu vida y uno se deja invadir por ellos, porque se les quiere.

lunes, enero 02, 2012

Familia

Debo ser de los pocos españoles que escucha íntegro y atento el discurso del Rey. En mi casa es también tradicional 'cachondearse' de mí por ese tipo de hábitos que me hacen reconocible y caricaturizable.

Por lógica racional soy republicano, pero debo confesar que el Rey que tenemos me parece una buena persona que ha hecho mucho por nuestro país.

El caso es que lo escuché. Atentamente. No sólo por conocer su posicionamiento ante el lunar sangrante que le ha salido con su yerno, sino por conocer su opinión acerca de la situación crítica que vivimos o el esperado fin de la violencia.

Me gustó que apareciese con una foto de Rajoy y Zapatero tras de él.

Sin embargo, el mensaje principal que retuve fue su razonamiento acerca de la paz social en España a pesar de los cinco millones de parados. El Rey argumentaba que gran parte de esa estabilidad se debe al poder del núcleo familiar, y en eso coincido con él.

He vivido tiempo en Francia y, por lo que sé de otros países más norteños y civilizados, no sería comprensible en esos lares que con esa proporción de desempleados los cócteles molotov no estuvieran presentes a cada momento.

No quiero sociedades complacientes, estoy muy de acuerdo con la indignación que recorre al país y siento que la situación es gravísima. Aún así, gracias a las estructuras solidarias de las familias, muy potentes en países latinos como España, se consigue capear el temporal de una forma más digna que en ningún otro lado.

Los nuestros siempre están ahí. Unos y otros pasamos y pasaremos por situaciones críticas, pero mientras haya un sitio donde dormir y una nevera medio llena, poca gente se queda tirada en la calle.

La familia sirve como gran amortiguador para períodos como el que vivimos, que nunca pueden convertirse en endémicos, porque la miseria con todo puede.

Allí donde estén los míos, allí estaré yo, porque lo quiero, porque sé que el sentimiento es recíproco y porque cuidar de los nuestros nos hace más humanos.