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salvador-navarro.com

miércoles, agosto 21, 2019

Salvini

Yo voy más lejos que la condena a Salvini, yo pagaría dinero por fichar a uno de esos inmigrantes del Open Arms. Acostumbrado a cruzarme con gente apagada que maneja con soltura el verbo aburrirse, tener la posibilidad de contar con alguno de ellos, hayan pagado o no a mafias por escapar del infierno, sería todo un regalo. ¿Acaso no dejan familias atrás? ¿No abandonan paisajes infinitos en los que jugaron de chavales? ¿Alguien duda de que tienen miedo a la más estricta soledad de ciudades heladas donde serán tratados como parias?

Yo dedico más tiempo a pensar en cómo se puede llegar a votar a Salvini que en él como líder. Siempre han existido trasnochados arrogantes, narcisistas sin escrúpulos, gente mala que se abriga en su vileza para presumir de hombría. Tipejos que dicen la barbaridad más grande creyendo que por su boca escupen lo que muchos miserables no se atreven a pronunciar. Gentuza que busca en las tripas de gente amargada con sus vidas, para exprimirles la bilis y hacérsela vomitar en las urnas.

Yo me quedo con cualquiera de los del Open Arms. Ellos sí que quieren vivir a pleno pulmón.

Habrá quien me diga que los meta en mi casa, que les dé de comer, que me gaste el dinero en ellos, que quite de en medio a esos negros, a esos moros, a esos desdentados. Pero yo respondo que no soy ningún héroe, sino un ciudadano que quiere estar orgulloso de un país que acoja a esos valientes que un día decidieron abandonar un mundo que sí tuvieron para luchar por una vida decente.

Saldríamos ganando todos y pagarían las pensiones de los que hoy votan su muerte.

lunes, agosto 12, 2019

Otro

Una de las imágenes que retengo de mi reciente viaje a Londres es la de una ejecutiva en tacones agachada hacia un mendigo, hombre bien mayor, interesada por saber cómo estaba.

Querer no es poder, al menos no es sencillo.

Me gustaría tener esa capacidad para colocarme en cuclillas y prestar mi ayuda a cualquiera de los mendigos invisibles que me cruzo por mi ciudad. Querría tener la sonrisa perenne de quienes van por la vida con el corazón abierto; ser más disciplinado en mi conciencia ecológica, vencida mil veces por mi pereza; implicarme más en la sociedad civil, no sólo dedicarme a pagar cuotas a ONG's que tranquilizan mi conciencia; me gustaría ser más claro en mis posicionamientos, dejando de lado el miedo a la discrepancia; me apena no ser más constante en mis llamadas a los amigos, acordarme poco de las personas hoy ancianas que fueron importantes en mi vida. Querría tener menos miedo a preguntarle a la gente querida cómo está, ser más divertido contando chistes, no irme tan pronto a la cama cuando salgo de fiesta, ser más solidario con mis compañeros de trabajo, tener menos miedo a las enfermedades, evitar enamorarme de mis rutinas, escribir más, ver menos el móvil, leer más, sentir más, aprender más de música, tener menos prejuicios. Reír más. Amar sin cálculos. Ser ejemplar.

Querría no dejar de ser yo, siendo otro.

miércoles, agosto 07, 2019

Invisible

Pasar unos días solo en una megalópolis donde no hay amistades a quienes recurrir equivale a sumergirse en la más absoluta de las soledades. Eres invisible y esa sensación es definitivamente sanadora; te hace crecer, te provoca el investigarte por dentro, remueve tu pasado para identificar qué es lo que eres, minimiza tus logros para convertirlos en pistas de crecimiento.

Viajar con uno mismo entre calles abarrotadas es tener que hablar contigo, no rehuirte, afrontar quién eres y decidir si quieres seguir otro año más así, qué cosas hay que cambiar, cómo de viejo te sientes, cuántos proyectos te provocan pasión, cuánta gente te quiere, cómo de grande es tu amor por la vida.

No sacar conclusiones es grave, no decidir cambios lo es más.

En estas mañanas londinenses madrugo para desayunar entre desconocidos antes de patearme la ciudad en busca de entender quién soy, aunque sea a través de Ana Bolena, de Mark Rothko, del reflejo del puente del milenio en el Támesis o del sabor de un asado en un restaurante argentino de Marylebone.