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viernes, abril 30, 2021

Justicia

Yo, de joven, fui más de moverme por lo legal que por lo justo, por lo que tiene que ser y no por lo que es lógico que sea. 

Muy suizo.

Con el tiempo he ido comprendiendo la fuerza de la mano izquierda y de que la regulación que ha hecho el hombre de las cosas, porque era necesario hacerla, sólo puede funcionar con excepciones.

Hace unos años me contaba un amigo que vive en Alemania hizo una fiesta en petit comité en su casa, entre otros con una vecina, que se divertía como la primera y bebía a morro lleno. A eso de las once ésta se fue a su apartamento y diez minutos más tarde llegaba la policía. Ella se asomó a la puerta:

-Es que a partir de las once no se puede hacer ruido -decía, subiendo los hombros, tras admitir haber puesto la denuncia.

No podemos siempre agarrarnos al 'así se tiene que hacer'.

Vivo en un tercero sin ascensor y, a veces, el cartero me suplica que baje a recoger paquetes certificados que llegan a mi nombre. Sé que es él quien tiene que subir, pero sé también que el hombre está mayor y pesa más de cien kilos. No me cuesta bajar.

Si puedo ayudar a mover tu mesa en el restaurante, a rellenar un formulario a quien no sabe, a cargar los pesos de quien no puede, tomo aire y lo hago.

Si en el trabajo sólo hiciésemos lo que estrictamente está establecido que deberíamos hacer, nuestras empresas quebrarían. 

El mundo está lleno de indignados por lo mal que hacen las cosas los demás, pero hace poco por ayudarles.

Cuando uno atraviesa la frontera de sus quehaceres buscando la complicidad del otro se establece una melodía divina de violines afinados.

lunes, abril 26, 2021

Titubeos

Nuestro racismo se nutre de buenas intenciones.

Esta pasada semana estaba en una conferencia telemática y descubrí que uno de los participantes, alto directivo de Renault, era negro, con apellido y acento africanos.

Mi primera reacción fue de alegría. Mi empresa continúa por el buen camino de integración, pensé.

Mientras él hablaba acerca de su proyecto técnico, yo imaginaba los méritos que tendría que haber hecho para llegar a esa posición de privilegio, tanto en lo laboral como en lo social. Pensé, no sé si erróneamente, que sus pasos habrían sido controlados con lupa, que habría tenido que superar prejuicios y desconfianzas, que debía valer más de la media.

En ésas, este hombre se atrancó en su explicación.

Desde mi mesa, a dos mil kilómetros de distancia, me puse en tensión, a la espera de que retomase el hilo conductor de su exposición, que no tardó en hacer en menos de dos segundos.

Suspiré aliviado, como si ese hombre hubiera superado una prueba y un pequeño desliz pudiera echar abajo su imagen triunfal.

¿Por qué esa condescendencia en mí hacia él? ¿Quién soy yo para perdonarle la vida?

No nos habremos curado del racismo mientras no seamos capaces de ver al otro sin las gafas de la compasión.

La igualdad implica sentirse iguales, no aparentar que nos lo creemos.

domingo, abril 25, 2021

Normal

Yo tengo muy a menudo en mi boca el 'es normal' como argumento, porque no hay que alimentar los fantasmas en la gente que queremos.

Es una frase a la que recurro a menudo cuando alguien viene a mí angustiado por alguna situación particular que le acongoja, que le hace creer en la mala fortuna o en un destino injusto.

Es mi forma de pinchar el globo de sus 'ansiedades'.

Tal vez también así pincho el globo de las mías, cuando vienen.

En el fondo soy de los que pienso que en esta vida todo lo que nos pasa es normal, salvo muy raras excepciones.

No hay existencia que no tenga un grado de simplicidad suficiente como para que se la pueda definir como previsible, porque nada lo es. 

La rebeldía, el enganche sexual, el desengaño, la seducción, la infidelidad, la enfermedad, los fracasos, los enamoramientos, las ruinas económicas, los éxitos inesperados, las depresiones, los subidones.

Todo es normal.

Es bueno que cada uno de nosotros creamos que somos especiales, que en cierta forma el universo gira a nuestro alrededor, que hemos sido señalados con el dedo.

Lo que no quita para que, cuando las situaciones te superen, alguien que te quiera bien te diga de corazón:

La vida es así.

sábado, abril 24, 2021

Niza

Cuando llegué a vivir a Francia estaba soltero.

Tuve la torpeza, o no, de empezar una relación a distancia, antes de instalarme allí, con un tipo que demostró no estar a la altura con el tiempo, pero al menos me sirvió para introducirme en la sociedad parisina con más facilidad que de haber estado solo.

Era un loco del champán.

Uno de mis primeros fines de semana volamos a Niza, quería enseñarme su ciudad y presentarme a los amigos de la infancia.

Elegante, burguesa, conservadora, descubrí la ciudad de su mano. La noche del sábado organizaron una fiesta, no sé si en mi honor. El ambiente era el de las películas de Hollywood, en una casa grande clavada en la montaña con vistas al Mediterráneo.

Dos chalets más allá vive Elton John me explicaban.

El champán corrió a raudales mientras en una pantalla gigante proyectaban un concierto de Madonna en Sidney. Yo hice migas con una chica ideal, que me puso al tanto de todo lo que había que leer y toda la música que había que escuchar. Le pedí que me lo anotara en una servilleta.

A esa gente la perdí entre mis mejores recuerdos del pasado, pero la servilleta la he conservado veinte años, como el tesoro que almacena a mis escritores y cantantes favoritos, quienes facilitaron mi adaptación y cariño hacia un país que empezaba a ser un poco mío.

A esa chica le robé apenas unos minutos entre sorbos de champán, sin que ella supiese que me estaba haciendo un regalo de por vida.

miércoles, abril 21, 2021

Trocito

Hay un antes y un después en cada una de mis tardes.

En medio hay un trocito de novela.

No es sencillo tras una jornada de trabajo, o una mañana de cerveceo con los amigos, desconectar de todo para atacar esa historia que te está esperando, congelada, a que tu vuelvas a darle vida.

Sí, en muchos momentos del día me vienen a la cabeza Lara y su gestión del hotelito con el que se ha hecho en Sevilla, me planteo cómo va siendo su adaptación a la ciudad, imagino cómo de cariñosa tiene que ser su casera con ella, o los desayunos que se pega con su hijo Abel antes de irse a trabajar; dedico horas a perfilar a su amiga Reyes, tan golfa como fiel, o a hacer revivir al Pablo de 'Huyendo de mí', para que tenga una segunda vida en esta novela. Busco en Google Maps las calles por las que vivió en su época londinense, me anoto los sitios en los que trabajó, medito acerca de lo que le tuvo que costar dejar su primer trabajo en la creperie de Kensington. Pero sobre todo pienso en cómo ha llevado en silencio, durante veinte años, su historia de amor.

Llega entonces la tarde y me obligo a sentarme frente al ordenador. Es duro, porque ahí no tengo quien me ayude ni quien salga en mi rescate. Abro alguno de los capítulos empezados, o comienzo otro. Reviso, releo y, entonces, me lanzo a escribir.

No importa que sea sólo un trocito. Lo importante es dar un paso diario.

Cuando apago el ordenador ya soy, un día más, un hombre feliz.

Phoskitos

Merienda: 'Por llevar tan bien la dieta, te mereces un Phoskitos'

Carmen le quitó el imán el papel y salió corriendo para el salón.

-Pero, Chema, ¡mira lo que me pone la dietista para merendar!

Estaban en pleno inicio del confinamiento y mi amiga, atemorizada con el mundo exterior, mandó a su novio a comprarle el pastel. Renglón seguido escribió un mensaje de agradecimiento a la nutricionista.

'Qué 'enrollá' que eres'

Nunca recibió respuesta.

Días después le tocó una Pantera Rosa.

-Así da gusto hacer dieta, Chema.

Era su novio el que le imprimía el régimen de comidas semanales cuando llegaba al email de Carmela.

Es una suerte cuando se mezclan la inocencia y el amor. Ella no podía pensar que Chema aportara su granito de creatividad a las instrucciones de la dietista.

Fue cuando una tarde leyó 'Tira un dado y si te sale 6 cómete un paquete de Donetes'

Entonces, al correr hacia el salón, vio a Chema con la cara descompuesta por intentar retener la risa.

-Eres un cabrito.

Se le cayó el cielo abajo y lo quiso matar, pero había perdido ya diez kilos con ilusión.

martes, abril 20, 2021

Necrofilia

Todos tenemos una parte biófila, de amor a la vida, y otra necrófila, de amor a la muerte.

Hay un libro precioso, El corazón del hombre, en el que Erich Fromm desarrolla esta teoría. 

La necrofilia es esa tendencia que tenemos todos, aunque sea ínfima, a querer que todo se estropee, se pare, se cancele, se postergue, se joda. Esa postura a veces traviesa, a veces maligna, de cruzar los dedos suspirando un tropiezo en el otro.

Que nadie levante la mano para decir que él no.

Ser biófilo es amar la vida, el movimiento, la luz, el calor, no tener miedo al cambio, ser curioso, amable con el vecino.

Aunque haya días en que deseemos la quietud completa, una pequeña muerte, lo que nos define es nuestra actitud habitual ante las diferentes elecciones que el destino nos va planteando. Ahí es donde nos retratamos.

No creamos que el enemigo es sencillo, la necrofilia tiene sus atractivos y te seduce cuando se resienten tus ánimos por cualquier motivo de peso. Entonces ella te hace querer que todo se rompa, no quieres escuchar risas en el patio, ni música para el alma, ni comprobar que el mundo sigue girando pese a ti. La angustia te agarra e intenta camelarte para hacerte ver lo bien que se está a oscuras, en tu casa, con tapones en los oídos. Ese elixir tiene un componente de cloroformo que te adormece en los brazos del mal y provoca un falso bienestar.

Hay presas a quienes una vez que atrapa ya no las suelta. 

Ninguno estamos a salvo.

lunes, abril 19, 2021

Ricos

La gente con dinero que conozco, con mucho dinero, es más tacaña que la media.

No es una teoría científica, pero lo tengo claro.

Son muchas las anécdotas que podría contar, pero no quiero hacer daño, porque además, en muchos casos, pienso que no hay maldad en sus comportamientos. 

Y porque es probable que me lean.

Cuando una vez, muy joven, necesité dinero, fue precisamente el que más tenía, de entre los cinco amigos a los que acudí, el que me dijo que no.

Quizás sea que el miedo a perder el estatus les haga proteger su cuenta corriente como quien cuida de un niño al que puedan secuestrar, sin darse cuenta de que esa gimnasia aprendida de no soltar dinero se vuelve ridícula cuando se hacen los locos por no pagar una ronda de cervezas.

Lo malo, para ellos, es que se creen que los demás no nos damos cuenta.

Los que no tenemos fortunas ni grandes ahorros estamos acostumbrados a vivir con lo puesto y eso hace que no tengamos problemas en sacar la tarjeta cuando se tercie, porque sabemos que hay días con menos dinero, otros con más y algunos que otros en que tenemos que esperar a fin de mes.

Al estar uno acostumbrado a no tener, no sabe lo que es el miedo a poder perder, porque no hay ningún gran tesoro en peligro ni armadura que ponerse para defenderlo.

Queen

Sentada en un banco de madera, sola, de riguroso luto, la reina de Inglaterra acompañaba el féretro de su marido.

Me ha producido una enorme compasión.

No porque ella merezca más pena que cualquier otra persona que pierde a un familiar, más incluso cuando éste había vivido bien y rozaba los cien años, sino por lo que representa esa imagen.

Era compasión hacia el ser humano en su complejidad.

Compasión por nosotros mismos.

Un fogonazo de ternura por lo que somos.

No hay oropeles, ni fortunas, ni liturgias que puedan consolar a quien pierde a un ser amado.

Una persona frágil, anciana, perdida en su soledad, llora en un banco de caoba de una iglesia monumental, llena de banderas, de obispos, de futuros reyes, a quien le acompañó toda su vida.

No hay corona que pueda con la muerte.

El dolor es el mismo.

Agudo e inconsolable.


viernes, abril 16, 2021

Perfección

Una clave para que te vaya bien en la vida es huir de la perfección.

Cuando las situaciones se plantean, hay que resolver. Ser pragmáticos. A mí me gustan las cosas bien hechas, como a todo hijo de vecino. Pero me gustan más las cosas que se hacen y no los proyectos de aquéllas que nunca se llegan a realizar.

Hay más gente de la que pensamos que viven en el bloqueo de lo perfecto mientras la vida pasa a su lado. Buscar al hombre o la mujer ideal, esperar el momento adecuado para organizar un viaje que se posterga eternamente, escribir trescientas veces un poema para nunca publicarlo, preparar durante años oposiciones a las que no se presentan, exigir en los demás lealtades que uno mismo no es capaz de garantizar, no pintar la casa hasta no encontrar el mueble que nunca aparece.

Hay que solucionar. Decidir. Probar. Posicionarse. Equivocarse. Recomenzar.

Vivir en el limbo de las cosas por hacer es agotador.

Yo hace tiempo que me asocié al equipo los del "sí o no", borrándome del club de aficionados al quizás.


jueves, abril 15, 2021

Bumerán

Cuando echas algo en cara a alguien tienes que estar dispuesto a que hagan lo mismo contigo.

Es un ejercicio que puede ser sano, porque tendemos a vernos estupendos y sólo observamos los defectos en piel ajena, por lo que a veces viene bien hablar con franqueza a alguien querido si quieres comprobar cómo se le ve a uno desde fuera.

A mí me ha ocurrido más de una vez el llevarme un sofocón por comentarios certeros que hacen sobre mí, y me ha servido para crecer como persona, porque la gente que me aprecia ve en mí defectos que yo no tengo valor de admitir.

Uno de mis mayores errores siempre ha sido considerar que la gente ve el mundo como yo lo veo, sin entender una regla básica: cada cual tiene su escala de valores, sus prioridades en la vida y sus condicionantes.

Lo que no quiero es dejar de comentar a los demás cómo yo los veo, porque si nos encerramos en un no hablar por no molestar acabamos encerrados en esferas falsamente protectoras que nos hacen recrearnos en nuestras propias verdades, chiquitillas como canicas.

Para ser grande hay que ser valiente y exponerse a hablar de lo que nos inquieta. De ti, de mí y de los otros. Cerrar los ojos y la boca es morir un poco.

lunes, abril 12, 2021

Carreteras

Me horroriza dejarme llevar por lo lineal.

Cuando los días repiten las rutinas todo se vuelve parecido, se desvanecen las sorpresas, las curvas, los repechos, el futuro se ve diáfano a lo lejos y la autopista de los días por llegar se abre entonces con malicia bajo un sol que aletarga.

Siempre me excitó pensar, cuando viajaba de pequeño en el coche con mi padre, ¿qué habrá detrás de esa montaña?

Al volverse todo recto el tiempo pasa más rápido, no distingues un día de otro, no tienes señalizaciones donde agarrarte, ni piedras de colores en el camino que te permitan ver lo que fuiste, lo que sentiste, en ese día de aquel mes.

Mirar para atrás y ver todo igual me produciría pánico. Tanto como no ver obstáculos de frente.

Yo quiero carreteras secundarias, caminos de arena, oportunidades de perderme, de equivocarme. Deseo complicaciones, amigos nuevos, retos por cumplir; me apetece contrastar ideas con gente sana que piense distinto, no rodearme de iguales, ni hablar siempre el mismo idioma.

Vivir en sitios nuevos, oler a hierba mojada, sentir que tengo que aprender una vez más.

Deseo que me pasen cosas. Fuerzo para que me pasen. Quiero estar entrenado para la guerra y para la paz.

No me apetece el calorcito de saber cómo serán mis días cada vez que suene el despertador.

Mande

Cuando llegué a trabajar a México tuve la suerte de integrarme bien desde el primer día. Iba a vivir unos meses en una ciudad norteña, de poco turismo y círculos sociales bien establecidos, donde la vida se hacía en centros comerciales y en la que me prevenían de no andar a solas por unas calles no muy preparadas para el paseo. Yo no sé trabajar en un sitio sin integrarme en él, así que ya la primera semana fui invitado a cenar por una familia encantadora que vio en mí una vía para abrir su mundo. El idioma era la gran fuerza de adaptación para mí en un país, curiosamente, donde todo lo que es 'padre' es bueno y todo lo 'madre' es digno de rechazo. Tan familiar era el lenguaje como distante era la comida. El primer mes estuve con continuos dolores de barriga. Allí todo picaba, por mucho que me jurasen que 'eso no, créeme, eso no pica ni tantito así'. Una noche me invitaron a una fiesta donde me dijeron que había que ir guapo. Allí me planté yo. Era un patio abierto, con muchas luces, plantas enormes y ganas de diversión. Una chica, que se sentó a mi lado me hacía repetir cada pregunta, quizás por el ruido de la música y mi extraño acento andaluz. —¡Mande! —me gritaba cada vez. —¿Mande? —preguntaba yo. —¿Mande? —se inquietaba ella. Yo le decía que me hacía gracia esa expresión, pero la mujer recibió con horror mi explicación. Rápidamente se corrió la voz por todo el patio. La chica había deformado mi mensaje y todos venían a preguntar si era cierto que ese 'mande' sólo lo hablaban viejos chismosos en pueblecitos muy pequeños de España. —Yo no lo vuelvo a pronunciar —decían, horrorizados, y yo me quería morir.

domingo, abril 11, 2021

Contactos

Cuando la vida se tuerce, y necesitas ayuda, es bueno haberla servido bien.

A fin de cuentas, nuestro paso por el mundo no es sino una sucesión de situaciones que nos van definiendo como personas a partir de las elecciones que hemos ido tomando.

En ese camino hemos necesariamente dejado gente atrás y optado por otras, hemos dicho muchos sí y muchos no. En nuestro deambular se nos han presentado oportunidades de comportarnos de forma más o menos generosa, humilde o ambiciosa. Todo cuenta.

Recuerdo que tenía una amiga que me llamó un día desde un lugar perdido en medio de la nada con el coche estropeado.

No paro de llamar a gente y nadie viene a recogerme.

Uno pretende que, llegado el momento y sin haber hecho los deberes, la gente vaya a tu rescate.

Aunque sea por puro egoísmo, es sensato poner siempre el corazón por delante a cada paso.


Pandemia

Dentro de nada las llegadas corriendo a casa tras la cena para evitar un control policial serán un mal recuerdo. 

El tiempo lo borra todo sin piedad. Lo malo y lo bueno. Como un rodillo.

El otro día paseábamos la calle Sierpes con un guía turístico y nos hablaba de la Sevilla de hace cuatro siglos, esa época en que llegaban los galeones cargados de oro americano y la ciudad estaba repleta de mercaderes, maleantes, aristócratas, mendigos, marineros que pululaban por esa calle estrecha de una ciudad que era uno de los centros del mundo.

Yo veía el cielo azul e imaginaba con nitidez la escena. El mismo sol, la misma ciudad, pero no ponía caras, ni historias reales de personas ni aventuras que han sido borradas por el tiempo.

¿Qué queda de esos ciudadanos? ¿Qué quedará de nosotros?

Me escribo esto para el yo anciano que seré dentro de unos años, si tengo la suerte de estar aquí y ganas de leerlo.

Entonces comprobaré si es verdad que esta pandemia quedó en poco más que una pesadilla olvidada.

Espejo

Hay días en que me levanto, me miro en el espejo y me digo ¿otra vez tú?

Toda una vida y siempre la imagen frente a ti de ése en el que tú vives, de ése a quien la gente identifica contigo, del tipo que te representa, de la visión que de ti tienen cuando piensan en ti.

Qué hay de mí en ese físico, suelo preguntarme. Cuánto de mi ser como persona se ve reflejado en ese hombre de ojos achinados y poco pelo, en ese semblante mucho más serio que lo que en mi interior palpita.

Recuerdo una noche, con veinte años, en una discoteca del Algarve portugués. Llevaba una horrorosa camisa verde limón con flores, iba de fiesta con los amigos del colegio, nos comíamos el mundo. Bebí mucho más de lo que había bebido nunca y fui al baño, mareado. Me miré al espejo y me dije, recuerda esa imagen para siempre. Mira a ese chaval despistado y enclenque que está frente a ti, porque vas a convivir con él toda tu vida.

Son muchas las veces que llego a casa tras una noche de cervezas y me planto frente a mi reflejo recordando la imagen de ese chaval con la camisa de flores.

Y me lanzo un guiño.

viernes, abril 09, 2021

Agradecimiento

Un agradecimiento de corazón es mucho más valioso cuando es inesperado.

Es sencillo decir gracias como reacción a un acto de amistad, lo valeroso es darlas porque sí. 

Es tanto lo que me aportas que quiero darte una muestra de afecto ahora, sin venir a cuento, Recordé ese día que te pedí dinero y, ahora, tomándome este café contigo, te lo digo.

Nunca son las relaciones lo suficientemente consolidadas para que se desprecie una muestra de afecto espontánea en homenaje a todo lo que esa otra persona hizo por ti.

Rompí con mi pareja y me fui a tu casa a dormir, y me diste un valium, y te quedaste toda la noche sentado a mi lado, tomando mi mano cada cierto tiempo.

Hoy me acuerdo de esa escena y te mando un corazón.

Sé, que cuando mi padre moría, me llamabas a diario. Por eso te doy las gracias cinco años después.

No olvido que cuando me cambiaron de puesto y no entendía nada, tú me explicaste con paciencia cada duda que me surgía.

Hoy se me vino a la cabeza tu imagen y quiero decirte que agradezco por siempre que hayas estado ahí.

jueves, abril 08, 2021

Abueletes

Yo he tenido abuelos y abueletes.

La técnica utilizada por mi padre era tan lógica, que no entendía cómo mis amigos no tenían nada más que de los primeros.

Ése era el juego con el que nos ayudaba a diferenciar a los abuelos maternos de sus propios padres.

A mi abuelete le soplabas el puño y te abría la mano con un caramelo, el abuelo, en cambio, era el que te pinchaba con una jeringa calentada en alcohol cuando caías enfermo. La abueleta se paseaba por su casa con un collar de perlas, mientras que la abuela guardaba sus joyas en un armario sin fondo.

Los abueletes tenían la terraza llena de pájaros y la abuela usaba la suya para subir cestas llenas de churros que le servían en el kiosco de abajo.

A mi padre lo abracé en el hospital militar cuando murió el abuelete y a mi madre le mentía con sueños inventados, en los que le decía que había jugado con el abuelo, para quitarle la pena cuando un día se le paró el corazón.

Fueron desapareciendo poco a poco, como en un cuento, porque estábamos en edades en que la muerte no la comprendes de lo lejana que está.

miércoles, abril 07, 2021

Tres

Desde hace unos meses, somos tres en la cama.

Fran no tarda en dormirse y es entonces cuando se arropa Lara a mi otro lado. Con su figura más diáfana cada día, me dejo envolver por su forma de ver la vida, sin emitir opiniones. Me engatusa, sin ella saberlo, cuando estoy a punto de dormir.

Cada noche compruebo que está mejor dibujado su pequeño apartamento con vistas al parque londinense de Hampstead Heath, su encuentro con Maxi en la creperie de Kensignton, donde trabajaba de encargada, o el sollozo al separarse de él en Victoria Station, sin saber que estarían veinte años sin verse.

Abrazado a mi almohada, se me eriza la piel con la escena, bien construida en mi cabeza, del estupor que le causó ver una foto de Maxi, el padre de su hijo, dos décadas después, a dos mil kilómetros de Londres.

¡Estaba vivo!

Me tapo y me destapo con el edredón, yendo y viniendo veinte años atrás y adelante. Empatizo con esos jovencillos que eran, comprendo lo que el tiempo les ha llevado a ser, arrebatado por los golpes que da la vida.

Me doy la vuelta en la cama y dibujo una sonrisa en los labios de Lara. Le digo, "¡sé fuerte!" "Siempre lo has sido". "No te arrugues". Y le voy construyendo con plastilina humana amigos, vecinos, compañeros de trabajo que le dan claves para no caer en la nostalgia, para no asumir que fueron veinte años perdidos.

Porque nunca los años son perdidos.

Imagino entonces diálogos, situaciones cómicas, estrategias insanas, con un ojo puesto en Abel, el adolescente educado en Londres que un día se vio en Sevilla, sin comerlo ni beberlo, ayudando a su madre a construirse un futuro diferente.

—No te imaginas a quién he visto en una foto, Abel.

Es en ese momento, en que el sueño me domina, cuando volvemos a ser dos en la cama y me agarro, como cada noche, a Fran.

martes, abril 06, 2021

Curiosidad

Siempre gana la curiosidad en mí.

Cuando oigo hablar de alguien famoso, de algún experimento, de un hecho histórico, cuando alguien me cuenta acerca de una ciudad, o una comida, o me deleita con un poema, si la radio emite alguna canción que me conmueve o escucho una entrevista a alguien que se expresa con alma, si me hablan de un fenómeno atmosférico, o de una enfermedad rara, al leer sobre alguna tribu amazónica, o al escuchar una palabra rara, al descubrir una nueva flor, o las temperaturas en una isla del Ártico, o cómo se programa una aplicación de móviles, cuando me explica alguien en qué consiste su trabajo, o qué medicación toma, o cómo le va con su psicoanalista, si una novela tiene estructuras extrañas, o un cuadro está pintado sin pintura, entonces yo me derrito.

Me derrito cuando descubro una vía nueva, una rendija, sitios diferentes que indagar, hilos de los que tirar, paisajes inexplorados por mí.

Me pierde la curiosidad.

Yo quiero saberlo todo, y cuanto más aprendo más me doy cuenta de que hay infinitas cosas por conocer y eso me motiva a mirar más allá, a sobreponerme a mi ignorancia para avanzar, a introducirme un poco más en la oscuridad para ir encendiendo luces, que me muestran lugares insólitos que aparecen velados, como si siempre hubieran estado esperando a que yo los destape para tomar aire.

Sería terrorífico no encontrar algún día sitios nuevos que iluminar, pero más aún lo sería que yo no tuviese ganas de darle al interruptor.

Perfección

Para muchos la vida es una lucha continua contra la imperfección.

Yo antes me incluía en esa categoría, era de los que navegaba entre los proyectos nuevos y los propósitos de enmienda. 

Ya desde pequeñito, cada noche, me acostaba con los compromisos en mi cabeza de lo que, sí o sí, iba a hacer al día siguiente. Luego venía la pereza, las distracciones, los mosqueos, las limitaciones que hacían que me acostara con la frustración de no cumplir nunca mis metas.

Nos falta integrar nuestras imperfecciones, o nuestra realidad, en las empresas que abordamos.

Desde el momento en que asumimos que no todo va a salir bien los pulmones se abren. Y cuando la respiración empieza a ser más relajada comenzamos a ser más creativos.

Es un coñazo plantear la vida en términos de calificaciones, no debemos evaluarnos a diario ni obsesionarnos por comparaciones con otros que lo hagan mejor.

Siempre habrá quien lo haga mejor que tú en cualquier campo en el que te impliques, pero nadie hará las cosas como tú.

Nuestra vida no es una competición, ni pasamos revista ante ningún teniente coronel.

En cuanto nos quitamos esa carga, podemos volar, aunque sea a ras del suelo.

lunes, abril 05, 2021

Entender

Querer demostrar que entiendes de todo es la mejor manera de hacer el ridículo.

Teníamos muy buenos recuerdos del restaurante donde celebramos nuestra boda, así que allí nos plantamos unos años después. Seguía teniendo el glamour de entonces, aunque apenas quedaba personal de aquél que nos trató con tanto cariño en un día muy especial.

El maître apareció como un gallito envalentonado cuando se enteró de que éramos buenos clientes.

—Dejen que les aconseje la cena de hoy.

A nosotros nos pareció perfecto. Somos fáciles de convencer si la actitud de quien propone es buena.

Cuando llegó el momento de los vinos nos recomendó un Cigales, denominación de origen que no olvidaré desde ese día.

—¿Eso por dónde cae? —pregunté.

Entonces nos explicó, sin asomo de duda, que se trataba de una zona situada entre los tres vértices del triángulo que formaban el Bierzo, Somontano y Jumilla.

Yo no entendía de vinos, pero sí de Geografía, y me estaba diciendo que esos vinos se cosechaban en algún punto entre las provincias de Murcia, Huesca y León. Lo que comprendía prácticamente a toda España.

—Ahá —respondí, por no aguarle la fiesta al señor.

Desde entonces, cada vez que hago la ruta entre las fábricas que Renault tiene entre Palencia y Valladolid, aparece un cartel en el que no había reparado hasta ese día del pueblo vallisoletano de Cigales y me acuerdo de él.

De lo fácil que es perder autoridad cuando se habla de lo que no se sabe.

domingo, abril 04, 2021

Creación

¿Hasta qué punto es libre el creador?

Nos lo planteábamos en la tertulia que cada mes tenemos cinco escritores sevillanos, en la que nos hacemos preguntas acerca de las tripas de la literatura.

La total libertad a la hora de escribir es posible, pero estamos sin duda condicionados.

En la novela que actualmente escribo hay un personaje secundario que es un señor maltratador y extranjero. Le había dado la nacionalidad siria, pero yo mismo me censuré. No quería echar gasolina a los orígenes de esa persona, y lo convertí en alemán. Porque no importaba en realidad de dónde fuera.

¿Debemos dar ejemplo con nuestras historias?

No lo sé, pero si la cuestión no es transcendente para la novela prefiero contribuir a no crear modelos que puedan confundir.

Dicen que cuando se publicó 'El código Da Vinci', la asociación americana de personas albinas se quejó por el hecho de que el malo de la historia fuese un monje albino.

Aún más retorcido, cuando se estrenó la serie 'The Witches', la asociación americana de personas con tres dedos se quejó de que la bruja mala tuviera tres dedos en cada mano.

Llevados al extremo... no podríamos crear personajes malos y definirlos bien al mismo tiempo, porque siempre habrá alguien que se sintiese ofendido.

Creo que debemos abrir la mente a la realidad, cuando nos enfrentamos a una obra de ficción.

El hombre es un cúmulo de imperfecciones, un cruce de casualidades, un revoltijo de condicionantes. Hay que dejarse llevar, porque todo puede ocurrir.

sábado, abril 03, 2021

Delfines

Un día, hace siglo y medio, llegaron dos delfines a Sevilla.

Subieron Guadalquivir arriba y la gente enloqueció cuando los vio jugando bajo el Puente de Triana.

No había por entonces programas de la 2 ni salas de cine donde ver a esos animales tan sonrientes.

Ana, una jovencita todo alegría que trabajaba como dependienta en una pastelería de la calle Betis, escuchó el tumulto mientras limpiaba los cristales de la tienda. Pidió a su jefa permiso para asomarse al puente a ver qué pasaba.

Pero sólo un minuto, Anita.

Entre la muchedumbre se abrió paso hasta conseguir ver a los delfines. 

También vio a un señor con la cabeza metida en una caja de cartón y le preguntó qué hacía. Él le explicó que se trataba de una máquina para hacer fotografías y dejó que Ana metiera la cabeza allí. 

Ya no se separarían más.

Pocos años después, Ana dio a luz a Antonio Machado.

Sesenta años más tarde, escapando de la Guerra Civil española, Ana, vieja y enferma, llegó cogida de la mano de su hijo a un pueblecito de Francia pocos días antes de morir. Totalmente perdida en su dolor, preguntó a su hijo.

¿Ya estamos llegando a Sevilla, Antonio?

Unos delfines provocaron escenas que nos aprietan el corazón siglo y medio después.

El azar mueve el mundo.

Soledad

Mi padre hizo un trato conmigo.

En una época en que las mujeres no podían salir de nazarenas, él ofreció a su querido amigo Pedro el que fuera yo el que mantuviera la tradición. 

Perteneciente a la junta directiva de su Hermandad y muy religioso, su amigo era padre de cuatro niñas.

Así que, desde muy chico, yo salía de nazareno todos los sábados santos en la Soledad del que luego sería mi barrio por elección propia, San Lorenzo.

De la misma forma que mi abuelo me había hecho del Betis.

Salí con cirio, con cruz, con zapatos y descalzo. En una época en que yo había renunciado incluso a la confirmación religiosa en un colegio de curas, cada año, me decía a mí mismo, éste ya es el último. Pero no quería hacer daño. Ni a su amigo ni a mi padre.

Pedro siempre estaba pendiente de mí, me avisaba de cada misa previa, me sacaba la papeleta de sitio, se ocupaba de conseguir la buena talla de túnica conforme yo iba creciendo y yo no quería defraudar.

Fue una decisión dolorosa tener que plantarme un día, no sé con que edad.

Es que yo no creo en dios, papá.