Presto atención absoluta a cuestiones que me inquietan y soy disperso en grado sumo con aquello que no me motiva, lo que ocurre es que, a veces, incluso me sorprendo yo.
Estábamos hablando de coches entre compañeros de trabajo, algo lógico al ser el sector al que nos dedicamos. Cada uno contaba cómo le iba con el suyo y yo flotaba a mi bola, hasta que alguien me bajó a la tierra.
—Salva, tu coche ¿de qué color es?
—Ostras —respondí—. Pues no me acuerdo.
¡No nos lo podíamos creer!
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