x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

sábado, enero 30, 2021

Marroquí

Ayer nos atendió un camarero marroquí.

Tras una semana complicada, teníamos ganas de pegarnos un homenaje en un sitio al aire libre.

Sin lugar a dudas, de entre quienes nos recibieron, nos tomaron nota y nos atendieron, el más amable y profesional fue él. Atento, resuelto y divertido.

A mí me alegró más la comida su simpatía que el maravilloso chateaubriand que nos sirvieron. 

Tras su actitud, yo adivinaba el doble de esfuerzo en él y una gran capacidad personal.

Sin duda alguna, tras mi reacción hay un cierto deje de racismo, porque no debería hacer distingos entre orígenes geográficos para apreciar la profesionalidad de nadie. Sin embargo, valoro enormemente que nuestra sociedad sepa integrar a quien no es de la tierra. No hay mayor índice de salud moral.

Dejaré de ser racista cuando no aprecie como especial la simpatía y las cualidades de una persona por tener otro color de piel, porque quien trabaja tiene derecho a ser tan mediocre como el que más y a que yo critique su profesionalidad sin otros argumentos que su buen o mal hacer.

Ayer, en todo caso, tuve un mediodía feliz.

jueves, enero 28, 2021

Sue

Fran me dice Limón porque yo le llamo Vinagre. Y le llamo Vinagre por lo ácido que es a veces conmigo.

Le llamo también John cuando me dice palabras directas de amor a lo John Wayne.

Él me llama Perico cuando piensa que me he ido de la lengua, como un periquito.

Yo le llamo Juli cuando se sube los pantalones del pijama a lo Julián Muñoz.

Él me dice Sue cuando pido la última copa en los restaurantes, como la alcóholica Sue Ellen de Dallas.

Yo le digo Tutankamon cuando se tumba a dormir cada noche con postura de faraón.

Él me llama Mili cuando empiezo a apartar los tomates cherry con los cubiertos, por lo milindris que dice que soy.

Mi sobrino Iván ha estado presente tanto en nuestras vidas que nos ha escuchado llamarnos de mil maneras entre nosotros.

De vez en cuando, en mis mensajes de wasap con él, me grita ¡Sueeeeee! sin saber muy bien lo que dice.

Nocilla

A mi abuela materna le perdimos la pista cuando murió mi madre.

Solían rezar las dos el rosario, junto a mi tía Elo, con el salón de su casa tan en penumbra que a mí el  miedo se me colaba por la camisa.

Ora pronobis.

Repetían una y otra vez oraciones sentadas alrededor de la mesa camilla. Tengo ese soniquete metido en la cabeza como si fuera ayer. Con un tono plano, en ratos eternos. Yo, pequeñillo y curioso, me acercaba. Me sentaba en silencio junto a mi madre, me agarraba a ella. Las recuerdo a las tres con los ojos cerrados, la tele apagada, las cortinas echadas. 

Ora pronobis.

La escena produce frío en mi memoria.

A la vuelta de uno de sus viajes de negocio, el que era novio de Elo trajo un regalo a su suegra. Mi abuela lo recibió con regocijo. Era un rosario tallado artesanalmente en Guatemala. No podía haber elegido mejor mi tío Jose.

Recuerdo como si fuera ayer el día que llegué a su casa y mi abuela me lo quiso enseñar.

Mira lo que me ha traído tu tío, Borete.

Sacó con parsimonia el rosario de su caja y me explicó que estaba hecho con no sé que tipo de madera.

¿A qué te huele?  —se interesó.

Yo sentí que todo el mundo me miraba. Cerré los ojos, puse la nariz.

A Nocilla, abuela.

No le hizo ninguna gracia mi sinceridad.

Este niño se está volviendo tonto con tantos dulces para merendar.

lunes, enero 25, 2021

Globo

¿Qué es lo peor que puede pasar?

Practico a menudo esa técnica para pinchar el globo, porque parece que se nos cae con demasiada facilidad el mundo encima.

Esa actitud no implica despreocupación, sino equilibrio, cuando eres una persona formal.

Si tu familia, tus amigos o tus compañeros de trabajo saben que eres de fiar, no hay que meterse más presión de la necesaria para tratar con ellos, porque saben que no vas a fallar.

Si tus preocupaciones, en cambio, vienen por el trato con alguien desconocido, lo mejor es actuar de acuerdo a tu mejor criterio. No hay que pensar en cada momento que estamos pasando exámenes.

Yo, de pequeño, siempre amenazaba a mis padres.

Mamá, si no entrego esto mañana, me ponen un cero.

Vivía acojonado. Crecí con un exceso de responsabilización que me coartaba como persona, porque mi línea de actuación la marcaba el miedo más que la exigencia propia.

Me quedé con la parte buena y expulsé el temor. Si tengo que hacer algo pongo mi mejor voluntad, pero me repito con claridad a mí mismo que no pasa nada si me equivoco.

No hay nada tan grave.

Los problemas gordos ya vendrán solos, que nos encuentren con el corazón pausado.

domingo, enero 24, 2021

Opinión

La coherencia y la flexibilidad no están reñidas.

Hay que saber cambiar de opinión cuando la experiencia, la información o el buen sentido nos demuestren que nuestros posicionamientos no son del todo acertados.

Tenemos la suerte de no ser árboles y no tenemos por qué crecer doblados.

Nuestra tendencia natural es a defender aquello en lo que nos han educado, incluso en temas en los que hemos ido formando nuestra opinión de forma racional, e independiente, con los años.

Yo tengo las ideas muy claras. Mucho. En cuanto a temas sociales, políticos, éticos.

Tan claro como tengo el estar abierto a que me convenzas de que estoy equivocado, o a matizar mi discurso si veo que está basado en informaciones no del todo ciertas, o serenas.

Intento seducirte con mis principios, porque pienso que son los correctos, tanto como estoy dispuesto a dejarme seducir por quien tiene tantos motivos como yo para defender sus creencias.

Me parece sano, más que inteligente, dejar las puertas abiertas de mi razón.

sábado, enero 23, 2021

Abrazo

No hay momento más feliz que cuando lo abrazo antes de dormir.

Fran siempre se queda frito antes que yo, mientras yo leo o veo alguna peli. Es justo tras apagar la luz o la tele cuando el silencio se apodera de todo. No es una oscuridad que asuste.

Paso mi brazo por encima de él hasta rodearlo y él, dormido, lo agarra con fuerza en su pecho. Yo me acoplo y me abandono al placer de atravesar la frontera nebulosa entre los mundos que separa el sueño.

Caigo, dulcemente, como envenenado por un cianuro infantil.

No hay mayor felicidad que ese brazo perdiendo la circulación sanguínea. El Fran dormido lo aprieta en sueños que no recuerda. No sé a qué hora será en la que nos recolocamos. Yo trato de girar y Fran se aferra, en su mundo onírico, a mi brazo aprisionado.

Él no cree, con la luz del día, las cosas que yo le cuento.

Lo más hermoso es confirmar, en los escasos instantes en que recupero el contacto con la realidad, que siempre buscamos un punto de contacto. Los pies, las caderas, las manos, un dedo... Hay carne con carne.

Nos buscamos.

Cae cada día la noche y ansío el momento cumbre. Apago la luz y cruzo mi brazo alrededor de su pecho. Él, dormido, lo agarra y yo subo al cielo.

viernes, enero 22, 2021

Hombre

Hay días en que me despierto indulgente con el ser humano.

No sé qué lo provoca, si un sueño que no recuerdo o alguna noticia que ronda mi subconsciente. Sólo sé que hay días en que le perdonaría todo. En que abrazaría a cada uno de nosotros.

Son instantes en que veo toda la que hemos montado sin saber muy bien cuál es nuestro destino.

Tiene mucho mérito.

No hay que echar la vista muy atrás en la historia del universo, apenas un pestañear, para adivinar a ese neardental cazando con armas rudimentarias.

Sí, está bien, el hombre ha fracasado en mil guerras. Sí. En un millón de hambrunas evitables. Lo sé. Soy consciente de un planeta medio esquilmado.

Pero ahí está la poesía. Un verso da sentido a todo. Este idioma en el que escribo, el ordenador en el que lo hago, la red que permite difundir mis pensamientos hasta Australia. En segundos. El avión que me trae de Australia, la música que escucho en ese avión, la alegría de encontrar con quien charlar en ese viaje, de los museos visitados, del qué hacemos aquí y ahora. Del cómo te puedo ayudar. De tener herramientas para curar y gente dispuesta a hacerlo. De cómo estudiar el viento, las mareas, los cimientos para edificar catedrales inmensas para alabar a un desconocido omnipotente que quizás no esté sino en nosotros mismos, en nuestra capacidad para crear dioses que nos protejan, para elaborar teorías complejas sobre lo que somos, para buscar perfumes en las plantas. Pudimos seguir cazando antílopes, pero hicimos Nueva York, el Quijote, la olla a presión, desfiles de moda, puentes colgantes, guitarras eléctricas, películas de John Ford, sábanas de seda, pomadas para la piel, coqueteos para lucirla, cartas de amor, bicicletas para pasearlo, paseos para buscar cervezas, neveras donde meterlas, amigos con quien beberla.

Sí. Hay días en que soy indulgente.

Nos plantaron aquí sin preguntar.

Soez

Por fin se va lo soez.

Desaparece de los telediarios el esperpento, la amenaza continua, lo bajuno, la estupidez hecha hombre.

Hoy se va a la papelera de la historia quien se permitió vanagloriarse de utilizar a las mujeres como objetos, quien asoció razas a delincuencia, el que presumió de no pagar impuestos, quien ridiculizó a la ciencia y despreció a la Naturaleza. Un mentiroso compulsivo, mal perdedor, rencoroso, histriónico y maleducado. Soberbio, petulante, estafador. Líder de los odiadores del mundo. Violento, narcisista, vengador. Insurrecto contra su propio país.

El único bien que ha hecho es mostrarnos el camino que no queremos elegir. Alertarnos de la putrefacción de la sociedad representada en él. Movilizar a un país dormido por su propio éxito. Hacer sonar las alarmas de la degradación moral que amenaza tras cada esquina. 

La pesadilla ha terminado. Que todo el peso de la Justicia caiga sobre él.

Ya todo pasó.

El mundo es hoy más bueno.


martes, enero 19, 2021

Nadie

A nadie le importa lo que tú hagas.

Nos creemos observados por legiones de curiosos, sin aplicarnos el cuento a través de lo que ven nuestros ojos. ¿Qué hay de los demás que nos conmueva en el día a día? No gran cosa.

Seamos más libres y quitémonos condicionantes que no existen. Al mundo se la refanfinfla que tú vayas vestido así o 'asao', que dediques más tiempo a esto o a lo otro. Que llores o que rías. Sé libre.

Dedicamos demasiado tiempo a pensar en el qué dirán, cuando no es fácil adivinar que las personas a las que les ha sonreído la vida han tenido siempre la cualidad de haber tirado para adelante a pesar de envidias, críticas y dudas en los demás.

Hay que distinguir el respeto al otro de la libertad individual.

La primera parte de mi vida estuvo muy condicionada por lo que yo pensaba que la sociedad esperaba de mí y fui una persona gris. En cuanto fui construyendo el proyecto de lo que soy hoy, en lo personal y en lo público, empecé a darme cuenta de que el gris no era sino una coraza que ocultaba mis colores.

Escucha los consejos, pero no vivas pendientes de aprobaciones.

Quien tienes que aprobarte eres tú.

Si tienes a alguna persona querida agazapada en las dudas de la prudencia, anímale a actuar. Que se desnude, que pierda el miedo. Que nadie importante para ella se va a asustar.

El que se asusta por que tú seas tú es una piedra que tienes que apartar del camino.

Nadie te conoce mejor que tú.

lunes, enero 18, 2021

Conscientes

Tengo amigos muy válidos que no saben cuán felices son.

Siempre embarcados en aventuras que nos contagian de sus emociones, quedar con ellos es un chute de vitalidad. Entran a saco en cada conversación, se mojan con todo cuando de opinar se trata y sus semanas son un regalo lleno de momentazos que han sabido buscar.

A mí, de vez en cuando, me gusta preguntarles si son conscientes de lo felices que son.

Entonces me miran raro, al tiempo que se hacen la pregunta por dentro.

¿Hace falta nombrar a la felicidad para disfrutarla?

Ocurre como en la infancia, época liberada de toda tensión en que pasamos de un juego a otro sin más preocupación que divertirnos. ¿Somos felices si no lo sabemos?

No sé si preguntarse acerca de nuestro propio bienestar mental agudiza o no nuestra capacidad de disfrutar del mundo, lo que sé es que a mí me viene bien el frenar cada cierto tiempo, cuando nadie me ve, para decirme lo feliz que soy.

domingo, enero 17, 2021

Emoción

No hay trabajo bonito sin emoción.

Son muchos años de vida laboral y reconozco que las épocas en las que he sido más válido para mi empresa han coincidido con aquéllas en que conseguí meterle corazón al empeño.

Es más complicado con los empleos fríos. 

Aquéllos que no tienen que ver con la sanidad, la docencia o el arte, donde lo humano y sensitivo está presente aunque no se quiera.

Tiene más mérito conseguir involucrar a equipos que se dedican a producir, por ejemplo, cajas de cambio para un coche. 

No todo va en el sueldo, ni es a base de gráficas que vas a meter en una dinámica de compromiso a aquél que llega a las siete de la mañana a trabajar.

Hay que encontrar en el empleado la parte brillante que hay en él. Estimularla. Valorarla. Darle iniciativa. Delegar decisiones. Ponerlo en su sitio. Agradecer. Reconocerlo siempre cuando cumpla los objetivos. Hablar con él cuando no los alcance.

La teoría es sencilla, sí. La realidad es más compleja.

No hay empleo que no se pueda incentivar con una buena terapia profesional.

Yo necesito buscar en mí la emoción para encontrar el sentido a tantas horas de trabajo, porque si no la encuentro me convierto en mi primer enemigo.

Vespa

Esta semana contaba a un amigo mi próxima novela y me decía:

Esas cosas no pasan.

La ficción sirve para contar aquello que creemos que no pasa y nos reconforta descubrir.

Nada es tan raro.

Por amor, afortunadamente, se siguen perdiendo los papeles. Por dinero se hacen barbaridades. En soledad es posible estar muy cerca del negro absoluto. El miedo nos puede volver del revés y no sabemos hasta dónde nos llevaría la violencia si la enfrentásemos. 

Yo tenía una amiga que se montaba en mi vespa y me hacía dar vueltas en torno al bloque donde vivía el chico que le gustaba, para hacerse la encontradiza por si le daba por salir del portal.

Unas cuantas vueltas más, que seguro que sale a desayunar.

Yo mismo he espiado a quien amaba, durante horas, muerto de celos, cuando era un chaval.

He conocido corromperse por dinero a personas que eran modelos para mí.

Amigos cercanos me han narrado perversiones sexuales que me han dejado de piedra.

He descubierto carcajadas escondidas en mí en historias desquiciadas.

Nada es tan raro.

Las novelas construyen mundos inexistentes a partir de realidades inconexas que hay que saber coser.

viernes, enero 15, 2021

triste

No echo de menos a la gente triste. 

Porque yo era un triste. 

Y conseguí salir, así que no me gusta que me recuerden cómo era estar encerrado en mi cueva de lamentos hacia un mundo exterior que me agredía.

Afortunadamente un día tuve las agallas de salir fuera de la cueva a inspeccionar. Y luego otro día. Y ya cada mañana me levantaba con ánimo de pasear como un intruso. Nadie se fijaba en mí. Era la mejor noticia. Me di cuenta de que nadie me prestaba atención. Que lo que yo veía como agresiones y peligros no eran sino invenciones mías. 

Fue entonces cuando tiré las llaves de la cueva al río del olvido para no volver a entrar jamás. 

Aún distingo a los intrusos que inspeccionan a mi alrededor para meterse a cada rato, atemorizados, en sus cuevas.

Son chupasangres. Lo sé, porque yo lo fui. 

Intentan con sus lamentos sutiles conquistarte a partir de la pena. Tratan de convencerte con verdades que yo ya digerí.

Los hay muy inteligentes, que te llevan al huerto de la negritud sin que tú te des cuenta. Con palabras sabias, con modales exquisitos, con caricias insanas.

Yo los huelo. 

jueves, enero 14, 2021

Aprensión

Dos veces al año tengo cáncer.

Ya desde pequeño, cuando a mi madre le diagnosticaron el tumor que acabó matándola, me he encontrado bultos, ganglios inflamados y síntomas de todos los cánceres posibles.

Mi cuerpo se ha acostumbrado a padecer enfermedades inventadas, lo que quizás me ayuda, sin yo buscarlo, a vivir cada día como si se acabara el mundo al día siguiente.

Los aprensivos convivimos con la muerte de una manera cómico-perversa.

Entre toda la gama de explicaciones a un pequeño dolor siempre nos vamos a la hipótesis más crítica y morimos por adelantado centenares de veces.

Razonas que, al final, nunca pasa nada. Pero esta vez, sí. Esta última vez, sí. Esta va de verdad.

Somos fuertes, en el fondo, los hipocondríacos. De tanto creernos en las últimas acabamos por cuidarnos con esmero y disfrutamos como condenados con día de fusilamiento en el calendario.

Aprendes a callártelo para que no te tomen por loco, aunque de vez en cuando, como ahora, me da por escribirlo para reírme de mí y conjurar, así, el último susto.

Catalizador

Juntar amigos es una especialidad de la casa.

Entendiendo casa por mí.

Como siempre ando con la caña de pescar y mi vida social es amplia, hago por integrar gente nueva en mi vida desde que tengo uso de razón. No soy de los que se permiten decir 'el cupo de amigos ya lo tengo cubierto'. No. Para mí nunca está cubierto, porque sería como darle al botón de 'pausa' a mi vida. Siempre entra y sale gente.

Es un error común el aguantar a toda costa a los amigos de siempre. Sí. Aguantar. Hay que tener el valor para desconectar de personas que fueron importante en nuestras vidas, pero que ya no lo son. Es natural. Todo fluye. Ocurre la mayoría de las veces, o debería ocurrir, sin rencores ni cuentas pendientes.

El cuerpo va pidiendo estímulos, que no siempre se encuentran en las mismas personas. La mente es sabia y, si la dejas en libertad, va acoplándose a la gente que te proporciona bienestar.

Yo quedo con la gente que me proporciona bienestar. La que me hace reír, la que me emociona, la que me transmite, aquélla en la que pienso.

Me produce un enorme placer, sin embargo, encontrarme de vez en cuando con personas conocidas, a las que yo un día junté, paseando su amistad o incluso su amor.

Ya no soy importante para ellos, a pesar que se conocieron gracias a mí. Serví de catalizador y eso me hace sentirme tremendamente útil.

Me parece hermoso. 

martes, enero 12, 2021

Tiempo

Hay tiempo para todo.

Es mi lema de vida.

El todo, en sí, no afecta sólo al actuar; también al pensar.

Negarlo denota, muchas veces, vacío emocional o miedo. Como si nos plantaran en el mundo, sin habernos preguntado nadie si queríamos venir, para dedicarnos simplemente a sobrevivir.

Me niego.

Hay personas, que toman todo con un dramatismo extremo, a quienes no se les puede plantear escapar del A, B y C de su día a día y prioridades.

Somos nosotros nuestros peores enemigos, especialistas en ponernos grilletes; en justificarnos por qué no hacemos más.

Pues claro que hay tiempo para volar. Incluso en condiciones fastidiosas. Siempre hay un hueco para pensar en el tiempo en las Maldivas, en la literatura húngara de los años 60 o en las proteínas que tiene un caldo de pollo. Y quien piensa, actúa.

Sobre todo hay tiempo para nosotros, lo que ocurre que a muchos les asusta saberlo. Se prefieren las prisas y el no llego, el pensar que soy imprescindible, el correr desbocado contra uno mismo.

¡Párate! Date el espacio que te corresponde. Enfréntate a quien eres. Busca huecos que nadie va a buscar por ti.

El tiempo no cuesta dinero. Regálatelo. Porque una vez que se consume, ya no hay oro en el mundo que pueda devolvértelo.

lunes, enero 11, 2021

Filosofía

Al mejor profesor que he tenido le llamaban 'El Simio'.

La adolescencia es muy cruel.

Se llamaba Julio, era sacerdote, se llevaba mal con el tinte y su voz era tremendamente grave.

Recuerdo con veneración sus clases de Filosofía en COU. Sí. Filosofía. Nos llevaba donde quería, sin prisas, no era necesario tomar apuntes, sino escucharlo. Platón, Kant, Descartes. Toda la sabiduría estaba ahí.

Yo, ingeniero de formación, no valoro ninguna otra materia tanto como la Filosofía.

Ahí está el meollo de nuestra existencia. ¿De qué sirve construir puentes si no sabemos dónde queremos ir? 

La Filosofía es la base de todo conocimiento. Despreciarla es despreciar la historia del hombre y el significado de lo que somos. Es la única ciencia que apoya su valor en las preguntas, no en las respuestas. Tras cada avance tecnológico hay una cuestión ética que resolver, tras cada conflicto político, detrás de todo drama personal, en cualquiera de los descubrimientos científicos.

Toda carrera universitaria o profesional debería llevar asociada un temario filosófico en el que se plantee a lo largo de todo el recorrido de esos estudios cómo ellos están imbuidos de un sentido ético.

Cada vez más apartada de los currículos escolares, yo me rebelo contra esa tendencia omnipresente de desprestigiar la apertura de mente que nos proporciona el preguntarnos ¿por qué?

Paralelo

No quiero hacer dos cosas a la vez.

Ni tres.

Conseguir ver una película sin ver el móvil. Leer un libro sin ver la tele. Cenar con mi amor sin más compañía que la música. No consultar mis emails a cada rato.

Nos hemos obligado a la productividad, a llevarlo todo para delante. Se nos viene algo a la cabeza y lo hacemos.

Quiero aprender a hacerla después. Esa idea que se me ocurre. Después.

Porque disfruto mucho cuando me concentro en algo en plenitud, en un combate a muerte diario con el diablillo que me susurra, ¿has mirado el wasap?

Se valora lo contrario y yo quiero desvalorarme. Deshacer la eficiencia que hay en mí para buscar lo profundo que sé que poseo. No se construyen castillos grandes mirando hacia todos lados.

Es una necesidad el demostrarme que puedo ser como deseo ser.

Porque no me pido tanto.

sábado, enero 09, 2021

Despertador

Para mí no hay instantes mucho más felices que despertarse a las tres de la mañana un día de trabajo. 

Como antes lo era en época de colegio.

Tener facilidad para dormir me regala esos momentazos. Que un respingo en una pesadilla o un edredón rebelde te hagan, de pronto, despertar. Comprobar entonces que quedan horas para que suene el despertador.

El hijo de una gran amiga me lo decía el otro día. 

—Salva, yo me pongo el despertador a las tres para poder volver a dormirme.

Sí. Es un placer infantil. Tener dos noches. Una de ellas regalada. Rebelarte contra los tiempos que nos marca la liturgia de vivir en sociedad. Escapar por momentos de la prisión de lo previsible y decirte aquí estoy yo. Libre. En silencio. Tomar la almohada, olerla, rebuscar en tus recuerdos cómo fue el día de ayer, ser consciente de la eternidad de una noche en la que todos duermen.

Deberían crear espacios de escape tan sencillos como ésos. Poder abrir cremalleras en el aire para salir y entrar. 

Sí. Sabemos que hay que fichar. Que no podemos llegar tarde. Que tenemos que pagar. Que trabajar. Que cumplir.

A mí me gusta inventar trucos para creer, en momentos esporádicos, que soy libre de verdad. 

Coches

La segunda vez que viajé a Japón llegué de noche.

Nos recibió un compañero de Nissan al que no me atrevo a nombrar, visto cómo de lejos puede llegar un texto por internet.

Ya nos conocíamos de mi primer viaje y estuvo muy atento con todos nosotros. Tras una cena típica de tatami, cerveza y pescado crudo, mi anfitrión me propuso en un aparte a mí, por conocerme de mi primer viaje, dar un paseo antes de volver al hotel.

—¿Te gustan los coches? —me preguntó, en su peculiar inglés.

—Claro —respondí raudo, por mucho que trabajar en Renault no implique, en mi caso, afición al motor.

Entonces, pequeñillo como era, comenzó una caminata rápida por el centro de Nagoya. Yo, reventado por el largo viaje, lo seguía a duras penas. No entendía qué podría querer mostrarme cerca de las doce de la noche. Tal vez el escaparate de un concesionario.

Las calles se estrechaban, bajábamos escaleras, con el simpático mareo que daban las cervezas. Yo caminaba feliz.

Minutos después se paró y me abrió una puerta. Bajamos una escalera de caracol y me encontré en una sala de terciopelo azul. Vacía en su interior. Muchas mujeres en minifalda y sostén nos observaban tras una barra. Luces tenues.

Me propuso sentarme en un sofá de cuero y él se perdió con una de esas jóvenes.

En apenas segundos yo estaba rodeado de siete u ocho mujeres. Una trajo una botella de whisky japonés, célebre por su calidad, otra una cubitera, otra un paño para ir secando mi copa. Ninguna hablaba inglés, salvo una china de Shangay, de ojos tan rasgados que no sabía si me miraba a mí o al whisky, que me explicó, mientras me acariciaba los muslos, qué es lo que más le gustaba de España.

—David Beckham.

Fue entonces cuando entendí mi confusión. Coches y chicas se pronuncian de forma muy parecida en el inglés de los japoneses que beben cerveza, o se distingue muy mal por un español con jet lag tras una cena bien regada.

Sin querer dar explicaciones acerca de mi orientación sexual, no sé cómo salí vivo de allí, porque con los nervios casi me liquidé la botella de whisky mientras me dejaba acariciar.

viernes, enero 08, 2021

Pudor

La escritura me enseñó a perder pudores.

Poner tus pensamientos en papel no es sino fotografiar tu alma con una cámara rudimentaria.

Hay que ir cogiéndole el truquillo. Muchas veces la foto sale borrosa, sobre todo en los inicios, pero no hay que dejarse llevar por la inseguridad. No hay mal en querer conocerse y que te conozcan.

Yo mostré esas fotos desde bien pequeño y vi las caras de la gente que las observaba.

Sí, hay quienes por falsa protección me decían, me dicen, que pusiera filtros, que buscase encuadres menos arriesgados, que dejase algo para mí.

Son consejos que hay que saber tomar para mejorar las tomas, el contraste, la luz. No para dejar de intentarlo.

Escribir es exponerse. Tanto que sí. Pero al fotografiar tu alma, y mostrarla, consigues un efecto inmediato en aquél al que se la muestras. ¿Cómo se verá la mía?, se preguntará.

¿Cómo te verás tú?

Cuando buscas esa foto de aquello que no se ve, estás haciendo una gimnasia neuronal, porque la cámara de fotos es interna, con lo que, además, al engrasarla y revisar sus engranajes, cuidas de ti como persona.

Pasearse por las redes, por el mundo, es un festival de fotos de gente hermosa que nos recuerda a cada paso nuestros físicos limitados.

Escribir es invocar la belleza que no se viene abajo con el tiempo, a la que no se le caen las carnes ni le salen michelines.

No hay vergüenzas cuando, al escribir, fotografías tu corazón.

jueves, enero 07, 2021

Contador

No sé si me gustaría ser creyente, pero no lo soy.

Sí sé que hay elementos transcendentes que querría que fuesen realidad. No sé en forma de qué ni de qué materia.

Sería feliz, por ejemplo, si existiese el Contador Universal.

Un gran aparato donde quedara registrado cada acto de amor, cada padecimiento vivido, cada ayuda prestada.

Me vale que no se registren las puñaladas traperas, los comportamientos mediocres, las mentiras interesadas. Todo eso que se vaya directo a una papelera universal donde los estrujen.

Pero, ¿dónde queda tanto amor?

Cuando tantas personas anónimas a lo largo de tantos miles de años han ofrecido, en momentos concretos o durante vidas enteras, muestras de generosidad inenarrables. Tantas palabras de consuelo. Tanta mano moribunda agarrada con fuerza por la vida.

¿Quedará en los genes esa memoria? ¿Tendremos almacenado lo no vivido? ¿Estará ese contador universal en nuestro ADN? ¿Vendrá a visitarnos en sueños?

¿Se pierde para siempre ese amor?

martes, enero 05, 2021

Reyes

A mí tenían que calmarme. 

Incluso contagiaba a mi hermano David, más pequeño y siempre más tranquilo, que acababa subiendo a mi litera y me acompañaba con palmas. Mis hermanas, desde el otro lado de la casa, gritaban que nos callásemos.

Un maldito día, un chaval en clase preguntó:

-¿Los Reyes son los padres?

El profesor lo mandó callar y un murmullo se extendió por el aula, pero ni aun así entendí, o quise entender, la pregunta. Yo creo que David, tres años más pequeño, se enteró antes que yo de la gran mentira.

¡Qué dolor!

En familias de clase media donde lo básico está cubierto y se desprende amor, el descubrir que la magia es inventada es el primer gran sofocón de nuestras vidas. 

Qué bonito es, sin embargo, mientras dura. Porque todos hemos creído ver a Baltasar, al mezclar, con los nervios, sueños con realidad. Ese amanecer en pijama atravesando la cocina para llegar al dormitorio de mis padres. La ansiedad de desenvolver los regalos. ¡Esa primera bici! 

Nos decepcionamos, sí, cuando nos enteramos de que nunca esos vasos de leche se los bebieron sus Majestades, pero no reaccionamos quizás nunca al hecho de cuánto nos querían nuestros padres.

¡Tanto amor!

Agorero

El agorero no cree en la generosidad.

Todos, en algún momento, hemos pensado así. Incluso de nosotros mismos. Que cuando escuchas es porque quieres que te escuchen, que al sonreír lo que buscas son favores futuros. 

Lo terrible es pensarlo no ya siempre, sino a menudo.

Establecer como regla de interpretación de los actos humanos que detrás de cada uno de ellos hay un interés personal. Que incluso el amor que creemos puro no es sino miedo a la soledad futura. Que, aunque sea nuestro subconsciente quien nos dirija. queremos a crédito. 

Soy de los que alabo al ser humano en su imperfección, sé de las dificultades de vivir sin tacha. Aun así, niego la mayor, porque si yo creyese que toda generosidad viene marcada por el miedo me convertiría en alguien que no quiero ser.

Aunque sea mentira, o no del todo verdad, creo firmemente en nuestra capacidad de darnos porque sí. De regalar risas por hacer feliz al otro sin pensar en mí.

Quizás por eso huyo del pesimista, porque tienes razones fuertes para convencerme de maldades en las que yo nunca creeré.

lunes, enero 04, 2021

Afición

La falta de aficiones conduce a la depresión.

Hablo por la experiencia que me da observar, a gente que quiero, hundirse en el marasmo de lo negro cuando la vida les ofrece la posibilidad de tener todo el tiempo para ellos. 

Les llega, por ejemplo, un merecido período de jubilación y la euforia inicial de sentirse libres para hacer lo que les dé la gana se convierte en pánico a no encontrar nada interesante que hacer. 

Otros, más jóvenes, consiguen estabilizar su vida laboral o, simplemente, confirman que han llegado a su techo profesional. Entonces, ¿qué?

¿Qué se hace con una vida dedicada a tu profesión cuando tu profesión deja de existir o motivar?

Hace unos días almorzaba con un amigo que pasaba por Sevilla estas Navidades. Su pareja se había prejubilado con unas condiciones inmejorables de edad y dinero. Tienen una casa maravillosa en la costa, proyectan comprarse un pisazo en Madrid y mi amigo no llega a los cincuenta años.

-No necesito trabajar.

Yo le pedía que me definiese un día cualquiera en su vida actual.

-No tienes que examinarme, Salva.

Pero no me mostraba ilusión por ningún proyecto en concreto.

-No te quiero examinar. Sólo sé que te aprecio mucho y quiero saber qué vas a hacer con tanto tiempo regalado. Porque cuando te des cuenta te habrás lamentado de haber dejado pasar los años, volando, entre paseos al gimnasio y visitas a Madrid.

La vida está llena, pienso, cuando tenemos algo que construir.

domingo, enero 03, 2021

Pareja

El estado de felicidad no se sustenta en tener pareja.

Parece de perogrullo, pero en esta sociedad de falsos mitos, hay que reivindicar la capacidad de alcanzar la plenitud como persona sin tener una relación de amor. Tanto como la de ser mujer con mayúsculas sin ser madre.

De hecho, hay más dificultad en encontrar el pleno bienestar cuando se está comprometido, porque el terreno en el que necesitas desenvolverte para cumplir tus sueños debe ser compatible con el de la persona a la que amas; porque debes regalar parte de tu tiempo a las actividades que al otro llenan y, aunque estén lejos de tus querencias, aprender a disfrutarlas o, al menos, a no despreciarlas.

Bajo escenarios de novela romántica se encierran muchas jaulas sin rejas de las que resulta difícil escapar por mil causas. Pereza, falta de agallas, hijos por criar, cariño mal entendido, dinero, complejos, dependencia o compasión.

Una persona independiente tiene a menudo el mérito de la valentía, por mucho que añore a alguien con quien compartir su cama o un trocito de la tarta de queso de la nevera. Una persona sola es una luz que ilumina sin enganches ni pulmones artificiales. Es un todo completo al que no le falta un pimiento; una estrella fuerte, enorme, singular.

Nadie es un fracasado por no encontrar a la persona soñada que vea en ella la misma imagen. El fracaso sólo está en no intentarlo.

Uno no fracasa por no haber encontrado el amor, sino cuando se dice a sí mismo haberlo hecho sin ser verdad.

sábado, enero 02, 2021

Restaurantes

Yo no voy a los restaurantes a comer.

Tenemos una nevera hermosa en casa, la suerte de muchos amigos dispuestos a acompañarnos y nos salen platos riquísimos.

El otro día Fran me insistía en ir a una taberna de diseño muy de moda en Sevilla. Decoración impecable, comida rica, precios moderados.

Pues no me gusta insistí.

Un rato después, mientras paseábamos por San Lorenzo, encontré la explicación.

—Cuando salgo a comer a la calle, busco emoción.

Lo dice quien tiene el privilegio de estar todo el día de paseo. Nuestra situación económica es sana, no tenemos hijos y sí mucha vida social. Por eso no tengo necesidad de visitar locales donde los camareros piensen que tú vienes allí a saciar el hambre.

Yo acudo a sentirme bien, a que me llamen por mi nombre, a agradecer el trato. Yo busco un espacio donde prolongar la sala de estar de mi casa. Para mi suerte, ¡existen muchos sitios así!

La principal labor de un camarero, a mi entender, no es saber mantener el equilibrio de su bandeja cargada de cañas, sino la empatía. En estos tiempos en que la mayoría de los comercios temen por su supervivencia debido a la competencia del mercado online, un buen camarero acabará siendo una pieza cotizadísima. Un hostelero que sepa orientar su negocio sabe que un buen profesional trae muchos más clientes que una buena merluza.

Este mundo de teletrabajos y repartidores de Amazon necesita establecer espacios de comunidad donde podamos compartir los mejores momentos de nuestras vidas. 

Un plato tiene que ser exquisito para que me acuerde de él y me haga volver de nuevo. Un camarero humano seguro que me hace repetir y publicitar el sitio.

Yo pido una sonrisa, porque la doy.



viernes, enero 01, 2021

Geografía

Me fascina la Geografía y no sé por qué.

Recuerdo un mediodía de nuestra infancia en que los cuatro hermanos comíamos en casa. En la tele pusieron un anuncio que animaba a visitar Aragón.

¡Dónde estará Aragón! exclamó, gamberra, mi hermana Raquel.

Yo no podría vivir sin saber dónde está contesté, dramático, sin ser más que un mico que no levantaba un palmo del suelo.

Un atlas era un manjar para mi mente. Sin salir de Sevilla viajaba por todo el planeta e imaginaba climas, paisajes, razas, idiomas. Memorizaba ciudades, ríos, nombres de regiones italianas, los estados americanos, las cordilleras. ¿Qué me hacía sentir así? Encuentro la respuesta en la pura curiosidad. Cuando entras en el bucle de la curiosidad buscas respuestas y cuando las encuentras vienen otras. Y gran parte de la curiosidad me la provocaba la lectura. De cuentos infantiles, de novelas juveniles, de periódicos, de revistas.

De ahí que en cuanto pude quise convertir el atlas en realidad. Con menos de veinte años ya había viajado al círculo polar ártico. 

Mis sueños de juventud, a falta de otros estímulos, se basaban en ampliar mi mapa como quien coleccionaba estampitas.

Una vez terminada la universidad, época de interminables viajes mochileros, cada vez que me llamaban al despacho del director de mi fábrica de Renault, algo excepcional en los primeros años y siempre relacionado con alguna noticia importante para mí, me enfrentaba al gran mapamundi, inmenso, que colgaba de la pared justo a mi lado. El gran jefe tenía a su lado Sudamérica, a mí me tocaba todo el Atlántico para mí solo. Para calmar los nervios, desde entonces, me fijaba en la isla diminuta del sur del océano, la isla Bouvet, que quedaba a la altura de mis ojos. Entre paréntesis quedaba señalado que pertenecía a Noruega, a miles de kilómetros de allí. ¿Por qué de Noruega? ¿Qué habrá en esa isla? ¿Alguien la habitará? Entre tanto, el director me comunicaba un cambio de puesto, una misión que realizar, un destino nuevo. Yo, para calmar nervios, me proponía volver a investigar por qué la isla Bouvet pertenecía a Noruega, mientras las piernas me temblaban por mis cambios profesionales.

Sí, no puedo estar en un lugar y no saber situarme en el mapa. Desde la ventanilla de un avión, desde la ventana de un tren, busco siempre con la mirada pistas del territorio que cruzo.

Sigo poniéndome nervioso cada vez que visito una nueva ciudad, cuando tomo una curva que me lleva a un paisaje desconocido, al descubrir una plaza nunca antes vista.

Querría llenar de colores el mapamundi de mis viajes. 

Mientras tanto me vale un atlas. 

Me pone.

No sé por qué.