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salvador-navarro.com

miércoles, diciembre 29, 2010

Una broma

Como buen vividor que soy, pienso a menudo en la muerte.

Ya no lo hago con el pánico helador de la infancia-adolescencia, en esos tiempos en que descubres la verdadera naturaleza del hombre y nuestra temporalidad.

En mi caso aparece una tabla de planchar, la cocina de la casa de mis padres y una conversación con mi madre.

Mi pregunta, inocente, esperando una respuesta tranquilizadora:

'Pero, mamá, ¿todos nos tenemos que morir?'.

'Sí, hijo'.

Esa época en que aún no te ha salido vello en las axilas y ya piensas en la oscuridad de tu cama que habrá un momento que estés enterrado bajo tierra, que nunca más existirás.

La muerte es arrebatadora y no es fácil endulzarla a base de razonamientos, que no llevan a otro término que a constatar que sólo hay un final.

Sin embargo, al madurar vamos entendiendo de otra forma el mundo y nuestro lugar en él.

Sería horripilante también pensar en una existencia eterna en este mundo, ¿hacia dónde nos llevarían nuestras relaciones?, ¿cómo estableceríamos mecanismos para proponernos nuevos objetivos e ilusiones por los siglos de los siglos?, ¿cómo sería posible seguir madurando?, ¿habría infinitas generaciones viviendo al mismo tiempo?

Desde mi perspectiva agnóstica, como desde cualquier otra, es duro asumir el dolor de la desaparición total. A fin de cuentas, es más duro el morir de los otros que la propia muerte, porque una vez desaparecido uno ya no habrá vida pero tampoco sufrimiento.

A veces, en sueños, alguien me explica que todo esto es una broma y siento una placidez total. Pero los sueños acaban también.

Entender que somos finitos es lo que me hace vivir la vida plenamente.

domingo, diciembre 26, 2010

Iván y la wii

Por circunstancias de viajes y mudanzas, este otoño-invierno he tenido menos visitas de las que yo hubiera querido de mi sobrino Iván.

El día que llegué de mi viaje por Asia, le traje tantos regalos y estaba tan excitado con su cucaracha robótica japonesa, su cabeza de spiderman tailandesa o el soldado galáctico hecho con cables de acero que no se acordó de otra cosa.

Hace poco estuvieron de nuevo mi hermana y el enano, a punto de cumplir los ocho años. Con Raquel siempre tengo mucho que hablar y nos preparamos un par de cervezas mientras Iván recorría la casa, investigándolo todo.

Nos dio una tregua de diez minutos antes de preguntarme por la wii.

La wii nos la regalaron por un cumpleaños y sólo la utiliza Iván. De hecho, las aplicaciones que compro son las que él me pide, como la de Lego Batman. Es más, no tengo ni idea de cómo jugar con él porque sus explicaciones son aceleradas e impacientes. ¡Menudo torpe que es mi tío!

Tras sacar un atún y unos quesos, Iván se plantó. Me agarró de la mano y me llevó al mueble donde se suponía debían estar los mandos del aparato.

-Pero, Iván, no tengo ni idea dónde están los mandos, ¿no te das cuenta que yo sólo utilizo la wii cuando vienes tú?

Él se me quedó mirando y, rápido, contraatacó.

-¿Y es que tú no te das cuenta de que yo estoy aquí?

miércoles, diciembre 22, 2010

El espejo

Era verano, teníamos poco dinero y las hormonas desatadas. Diecinueve años, el susto y la excitación de empezar la universidad y la unión que dan doce o trece años compartidos en el colegio. Suficientemente jóvenes como para creer que estaríamos juntos de por vida, distintos hasta el punto de que hoy casi no sepamos nada los unos de los otros.

Decidimos que fuera Albufeira, en el Algarve portugués, donde compartiéramos una semana en una casa con piscina. Una compra en el híper y los coches de aquéllos que ya tenían carnet y padres con valor para dejárselo.

El otro día se coló por mis manos la foto, todos con gafas de sol, que nos hicimos en el parking de un complejo acuático.

Hubo quien encontró el primer sexo, creyendo durante años que esa niña de Oporto sería la mujer de su vida, hubo mucho alcohol en discotecas en que entrábamos como niñatos y también visitas inolvidables a pueblos hermosísimos del interior.

Yo, a pesar de la importancia que doy al sexo, lo que disfruto del alcohol y los pueblos hermosos, intuía que ésa no era mi vida futura.

La noche final nos fuimos a Portimao. Morenos como tizones, ya teníamos la pandilla de amigas portuguesas con las que celebrar la última traca. Yo llevaba una camisa horrible amarilla de flores verdes diminutas.

Con mucho alcohol, en el baño de una sala de fiestas, tuve la lucidez de enfrentarme al espejo. Me miré detenidamente y me sonreí. Me observé y pensé en retener esa imagen fija para el resto de mi vida. El whisky con coca-cola quizá ayudó a acrecentar de forma extraña esa captación, como un flash deslumbrante que grabase para siempre ese espejo que me ofrecía a mí con diecinueve años y una vida por delante tan intensa que me asustaba.

¡Han sido tantas veces las que he superpuesto a ese chaval de la camisa amarilla de diminutas flores verdes con el Salva actual!

Se aparecen más ojeras, menos pelo y el acné parece imposible de encajar.

Pero sigo guiñándole el ojo a ese crío despistado.

domingo, diciembre 19, 2010

Sí, quiero

El francés lo aprendí gracias a Planeta Agostini y mucha fuerza de voluntad. En plena adolescencia, gastaba parte de mi paga semanal en ese fascículo con casette, haciendo todos los ejercicios y repitiendo cada frase: 'écoutez-répétez'.

Mi primer viaje a Francia fue tan impactante que decidí que algún día yo querría vivir allí. Íbamos con mochila y latas de conservas, nos alojábamos en un camping a las afueras de París y teníamos 19 años.

Tuve la suerte de sacarle provecho a mis cientos de horas de ejercicios y casettes cuando, terminada la carrera, una multinacional francesa se interesó por mí.

Entonces comenzaron los viajes de formación, los de trabajo. Mi vida emocional era menos que nada y pensaba que, si algún día me ofreciesen ir a vivir a París, yo me hundiría en la soledad de esa enorme ciudad fría, de inviernos duros y habitantes ariscos.

Pero la vida da muchas vueltas para los que sabemos decir sí.

En mi empresa me seleccionaron para una formación de un mes en Japón. Me prepararon durante esos días en el aprendizaje de determinadas técnicas de resolución de problemas industriales, al tiempo que yo descubría la inmensidad de otra civilización que me encandilaba.

De vuelta a Sevilla, una mañana que tuve que presentar el resultado de mis trabajos tras aplicar lo aprendido en Japón, el que fuese director de nuestra fábrica, emigrado a París, me propuso:

Salva, ¿te vendrías venir a trabajar conmigo a París?

Yo no imaginaba que nunca se me caería la casa encima, que enfrentaría retos emocionantes en esos tres años de exilio voluntario que se me planteaban por delante, que haría amigos de por vida, que tendría historias de amor y aprendería a beber vino en las cenas, que sentiría esa ciudad como mía y mi casa del Barrio Latino sería la casa que para siempre recordarán los míos.

Le contesté, sin pensarlo:

Sí, quiero.

jueves, diciembre 16, 2010

Contagio

Hace años se me quedó grabada una reflexión de mi amigo Ignacio que me desarmó:

―La felicidad, Salva, no es contagiosa.

Te sientes impotente cuando tienes a alguien querido a tu lado, y ves que pasan los años, las historias o los proyectos por su vida y no terminan de coger el toro por los cuernos de la estabilidad emocional, del disfrute de las pequeñas cosas, de la relativización de lo que estas personas cercanas consideran importante, esencial para dar sentido a su existencia.

Esa frase se me quedó grabada por lo cruda que es, por la verdad que arrastra.

Es doloroso no poder inyectar parte de tu emoción por la vida a personas que te importan, sobre todo cuando el tiempo va demostrando que no son circunstanciales sus actitudes negativas ante los retos que se nos plantean de continuo.

Hay gente tan querida a la que zarandearía mil veces para transmitirle mi verdad, las ganas de cruzar tantos puentes hacia sitios que sé que en un futuro me harán tan completo como lo soy ahora porque, ante todo, es el juego de ir y venir, de proyectar nuevos horizontes lo que nos hace felices.

Achucharles y decirles que la vida no será maravillosa al otro lado de la línea que colocan artificialmente como objetivo. No hay que encontrar la pareja, el apartamento, el gran amigo, el trabajo que mereces, una nueva ciudad ni diez kilos menos.

Porque, cuando atraviesen esa meta, se darán cuenta de que no hay situaciones milagrosas que te hagan ser feliz. Y trazarán otra línea.

No, la felicidad no es contagiosa ni las estrategias vitales las venden en botes de cristal.


domingo, diciembre 12, 2010

Tecnología

Aunque a estas alturas, como muchas películas de ciencia ficción preveían, no vuelan los coches ni nos cibertransportamos, sí es cierto que la tecnología avanza a ritmo de progresión geométrica y no tiene pinta de parar.

En muchas ocasiones el género humano se adapta a sus propias creaciones con torpeza, miedo o desconfianza pero, también es cierto, sólo aquello que es suficientemente aceptado sigue hacia adelante.

No sé cuántas cosas perderemos por el camino, ni sé calcular cuáles de ellas echaremos realmente en falta, aunque adivino una que acabaremos añorando:

La calma.

Hay veces, que estoy en casa a oscuras, echado en el sofá una tarde-noche y veo, sigilosas, multitud de luces rojas acechando. Es entonces cuando te das cuenta de la cantidad de aparatos electrónicos que nos vigilan.

El otro día, en mi afán inquieto de observar, contabilicé cuántas personas iban caminando por la Avenida de la Palmera hablando por el móvil. ¡Más del 30 por ciento! Era un día festivo, hacía una tarde estupenda y, estadísticamente hablando, no había prisas.

La noche del viernes, cenando con amigos que hacía tiempo que no veíamos, casi antes de terminar de comer me pusieron en las manos un mando de la play station.

Ni siquiera un chupito.

jueves, diciembre 09, 2010

Quererse

En los tiempos actuales hay un mensaje que se extiende como una mancha de aceite: 'Quiérete'.

Tengo amistades casi perdidas que han acudido a psicoterapias de las que el primer mensaje que retuvieron fue: 'tú, primero tú y luego tú'.

Porque si no te quieres a ti ¿cómo vas a ser capaz de ofrecer amor a nadie?

¡Cuánta verdad hay!

El problema, creo, es la simpleza con que la gente entiende esa aseveración.

Quererse.

Yo entiendo la madurez precisamente como eso, como saber quererse a partir de todo lo contrario a establecer barreras en que tú te encuentres en el centro del universo, de tu 'Yo' con mayúsculas.

Uno de mis mayores defectos 'históricos' ha sido el de la susceptibilidad. Tomarme todo comentario mínimamente crítico como afrenta personal, no saber encajar las bromas bienintencionadas, desasosegarme por un mal gesto, una mirada oblicua, un silencio a destiempo.

La madurez, en mí, ha sido fundamentalmente mandar a freír espárragos la susceptibilidad. Soy más persona cuánto más cancha tengo para aguantar carros y carretas y sonreír. Relativizar los cabreos de la gente que me importa y entender que la vida son dos días.

Mi 'Yo' es importante desde el momento en que entiendo que soy una persona social, que vivo en un mundo interrelacionado y que mis fortalezas las sostienen no mis barreras hacia el 'Otro' sino mi capacidad de entender en el 'Otro' a mí mismo.

martes, diciembre 07, 2010

El sueño de la Literatura

Mario Vargas Llosa es para mí el mejor ejemplo de la diversidad democrática sana a la que aspiro.

Lo representa por ser una persona alejada de mí en lo político y a quien, sin embargo, admiro profundamente en su sensibilidad de escritor, en su seducción de persona culta, hecha a sí misma, viva y luchadora, por objetivos no siempre coincidentes con los míos, pero valiente.

Leer su discurso de aceptación del Nobel en Estocolmo ha sido muy emotivo. Por su capacidad de explicar el sentido que, para él, tiene la Literatura y hacerlo con tanta claridad, mezclando su experiencia personal con el devenir de la humanidad.

El principal argumento para leer, según Vargas Llosa, vendría a ser la capacidad para escapar a otros mundos que nos demuestren que otra vida es posible y así, viviendo la ficción de otros escenarios y circunstancias, poder luchar mejor por unos ideales que nos saquen de la rutina obligadamente imperfecta de nuestra vida individual y caduca.

Hay un párrafo que me llama con fuerza la atención, cuando critica a los que saben interpretar farragosos libros científicos y no tienen la sensibilidad para acceder a una novela que les hable del alma humana.

No hace mucho, en el trabajo, me invitaron a un café en un departamento que no suelo visitar. Con bromas típicas, bienintencionadas y nada hirientes, acerca de mi faceta de escritor comenzaron comentarios que se retroalimentaban por comparar quién de entre ellos leía menos. Uno presumía de leer sólo cómics, otro folletos de maquinaria. Y soplando el café yo los miraba pensando, simplemente, ‘no sabéis lo que os perdéis’.

Porque, como dijo esta tarde Vargas Llosa en su discurso, ‘la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano’.

Leer para conocernos.

sábado, diciembre 04, 2010

Censura

A lo largo de nuestra vida, cada día que pasa, nos enfrentamos a situaciones que requieren tomar decisiones que implican, en muchas ocasiones, insatisfacción. Eso nos curte, nos posiciona, haciéndonos menos inocentes, más humanos. Porque frente a la falta de criterio se encuentra la parálisis. Estando paralizados no evolucionamos hacia ningún sitio.

Este humilde blog es visitado por no más de 30 o 40 personas diariamente, muchas de ellas fieles.

Cuando presenté mi última novela en Málaga recurrí a los varios lectores malagueños que tiene este blog. De hecho, una de las primeras personas que comenzó a seguirme 'oficialmente' era un hombre de Marbella, de nombre Miguel.

Para mi sorpresa, ya no estaba entre mis seguidores. Rebusqué entre los comentarios de mis primeros meses de bloguero y lo encontré. Le escribí para enviarle la invitación al acto de Málaga.

Tuve la suerte de dar con él y Miguel aceptó la invitación.

Ya en Málaga me explicó sus motivos para haber dejado de estar entre mis lectores.

'Censuras los comentarios. Tienen que pasar por tu filtro y si algo hemos avanzado en este país es precisamente en la libertad de expresión'.

Entendí su crítica como correcta y traté de darle mis argumentos. No quería ver mi blog con comentarios hirientes, soeces o amenazadores ante los distintos temas que trataba.

Miguel se mostró como un tío encantador, afable y se unió al heterogéneo grupo que cenó en Málaga tras la presentación.

Una semana después me encontré con la primera ocasión en que tuve que dar el tijeretazo. Escribí sobre Puigcercós y su inoportuno, indeseable comentario sobre la fiscalidad andaluza.

Me llegó días después un comentario anónimo poniendo de vuelta y media a los catalanes.

Vivir es tomar decisiones. Seguramente ese lector no vuelva a leerme. Pero en esta humilde página nadie se escudará bajo el anonimato para echar espuma por la boca.

Antes lo cierro.

miércoles, diciembre 01, 2010

Gracioso

Ya desde el primer viaje en mochila por Europa, con 18 años, fui consciente del estigma que nos persigue a los andaluces. Me encontraba a cualquier viajante del resto de España por esos mundos y, al explicar de dónde venía, la reacción inmediata era una sonrisa, imitar mi supuesto acento y esperar que dijese algo gracioso.

Por un lado me parecía bonito. El hecho de venir de un lugar que, simplemente con nombrarlo, creaba buen rollo.

Los años pasan, el mundo exterior se hace menos extraño a base de viajes y de amigos de aquí y de allá, pero el estigma me persigue. Soy andaluz y no soy gracioso.

Qué pena que se confunda tanto, especialmente en mi tierra, ser gracioso con ser simpático.

En mi tierra andaluza, desgraciadamente, se valora al tipo que cuenta chistes, que habla más alto que el resto y que se hace ver. Esos que están apoyados en la barra del bar contando anécdotas 'tela de graciosas' y están de reojo mirando si, para su satisfacción, el resto de la clientela del bar se está enterando.

Hay un programa especialmente triste en la televisión andaluza. O existía, ya que desde que llegó la TDT no tengo acceso a Canal Sur. Se trataba de invitar a unos niños bien andaluces, es decir, graciosos, a ver quién contaba mejor los chistes, quién ponía un acento más exagerado y reía con risa más falsa. Entre el público, los padres. Jaleándoles.

Me duele esta sociedad mía donde desde la propia base se realimenta y se palmea al contador de chistes, al gallito de la barra del bar, al taxista sabelotodo, a los machitos de andar por casa, a las niñas 'resabiás' y a los golpes de pecho delante de una imagen religiosa.