Me regaló un abrecartas precioso con mi nombre grabado, 'Borete'.
En mi vida hay una frontera que divide a mi gente en dos, la que me llama Borete, que tiene que ver con mi infancia, y la que se dirige a mí como Salva, ya a partir de mi adolescencia.
Cada vez que reordeno papeles y organizo libros, aparece el abrecartas y con él se presenta Bárbara, esa niña de la infancia a la que yo vigilaba en su cuna, como Carlota vigilaba a Fernando en mi última novela.
Ya no nos vemos, ya no sabemos apenas el uno del otro, aunque siempre nos alegra encontrarnos.
Hoy apareció el abrecartas y el pellizco se repitió con el eco de lo que fuimos.
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