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lunes, noviembre 28, 2022

Planes

A la gente le molesta que le rompan los planes, y no imaginan lo beneficioso que puede ser.

Porque de ese día seguro que te acordarás, no de los treinta anteriores en que no hiciste sino lo mismo de siempre. La tarde en el sofá, la cena frente al telediario y un capítulo más de una de las series que devoras.

Un timbrazo al telefonillo que no esperas para sacarte de casa es el mejor regalo. Propongan lo que propongan. Di que sí. Aunque sea para bajar al bar de la esquina a tomar un par de cañas.

Porque con las cervezas vendrá una charla, unas risas, quizás alguien se cruce, alguien a quien hace tiempo que no ves, o te percatarás que el vecino de abajo no es tan malaje o te invitarán a una ruta por el campo al domingo siguiente.

Cuando siempre dices no, acaba por no asomarse nunca nadie a tu portal.

domingo, noviembre 27, 2022

Tarjeta

En épocas en que mi economía estaba hecha un desastre casi nunca perdí el humor.

Si tiraba de una tarjeta para comprarme algo ya pensaba lo feliz que me haría, pero cuando me la rechazaban por falta de saldo me alegraba de no gastar el dinero.

Todo me venía bien.

Todo me viene bien.

Si llamo a alguien para cenar ya pienso en lo bien que me lo voy a pasar, si me dice que no puede me relamo pensando en lo a gusto que voy a estar en casa viendo una peli.

Que mi jefe me encarga realizar una presentación de los últimos avances en algún trabajo, me pongo como un pavo real. Si, en el último momento, se suspende me digo que de buenas me he librado.

Cuando a uno todo le vale se hace casi inmortal.

Maldición

Aunque todos somos animales, hay quien nace con la maldición de un apetito sexual desbocado.

Tengo en mente un par de compañeros de bachillerato que no hablaban de otra cosa y me gustaría saber, a día de hoy, dónde están.

A todos nos gusta el sexo, pero cuando éste se pone por encima de cualquier cosa todo se desequilibra, a no ser que o bien encuentres a tu media naranja con la misma obsesión por estar todo el día copulando, o consigas llevar una vida equilibrada yendo de aquí para allá, saltando de flor en flor.

No envidio a quienes lo tienen como la primera de sus prioridades, por mucha fascinación que eso pueda provocar a mucha gente.

Saber retener, encontrar los momentos, respetar las apetencias de los otros son, a mi entender, cualidades de una persona serena con mucho más atractivo personal, consiguiendo que el sexo, sin dejar de ser animal, se haga más humano.

Váter

Apenas llevaba unos meses en la fábrica de Renault, más perdido que el barco del arroz.

Me habían contratado para el departamento de Mantenimiento, para lo que la dirección me organizó un período de formación con los eléctricos y mecánicos de la factoría, a los que yo me pegaba para aprender cómo solucionar averías, bajo la presión de un programa de producción que no podía parar.

Aprendí mucho más de esos compañeros que en seis cursos de Ingeniería en la universidad. Me enfrentaba al mundo real y ahí no había que sacar sobresalientes, sino resolver problemas. Entendí la importancia de términos como solidaridad, escucha o fiabilidad.

Una mañana, cuando andábamos viendo las líneas de producción que estaban paradas, llegó mi jefe a mi sitio.

El director quiere verte.

A mí se me heló la sangre. Era tanta la inseguridad en mí que pensé que me despedían, o que me dirían que no era lo rápido, efectivo y resolutivo que se esperaba de mí.

Entonces, un compañero de mantenimiento, al ver mi cara desencajada me dijo:

Salva, cuando te sientes frente a él, imagínatelo cagando.

Cuántas veces no me habré acordado de esa frase el resto de mi vida. Cuando alguien me impone, cuando participo en una reunión con algún gran jefe, cuando hago una presentación delante de un tipo que se toma por importante, entonces lo visualizo, con los pantalones bajados, en el váter.

Contigo

Cuando uno lleva veinte años felizmente emparejado, hay códigos asentados entre los dos que no necesitan explicación.

Fran y yo somos tan diferentes que necesitamos nuestros espacios de libertad, que funcionan porque los respetamos. Es más, se convierte en una de las claves de nuestro amor. Sabemos ponernos en la piel del otro, proteger ese lugar donde la pareja se siente calentita, hacer por que nada perturbe su mundo cuando lo ves disfrutando en él.

Hay veces, también, en la que tenemos que hacer concesiones. Sitios, actividades o personas que no nos apetecen mucho, pero que entendemos que son importantes para la persona con la que compartes tu vida.

Entonces, cuando llega ese momento, yo siempre respondo:

Yo, estando contigo...

Dando por hecho que, a pesar de mi falta de entusiasmo, allí estaré con él.

Cuando soy yo el que propongo alguna movida de las mías, él me responde con guasa.

Sí, amor mío, lo que tú digas.

Y nos reímos.

jueves, noviembre 24, 2022

Versiones

Podría escribir tres veces la misma historia y contarla de forma tan diferente que pensaras que me la estoy inventando, pero las tres son verdaderas, solo que filtradas por los resquicios de mi memoria, mi estado de ánimo y mi experiencia vital en el momento en que te las narro.

No se miente cuando se cuentan cosas que no ocurrieron así, porque lo que pasó es imposible de describirse con total fidelidad a los hechos. Lo que para ti ocurrió un día caluroso, para otro sucedió un día que tenía una resaca insoportable y para otro aquello pasó poco después de la muerte de su padre.

La realidad del pasado siempre está deformada por nuestra memoria, que olvida cosas feas y encumbra momentos dulces que en su momento no lo fueron tanto.

De ahí que me guste escribir, para jugar a averiguar mi propio pasado convencido de que un día caluroso y con resaca, tras la muerte de mi padre, me dijiste que me querías.

miércoles, noviembre 23, 2022

Tres Cruces

—Perdona, ¿una plaza donde hay Tres Cruces?

Yo andaba en mi mundo por las calles del Barrio de Santa Cruz y me quedé parado, con una sonrisa delante de esa chica rubia que pronunciaba el español con acento alemán. 

—Claro. A ver...

No era aún época de GPS ni Google Maps, así que tuve que posicionarme en el recodo donde nos encontrábamos para tratar de localizar esa pequeña placita que retrotrae a tiempos en los que Sevilla era el único puerto con América.

—Creo que es por allí.

Ella me miró raro.

—De allí es de donde vengo. —Movió la cabeza y me dio una nueva oportunidad.

Yo soy de los que se tiene que girar hacia algún lado para distinguir la derecha de la izquierda. Y de allí salían calles estrechas para todos lados.

—¿Dónde vas tú? —me preguntó, ante mi bloqueo.

—A mi casa, por la Alameda.

—¿Sabes cómo ir?

—Ahora mismo estoy perdido.

Entonces la guiri me enseñó el mejor camino para volver a casa, y yo la dejé con la duda de cómo llegar a la plaza de las Tres Cruces.

Escaqueo

Con todo lo buen estudiante que siempre he sido, nunca perdí la ocasión de hacerme el enfermo para no ir a clase.

A veces ponía tal empeño que mi madre, aún confirmando con el termómetro que no tenía fiebre, se lo creía.

Esas mañanas metido en la cama, escuchando los movimientos de ella por la casa, la radio en la cocina, los sonidos desde el patio, no tenían precio.

No tenía problemas de integración en el colegio, ni me lo pasaba mal en el recreo, ni siquiera echaba de menos mi casa cuando estaba en clase pero, de vez en cuando, forzaba mi espíritu novelero y ponía cara de puchero al despertar, esperando el veredicto de mamá.

Quejica

La gente es muy quejica y no se da cuenta.

Vivimos en la época de los insatisfechos.

A mí me gusta ponerles el espejo de vez en cuando, aunque les moleste. Decirles que se vuelven cansinos en su pelea eterna contra el mundo.¡Todo va mal! 

Una de las mejores maneras de zamarrear a personas así es decirles que pierden todo su atractivo con esa forma de ver las cosas. Si siempre hace mucho frío o mucho calor, si a cada sitio que vas a comer le pones una pega, si nadie viste bien ni nadie tiene conversaciones interesantes, estás definiendo a la persona amargada en la que te has convertido.

Cuando todo lo que te rodea está mal, es porque el que está mal eres tú.

lunes, noviembre 21, 2022

Vanidad

Pienso que no es malo que exista un mecanismo subconsciente vanidoso que busque el premio cuando se realiza una buena acción.

El caso es actuar con bondad, aunque en lo más profundo de nuestros gestos haya un deseo involuntario de ser reconocido, amado o premiado con una sonrisa.

Qué más da si alimentamos nuestro ego al ofrecer la mano, ya sabemos que somos imperfectos y los santos no existen en la tierra.

Los humanos deberíamos ser más compresivos con nosotros mismos, aceptar nuestra necesidad de cariño, de ser queridos, valorados, recompensados. ¡Pues claro que sí!

A todos nos gusta que se nos devuelva un guiño cuando actuamos con coherencia.

Siempre será mejor canalizar nuestros defectos hacia lo bueno, que no nuestras virtudes en no solucionar nada.

Dolor

Ayer escribí un texto sobre el dolor físico que he borrado esta mañana.

Lo eliminé por el miedo a causar un daño real a alguien que lo pudiese leer, alguien que padezca molestias crónicas que les hagan la vida imposible y no captase mi sentido del humor.

A fin de cuentas, en ese relato me disculpaba al principio y al final por si alguien se sentía ofendido, y cuando necesitas disculparte tanto de antemano por hacer algo, mejor no lo hagas; aunque no quería más que hablar de mi experiencia con la enfermedad, de cómo consigo privilegiar la mente frente al cuerpo, hacer ver cuánto podemos hacer para superar una crisis y proponía varios juegos. Juegos que me funcionan. Quería poner una sonrisa al dolor.

Sin embargo, lo borré. Por respeto, por miedo al rechazo, por inseguridad, por empatía con quien sufre.

No sé cuántos de mis textos están en la carpeta de lo irrecuperable, ni cuántas veces he pecado de demasiado precavido.

Yo quería proponer un juego, pero no sería correcto si tan sólo una persona se sientiese ofendida por hablar con una sonrisa del estigma de la enfermedad.

Bisexualidad

Si hay una tendencia maldita, ésa es la de la bisexualidad.

Porque la gente no se la cree y no hay mayor estigma que resultar una persona poco de fiar. 

El grado de salud moral de una sociedad se gradúa en función de cómo trate a las minorías. Cuanto más pequeña sea ésta y mejor esté integrada, más sana es la convivencia colectiva. A nivel racial, sexual o religioso, todos cuentan. En cuanto dejamos a alguien atrás, algo se pudre.

Basta con echar un vistazo al mapamundi para darse uno cuenta de que aquéllos lugares de religión obligatoria y condena al homosexual son los más pobres a nivel moral y democrático.

El bisexual no está del todo integrado ni en los países más avanzados, porque la gente es del blanco o el negro. Ya que no eres heterosexual, ok, tolero que seas homosexual. Tolerar, verbo horroroso con este uso. Pero no me vengas con patrañas de que te gusta la carne y el pescado. No me líes. Demasiado moderno soy ya.

Yo, que sólo siento atracción física por los hombres, reivindico esa tendencia. El que te exciten las mujeres y los hombres. No imagino sexualidad más rica que la de no tener ninguna cortapisa para enamorarte de otro ser humano.

A mí me hubiese encantado, ya desde joven, haber podido comerle la boca a aquel o aquélla que me conquistara con su conversación, sin importar cómo fuesen sus genitales. Poderle quitar la ropa, tumbarme a su lado, tocar y dejarme tocar, sin tapujos ni fronteras. Amar a la persona y llegar a la cumbre por ser como es por dentro y por volverme loco lo de fuera.

domingo, noviembre 20, 2022

Molestias

De las molestias sólo nos acordamos cuando éstas llegan.

Padecemos dolores crónicos que, en su mayoría, tardan semanas en desaparecer, aunque tengamos siempre la sensación de que el malestar que hoy sentimos se hará eterno en nuestras vidas.

A mí me gusta jugarle la partida a ese pinchazo en la espalda, en la rodilla o en la cabeza que creemos que nos acabará matando.

Las reglas son facilonas. Si el dolor viene de imprevisto, un punto para él. Si, en cambio, soy yo el que me acuerdo espontáneamente de él, por inexistente, un punto para mí. Que me coge comiendo y me pega un latigazo, ya vamos dos a uno; que me estoy duchando y veo que no me duele nada, ya estamos dos a dos.

Así que llego a la cama, me siento en el borde y me digo, estoy en plena forma. Así que gané por tres a dos.

Aunque haya días en los que pierdas, el hecho de marcarle algún que otro golpe al dolor te sirve para confirmar que todo pasará. Que somos más listos. Que vamos a poder.

La mente juega un papel tan importante que es capaz, más veces de la cuenta, de derrotar a las quejas del cuerpo.

(Mi empatía más sincera con aquéllos a los que el dolor siempre les gana la partida)

jueves, noviembre 17, 2022

Catar

Llegué a Catar por pura coincidencia.

Mi vuelo de trabajo a Teherán tuvo que desviarse por el temporal de nieve que padecía la capital iraní, así que nos desviaron al emirato a la espera de una mejora en mi destino.

Los imprevistos son un regalo para la gente curiosa, así que me propuse disfrutar de la experiencia las 24 horas que pasé en suelo catarí.

Ya desde el avión se podía comprobar la inmensa obra de ingeniería que suponían las inmensas urbanizaciones que ganaban terreno al mar con formas de palmeras, pero ya una vez en tierra veías una ciudad con una vida un tanto artificial, tal vez porque el clima no invita a paseársela.

Al no tener visado, no podíamos pasearnos con libertad por la capital, pero sí pude ver desde el autobús lo que significa un país en construcción, con dinero a espuertas, en mitad de una nada llena de arena.

Lo que más recuerdo es el amanecer desde la ventana de mi hotel. 

Hordas de trabajadores filipinos y malayos camino de las obras de uno de los grandes estadios de fútbol, donde hoy empieza el Mundial. Sin derecho a la ciudadanía, ni protección laboral, vivían hacinados en barracones insalubres ocultos de la ostentación de un país inventado para ser de colores. Han muerto por miles para construir esos escenarios fulgurantes que nos tendrán pegados al televisor, bajo la mirada esquiva de un Occidente que se limitará a gritar a su equipo de fútbol.

El hombre.

lunes, noviembre 14, 2022

Más allá

Sólo creo en el más allá cuando me interesa.

En mi vida diaria de hombre maduro tengo claro mi agnosticismo. No sé nada de lo que ocurre detrás de la muerte ni lo voy a saber hasta que llegue a ella.

Sin embargo, cuando surge el niño pequeño que hay en mí, juego a que mi madre me ve desde el cielo. Y no es que yo juegue a ser infantil de higos a brevas, sino que lo hago a diario, cuando ordeno el armario y recuerdo lo contenta que se ponía cuando lo hacía, en mi lucha contra el tipo desordenado que habita en mí; cuando como lentejas, ésas que yo disfrutaba como un enano y que me alegraban la mañana al salir de clase; cuando suena la musiquilla del telediario y pienso que ella se reirá viándome correr hacia la tele; cuando estoy tristón en la cama y siento que ella querría venir a darme un beso para ayudarme a salir de mis reconcomes.

Entonces sí creo en el cielo, en los ángeles y en una madre buena observándome desde el cielo.

Luego vuelvo al hombre maduro que soy.

domingo, noviembre 13, 2022

Solo

Hay que reivindicar la figura del solitario, mal vista en esta sociedad, por otro lado tan individualista.

Si te encuentras en la sala de cine a una señora sola, a un tipo comiendo en una mesa de restaurante sin compañía, a alguien aislado en un asiento de avión la tendencia es a calificarlo como raro.

Yo antes caía en ese error, quizás porque me llevé muchos años yendo al cine conmigo mismo a películas que nadie quería ver, viajando sin compañeros por trabajo, visitando ciudades por el puro placer de hacerlo a solas. Sentía esa mirada escrutadora de quien piensa que eres infeliz.

Yo he evolucionado a todo lo contrario, a admirar a aquéllos que viajan por la vida sin más que ellos y sus circuntancias.

El éxito se ha basado demasiado tiempo en tener pareja, en formar una cuadrilla de amigos, en tener una amplia vida social, estigmatizando al que disfruta de un vino a solas, reflexionando, observando cada detalle del restaurante que nunca antes vio al estar de charla, distinguiendo el cilantro en un plato en el que tiene puestos los cinco sentidos, emocionado hasta las trancas delante de una pantalla de cine sin darle apuro llorar.

Sintiendo que tú llenas todo tu espacio.

Cuando se elige, es preciosa la soledad.

Optimista

Siempre he pensado que ser pesimista es de torpes, porque por el mismo precio se enfocan las cosas de otra manera y se vive mejor.

El caso es que seguramente tenga más razones el que lo ve todo negro, porque la realidad es que nos plantaron en este mundo sin preguntar y no nos dieron escapatoria, nacimos condenados a morir.

Esa premisa la conocemos todos, sin embargo es posible trabajar nuestro espíritu, no digo que sea fácil, para apreciar las luces que nos ofrece la existencia en este corto recorrido que se nos regaló sin nosotros pedirlo.

Cuando esas luces se nos apagan, de tanto en tanto, las buscamos en el bienestar de aquéllos a los que queremos. Si no es por mí, que sea por ti.

El optimismo comienza por uno mismo, por buscar esas cualidades que tenemos y potenciarlas, dejar de flagelarnos por lo que pudimos ser y no fuimos, para reconciliarnos con nosotros mismos y querer a la persona que somos hoy. Cuando das con esa parte sana que hay en ti, se irradia esa energía positiva en todo tu interior.

Sí, tal vez los optimistas seamos ilusos, pero vivimos mejor, sabemos encontrar la mayor parte de las veces la salida digna a cada disyuntiva, nos juntamos con gente cálida, oteamos el horizonte a la búsqueda de estímulos que nos cosquilleen el estómago. Y aunque no siempre se consigue, lo transcendente es la actitud.

Actitud de mimetizarnos con la naturaleza, de dejarnos llevar por ella, sin oponer continuas resistencias al devenir de las cosas, sino nadando impulsados por la corriente hacia islas alcanzables donde poder disfrutar, de tanto en tanto, la felicidad de estar vivos.

sábado, noviembre 12, 2022

Estrés

Sonará pretencioso, porque quizás lo sea, pero cuando el estrés me agarra por el cuello me pongo a escuchar ópera en youtube.

Coloco la Casta Diva interpretada por Anna Netrebko, con su espectacular vestido de oro, y me sumerjo por completo en la fantasía de la belleza más absoluta, lejos del aquí y del ahora, con los vellos erizados durante diez minutos.

Son viajes a lo inmaterial que el hombre ha conseguido crear a base de revelarse contra la muerte. De burlarse de ella a través de la más hermosa de las invenciones, la música. Aunque sea por diez minutos, nos permite trasladarnos a un espacio donde no hay miedos.

Cuando no es tanto el estrés, sino la melancolía la que me invade, entonces tecleo a Montserrat Caballé y su Sposa son disprezzata de Vivaldi. Con las luces apagadas y a todo volumen, observo directo a los ojos de la Caballé, que me canta a mí desde un espacio atemporal y eterno en el que siempre hay esperanza.

viernes, noviembre 11, 2022

Vecina

Noooooooo... se murió la vecina —me escribió mi sobrino Iván hace unos días. 

Le contesté en cuanto vi el mensaje para preguntarle de qué mujer me hablaba, porque llevo más de veinte años fuera de la casa familiar y quería aclararle que no me acordaba de quiénes vivían a nuestro lado, pero me llevé una alegría en su respuesta, llena de guasa.

Que no, que es la vecina del libro.

Le envié un emoticono de no estar enterándome de nada, y entonces él me aclaró.

Crímenes imaginarios.

Yo había escrito uno de mis textos de las cinco de la tarde en el que describí lo apasionante que me pareció esa novela de Patricia Highsmith. La alegría era doble, primero porque Iván había leído mi texto, en estos tiempos en los que se dice que la gente joven no hace caso a nada, segundo porque se había animado a meterle mano a la novela.

Esta mañana me escribió para decirme que se la había terminado y que no entendió bien el final. Le hice recordarme los momentos finales de la historia y me los explicó con todo lujo de detalles.

—Qué buen resumen —le confirmé.

Iván, como ahora sé que me lees, lánzate ahora por Brooklyn Follies, de Paul Auster.

A ti, que te gustó tanto Nueva York, te encantará.


jueves, noviembre 10, 2022

Pena

Hay gente que se mueve por la pena.

Yo era así.

A mí, de jovencillo, se me presentaba cualquier amigo con un drama y a mí me volvía loco. Era un atractivo más, así de chungo era yo. En mi subconsciente tenía establecido que una persona que había sufrido mucho era, de por sí, más interesante. Cada muerto puntuaba, cada enfermedad, cada ruina familiar que me contaban me hacían más excitante el relato. Yo era un necrófilo que se regodeaba en enamorarse del desgraciado.

Quizás fuera porque yo había sufrido mucho de adolescente, tal vez era por sentirme un bicho raro, pero era una persona necrófila.

El paso de los años me fue abriendo los ojos hasta conseguir pasar del negro al blanco luminoso.

Me sigue conmoviendo el dolor ajeno, mucho, pero ya no constituye una cualidad que convierta a esa persona en alguien por quien necesariamente apostar. Encontré el antídoto contra ese enganche.

He necesitado media vida para darme cuenta de que no se puede utilizar la pena como reclamo. 

Contrario

Quien diga lo contrario, miente.

Qué frase más fea.

Encuentro pocas situaciones en las que se pueda usar. Es tajante, capadora y vanidosa.

El ser humano es muy de sentenciar, de marcar barreras, de clasificar entre buenos y malos, de señalar con el dedo, de aceptarte con condiciones.

Con lo bonita que es una batalla de argumentos donde el único arma sea la palabra. Escucharse sin interrumpirse, empatizar con el de enfrente.

Quienes utilizar frases tan rotundas suelen tener los pies de barro y se agarran a expresiones tan zafias para protegerse de su propia inseguridad.

Bandazos

Sin dar bandazos, siempre estoy dispuesto a cambiar de opinión.

Y es que a veces creemos saber mucho de algo y, de golpe, nos enfrentamos a alguien que lo ha vivido, sufrido o disfrutado y te explica cómo es realmente aquello que tú creías conocer.

Yo puedo tener muy clara la posición sobre los problemas en la sanidad pública, pero seguro que un médico de urgencias con el que me tomara una cerveza conseguiría que yo afinase mi percepción de esa realidad, de la misma forma que un experto en desahucios, o en criptomonedas, o en acuíferos en Doñana me reposicionaría en mi visión de esos temas.

Cambiar de opinión no es malo, lo malo es la tozudez. Yo quiero aprender y evitar los dogmas, escuchar a quien sabe, reflexionar sobre lo que escucho, preguntar de lo que no sé.

Hay conversaciones en las que no oso ni abrir la boca si no es para preguntar, porque sé que no estoy en disposición de aportar nada interesante.

Tengo mis certezas muy claras, pero estoy dispuesto a que tú me convenzas de que no tengo razón.

Egoísta

Ser generoso es una forma de ser egoísta, porque quien más sale ganando cuando te ofreces a los demás eres tú mismo.

Yo trabajo en un grupo multidisciplinar, en el que nos entendemos con profesionales de muy diversos sectores de la empresa. Supe, desde el primer día, que andaría perdido si no me ganaba la complicidad de mis compañeros.

Eso me hace reconocer con franqueza y públicamente cada cable que me echan. Si hago una presentación, emito un informe o respondo a un email, trato siempre de aclarar quiénes son las personas que me han ayudado a realizar ese trabajo. Las pongo en valor cara a otros colegas o a nuestros jefes.

Es algo que hace mucho bien a todos, a la persona aludida, sí, pero sobre todo a mí, porque me da la oportunidad, sencilla, de demostrar que soy de fiar.

Ponerse medallas que no son tuyas es la mejor manera de meterse en el agujero de la mediocridad.

Cuando uno reconoce los valores de otro y los pregona, no hace sino crecer.

miércoles, noviembre 09, 2022

María Emilia

María Emilia se fue ayer de Sevilla.

Tras pasar sus días propios de duelo, compartir con nosotros unas tapas y muchas risas, María Emilia se volvió a Estocolmo.

Exiliada en Suecia de la desaparecida y terrible dictadura uruguaya, tras un período de cárcel en su país, consiguió formar una familia en tierras escandinavas, donde ha pasado más de media vida.

A su hija pequeña le dio en su juventud por estudiar danza, empezó por bailes tribales hasta que se topó con el flamenco. Se vino a vivir a Sevilla para formarse y arrastró, en su periplo, a su hermano. Los dos únicos hijos de María Emilia.

Sofía, la niña, volvió a Suecia y ahora es una afamada bailarina de flamenco y danza contemporánea. Felipe, el mayor, se quedó en Sevilla. Apasionado de la música, participaba en programas de radio y montó un pequeño estudio en su apartamento. Se hizo querer.

Lo doloroso es que Felipe nació con un problema cardíaco. Ya en Sevilla, la cosa se fue complicando. Su madre lo acompañaba a los hospitales, cuidaba de él. Hace unos años, con treinta y tantos, el corazón de Felipe no pudo más.

María Emilia pasó una temporada dolorosa, sola, en el apartamento vacío de su hijo. Fue por esa época en que la conocí. Vital, ilustrada, divertida, trabajadora, ella nos abdujo, a mí y a muchos, con su tremenda sensibilidad.

Ahora, a sus 71 años, vive entre Montevideo y Estocolmo. De vez en cuando, aparece por sorpresa en Sevilla. Se la pasea recordando los lugares en los que su hijo Felipe fue feliz.

Qué potencia de mujer, cuánta bondad, qué fortaleza. Si el mundo estuviera lleno de personas como María Emilia otro gallo nos cantaría.

Ayer se nos volvió a ir.

Luego me preguntan de dónde saco personajes tan interesantes para mis novelas.

Me los regala la vida.

martes, noviembre 08, 2022

Alma

Yo no podría compartir mi vida con alguien que no tuviera un alma buena.

De hecho, las pocas relaciones que terminé vinieron precedidas de un acto diáfano de maldad, de aquéllos que hay quien perdona en nombre del amor.

Ante esos primeros síntomas, cuando aún estás a tiempo, hay que salir corriendo, no buscar los argumentos que justifiquen, sino tener bien claro que quien lo hace una vez, lo vuelve a hacer.

No hay que matricularse en un curso de psicología para entender cuáles son aquellas acciones que dejan transparentar la perversidad en una persona, basta explicarlas a alguien que te quiera para confirmar que con esa persona no.

Construir un proyecto de futuro no puede hacerse sin tener claro que compartir la vida con alguien que no es de fiar es el mayor equívoco, por muy encantador, atractivo, divertido, inteligente o cariñoso que sea ese individuo.

lunes, noviembre 07, 2022

Caldito

En la nevera tienes un caldito para la cena.

Andábamos remoloneando, tras un día de paseos y comida, en nuestro apartamento de Conil. Mi hermana Raquel, con nosotros este fin de semana, aprovechaba una de sus múltiples conversaciones telefónicas con Mónica, mi otra hermana, para explicarle qué había en la nevera de su casa de Sevilla para la noche.

Han tenido relaciones y trabajos diferentes, pero nunca se han dejado de tener la una a la otra, conviviendo, casi siempre, de casa en casa, hasta llegar al piso de nuestra infancia, donde cuidaron de mi padre hasta su muerte.

No tienen nada que ver entre la dos, la extrovertida Raquel y la Mónica más metida para dentro, pero se cuidan mutuamente como no hay amor que lo consiga. Se cuentan todo, organizan su futuro, salen juntas, se pelean sin enfadarse, como un matrimonio perfecto.

Entre las dos se ocupan de Iván, al que se le saltan las lágrimas cuando, muerto de risa, imita a su tía Mónica en su día a día de potingues, cursos de inglés y ejercicios gimnásticos.

Iván nació con dos madres, Raquel y Mónica, que se convirtieron, desde que él nació, en sus dos ángeles de la guarda.

Si una está tristona, la otra está allí para tirar.

jueves, noviembre 03, 2022

Duración

Durando igual, cada vez las cosas duran menos con los años, porque el tiempo, por mucho que se pueda medir, es subjetivo.

Escuché de un experimento con personas puntuales y tardonas. Las metían en una habitación cerrada y les proponían hacer sonar una campana cuando considerasen que había pasado un minuto. Los puntuales la activaban antes de que se cumpliera el tiempo, los que siempre llegan tarde la hacían sonar cuando las agujas ya se acercaban a los dos minutos.

Aunque ya es imposible, me gustaría que me hubieran metido de pequeño en ese cuarto de paredes blancas, para hacerme contar cómo era un minuto mío de los de entonces. Imagino lo impresionable que eso sería, la de cosas que pasarían por mi cabeza, el terror que me produciría estar ahí, las ganas que tendría de contarlo a mis amigos, las dudas de saber si lo haría bien. Estoy seguro de que habría un siglo de emociones en ese minuto.

Si me metiesen ahora en ese espacio sin referencias, tal vez recordaría el niño que fui y tocaría el claxon antes del primer suspiro, cuando el tiempo, malaje y volátil, apenas habría empezado a correr.

miércoles, noviembre 02, 2022

Cabra

No sé por qué, pero yo llevaba todo el cargamento y Fran corría por delante de mí.

Desde cincuenta metros atrás yo veía cómo cruzaba carreteras sin mirar, hasta adentrarse en un descampado sin apenas vegetación y plagado de rocas enormes, como si del viejo Oeste se tratase.

Justo cuando llegué al centro de aquel paisaje, con Fran subido a lo lejos en una roca, oí un grito terrorífico.

¡¡¡La cabra!!!

Vi que venía a por mí y no tenía escapatoria. Cuando ya la tenía a dos metros utilicé mi bolsa como muleta, que arrojé hacia un lado para conseguí evitar sus cuernos, pero la cabra volvió a por mí y yo me lancé a patearla.

¡Borete!

Fran, tras recibir mis patadas, me abrazó con fuerza en la cama. Yo, con el corazón encogido y sin saber en qué mundo estaba, le hablé de cómo ese animal venía a por mí.

Tranquilo. —Me abrazaba—. La cabra ya se fue.

Textos

Una de las tácticas para escribir mi texto de cada tarde viene marcada por la disciplina.

Cuando un tema se me pasa por la cabeza, en cualquier lugar y a cualquier hora, me escribo un mensaje a mí mismo. A veces son cuestiones nimias fruto de la observación, otras son miedos anclados difíciles de descifrar, en ocasiones son recuerdos de juventud que quiero retener para evitar que queden perdidos en mi desmemoria.

La disciplina no está ahí, sino en hacer que ese granito germine, en no permitir que esa idea, por simple que sea, se evapore hacia ningún lado. 

Le doy vueltas por aquí o por allí, le busco la vena cómica, o le añado un toque filosófico, o lo personalizo con mi experiencia vital, o lo tomo como una tarea descriptiva. Pero debe salir un texto. Siempre. No hay granito que no germine para compartirlo con vosotros.

Hay días en los que mi propuesta no llega al corazón, cuando más espero de mi relato; otras, a veces, me sorprenden por la emoción con la que las recibís.

Este ejercicio diario, que respeto desde hace años, es mi mejor escuela como escritor y sois vosotros los que me ayudáis a comprender cuáles son mis puntos fuertes, aquéllos que debo trabajar más y los caminos que me quedan por recorrer.

Trastos

Acabamos de hacerle una reforma al baño. Cometimos el error de ponerle suelo de madera hace veinte años y ya no daba más de sí.

Hacer una obra es poner todo patas arriba. Tuvimos que dejar la casa por un tiempo y reagrupar todo para protegerlo con plásticos.

Cuando nos la entregaron, por fin, nos dimos cuenta de la infinidad de cosas que teníamos que no servían para nada. Empiezas por una punta y terminas por la otra llenando bolsas de basura. Fran tiende a darle vueltas a cada objeto, yo, en cambio, lo tiro.

Lo tiro todo en cuanto tengo dudas, si veo que no lo uso, que no me acuerdo, que no sé dónde meterlo, que no voy a utilizarlo en el futuro inmediato. ¡A la basura!

Queda una casa muy despejada, mucho más habitable y te ocuparás con más esmero de lo que salvaste de la quema.

Igual deberíamos hacer con nosotros mismos, con la gente que nos rodea, con las cosas que nos preocupan. Todo lo que no sirve, lo que no nos aporte, lo que nos haga sentir mal ¡a la basura! Sin miramientos. Tu corazón acaba mucho más relajado.

Pasamos demasiado tiempo atrapados en nuestros trastos interiores.

Ajo

La vida es una continua lucha entre nuestro yo que prefiere quedarse quieto y aquella otra parte de nosotros a la que le gusta echarle sal y pimienta al día a día. 

Lo malo es cuando le echas ajo.

Llevaba días durmiendo mal por un picor continuo en los oídos, así que investigué por internet qué podía ser. Como siempre ocurre en la red, ya había millones de personas que habían preguntado lo mismo y la respuesta mayoritaria era que se trataba de una descamación de la piel del oído interno. La solución, una gota de aceite de oliva virgen.

Hice malabarismos para echarme el aceite, pero lo conseguí. Y empecé a dormir como un lirón.

Así que decidí comprar un botecito con cuentagotas para facilitar la labor. En el tiempo que tardó en llegar, leí más sobre el asunto. Había quien sugería triturar algo de ajo en ese aceite, para aprovechar las propiedades curativas de la planta. De modo que cuando tuve el bote, trituré el ajo y me vertí una gota en uno de los oídos, para no manchar la almohada.

¡¡¡Qué picor!!!

Me desperté a media noche con una molestia insoportable y con un olor intenso a bar cutre de carretera que le llegaba por dentro a mi nariz. Así que me levanté, traté de limpiarme el oído con un bastoncillo y comprobé que lo tenía lleno de sangre. Se me heló el corazón. El novelista que hay en mí pensó que se me estaba derritiendo el cerebro. Tanteé el otro oído, la nariz, por ver si la sangre caía por todos lados.

Tras una inspección rigurosa, comprobé que la causa no era sino una pequeña herida externa producida por rascarme mientras dormía.

Me eché aceite del bueno, y me acosté.

Yo soy de los que le echan sal y pimienta a la vida, pero ajo... Ajo, nunca más.

martes, noviembre 01, 2022

Estellés

Es frustrante no vivir de acuerdo a la edad que uno tiene.

Rechazar el juego de pequeño, la pandillas de adolescente, los enamoramientos de joven, la búsqueda de tu lugar en el mundo al madurar, las cenas tranquilas con amigos al asentar tu vida, la preocupación por las generaciones que vienen cuando éstas van llegando.

Sin embargo, hay quien nace viejo.

A mí me aparecen varios rostros en la cabeza de gente que siempre ha sido así, aferrada desde pequeña a lo que no es consustancial a los años nuevos, aquellos tiempos que se deberían disfrutar con la inocencia propia de quien lo descubre todo.

Esas personas, resabiadas, antiguas, miedosas de todo lo que no sea lo de siempre, impermeables a los cambios que traen los futuros de cada uno, son referentes de lo que nunca quise ser. Yo, que lamento no haber sido más gamberro de pequeño o de haber perdido media juventud por culpa de la homofobia instalada en la cabeza de quienes nacieron viejos, me agarro a personas como Carmen Estellés, dulce, serena, en el mundo, sin miedos, tonterías ni prejuicios, alma libre que disfruta de lo que el viento trae, junco salvaje que se deja mecer sin oponer resistencia a los ritmos azarosos del existir.