Cada vez que alguien que no me conoce lo suficiente descubre mi afición por el Betis la expresión siempre es la misma:
'Nadie lo diría'
Sí, parece necesario justificarse. No suena a muy racional ni intelectual, desde luego, pero quizás por eso me viene bien a mí el perder cierta forma cerebral de ver y analizar las cosas.
Soy del Betis.
Ya antes de bautizarme mi abuelo materno me había sacado el carnet. Juro que yo lo vi cuando pequeño, el carnet, con una foto de recién nacido. Aunque también es probable que sea fruto de mi inventiva o de la excesiva épica con que la familia de mi madre presumía de que el primer nieto varón fuese un bético de pro, sobre todo cuando en el lado opuesto estaba mi familia paterna, sevillista sin ambages.
Visto con distancia puede resultar provinciano y de mentes cortas, porque seguramente lo sea, pero yo ya desde muy pequeño andaba preguntando por cómo iba mi equipo cada domingo, como si me fuera la vida en ello.
Recuerdo ver a mi madre dándome besos emocionada cuando ganamos la Copa del Rey en el 77. ¡Qué felicidad para mis diez años! O los sofocones con cada descenso a Segunda División, en que creía que se acababa el mundo.
Fue con dieciocho años cuando me saqué voluntariamente mi primer carnet; estuve viajando a media España siguiéndolo; compré acciones cuando decían que podía desaparecer; disfruté como un enano cuando ganamos la segunda Copa del Rey y en mis años de 'exilio' en París recuerdo el sufrimiento siguiendo los partidos por Internet, seguramente cantando los goles con cinco minutos de retraso a dos mil kilómetros de distancia .
Porque aunque a algunos les resulte una paparruchada, porque seguramente lo sea, los béticos sabemos que nuestro club es especial: no representa a ninguna ciudad, por muy sevillano que sea, y significa para los que lo seguimos un ideal inmenso de fidelidad reflejado en nuestro lema de quererlo 'manque pierda'.
Ahora que atraviesa una racha negra de turbulencias y se encuentra en sus momentos más bajos es cuando más orgullosos nos sentimos de pertenecer a este gran club.
Mi vida cambiará mucho, en todos los sentidos que se puedan imaginar, pero es seguro que siempre que el Betis esté jugando un partido de fútbol, sea en Primera, Segunda o Regional... una parte de mí estará intranquila, pendiente de él y apoyándolo.
¿Cateto, irracional y provinciano? Seguro.
Pero del Betis.
'Nadie lo diría'
Sí, parece necesario justificarse. No suena a muy racional ni intelectual, desde luego, pero quizás por eso me viene bien a mí el perder cierta forma cerebral de ver y analizar las cosas.
Soy del Betis.
Ya antes de bautizarme mi abuelo materno me había sacado el carnet. Juro que yo lo vi cuando pequeño, el carnet, con una foto de recién nacido. Aunque también es probable que sea fruto de mi inventiva o de la excesiva épica con que la familia de mi madre presumía de que el primer nieto varón fuese un bético de pro, sobre todo cuando en el lado opuesto estaba mi familia paterna, sevillista sin ambages.
Visto con distancia puede resultar provinciano y de mentes cortas, porque seguramente lo sea, pero yo ya desde muy pequeño andaba preguntando por cómo iba mi equipo cada domingo, como si me fuera la vida en ello.
Recuerdo ver a mi madre dándome besos emocionada cuando ganamos la Copa del Rey en el 77. ¡Qué felicidad para mis diez años! O los sofocones con cada descenso a Segunda División, en que creía que se acababa el mundo.
Fue con dieciocho años cuando me saqué voluntariamente mi primer carnet; estuve viajando a media España siguiéndolo; compré acciones cuando decían que podía desaparecer; disfruté como un enano cuando ganamos la segunda Copa del Rey y en mis años de 'exilio' en París recuerdo el sufrimiento siguiendo los partidos por Internet, seguramente cantando los goles con cinco minutos de retraso a dos mil kilómetros de distancia .
Porque aunque a algunos les resulte una paparruchada, porque seguramente lo sea, los béticos sabemos que nuestro club es especial: no representa a ninguna ciudad, por muy sevillano que sea, y significa para los que lo seguimos un ideal inmenso de fidelidad reflejado en nuestro lema de quererlo 'manque pierda'.
Ahora que atraviesa una racha negra de turbulencias y se encuentra en sus momentos más bajos es cuando más orgullosos nos sentimos de pertenecer a este gran club.
Mi vida cambiará mucho, en todos los sentidos que se puedan imaginar, pero es seguro que siempre que el Betis esté jugando un partido de fútbol, sea en Primera, Segunda o Regional... una parte de mí estará intranquila, pendiente de él y apoyándolo.
¿Cateto, irracional y provinciano? Seguro.
Pero del Betis.