La otra noche, tras un día intenso, investigué una película en Netflix mientras Fran, ya tirado en el sofá, colocaba los cojines con ninguna intención de mantenerse despierto.
Así que me lancé por una película sueca.
¡Qué película más mala!
Tan mala era que no podía dejar de verla. Me dieron las dos de la mañana, con las orejas agotadas de tanto bajar el volumen.
—Bore, baja un puntito —me decía Fran cada vez que se daba, como una croqueta, una vuelta en el sofá.
Pensé entonces en las películas de Torrente, que nunca he visto, y me dije "Ya quisieran".
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