Aprovechando una cena relajada la última noche de la semana de trabajo en Bucarest, Fernando ironizó con nuestro compañero Ahmet, turco, acerca de la batalla de Lepanto.
—¿Te suena de algo ese nombre? —le preguntó, con la alegría que dan dos copas de vino—. Os dejamos sin barcos.
Ahmet puso cara rara y se metió en internet para leer un resumen de lo que ocurrió en ese gigantesco conflicto naval junto a la ciudad griega.
Entonces, sin levantar el tono, nos preguntó si no conocíamos el combate de Préveza.
Fernando y yo nos miramos, perdidos, antes de lanzarnos a descubrir en nuestros móviles que los turcos nos dieron una buena tunda en esa batalla, unas décadas antes de nuestra más llamativa victoria.
A cada pueblo nos educan para que memoricemos todas nuestras hazañas y nos esconcen bajo la alfombra aquello que no hicimos tan bien.
Lo hermoso es que podamos hablarlo, hoy, entre risas, entre turcos y españoles.
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