Fran se pone malo cada vez que me ve soplar la sopa caliente, porque dice que aparece mi bizquera infantil; o se ríe de mí cada vez que me doy la vuelta antes de salir de casa para echarme un poco de colonia en el cuello.
—¡El cogote perfumado!
A mí me gusta llamarlo ratoncito cuando lo veo andando por la casa de un lado a otro, descalzo, organizando las infinitas tareas que siempre tiene entre manos.
El día en que el ratoncito no me diga nada al soplar la sopa, me asustaré.
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