Hay un restaurante cerca de Conil atendido por Brad Pitt.
Cómo se mueve, cómo gesticula, cómo imposta la voz, cómo se abrocha la camisa, sus andares, su palmito. Encantado de haberse conocido. Físicamente no hay nada en él que destaque, ni tiene un cuerpo griego, ni una buena cabellera, ni una sola cualidad de las que definen los cánones de belleza. Más bien es del montón, como la mayoría de los mortales. A él le da igual. Él es un Brad.
No se encuentran a menudo, pero aparecen por cualquier sitio. Gallitos de pelea que se sienten pavos reales. Que no prestan demasiada atención a nadie porque están concentrados en sí mismos.
¡Ese tupé! ¡Ese garbo!
No son antipáticos ni asociales, porque se encuentran más que cómodos en su propia piel. ¡Olé por ellos!
Cuando menos te lo esperas, ahí están.
Son los Brad.
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