Haber disfrutado de Madame Bovary, Trafalgar, La tía tula o La montaña mágica es algo que queda dentro para siempre.
Lo que sí observo, en mis intentos actuales de acercarme a escritores de hace siglos, es cómo la onda literaria actual vibra en otra frecuencia. La falta de tiempo para el ocio que padece nuestra sociedad hace que se haga bola para muchos el poder pausar los ritmos para leer capítulos largos donde, aparentemente, no pasa nada.
No hay paciencia.
Se pide más emoción, más rápido, más golpes de efecto, menos profundizar.
Es un reto al que nos enfrentamos los escritores actuales: saber narrar en la prisa de los demás.
Cada lector mira cuánto queda para terminar una escena, cómo de largo es el texto de facebook, qué porcentaje del ebook llevo leído, qué grosor le queda aún a la novela.
Corremos, corremos, sin saber muy bien hacia dónde. Sin pararnos a disfrutar de estar parados. De respirar.
Recomendaría vivamente a Machado: 'caminante no hay camino, se hace camino al andar'.
No hay sitio al que llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario