Llegamos a una zona plagada de restaurantes populares en el barrio rojo y allí que nos metimos. Casi sin darnos cuenta, alguien nos convenció para meternos en un local diminuto con apenas 4 mesas.
—Pero ¿es vietnamita?
—Sí, sí...
Fue el sitio más cutre, pero en el que mejor comimos de todo el viaje. Desde mi silla veía la cocina, de no más de 2 metros cuadrados, llena de botes de arroz y salsas.
—¿Qué son estas tiras verdes? —preguntó Iván.
Como un bosque, cintas de un verde fluorescente caían desde el techo hasta las mesas.
Fran, para nuestro horror, dio con la tecla.
—Son tiras adhesivas para que se peguen las moscas.
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