Son comidas exquisitas que nada tienen que envidiar a una ostra o a un percebe y que, tal vez, no valoramos lo suficiente por lo fácil que es pedirlos en cualquier bar o encontrarlos a buen precio en el mercado.
Así funcionan las cosas, las ponemos en un altar cuando se vuelven inaccesibles, sin recordar la poca fiesta que les hacíamos cuando estaban al alcance de la mano.
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