Como soy de naturaleza optimista, creo en mi evolución como persona siempre a mejor.
Este verano me ha ocurrido al menos en tres ocasiones, meter la pata en mis sueños y recordarlo. Comportarme como un energúmeno en situaciones concretas, sin controlar mis complejos, mis enfados, mi impaciencia y teniendo la suerte de visualizar con claridad lo ridículo de esas actitudes y el daño innecesario a gente que quiero.
Una especie de aprendizaje regalado, una sesión de psicoterapia gratuita.
Cerrar los ojos justo tras despertarme y poder volver al escenario, ya consciente, para decirme: "así, no".
Pensar que mis actitudes feas las voy trasladando al otro lado de la almohada, para fastidiar a personas que solo existen en mi cabeza, es un alivio, porque además trae incorporada la enseñanza. "No se te ocurra, Borete, volver a actuar así".
Encerrar al estúpido que hay en mí en un mundo inexistente para los demás.
¡Qué buen rollo!
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