He pasado media noche en blanco con la esperanza de que el pueblo estadounidense asumiera la responsabilidad de no dar el poder a un delincuente convicto que habla de los inmigrantes como asesinos, que trata a las mujeres como objetos sexuales y que lidera asaltos contra las instituciones democráticas cuando el resultado no le conviene.
Pero no, nos quedan cuatro años por delante para soportarlo al frente de la primera potencia mundial, cuando el cambio climático, que él desprecia, empieza a mostrar sus fauces.
Que lo estén celebrando Putin, Netanyahu, Milei, Orban y Kim Jong-un es la mejor prueba del horror que se avecina.
Hoy, más que nunca, es necesario defender la democracia.
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