Tras unos meses sin acudir por lo bien que se está portando mi espalda, ayer volví a una nueva sesión de mis encuentros con mi masajista.
La encontré más joven y delgada, sonriente como siempre y dispuesta a atacar cualquier resurgimiento de molestias en ese mi hombro, rebelde desde hace años.
Me tocó, en cambio, el centro del pecho y me dijo que veía un bloqueo en mí.
Tumbado boca arriba, casi desnudo, mirando el techo y escéptico, algo menos con ella, respecto a este tipo de diagnósticos que se hacen a partir de unos manipulaciones rápidas con mis brazos, le comenté que no había nada que me atormentase ni me frenase ni me hiciese sentir coartado.
¿Tus ansiedades? Las voy superando.
Me hizo oler unas gotas de pachuli antes de colocarme boca abajo y hacerme un largo masaje con una piedra de obsidiana y una crema caliente, que preparaba como una pócima mágica, batiendo algo con una cuchara de vez en cuando.
¿Qué sientes? Que el cuerpo me pesa más, que me voy hundiendo placenteramente.
Luego vinieron las piernas, con el gustazo que da saber que tengo dos, y que todo lo que voy sintiendo se va a multiplicar por dos.
Tras el acostumbrado desbloqueo del coxis volví a girar, volvió a tocar el centro de mi pecho. Seguía el bloqueo.
Tocando mi pecho y mi vientre me dijo que hablara desde lo más profundo de mí. Que allí no había escrúpulos ni censuras ni miedos.
¿Qué te preguntarías, Salva?, sin pensarlo, ¿qué pregunta tu interior?
Como si fuese un allien que habitara en mí, Salva preguntó entre músicas extrañas de cacerolas ¿quién soy yo?
Ella respiraba hondo y yo respiraba lento.
¿Quién eres tú? me repetía ella. A mí se me venían imágenes de mi amigo Kristian por las calles de Nueva York gritándome '¡grita, Salva!', '¡grita con todas tus fuerzas!'...
Yo no respondía y era ella entonces quien ponía mi respuesta en su boca... 'Yo soy...', 'yo soy...'
Yo soy uno más, respondió mi allien.
¿Qué más, Salva?
Yo soy humano.
Bien, así, suave. Las luces estaban apagadas, mi cuerpo embadurnado de alguna crema caliente de pachuli, y ella insistía. 'Llega hasta el final, yo soy...'
Yo soy un privilegiado.
1 comentario:
¡Desde luego que eres un privilegiado!!!
Que sesión más bien descrita, hasta mi casa se ha inundado de la dulce y placentera sensación de bienestar envuelta en olor a pachuli.
Lo de recibir masajes es un privilegio que también me doy de vez en cuando.
Bsote
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