Entre Yakarta, al norte de la isla de Java, y Cimaya, justo al sur, hay unos 130 km.
Pablo es surfero, y ésta es una playa conocida en esta zona del planeta por sus buenas playas, olas y ambiente cosmopolita. Apetecía conocer el Índico y teníamos tiempo, así que no había mayor inconveniente para venirnos hacia acá después de desayunar.
Aunque la ruta parecía clara sobre el papel, si había alguna duda el GPS nos la iba a solucionar. Conducir por la izquierda no parecía un problema para él, así que yo me puse a las manos de copiloto, con el GPS por un lado, las instrucciones del Google Maps por otro y la cámara de fotos para retratar a la sociedad indonesia, los paisajes selváticos y volcánicos…
Salimos a las once de la mañana.
Salir de Yakarta es en sí toda una aventura. De hecho nunca sabes si has salido, porque la carretera siempre tiene casas alrededor.
Todos los tipos posibles te los encuentras en ese recorrido, en un ambiente primordialmente de miseria que parece ser vivido con alegría por sus habitantes.
En Indonesia deben estar el 75% de las motocicletas existentes en el planeta. Hay motos por todos lados, que se meten por tu derecha, tu izquierda, con conductores que deben ser de goma porque es imposible no haber tenido un accidente a la semana conduciendo una moto por Indonesia.
Cuando llevábamos dos horas de trayecto, ¡aún no teníamos claro si seguíamos en Yakarta! Los atascos, los cruces, las calles que existían en el GPS y no en realidad, las que aparecían y estaban destrozadas por un agujero similar al que provocaría un mortero…
Poco a poco el paisaje se vuelve montañoso. Verde de jungla.
Paramos varias veces a tomar una cerveza, pero… sólo ‘soft drinks’. Da la sensación que cuanto más rural más musulmán se vuelve el pueblo indonesio. Aunque sin radicalismos, en lo que pudimos ver.
Encontramos por fin un extraño hotel de carretera con vistas impresionantes a un inmenso volcán, donde fueron a buscarnos una cerveza (tampoco tenían). Nos la tomamos respirando el aire selvático de la montaña.
Seguimos camino de Cimaja. Ya llevábamos tres horas de carretera.
Nos cayó entonces una intensa lluvia tropical.
Si había caos en seco, éste se acentuaba con el barro, las prisas apartándose del temporal. Motos por todos lados que no se sabía para dónde iban ni de dónde venían. Daba la impresión que ni sus conductores lo tenían claro, como si hubiesen salido al decorado de esa jungla para volvernos locos.
El GPS nos llevaba por caminos de cabras. Hasta en cuatro ocasiones tuvimos que deshacer el camino andado, teniendo cuidado de no atropellar a los niños que se arremolinaban por todas partes.
A las cinco y media de la tarde, seis horas y media después, conseguimos llegar a una deliciosa playa a 130 km de Yakarta.
Una cerveza bien fría y una sonrisa indonesia nos hizo recordar que estábamos en la isla de Java, a orillas del Índico y que habíamos penetrado sus paisajes sin escrúpulos.
2 comentarios:
Fantásticas experiencias.No se puede parar de leer!se siente en tus historias eso que tanto nos gusta a los viajeros:el destino a lo desconocido,el descubrimiento de nuevas formas de vida.En definitiva,esa enriquecedora sensacion de libertad que tanto me engancha.
Besos
Y qué gusto da cuando después de tanta aventura uno llega al destino final... Un abrazo!
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