Decía Sábato que el sufrimiento es mucho más didáctico que la felicidad.
Duele admitirlo, pese a la carga de certeza que encierra la afirmación, por mucho que estas aseveraciones no sean fácilmente demostrables por la ciencia.
¿Qué investigador se atrevería a meterle mano a esta teoría? ¿Cómo medir cuánto nos enseña el dolor?
Lo cierto es que cada uno de nosotros tenemos nuestro bagaje personal, sabemos a los precipicios a los que nos hemos asomado y situamos con rapidez los dos o tres momentos más desgarradores de nuestras vidas.
Fue en esos instantes cuando descubrimos la tremebunda realidad del alma humana.
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