—¡Tenemos un lavaplatos! —me grita Fran, cuando me meto en el fregadero.
Entonces le respondo que soy como la Pantoja.
—¡Me gusta limpiar!
Hacerlo, incluso, con esmero. Con agua caliente en invierno. Secando bien los cubiertos. Dejando las copas relucientes.
Creo que es un ejercicio que baja el cortisol, al menos, a mí, me permite concentrarme en algo manual, concreto, ordenado, mecánico para así reducir la aceleración a la que muchas veces me encuentro sometido.
Intento no abusar del agua, ni del termo, para no encontrar razones medioambientales que justifiquen que es más ecológico usar el lavaplatos.
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