Hace pocos días terminé una cena de forma abrupta, con un portazo, con una persona amiga que me importa mucho.
Torpes los dos, cada uno escudándonos en nuestras razones, dolores y frases dichas.
No hay nada más inquietante en una relación de amistad que la falta de bases sólidas que den estabilidad, porque eso es precisamente lo que la define. La amistad es, por encima de todo, seguridad, estabilidad.
Son tantos años, que se cuentan en decenas, que da rabia admitir que no nos entendemos, que algo falla.
Cuando, además, uno tiene la seguridad, quizás equivocada, de tener la razón (que nunca nadie tiene del todo) es más difícil dar el paso de reabrir puertas.
Es doloroso pensar que una persona que te importa mucho, a la que no le deseas otra cosa que lo mejor que le pueda ofrecer la vida, puede quedar para siempre al margen de tu aventura vital.
Aunque nunca se puede renunciar a futuras oportunidades, son dos tropiezos graves ya, algo falla y, aún así, le mando el más sentido de mis besos a la princesa de los colchones.
1 comentario:
No siempre es posible tener una buena relación con quien nos encantaría tenerla, pocas cosas hay más frustrantes.
Fernando
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