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martes, agosto 10, 2010

Paisaje nocturno

Salvo los domingos, todos los días de estas vacaciones de verano estoy consiguiendo tener la fuerza para buscar las zapatillas de deportes y lanzarme, a eso de las nueve de la noche, cuando el sol cae, a correr por la playa casi desierta que une Conil con el Palmar.

En ese trayecto me cruzo de frente con veraneantes que contemplan embelesados la puesta de sol que se proyecta justo tras de mí.

Sé de una nueva novela de Murakami en que se canta al hecho de correr. La mezcla de esfuerzo, soledad y contacto con la naturaleza que supone correr.

Bañarse, agotado por el esfuerzo, con Venus ya en el horizonte del Atlántico y la luz rosada del anochecer es descubrir la belleza de la vida. En esas horas, el mar es perfecto, las olas se mueven ralentizadas, más espesas.

A todo el placer hay que sumar la felicidad de tener a mi amor esperándome para llevarme de vuelta a casa.

De retorno en el coche, con las ventanillas abiertas y contemplando el paisaje de los acantilados de Roche al fondo y el faro de Conil ya girando luminoso, me planteo qué maravillas hubiera hecho Monet con este escenario tan cambiante, desde el amanecer hasta el ocaso.

Tenía un amigo catalán, Rafa, que vivía en La Molina y, extasiado ante la montaña, decía que no cambiaba una sola de ellas por todas las ciudades del mundo.

¿La catedral de Rouen o las playas del Atlántico?

Me niego a tomar partido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La belleza muchas veces está a la vuelta de la esquina...

Una sugerencia:la puesta del sol desde el castillo de Ayamonte.El Guadiana, la silueta el puente internacional y al fondo el dios Helio escondiéndose tras los montes portugueses.

Te lo recomiendo. ANTÍPODAS