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miércoles, marzo 24, 2010

La China que trabaja

Quizás de tan simple, mi argumento lo cogería un economista y lo destrozaría de un soplo, pero de tan claro que lo veo, voy a exponerlo.

Ya a finales del siglo XX se veía venir la arrolladora apisonadora económica que se nos viene encima: China.

Un país con mil y muchos millones de habitantes que vive quizás en el mejor de los regímenes posibles donde, sin embargo, la libertad de expresión es una quimera ni es posible tomar partido por otra instancia política que la obligada, el imponente Partido Comunista Chino.

En Occidente cada vez tenemos menos capacidad para hacer rentables industrias de producción (aceros, textiles, coches, juguetes, electrónica...). No somos competitivos frente a, sobre todo, el empuje chino.

Hasta ahí, todo es comprensible. La libertad de mercado hace que los productos elaborados en el Lejano Oriente se vean muy poco penalizados por una masa salarial ínfima y se hagan, por tanto, muy atractivos cara a un consumidor europeo o americano que cada vez mira más el precio.

Pero, ¿a costa de qué? Damos empleo a cientos de millones de chinos con nuestro consumo, algo positivo para que ese país tenga futuro. Pero, ¿en qué condiciones?, ¿qué derechos sociales tiene el trabajador chino?, ¿cuántas horas echa al día?, ¿qué protecciones tiene?, ¿cuántas vacaciones?, ¿cómo se vela por su seguridad laboral, por la ergonomía en el trabajo, por las condiciones medioambientales?

Mi sensación es que hay miedo a asustar al Gigante; pero veo una forma de jugar ganador-ganador (Occidente-China).

Mi teoría a aplicar:

No se compra un producto a ninguna empresa de ese país que no admita un decálogo de buenas prácticas que pueda ser auditable (y de hecho, lo sea regularmente). En este decálogo deberá constar un salario mínimo, unas horas semanales máximas, una protección sindical, una edad mínima, unos servicios médicos de empresa, unas condiciones higiénicas, ergonómicas y medioambientales básicas.

Con estos condicionantes, ese producto quedaría registrado como vendible en el resto del mundo. Subiría algo el precio, seguro, pero ganarían los derechos de los trabajadores chinos. Al mismo tiempo, la competencia se basaría en elementos más éticos y daría la oportunidad a nuestros países a luchar con mayor igualdad frente a otros mercados.

Quien no cumpliese las reglas, saldría de ese mercado libre.

No se puede cerrar los ojos y comprar una camiseta por tres euros sin pensar que en algún zulo perdido de las llanuras de China una chavala de 15 años cose, sin apenas luz, de lunes a lunes, durante catorce horas diarias, para llevarse cuatro perras a casa.

Todos somos cómplices.

2 comentarios:

Saul R. dijo...

Lo que tu expones ya está abordado desde el término de "Responsabilidad social corporativa" que surge como respuesta de las Instituciones Públicas (ONU, OIT, etc) y del sector empresarial a las prácticas sociolaborales éticamente irresponsables.
Sin embargo, al no estar regulado por leyes, depende, a mi entender, de la voluntad de las empresas, que la mayor parte de las veces suscriben el término porque les genera publicidad positiva.

Anónimo dijo...

Una opinion como una calquiera de bajo una noticia de prensa online. Lo unico que has necesitado escribir una parrafada para decir lo que algunos dicen en 4 lineas.