Hacía tiempo que no nos veíamos. Tras ponerme al tanto, con dos frases, de sus últimos meses, me preguntó.
—Y tú, ¿cómo estás, Salva?
—Estoy muy bien —le contesté.
—Es una alegría escuchar eso de alguien. Pero, cuéntame, de salud, tu trabajo, con Fran...
—Todo muy bien, Raúl. Estoy feliz con mi vida.
Se quedó bloqueado, mirándome a los ojos con una sonrisa. Dándome el tiempo para que yo buscara algo de lo que quejarme, algún hilo del que tirar, pero yo no estaba dispuesto a entrar por ahí, porque no era necesario y porque, con mi respuesta, estaba siendo tremendamente sincero.
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