x

¿Quieres conocerme mejor? Visita ahora mi nueva web, que incluye todo el contenido de este blog y mucho más:

salvador-navarro.com

lunes, enero 06, 2025

Íntima

Abusamos del adjetivo íntimo cuando nos referimos a los amigos.

Hablamos de palabras mayores, de esas personas que sabes que nunca te dejarán tirado. 

¿Cuántas tienes así?

Aquí se puede aplicar con claridad el viejo refrán de pedro ladrador poco mordedor.

Le escuché a un conocido con quien hablaba que tenía una íntima amiga en una determinada empresa. Como resultó que yo la conocía, le dije:

Sí, la conozco, esa mujer que está casada con un japonés, ¿verdad?

¡Ah! ¿Está casada con un japonés?

Desde hace veinte años.

Material

En estos tiempos de regalos que acaban de pasar me reafirmo en mi idea de que no hay nada material que me vuelva loco.

Tengo todo lo necesario.

Mis ilusiones tienen que ver con seguir viviendo con serenidad, no perder la capacidad de emocionarme, querer y querer bien.

Quiero, eso sí, seguir viajando, probando comidas originales, comprando libros nuevos.

Quiero seguir amando.

Del resto, me sobra todo.

domingo, enero 05, 2025

Paparajote

—Os voy a invitar a paparajote para el postre.

Nos explicó que a alguien de Murcia se le ocurrió aprovechar el resto de la masa de las empanadas, de modo que con una hoja de un limonero raspaba para no dejar nada sobre la bandeja y lo espolvoreaba de azúcar.

Antes habíamos comido zarangollo, un plato de la huerta murciana del que no habíamos oído hablar.

Riquísimo.

Así hemos pasado días felices, entre vinos de Jumilla y Yecla, porque la clave de viajar, a mi entender, es sumergirte en la tierra que visitas, en escuchar con las orejas bien abiertas lo que te quieran contar de ella, en observar con ánimo de aprendiz. Olvidar de dónde vienes.

Viajar, también, es empatizar. 

A ver quién se mete ahora con Murcia en mi presencia.


sábado, enero 04, 2025

Mimar

Nos exigimos mucho y nos cuidamos poco.

No hablo de repetirnos cuánto nos queremos ni mantras de ese tipo, pero sí de sentarnos en la cama, antes de acostarnos, y masajearnos durante un rato los pies, sin pensar en otra cosa que en buscar el propio bienestar y desencontrarnos de tanto barullo externo.

No digo que tengamos que decir yo, yo y, después, yo, pero sí escucharnos desde dentro. Tumbarnos en el suelo, poner las piernas en alto y dejar que el tiempo pase sin atender a otro ruido que al bombeo de nuestro corazón.

Hay técnicas orientales, cursos de relajación, métodos de todo tipo, pero nadie como uno para darse regalos tontos de paz en los que concentrarnos en nosotros para mimarnos un poco.

Miramos, demasiado, para fuera.